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Conviene que los ciudadanos informados lean a Frederic Bastiat y despierten del letargo socialista de que otros les sacarán de la pobreza...¿será posible? |
En los últimos días, las noticias respecto de Julio
Pereira, un recaudador de impuestos, han salido a la palestra con motivo de la
condonación de multas e intereses que otorgó a una gran empresa con la cual
tiene relaciones comerciales. Así, este personaje ha sido conminado a renunciar
al cargo de director del Servicio de Impuestos Internos, pero se ha permitido pronunciar
algunas frases, en su despedida, que quedarán en la historia por su rareza:
"...Acepté el
cargo de director con el propósito de servir a mi país…nunca me he arrepentido
de esa decisión y he liderado varias reformas y proyectos sustanciales…
…En este periodo
hemos alcanzado, quiero decirlo con mucha fuerza, una recaudación record en la
historia del Servicio de Impuestos Internos…durante toda mi gestión he actuado
apegado a las más estrictas normas legales y éticas, lo que estoy seguro
ratificará el sumario, aún en curso de la Contraloría General...
…Considerando la
profunda necesidad de cuidar este servicio para que sea percibido siempre como
lo que es, una institución de excelencia, ajena a las luchas políticas
partidistas y al servicio de Chile y de todos sus ciudadanos, he decidido poner
mi cargo a disposición de su excelencia el Presidente de la República,
agradeciendo la profunda confianza depositada en mi persona…”
¿Puede servir a un país un recaudador de impuestos?,
¿Existe algún ciudadano que esté de acuerdo con la
afirmación de que el SII “es una institución de excelencia…y al servicio de
Chile y de todos sus ciudadanos…”?.
¿De qué nos estará hablando Julio Pereira cuando afirma
que un gran logro de su gestión es haber alcanzado “una recaudación record en
la historia”...?
LA CUESTIÓN DE LOS
IMPUESTOS.
Una opinión dura consiste en afirmar que los impuestos
son un robo legal que realiza el Estado a sus ciudadanos. Sin embargo, una
forma más suave de ver el tema consiste en preguntarse:
¿Es el Estado, con su maraña burocrática estatal, la
mejor opción para administrar nuestro dinero?…
¿Cuál es el argumento que defiende la opción de seguir
pagando impuestos?...
Las personas suelen afirmar que con los impuestos es
posible financiar una serie de servicios y algunos se llenan la boca con
palabras como “generosidad” cuando pagar impuestos no tiene nada de generoso. En
los hechos, pagar un impuesto significa entregar parte de la riqueza que hemos
generado con nuestro esfuerzo y aceptar que los políticos son nuestros
legítimos amos y los únicos que están preparados para determinar los usos del
dinero que se nos ha obligado a dar. Es decir, los políticos han creado la
percepción de que nosotros, los ciudadanos que pagamos los impuestos, somos
unos incapaces para decidir el destino de los recursos que nos extraen por la
fuerza, bajo la coacción del monopolio de la violencia que posee el estado,
¿pagaría alguien los impuestos si no se hiciera por la fuerza?.
Dado el reconocimiento del derecho a la propiedad privada,
el único intercambio válido es aquel en que ambas partes dan su libre
consentimiento. Si uno va al mercado y las condiciones o precios no le parecen
satisfactorios simplemente negocia o se abstiene de realizar la compraventa.
Pero este no es el caso de los impuestos. A nadie se le ofrece la posibilidad
de negociar, no digamos de abstenerse. Quitarle a un ciudadano normal y
corriente más de un tercio de lo que produce sin que tenga posibilidad ni de
negociarlo ni de negarse, como sucede en la actualidad, es un robo legal, y muy
desastroso para la sociedad en su conjunto.
Los ciudadanos producen con esfuerzo y trabajo duro; el
Estado muchas veces le pone trabas para hacerlo, y aun así, les extraen parte
de sus riquezas con las “más nobles y bellas intenciones”. Y detrás de todo
ello están los intereses de los políticos que toman sus decisiones considerando
sus propios y particulares puntos de vista, olvidando que el dinero ha sido
extraído de los contribuyentes por la fuerza. Al final, el Estado siempre gasta
los impuestos en cosas que nosotros no queremos que invierta…sin un correlato
directo en términos de servicios recibidos. Por ejemplo, aumentan los gastos en
salud y educación, pero la salud y la educación están peor, mientras la
corrupción crece a tasas exponenciales…¿Cómo entender, entonces, que algunos
candidatos se manifiesten a favor de una reforma tributaria –que significa pagar
más impuestos- para seguir gastando en esos hoyos negros?.
