El saqueo de los impuestos y los Zaqueo del Siglo XXI |
El senador Lagos ha planteado públicamente que “el país necesita una reforma tributaria”, y lo asocia con “la realidad que expresaron miles de chilenos y chilenas en diversas movilizaciones sociales, quienes exigieron que el Estado aumente la cantidad y calidad de prestaciones y bienes públicos para sus ciudadanos”. La famosa “agenda social”.
E indica Lagos que “el tipo de reforma tributaria que hagamos, permitirá definir el rumbo que tomaremos en pos de un país con mayor igualdad, oportunidades y seguridades”. Su propuesta descansa en “cuatro pilares: aumento de recaudación en tres o cuatro puntos del PIB progresivamente de aquí al 2020, incrementar la carga tributaria a quienes perciben mayores ingresos, simplificar nuestro sistema tributario para que el contribuyente tenga claro el cumplimiento de sus contribuciones y el Estado pueda fiscalizar mejor, y por último, estimular un desarrollo sustentable que contemple los impuestos verdes, los cuales penalizan aquellos que contaminan y estimulan la utilización de energías limpias y procesos sustentables”.
Y para “recaudar más recursos y de manera más equitativa…eliminar los mecanismos que permiten a los más ricos y que más ganan postergar indefinidamente el pago de sus impuestos por concepto de utilidades”. También, considera que “es necesario otorgarle una mayor musculatura a las instituciones fiscalizadoras para evitar la evasión. Debemos derogar las exenciones tributarias que a la luz de la realidad actual no sean justificables. Se hace necesario contar con un royalty a quienes explotan nuestros recursos naturales y con mayor fuerza aquellos que no son renovables”.
Y finaliza diciendo que “no buscamos disminuir la inversión ni obstaculizar la creación de fuentes de empleo. Lo que queremos simplemente es que aquellos que más ingresos perciben paguen más al Estado respecto de aquellos que ganan menos, para emparejar la cancha, redistribuir las oportunidades y generar mayores grados de igualdad que permitan que los chilenos puedan ser más felices”.
Lagos utiliza los mismos argumentos de siempre. No tienen vuelta los socialistas y siempre terminan tropezando con la misma piedra, y la razón es clara: no creen que la riqueza es el resultado de individuos que asumen riesgos y trabajan de manera incansable. En estricto rigor, los socialistas como Lagos son los Zaqueo del siglo 21.
¿Quién fue Zaqueo?. No confundir con saqueo.
Se lee en la Biblia, Lucas 19:1-10, que entró Jesús a la ciudad de Jericó y mientras paseaba, un hombre llamado Zaqueo, que era un publicano muy rico e importante, intentaba verlo pero no podía porque era pequeño de estatura. Entonces, se subió a un árbol y cuando Jesús Llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo:
- Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa.
Entonces, él descendió y lo llevó a su casa, mientras el resto de los habitantes murmuraban diciendo que Jesús se estaba alojando en la casa de un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo:
- He Aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Y Jesús le contesta:
-Hoy ha venido la Salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se Había perdido…
Es decir, históricamente, no hay otra opinión respecto de los recaudadores de impuestos: son unos indeseables. Sin embargo, en el Chile de hoy, los políticos como Lagos se hacen populares presentando propuestas de reformas tributarias, que consideran aumentos de impuestos, con el fin de recaudar más recursos “de una manera más eficiente, justa, solidaria y simple, para financiar la agenda social”. Es decir, piden una reforma tributaria, eufemística manera de llamar al alza de impuestos, para entregar beneficios económicos y en especies, subsidios, prestaciones y regalos, y aumentar el ingreso disponible de una parte de la ciudadanía que reúne ciertas características socio-económicas ligadas a la pobreza.
¿Saqueo o Zaqueo?, la recaudación de impuestos.
Zaqueo era un publicano, es decir, un recaudador de impuestos que, en esos años eran considerados como personas que abusaban de su poder cobrando más de lo que correspondía, por lo que eran muy odiados por la población. Si los impuestos son una expropiación, cuando son injustos resultan en una doble injusticia.
