En el año 1928, José Ortega y Gasset escribió un texto denominado “Para los niños españoles” con el fin de incluirlo en un libro de lectura manuscrita escolar llamado “Nuestra raza”.
Para lo Niños Chilenos: unas palabras de José Ortega y Gasset |
Han pasado más de 80 años, y su voz, detenida en el papel para la posteridad, se ha trasladado en el tiempo y de continente. Nosotros, también, tenemos nuestros propios niños que necesitan de apoyo y ayuda para desarrollar sus talentos y capacidades, y evitar la maldad de los educadores demagogos que les enseñan cosas contrarias a la virtud y el honor.
Los niños de cualquier país son el futuro de esa nación; una especie de compartimiento en el cual guardamos nuestra fe en un mejor mañana. Y en Chile estamos preocupados porque ese compartimiento está corroído y presto a desplomarse mientras a sus pies se desarrolla la hoguera de las vanidades educativas.
PANORAMA Liberal ha querido parafrasear este notable texto del ilustre pensador español José Ortega y Gasset, y aplicarlo a nuestra manifiesta realidad. Con su permiso, señor Ortega y Gasset, con su permiso…
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PARA LOS NIÑOS CHILENOS.
El porvenir de Chile depende enteramente de vosotros, niños chilenos. Y dentro de vosotros, niños chilenos, depende enteramente de que aprendáis o no aprendáis una cosa. ¿Sabéis cuál? Esto que habéis de aprender y cultivar en vosotros exquisitamente, niños chilenos, es lo que en mayor grado faltaba a nuestros padres y nuestros abuelos. ¿Sabéis qué es? ¡Ah!, una cosa que parece muy sencilla. Esta: distinguir entre personas.
No ignoráis que con el ejercicio y el adiestramiento consigue el hombre perfeccionar incalculablemente su capacidad de distinguir. El pintor llega a notar la diferencia entre colores que a los demás parecen iguales. El músico distingue las más leves divergencias entre los sonidos. Para el que es catador de vinos, como lo fue el padre de Sancho Panza, no hay dos vinos iguales. La palabra "sabio" significó en un principio el que distingue de sabores.
Pues bien, la vida de una sociedad y más aún la de un pueblo depende de que sus individuos sepan bien distinguir entre los hombres y no confundan jamás al tonto con el inteligente, al bueno con el malo.
Mirad: a la hora en que escribo esto para vosotros hay en Chile, desgraciadamente, muy pocos hombres inteligentes y de corazón delicado. Solo esos hombres puros, espirituales, profundos y nobles podrían mejorar a la patria. Pero no logran que se les atienda.
Porque los chilenos que ahora forman nuestra sociedad no saben distinguir entre hombres y, acaso de buena fe, creen que son inteligentes los que son más necios, que son buenos los que son más farsantes. Ya sabéis que hay enfermos de la visión los cuales ven grises los objetos azules.
Una cosa parecida nos acontece hoy a los chilenos: padecemos una perversión del juicio sobre personas. Se juzga inteligentes a esos vanos charladores que llaman "políticos". Se cree que es buen poeta, buen novelista, buen profesor el que más lugares comunes dice, el que mejor halaga al público repitiendo las tonterías que este pensaba veinte años hace.
Y en tanto los mejores, los que verdaderamente valen son poco conocidos, nadie les hace caso o, tal vez, se les combate en todas formas.
¿Veis cuán importante sería que vosotros llegaseis a la madurez con una exquisita sensibilidad para distinguir entre el valer verdadero y el falso?
A este fin yo os recomendaría, entre otras, cuatro reglas o criterios:
- No hagáis nunca caso de lo que la gente opina. La gente es toda una muchedumbre que os rodea -en vuestra casa, en la escuela, en la Universidad, en la tertulia de amigos, en el Parlamento, en el círculo, en los periódicos. Fijaos y advertiréis que esa gente no sabe nunca por qué dice lo que dice, no prueba sus opiniones, juzga por pasión, no por razón.
- Consecuencia de la anterior. No os dejéis jamás contagiar por la opinión ajena. Procurad convenceros, huid de contagios. El alma que piensa, siente y quiere por contagio es un alma vil, sin vigor propio.
- Decir de un hombre que tiene verdadero valor moral o intelectual es una misma cosa con decir que en su modo de sentir o de pensar se ha elevado sobre el sentir y el pensar vulgares. Por esto es más difícil de comprender y, además, lo que dice y hace choca con lo habitual. De antemano, pues, sabemos que lo más valioso tendrá que parecernos, al primer momento, extraño, difícil, insólito y hasta enojoso.
En toda lucha de ideas o de sentimientos, cuando veáis que de una parte combaten muchos y de otra, pocos, sospechad que la razón está en estos últimos. Noblemente prestad vuestro auxilio a los que son menos contra los que son más.
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2 comentarios:
Magnífico y preclaro, como siempre, ese gran olvidado que es Ortega y Gasset. Y si se dan cuenta, esa habilidad de distinguir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo errado, que se define como "discriminar", es una de las cosas que la actual mierda de sociedad progre que nos rodea combate con mayor fiereza. Se nos desea hacer impotentes a la hora de discriminar, que nos avergoncemos de ser capaces de ver y decir lo que está bien y mal.
Es como atar nuestra inteligencia.
Buen post.
Si ustedes participaran más de otros blogs, y no se encerraran tanto en si mismos, todos estos aportes podrían tener influencia sobre mucha más gente.
Mario,
Agradecemos su comentario. Efectivamente don José Ortega y Gasset es un magnífico intelectual olvidado por las actuales generaciones más proclives por el sensacionalismo que por las grandez del espíritu.
Somos un pequeño grupo que está buscando espacios para expresar un punto de vista propio, basado en la sabiduría y experiencia de muchos en el pasado, y no cre que estemos encerrados en nosotros mismos. Queremos abrir ventanitas que antes nos han abierto a nosotros...
Queremos ser más, pero debemos dar pasos pequeños...
Gracias por el comentario.
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