Ha llegado la hora de la resistencia fiscal como la
acción que todo contribuyente debería considerar cada vez que cualquier gobierno,
sea del color que sea, emplee dinero de forma que a él no le gusta. Así, no nos
agradan las palabras altisonantes de un Julio Pereira, funcionario recaudador
de impuestos. Y con tal fin conviene recordar a Frederick Bastiat.
RECORDANDO A
FREDERICK BASTIAT: EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS
(JBH), Juan BuenHombre, empresario
(JP), Julio Pereira, Recaudador
Julio Pereira: ¿Usted
ha vendido $20.000.000 este mes?
Juan BuenHombre: Sí,
a fuerza de muchos cuidados y de sudor.
JP: Tenga la bondad
de entregarme $6.000.000.
JBH: ¡$6.000.000!
¡Bondad del cielo! Usted me quiere arruinar. Y, por favor, ¿a qué los
destinará?
JP: El primer millón será
entregado a los acreedores del Estado. Cuando se tienen deudas, es bueno al
menos pagar los intereses.
JBH: ¿Y dónde ha
puesto el capital que le han prestado a nuestro querido Estado?
JP: Esto sería muy
largo de contar. Una parte fue puesta antaño en unas minas de cobre que están
produciendo los más bellos cátodos de cobre del mundo; otra, en financiar el
crecimiento y la infraestructura de universidades públicas; otra, se pagó en
renovar puertos y carreteras; otra, construyeron hermosos edificios públicos…
JBH: ¿Y qué gano yo
con todo ello?
JP: La satisfacción
de decir: ¡Que estoy orgulloso de ser chileno cuando miro el edificio del
congreso en Valparaíso o el Palacio de La Moneda en Santiago!...Y evita la
humillación de dejar a mis herederos una tierra gravada con una renta perpetua.
En fin, es necesario pagar lo que se debe, cualquiera que sea el loco uso que
se le haya dado. Venga $1.000.000, pero ¿y los otros cinco?...
Es necesario otro $1.000.000
para pagar los servicios públicos, a los profesores del magisterio, a los
jueces que restituyen la justicia igual para todos, a los diputados y
senadores, a los policías que atrapan a los ladrones mientras usted duerme, a los
obreros que mantienen el camino que lleva a su pueblo, al cura que bautiza a
sus niños, al instructor que los educa y a su servidor que no trabaja para
nada…
Enhorabuena, servicio
por servicio. No hay nada que decir. Yo
desearía tanto arreglarme directamente con mi cura y mi maestro de escuela;
pero no insisto en eso; venga el segundo
millón. Aún estamos lejos de los
seis. ¿Cree usted que sean mucho $2.000.000 como su contribución a los gastos
del ejército, la aviación y la marina?
JBH: ¡Ay! Es poca
cosa, considerando lo que me cuestan ya, porque ellos me han arrebatado dos
hijos que amé tiernamente.
JP: Es muy necesario
mantener el equilibrio de las fuerzas considerando nuestros litigios con los
países vecinos.
JBH: ¡Ah, Dios mío!
El equilibrio será el mismo si se reduce en todas partes las fuerzas en la
mitad o en tres cuartos. Conservaríamos
nuestros niños y nuestras rentas. No sería necesario más que entenderse.
JP: Sí, pero no nos
entendemos.
JBH: Es lo que me
asombra. Pues, en fin, cada uno sufre.
JP: Tú lo has
querido, Juan BuenHombre.
JBH: Usted bromea,
señor recaudador; ¿es que tengo voz y voto en el asunto?
JP: ¿A quién ha votado
para diputado?
JBH: Para diputado a un
actor de televisión…
JP: ¿Y de qué vive
tan espléndido diputado?
JBH: De mi $1.000.000,
por lo que imagino.
JP: Dada la situación
con nuestros países vecinos, ¿qué sucedería si su diputado votara por reducir
las fuerzas armadas por medio de menos impuestos?
JBH: En lugar de
optar a la reelección, nadie lo querría ver ni en pintura…
JP: Comprende ahora
que ha sido usted mismo...