El saqueo post terremoto en Concepción...esto es saqueo. |
En la antigua Roma, los publicanos y sus grupos tenían el control del poder económico y del dinero; administraban la tierra y sus recursos, la renta de los préstamos y las ganancias comerciales en todo el territorio romano. Y muchas veces gestionaban las rentas del tesoro público. De esta manera, algunos de estos publicanos alcanzaban enormes fortunas. Por ejemplo, un publicano podía llegar a una fortuna de cien millones de sestercios mientras un senador tenía una fortuna de tres millones de sestercios.
¿Y de dónde surgía todo este enorme poder?. El Estado romano les confiaba, mediante contrato, la recaudación de los impuestos, contribuciones y pagos que los particulares debían hacer. Además, como poseían riquezas y fortunas, las personas acudían a los publicanos para financiar las inversiones y construcciones, recolectar las cosechas, liquidar herencias, administrar quiebras, etc. En muchas oportunidades, el publicano se apropiaba de los activos involucrados, a cambio de asumir todo o parte de la deuda.
Con el paso del tiempo, los publicanos y sus agrupaciones adquirieron más poder; todos los impuestos y recaudaciones estatales quedaron en sus manos; comenzaron a formar alianzas por actividad económica; monopolizaron los mercados y fijaban precios. Y sus asociaciones.
Zaqueo era una de las personas más odiadas de la ciudad de Jericó. Probablemente, Zaqueo compró su puesto y se enriqueció al cobrar más que la cuota exigida por Roma. Pero, a Roma no le importaba cuánto recaudara, sino que les pagara lo que el imperio le había estipulado. Por lo tanto, ¿Por qué Zaqueo era tan odiado por el pueblo
de Jericó?, ¿era un pecado recaudar impuestos o ser rico?...
En primer lugar, Israel vivía bajo la opresión romana y los impuestos que recaudaba Zaqueo permitían sostener la ocupación del territorio. En segundo lugar, los habitantes de Jericó observaban como los publicanos se enriquecían a costa del trabajo de todos, mientras Roma permitía y estimulaba este enriquecimiento por la diferencia entre la cuota estipulada y el impuesto que estos hacían pagar.
Y de este Zaqueo de Jericó, llegamos con facilidad al concepto de saqueo o pillaje. Es decir, “saqueo” es tomar o apoderarse de manera ilegítima e indiscriminada de bienes ajenos ya sea por la fuerza bruta (revolución o guerra), por una catástrofe o por medio de los impuestos. Si, los impuestos son una manifestación de un saqueo institucionalizado pese a las excusas de financiar la “agenda social”. Los nuevos Zaqueos tienen las mismas excusas de siempre para saquear, ocultando los beneficios que obtienen al actuar de esta manera.
Los gobiernos no crean riqueza, la saquean.
Un cierto porcentaje de ciudadanos de muchos países creen que los Estados y los gobiernos de turno, son virtuosos y sabios para gastar los recursos de que disponen, e incluso llegan a creer que pueden crear riqueza. Así, en base a esta creencia, los políticos de turno se han llegado a considerar a sí mismos como dueños de poderes extraordinarios y los únicos capacitados para resolver los problemas del pueblo que los eligió. De aquí proviene el discurso demagógico y reiterado cuando acceden al poder….”Les construiré un puente sobre el rio…y si no tienen un rio…les crearé el rio…”. Por eso, los Estados y los gobiernos no son creadores de riqueza, son expropiadores y saqueadores legales.
Históricamente, los Estados han necesitado de los ciudadanos-contribuyentes para poder operar y financiar la seguridad nacional, salud, educación y la “agenda social”. Es decir, los contribuyentes debemos aportar nuestro esfuerzo y trabajo con el “noble fin” de redistribuir la riqueza y generar “justicia social”. Decía Benjamín Franklin algo así como que "en este mundo no se puede decir nada con certeza, excepto que moriremos y que pagaremos impuestos”. Y parece ser que, desde muy pequeños, recibimos la siguiente instrucción tajante: hay que pagar los impuestos porque es la obligación de cualquier ciudadano responsable. Hemos sido educados para aceptar con abismante facilidad en época de campañas o en cualquier momento y con el apoyo del pueblo llano, temas como reformas tributarias para aumentar los impuestos y la recaudación fiscal, con el fin de financiar diversos proyectos sociales para reducir la pobreza, mejorar la mala distribución del ingreso. Pero, finalmente, nadie sabe con certeza a que bolsillos van a parar esos ingresos fiscales adicionales porque la distribución del ingreso no mejora y los pobres siguen siendo pobres, ¿Qué está pasando?.
