Cuando la Concertación llegó al gobierno, en principio, no se modificaron fuertemente las bases del modelo económico implantado en el régimen militar, probablemente porque la caída del muro de Berlín los había convertido en huérfanos ideológicos. Pero, con el transcurso de los años, hasta llegar a Bachelet, se tramó una red de políticas socialistas de “buenas intenciones” que ellos denominaron cómo “protección social”, olvidando que la única protección social válida es crear una sociedad de oportunidades y libre acceso para todos.
Cuando Piñera llegó al gobierno lo hizo con el discurso de “una nueva forma de gobernar”, pero, a un año y meses de su arribo, este gobierno parece estar haciendo agua por todos lados. Y, todo, porque ha mantenido las bases del discurso socialista y continua ofreciendo subsidios, bonos y regalías para congraciarse. Por eso, algunos se han atrevido a plantear que estamos en presencia de un quinto gobierno de izquierda.
En este gobierno, falta en el discurso una expresa defensa del único ideario que puede sacar a una sociedad de la postración, el de una derecha democrática y liberal. Mientras la izquierda antidemocrática y totalitaria lidera las demandas estudiantiles con su letanía de “fin al lucro y más educación pública y gratuita”, la misma izquierda está detrás de la huelga de Codelco con el discurso del “no a la privatización”, y seguirá presionando en otros frentes por una profundización de las políticas socialistas.
En resumen, el gobierno no ha podido convencer a la ciudadanía que en poco más de un año no se puede pretender cambiar lo que se ha erosionado por tanto tiempo. Y no ha podido convencer porque Piñera está solo –como siempre ha actuado- sin una base de apoyo sólida, sin ideas fuerza, ni respaldo. El que siembra, cosecha.
La débil base de apoyo de Piñera
Longueira dijo en cierta oportunidad que “este es el gobierno de Piñera…no es el gobierno de la coalición”. Y, claro, si fuera el gobierno de la coalición sería como una bolsa de gatos porque la UDI es un pulmón conservador y populista, mientras RN es una bolsa de papel llena de pipiolos y pelucones que no se pueden tragar entre sí.
Por lo tanto, en este gobierno no hay equipos de trabajo que trabajen en consuno, no hay principios ideológicos claros, sino órdenes que vienen desde arriba y sin interpretación posible. En otras palabras, la Misión de este gobierno es la Misión de Piñera, no la Misión de un conglomerado que quiera presentar su propuesta para hacernos más prósperos. Y, de esta manera, las opciones de hacer un buen gobierno se están viniendo al suelo.
Por ejemplo, no se puede proponer un “Acuerdo” cuando es una propuesta o un borrador; cuando esta propuesta no emerge de un proceso de desarrollo consensuado por muchos más; cuando esta propuesta no es negociada; cuando esta propuesta es reactiva y trata de responder a los grupos de presión; cuando no considera los niveles educacionales más claves como la pre-escolar y la básica. Es cierto que la política es negociar, acordar, y avanzar por los caminos menos fatigosos, y por eso no sirven los Quijotes si no lo siguen los Sanchos…
Y el verdadero gran problema es que desde hace tiempo se han privilegiado la implementación de enfermizas políticas socialistas que son la verdadera causa de todos nuestros problemas.
El verdadero gran problema: las políticas socialistas.
En la implementación de políticas socialistas, la ideología izquierdista no permite ver la realidad: generan pobreza a tasas crecientes. Y la consecuencia de todo es que la pobreza procrea rumiantes ignorantes proclives a creerse cualquier lesera que justifique su situación. Las políticas socialistas no crean riqueza sino la destruyen a tasas crecientes o se las apropian los socio-listos de siempre que odian el lucro ajeno pero que se ceban como cerditos con el lucro propio.
Las políticas socialistas generan estancamiento.
Como las políticas socialistas castigan al generador de riqueza, producen un retraso en el desarrollo, un permanente estancamiento y la parálisis institucional. Ya no se puede hacer nada; nadie puede emprender nada porque se le castiga con trámites, papeleos sin fin. Y, claro está, hay que disponer del apoyo del funcionario con los contactos necesarios para acelerar trámites. Hace tiempo, un amigo me comentaba que los fiscalizadores de cierta empresa lo llamaban a veces para pedirle “un aporte solidario…unas 300 empanadas o unas 3 jabas de cerveza…¿puede?”. La negación tenía como consecuencia un insólito aumento de la fiscalización.