JBH: Pasemos al
quinto millón, le pido.
JP: Ese va para Haití.
JBH: ¡Para Haití…! ¿Qué
servicios me brindan ellos a cambio de lo que me ha costado tanto trabajo?
JP: Ninguno; su quinto
millón van destinado a financiar la estadía del personal militar en la isla
caribeña.
JBH: ¿Y qué van a
hacer allí que pueda serme útil?
JP: Realizar matanzas,
matar y ser muertos, adquirir enfermedades y regresar a ser tratados, abrir
puertos, abrir rutas, construir pueblos y poblarlos de haitianos que puedan comprar
los productos que usted vende…De esta manera, usted vende más, y podré venir a
pedirle más millones todavía.
JBH: ¡Misericordia!
Yo le niego rotundamente mi millón. ¡Qué locura es esa de enviar a militares
para hacer tales locuras?. Abrir rutas
en Haití, ¡por Dios! ¡Cuando no puedo salir de mi casa porque una leve llovizna
en la capital hace que se inunden las calles! ¡Abrir puertos en Haití cuando San
Antonio está inservible todos los días! ¡Arrebatarme a los niños que amo para
ir a atormentarlos! ¡Me hacen pagar las
mansiones, semillas y caballos que se entregan a los haitianos cuando hay
tantos pobres alrededor de nosotros!
JP: ¡Los pobres!
Justamente, al mandar a los conscriptos que proviene de las zonas más pobres,
el país se deshace de este sobrante. ¡Mil gracias! Haciéndoles perseguir en Haití
el capital que les haría vivir aquí. Y además ustedes ponen las bases de un
gran imperio, Ustedes llevan la civilización a Haití y condecoran a su patria
con una gloria inmortal.
JBH: Usted es poeta,
señor recaudador, pero yo soy pequeño empresario y me niego.
JP: Considere que,
dentro de unos mil años, usted recuperará sus anticipos centuplicados. Es lo que dicen aquellos que dirigen la
empresa, nuestros políticos.
JBH: Mientras tanto,
ellos me piden primero para adornar los gastos, solo $1.000.000, después $2.000.000,
después $3.000.000, después $4.000.000, y luego, $5.000.000…¡y heme aquí gravado
por $5.000.000! Persisto en mi rechazo.
JP: Es demasiado
tarde. Su diputado ha estipulado que usted debe pagar $5.000.000.
JBH: Es muy cierto.
¡Maldita debilidad! Me parece que dándole mi poder he cometido una imprudencia,
porque ¿qué hay de común entre un diputado y un empresario?
JP: Usted ve bien que
hay alguna cosa en común entre ustedes, que no es más que el producto que usted
fabrica y que el diputado disfruta con enorme placer en su nombre.
JBH: Búrlese de mí,
lo merezco, señor recaudador. Pero sea razonable…¡vamos!...déjeme al menos el
sexto millón. He aquí el interés de las deudas pagado, los sueldos de los
funcionarios al día, los servicios públicos asegurados, el cuidado de Haití
perpetuado. ¿Qué más quiere?
JP: No regatee
conmigo. Solo falta decirle las intenciones del señor diputado respecto del
sexto millón...
JBH: ¡Maldito comunista
cabeza de piedra! Pero, en fin, ¿qué quiere hacer con este $1.000.000?...
JP: Hará bien al
negocio de todas las señoras Juanita… las que hacen empanadas.
JBH: ¿Las señoras
Juanita…las que hacen empanadas? ¿Qué quiere usted decir?
JP: Que todas ellas
sacarán buen partido…
JBH: ¿Cómo? ¿Qué
pasa? ¡Diablos, si le comprendo!
JP: ¿No sabe usted
que las señoras Juanita han creado muchas y soberbias microempresas, muy útiles
al país, pero que dejan cada año una pérdida considerable?
JBH: Las compadezco
de todo corazón. ¿Pero qué puedo yo hacer?
JP: El honorable
congreso ha comprendido que, si esto continuara así, las señoras Juanita
tendrían dos alternativas: operar mejor o cerrar sus negocios de empanadas...
JBH: ¿Pero qué
relación hay entre las torpes señoras Juanita y mi sexto millón?