El pueblo llano o la gente común y corriente asumen las cosas, que se les dice en forma repetitiva, como si fuera la verdad absoluta e indiscutible: aceptan los impuestos porque los han convencido de que son necesarios en toda sociedad. Los han convencido de que los gobiernos crean empleo y crean riqueza, que se necesitan impuestos y que saben mejor que todos en donde invertir esos recursos.
Por ejemplo, les han repetido hasta el cansancio que el Estado vela por el bien común y necesita recursos para ello…¿de dónde obtendría recursos el Estado si no es por medio de los impuestos y la recaudación fiscal?. Además, los adeptos a aumentar los impuestos siempre se cuidan al enfatizar que deben ser los más ricos los que deben pagar más impuestos para contribuir de esa manera al bienestar del país…
…¿contribuir al bienestar del país?...
…¿pagando impuestos realmente se contribuye al bienestar del país o se contribuye al bienestar de las oligarquías y las burocracias de turno que se enriquecen con los recursos de todos?...
Aclaremos, entonces, que los impuestos son un saqueo legal y un robo institucional, y están lejos de ser la “gran” maravilla que pueda llevar a una sociedad de la mano a la tierra prometida de la igualdad social y de una óptima distribución del ingreso. Algunos ilusos creen que al expropiar los ingresos de los más ricos y entregárselos a los pobres se alcanzará una justa distribución del ingreso, pero solo se consigue castrar la iniciativa y la motivación para surgir por si mismos, porque ¿quién va a querer trabajar y esforzarse para tener un bien, si sabe que se lo van a regalar?, ¿quién se va a esforzar en cumplir los pagos de una deuda si sabe que vendrá un perdonazo y condonación de deudas?...
Los gobiernos de corte igualitarista crean una masa crítica de personas con síndrome de parásito que abusan del sistema y lo terminan reventando. Quieren todo gratis y como las necesidades son ilimitadas siempre piden más; quieren salud gratuita de la mejor calidad; quieren educación gratuita de la mejor calidad; les regalan computadores a sus niños y colegios, que los usan para jugar; les regalan leche y la usan para rayar las canchas de la población; les pagan las cuentas básicas, etc. Y estos regalos se entronizan en los subconscientes como si fueran un derecho ganado legítimamente.
La “agenda social” de los gobiernos igualitaristas acostumbra a muchas personas a pedir y recibir, en lugar de darles herramientas para salir a ganarse la vida por sí mismos.
Por un lado, mientras, se regulan los mercados y se concentra la riqueza en unos pocos ricos, a estos no les importan las reformas tributarias porque siempre tienen disponibles opciones para la elusión fiscal; por el otro lado, se crea una “agenda social” basada en regalar todo a los más pobres. Entonces, si unos los eluden y los otros, reciben…¿quiénes pagan los impuestos?. La clase media.
Son las personas de clase media, no los ricos ni los pobres, las que deben soportar todo el andamiaje tributario pagando los impuestos a pesar de que tienen un trabajo con salario en pesos; deben financiar su casa y estudios universitarios de sus hijos mediante préstamos; deben pagar las contribuciones por sus bienes raíces y que son fijadas por el Estado; y más encima deben pagar más y más impuestos. Es la clase media la que se empobrece con estas reformas tributarias.
Los impuestos son el instrumento de coacción del Estado para obtener ingresos. Para tal fin, se genera una estructura tributaria o un conjunto de impuestos, ya sea bajo la figura de impuestos sobre el ingreso o las ventas o las ganancias o los activos de que disponen las personas. Así, sin el consentimiento explícito de las personas incauta parte de sus ingresos para darles un destino ajeno a ellas. Además, los impuestos no son opcionales sino que más bien son un instrumento para absorber parte de la propiedad de las personas con el fin de alimentar a un ente abstracto, el Estado.