Así se pierden numerosas oportunidades de progreso que podrían haber convertido al país en un modelo económico exitoso caracterizado por el bienestar de su sociedad. Así se logrado reducir la prosperidad y sumir a la población a bajos ingresos y trabajos mal pagados.
Identificar, claramente, a las políticas socialistas como responsables que nos han sumido en esta situación, no sólo es importante, sino que es un ejercicio de responsabilidad y de madurez democrática que entre todos debemos realizar.
Las políticas socialistas son demagógicas
El parloteo demagógico de los socialistas, extremadamente ideologizado en este año de gobierno de Piñera, les impide ver cuál es la realidad a la que están llevando a Chile. Y, lejos de realizar una muy necesaria autocrítica constructiva que les hubiera llevado a una saludable corrección democrática de sus propuestas, se han empecinado más obcecadamente si cabe en vivir fuera de la realidad. Quieren “educación popular, gratuita y de calidad garantizada por el Estado” pero no tienen las más remota idea respecto de su factibilidad. Quieren “nacionalizar el cobre” para sumirnos en más y más pobreza. En ambos casos, los que están detrás de estas políticas socialistas son los que más se benefician de ella: los malos profesores y los trabajadores actuales de Codelco.
Pero, al final, si uno no quiere ver la realidad, la realidad será la que terminará imponiéndose. Desafortunadamente, los socialistas ni han sido capaces de ver la realidad ni tampoco lo han querido. El discurso demagógico se basa en que “no dejes que la realidad nos estropee nuestros argumentos demagógicos”: sigamos hablando de respeto al medio ambiente mientras aprobamos centrales a carbón; sigamos hablando de educación de calidad mientras nos tomamos los colegios y promovemos el desorden; sigamos hablando de igualdad mientras los hijos de socialistas van a colegios de élites; etc. Sobran argumentos, mientras los tontos útiles se les unen en las marchas y votan por ellos.
Y la incoherencia ha llegado a límites increíbles, porque mientras la demagogia socialista va en un sentido, las instituciones van en otro sentido. Hablan de progreso y desarrollo pero la economía sigue más concentrada y los empleos son de peor calidad; hablan de que “el Transantiago nos cambiará la vida” y lo hace pero para peor; aumentan y aumentan los recursos en salud y educación centralizada que se despilfarran en funcionarios y burócratas que se dan la vuelta y no hacen su trabajo…
El Estado socialista se ha convertido en una pesada e insoportable carga económica que tenemos que pagar todos los contribuyentes. Hablan de apretarse el cinturón, ser austeros en el gasto y reducir el déficit en las instituciones, mientras cenan en los mejores restaurantes, viajan por el mundo con viáticos generosos, se visten principescamente…Y todo sale del bolsillo de los ciudadanos. La demagogia es un negocio muy rentable.
Las políticas socialistas generan grupos que usan el poder para sus propios fines
Quizás donde más daño provocan las políticas socialistas es en la generación de distintos grupos sociales que se transforman en grupos de poder enquistados en el aparato estatal, no para defender los intereses de todos sino sus propios y privados intereses.
Así, tenemos grupos de poder como el colegio de profesores siempre pidiendo más regalías para hacer menos trabajo; los trabajadores fiscales pidiendo aumentos de salarios sin aumentos de productividad; los trabajadores del cobre siempre atentos a aumentar sus beneficios…Es claro que trabajar en una empresa estatal me asegura estabilidad a todo evento, haga o no mi trabajo, y la posibilidad de presionar ilegalmente por “más derechos”.
Y con demasiada habitualidad el botín fiscal se transforma en el objetivo perverso de las campañas electorales. Ya no interesa el sueño, interesa la “teta fiscal” que me alimentará a mí y a los míos mientras me voten.
Los socialistas son incapaces de pensar en el interés general antes que en el suyo propio, por lo que seguimos perdiendo musculatura económica, competitividad internacional y se siguen resistiendo a modernizar nuestra infraestructura e institucionalidad.
Las políticas socialistas crean una sociedad resignada, pesimista y que no cree en si misma.
Las consecuencias de todos estos años de políticas socialistas ya son evidentes. Han creado una sociedad indolente, marcada por el desgano, resignada y pesimista que hará más dificultoso volver a creer en sí misma.