JP: El congreso ha
pensado que si usted entregara a las señoras Juanita, un millón de sus
beneficios, para financiar los equipos, harina, huevos, carne, cebolla y los
salarios de los obreros, sus pérdidas se cambiarían en beneficios.
JBH: ¡Quééé...! ¿Las
señoras Juanita cubrirán sus pérdidas con mis beneficios y mi trabajo?
JP: Es lo que se
llama un subsidio al emprendimiento…¡Pero usted está totalmente asombrado! ¿No
ve usted el gran servicio que brinda a la patria?
JBH: ¿Quiere decir usted
a las señoras Juanita…?
JP: No, a la patria…Las
señoras Juanita aseguran que su industria prospera gracias a este arreglo y así
el país se enriquece. Es lo que las señoras Juanita repitieron estos días en la
Cámara de la que forman parte.
JBH: ¡Es una
superchería insigne! ¡Qué! ¡Un grupo de patanes hacen una tonta empresa, disipan
sus capitales y, luego, me arrebatan mis beneficios para reparar sus pérdidas, viéndose
esto como una ganancia general!
JP: Su diputado lo ha
juzgado así; a usted no le resta más que entregarme los $6.000.000 y usar lo
mejor posible los $14.000.000 que le dejo para que el próximo año generen el
doble…A final, todos ganamos…usted y yo…
JBH: Pero, es mi
trabajo…
JP: Es que, verá usted,
sería bien enojoso que usted no vendiese todos sus productos a un buen precio…
JBH: Le avisaré cómo
me fue…
JP: Porque hay muchas
cosas a las que sus ingresos deben hacer frente.
JBH: Lo sé, señor, lo
sé.
JP: Primero, si usted
decide renovar sus máquinas, una nueva ley ha decidido que usted debe pagar dos
veces lo que vale.
JBH: ¡Pero eso es
salvaje…!.
JP: Después, si usted
tiene necesidad de aceite, de carne, de tela, de petróleo, de lana, de azúcar,
cada uno, por ley, le costará el doble de su valor…
JBH: ¡Pero es
horrible, horroroso, abominable!
JP: ¿Y por qué se
queja…? Si usted mismo, por su diputado...
JBH: Déjeme en paz
con mi diputado…Lo he entregado extrañamente. Pero no lo tomará más y me haré
representar por un buen y franco empleado...
JP: ¡Bah! Volverá a
votar por el mismo diputado…
JBH: ¿Yo? ¿Volver a votar por el mismo diputado para que distribuya mis beneficios a los africanos y a los
fabricantes de zapatos o cualquier otro?
JP: Usted volverá a
votar por él, le dije.
JBH: Esto es un poco
excesivo. No volveré a votar por él si no lo quiero…
JP: Pero usted querrá
y volverá a votar por él….
JBH: Que él venga a
desafiarme…Encontrará con quién hablar…
JP: Lo veremos.
Adiós. Me llevo sus seis millones y voy a hacer la repartición como el diputado
ha decidido.
UNA CONCLUSIÓN…
Lo anterior es una adaptación libre de un capítulo del
libro Sofismas Económicos, X, 1848, de Frédéric Bastiat (1801-1850) que permite
ejemplificar el grave impacto que ejercen los impuestos en el accionar de las
economías modernas. Insistimos: los impuestos son un robo legal que realizan los
gobiernos, apropiándose de la riqueza ajena porque alguien les ha otorgado la
confianza de usar los recursos como les parezca.
Los Julio Pereira y los funcionarios de su estirpe, de
condición socialista, no son capaces de darse cuenta del grave daño que le
infligen al aparato productivo cuando intervienen en el. Y este tipo de
personas no sirven a los países, se sirven de las personas para implementar reformas
y proyectos estériles.
Lo más gracioso es que estos socialistas nunca se arrepienten
de intervenir y se enorgullecen de lograr recaudaciones record en la historia
del Servicio de Impuestos Internos pese a que eso significan extraer riqueza
que no les pertenece. Es más. Desean cuidar este servicio para que sea
percibido siempre como lo que es; una institución que responde a políticas
socialistas para apropiarse de la riqueza de Chile y de todos sus ciudadanos,
sin mover un músculo.
Hasta pronto, Julio Pereira, y ojalá pagues en tu vida hasta el último peso en los impuestos
que antes defendiste.
PANORAMA Liberal
Sábado 13 Julio 2013