El argumento de que el Estado nos cobra impuestos para financiar proyectos que aumentarán nuestra riqueza o mejorarán la distribución del ingreso o reducirán la pobreza, no es más que una vil falacia. A mucha gente le han hecho creer que los gobiernos pueden generar riqueza mediante la simple firma de decretos con fuerza de ley mediante los cuales se fijan nuevos impuestos, pero eso no es así. Piense de la siguiente manera.
En el mundo real, globalmente, los impuestos nos hacen más pobres.
Los Estados son posteriores a los individuos, y todo lo que poseen se lo han arrebatado a los individuos, en algún momento del pasado, con la excusa de que dicha apropiación respondía a la defensa del bien común. Y, con mayor razón, ningún gobierno, mero administrador del aparato estatal, posee fuentes propias de riqueza y todo aquello de que dispone y lo que gasta, lo ha ido obteniendo previamente mediante expropiaciones, impuestos y tributos que las personas deben pagar.
Cada persona, desde antes de nacer y hasta después de fallecer, es un contribuyente que paga impuestos. Y esta es la única y verdadera fuente de riqueza de los Estados y gobiernos.
En la vida real, los gobiernos cobran los impuestos que pasan al control de burócratas y políticos de difusos intereses quiénes son los que deciden cuáles son las necesidades que deben ser cubiertas, los bienes y servicios que deben ser demandados y las inversiones públicas que deben ser ejecutadas. Solo en la eventualidad que estos burócratas y políticos posean una sabiduría superior podríamos asegurar el uso óptimo de estos recursos, pero en la generalidad de los casos, esos burócratas y políticos son seres humanos pequeñitos, como todos, no poseen mucho sentido común y están comprometidos con diversos intereses que permanecen en la cómoda oscuridad de un despacho. Por lo tanto, muchas de estas decisiones son tomadas bajo criterios dudosos como ya tenemos muchas experiencias en los sobres tirados bajo la puerta en el Mop-Gate, estaciones de trenes en el sur de Chile, aulas tecnológicas, inauguraciones de hospitales fantasmas, etc.
Al mismo tiempo, los impuestos cobrados por el gobierno reducen la renta disponible discrecional de las personas quiénes deben reducir la demanda de bienes y servicios de su preferencia a cambio de recibir los beneficios supuestos de las inversiones públicas. Por lo tanto, se reemplaza la decisión individual por una decisión de burócratas centralizada en el gobierno de turno y que responde a intereses difusos. Y muchas veces un alto porcentaje de la recaudación fiscal se diluye en “los aspectos administrativos de la gestión” y no llegan a los supuestos beneficiarios.
A su vez, las personas que reciben los regalos estatales, aumentan su ingreso disponible y pueden demandar otros bienes y servicios. Mientras tanto, los ricos siguen accediendo a los mismos bienes y servicios de siempre. Entonces, cuando los supuestos beneficios no llegan a los beneficiarios, las personas se ven empobrecidas al no disponer de una riqueza generada por ellas y que les significa privarse de bienes y servicios, por lo que deben orientar sus decisiones de otra manera. Es decir, los impuestos terminan empobreciendo a la clase media, que es la que los paga.
Por lo tanto, en el mundo real y globalmente, los impuestos nos hacen más pobres. A los pobres les quita la iniciativa y los hace parásitos dependientes de las migajas de la clase política por la que votan; a los ricos, en vez de continuar aumentando su riqueza mediante inversiones productivas, desvían parte de su riqueza en contadores, abogados y lobbystas para protegerse de los decretos; y la clase media, que es la que paga los impuestos, reduce la demanda de bienes y servicios, lo que redunda en menos empleo e ingresos.
Al final, somos más pobres. Y todo el mundo se siente decepcionado de la clase política y su discurso demagógico.
La riqueza no la generan los gobiernos ni los Estados sino las personas con capacidades y talentos que ponen al servicio de sus propios intereses pero que termina beneficiando a muchos. Los impuestos destruyen espacios de decisión individuales y los traslada a espacios de decisión política con ocultas motivaciones e intereses.
Los impuestos no deberían ser ni siquiera un mal necesario, son lo que son: un robo legalizado por parte del Estado y los gobiernos de turno, hacia los individuos y su propiedad, y que sólo se justificarían si fueran aportaciones voluntarias de las personas para acceder al bien de todos.
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