Se hace absolutamente indispensable un cambio radical en el modelo de gestión pública; se requiere un giro radical en las actitudes que sirva para motivar y crear los climas de confianza necesarios, que empujen e impulsen a las personas a progresar, a emprender, a crear riqueza y bienestar para todos.
La llegada del gobierno de Piñera era el primer paso para el cambio, pero no se percató del enorme lastre que significan 20 años de políticas socialistas. Pero, hay que caminar paso a paso para que el cambio comience a ser posible.
¡Necesitamos ideas liberales para revertir este estancamiento y mal ambiente!. Esta es la clave. Y para eso necesitamos un gobierno que luche por ideas como la libertad, la prosperidad y el aumento de bienestar.
La solución: una gran reforma liberal.
Como país, no necesitamos más políticas auto-denominadas progresistas, sino que necesitamos auténticas políticas de progreso que beneficien a todos.
La única y válida protección social no es la socialista, asistencialista y que empequeñece, sino el acceso a un ambiente de oportunidades iguales para que todos tengan la opción de luchar y alcanzar su bienestar con sus propias manos. Y para eso necesitamos una gran reforma liberal.
En su esencia, la política liberal es social porque:
1. Al defender y potenciar el Estado de Derecho se protegen las libertades individuales de los débiles ante la arbitrariedad de los más fuertes;
2. Al defender la Economía de Mercado se aumenta la igualdad de oportunidades para todos;
3. Al profundizar la Economía de Mercado por medio del desmantelamiento de la excesiva regulación se reducen las barreras de entrada y salida, y la excesiva concentración económica;
4. Al limitar el tamaño del Estado se impide el abuso de ciertos grupos de poder que presionan para aumentar sus beneficios privados a costa del beneficio de todos;
5. Al impedir los intentos de fusiones y los monopolios, incluso en el mercado laboral, se sientan las bases para generar empleos por medio de emprendimientos de valor;
6. Al asegurar la estabilidad de la moneda se reduce la carga sobre los más pobres;
7. Al oponerse a políticas socialistas redistributivas que sólo sirve a los intereses imaginables de los grupos de poder enquistados en el aparato estatal, se asegura que los recursos se dirigirán de una manera sostenida para que las personas comiencen a caminar por si mismos;
8. Al reducir la carga tributaria se recrea un flujo generador de riqueza que se puede destinar a nuevos emprendimientos de valor;
9. Al reducir las políticas socialistas redistributivas se crean espacios para la solidaridad en el sitio que le corresponde, el ámbito privado, combatiendo la falsa idea de que esta solidaridad sólo puede ser organizada por parte del Estado;
En resumen, una política liberal debe reparar en buena parte los daños que han provocado las políticas socialistas implementadas en estos años.
Los liberales consideran como “social a todo aquello que protege los derechos e intereses legítimos de los miembros más débiles de la sociedad frente a los más poderosos”. Por lo tanto, una reforma liberal representa un proyecto social extraordinario en términos de la liberación de energías creativas de la población por medio de la entrega de la mayor libertad posible a cada uno de los ciudadanos. Y las bases para esta reforma liberal son:
PRIMERO: Profundizar el Estado de Derecho.
La prosperidad será alcanzada asegurando la igualdad de derechos por medio de leyes e instituciones adecuadas que defiendan a los más débiles de los más poderosos. Es la profundización del Estado de Derecho en el que todos somos iguales ante la ley y, en especial, recalcando que los más grandes y poderosos tienen los mismos derechos que los más pequeños y débiles.
Es decir, leyes e instituciones que defiendan a los pequeños de los excesos de los más grandes, estén donde estén, con instituciones con recursos e infraestructura adecuadas:
· Crear una institucionalidad e instituciones empoderadas para que fiscalicen a las empresas del sector privado, y en el caso de mal comportamiento, las lleven a la justicia en los más breves plazos, y con las multas más elevadas posibles para disuadir futuros comportamientos similares.
· Crear la figura del Ombudsman, Comisionado o Defensor del Pueblo que supervise el cumplimiento de las leyes por parte de los funcionarios del gobierno y de la justicia, evitando los abusos, demoras y atropellos ciudadanos.
· Potenciar el rol fiscalizador de la Contraloría para que profundice el control sobre todo tipo de instituciones públicas sin excepciones de ningún tipo.
SEGUNDO: Profundizar la Economía de Mercado.
La Economía de Mercado es infinitamente superior a todas las demás alternativas económicas puesto que es la única capaz de generar prosperidad y crecientes niveles de bienestar general, por medio de la liberación de las energías y el potencial creativo de los talentos que están diseminados en la sociedad.
Pero, no basta con defender la Economía de Mercado, sino que se debe profundizar el marco normativo de funcionamiento, pero evitando intervenir en los mercados. Un adecuado marco normativo es responsable de sentar las bases y las reglas de una sana competencia, que no presupone un determinado resultado, excepto que sean los más eficientes los que perduren en los mercados.
La Economía de Mercado genera resultados justos si existe un amplia y extendida competencia; reglas justas, conocidas y aceptadas por todos. En cambio, los socialistas intervienen en los sistemas económicos para “proteger” a algunos agentes pero terminan causando un enorme daño en términos de desempleo y concentración económica.
Rechazamos el discurso socialista del rechazo al lucro en la educación, porque el lucro es el motor capaz de ofrecer bienes y servicios de enorme valor para los usuarios, clientes y consumidores. Es cierto que hay problemas en la oferta de educación superior, pero no es menos cierto que gracias a dicha oferta muchos chilenos han podido mejorar sus oportunidades laborales.
Una breve digresión. En la década del ’70 del siglo pasado, para disponer de una línea telefónica la persona debía inscribirse en una especie de lista de espera y esperar años para que la Compañía de Teléfonos de Chile hiciera las inversiones necesarias para aumentar la cobertura. Y era lógico puesto que la ausencia del lucro lleva a una lentitud pasmosa a los proveedores, ¿para qué acelerar el proceso?. Y lo mismo vemos en las empresas públicas actuales si no cuentan con gerentes muy motivados.
Una vez privatizada la CTC, las personas disponían de una línea telefónica de una día para otro. Este es el poder del lucro que moviliza recursos a aquellas instancias que generan retornos.
Por tanto, y haciendo el símil, ¿alguien, que no sea socialista, puede creer que la educación mejorará si la estatizamos por completo?, ¿cree alguien que los mismos profesores de hoy provocarán el cambio educacional que Chile necesita?, ¿cree alguien que las mismas familias de hoy provocarán el cambio educacional?...
La búsqueda del lucro es el motor que llevará a la sociedad a tomar las decisiones adecuadas: un profesor evaluado como excelente debe recibir un alto ingreso y su comportamiento será replicado por otros profesores; una familia con hijos educados de alta renta serán replicados por otras familias que desean eso para sus hijos. Y así hasta el infinito.
TERCERO: Profundizar la estrecha relación entre el Estado de Derecho y la Economía de Mercado.
La Economía de Mercado debe estar al servicio de los más débiles, pero los socialistas han convencido a parte de la sociedad de que “el Mercado es cruel e injusto”. Y por eso promueven regulaciones que solo concentran la riqueza y hace más fuertes a los más fuertes.
Siempre los extremos se tocan. En ausencia de regulación, los más fuertes se apoderan del mercado despojando a los más débiles a cara descubierta, pero con un exceso de regulación estatal, son los más débiles los que quedan fuera de los mercados porque no pueden competir con dichas condiciones.
Para poder desplegar todo su potencial, el Mercado necesita orden: reglas de competencia claras y conocidas por todos que impidan ventajas desleales a través del engaño, la violencia o acuerdos contrarios a la libre oferta; normas confiables en materia de deudas, información, acuerdos, responsabilidades y otras similares.
Es decir, la Economía de Mercado debe darse un régimen de Estado de Derecho estricto para defender la libertad y el acceso a las oportunidades.
Una conclusión.
La llegada del gobierno de Piñera era el primer paso para el necesario cambio que necesitamos como sociedad, pero debemos tener presente el enorme lastre que significa gobernar después de 20 años de políticas socialistas. Pero, los pasos hay que darlos de a uno para emprender el camino hacia una sociedad de oportunidades y justicia individual.
Todo es posible y para eso necesitamos ideas liberales para revertir este estancamiento y mal ambiente. Esta es la clave. Y este gobierno debe luchar por ideas tan nobles como la libertad, la prosperidad y el aumento de bienestar para todos indistintamente. Y debe comunicarlo en todas las instancias posibles.
Como país, no necesitamos más políticas auto-denominadas progresistas, sino que necesitamos auténticas políticas de progreso que beneficien a todos, las reformas liberales.