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Recordando a Milton Friedman en una nueva carta para Sebastián Piñera |
El próximo martes 31 de
julio, Milton Friedman habría cumplido 100 años de edad. Asimismo, el 21 de
Abril de 1975 escribió una carta a
Augusto Pinochet en la cual le planteaba su diagnóstico, luego de su visita al
país, y le advertía cuáles eran los dos problemas centrales de Chile en ese
momento: la acelerada inflación y la ausencia de una saludable economía social de
mercado, y a modo de homenaje, reproducimos aquella carta en el anexo del
presente artículo.
Han pasado 37 años de la
carta anterior. Y Chile, si bien ha avanzado se ha quedado estancado en un
estado socialista de tipo soporífero que le impide avanzar con mayor energía. Así,
estos son tiempos que los liberales advertimos complicados porque la mentalidad
socialista permea las capas sociales y muchos la aceptan como una opción válida
para el futuro. En ese contexto, hemos tenido el atrevimiento de replicar dicha
carta y dirigirla al actual presidente para complementar la discusión actual y otorgar
el enorme valor de disponer de plenos mercados libres.
Y, al mismo tiempo, realzamos
el enorme legado de Milton Friedman como paladín de los mercados libres y las plenas
libertades.
LA NUEVA CARTA DE MILTON FRIEDMAN A SEBASTIÁN PIÑERA
Excmo. Sr. Sebastián Piñera
Echeñique
Presidente de la
República de Chile
Estimado señor
Presidente:
Durante la visita que
hiciéramos durante el año 1975, con el objeto de discutir la situación
económica de Chile, se me pidió que le transmitiera a la autoridad de turno, mi
opinión acerca de la situación y políticas económicas chilenas luego de
completar mi estancia en su país. Esa carta respondió a tal requerimiento en
ese momento, y hoy, ha llegado el momento de actualizar dicha visión,
adaptándola a los tiempos actuales, más convulsionados pero más espléndidos en
desafíos.
Permítame primero decirle
cuán agradecidos estábamos mi esposa y yo de la cálida hospitalidad que nos
brindaran tantos chilenos durante nuestra breve visita; nos hicieron sentir
como si realmente estuviéramos en casa. Todos los chilenos que conocimos
estaban muy conscientes de la seriedad de los problemas que su país enfrentaba,
dándose cuenta de que el futuro inmediato iba a ser muy difícil. Sin embargo,
todos mostraban una firme determinación en aras de superar dichas dificultades
y una especial dedicación en el trabajo por un futuro más próspero.
En esos años, el problema
económico fundamental de Chile tenía claramente dos aristas: la inflación y la
promoción de una saludable economía social de mercado. Y ambos problemas están
relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre
mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación.
Sin embargo, y pese a estar relacionados, se trata de dos problemas diferentes:
el fortalecimiento del libre mercado no culminará con la inflación per se, como
tampoco terminar con la inflación derivará automáticamente en un vigoroso e
innovador sistema de libre mercado.
En aquella misiva manifesté
que la causa de la inflación en Chile era muy clara: en esos años el gasto
público correspondía, aproximadamente, a un 40% del ingreso nacional. Cerca de
un cuarto de este gasto no derivaba de impuestos explícitos y, por lo tanto,
debía ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras,
a través del impuesto oculto de la inflación. Este impuesto inflación genera un
enorme daño al inducir a las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su
posesión de dinero en efectivo. Esa es la razón por la cual la base es tan
estrecha.
Existe solo una manera de
terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la
cantidad de dinero. Por eso, en su nombre deseo felicitar a las autoridades
respectivas por haber logrado la independencia del Banco Central en las postrimerías
del gobierno del señor Pinochet, porque de esta manera se independizó la emisión
de dinero de los ciclos políticos populistas.
En Chile, y en todo el
mundo, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la
cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por principio, el déficit
fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los
impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Pero, en la práctica,
disminuir el gasto público es, por lejos, la manera más conveniente para
reducir el déficit fiscal ya que, simultáneamente, contribuye al
fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las bases de un
saludable crecimiento económico.
Las discusiones respecto
del presupuesto deben tener como pilares de la discusión la presencia de la
crisis europea y la responsabilidad en el gasto fiscal. Es una exigencia el mantener
una política fiscal absolutamente sana y se deben evitar actos irresponsables en
la administración de los recursos de todos los chilenos. Le sugiero estar
atento a los cantos de sirenas de aquellos que quieren aumentar el gasto en
momentos en que el mundo se debate entre la incertidumbre y el miedo.
Sin embargo, deseo
fervientemente que usted siga promocionando una efectiva economía social de
mercado. Este no es un problema de reciente origen, sino que surge de
tendencias al socialismo que comenzaron hace casi 80 años y que alcanzaron su
lógico, y terrible clímax, durante el régimen de Allende. Ustedes han sido
extremadamente sabios en la aplicación de las muchas medidas que ya han tomado
para revertir esta tendencia pero los gobiernos de la Concertación han revertido
esta situación y el crecimiento se ha detenido.
Desde esos años, ustedes como
país ya han dado el más importante paso en el sentido de la liberalización del
comercio internacional lo que ha permitido proveer de una efectiva
competitividad a las empresas chilenas y promover la expansión tanto de las
importaciones como de las exportaciones. Lo anterior ha mejorado el bienestar
del chileno común al permitirle adquirir todos los bienes al menor costo, sino
que también disminuyó la dependencia de Chile en una sola exportación de
importancia: el cobre. Por ejemplo, la mayor recompensa en esta área se obtuvo a
través de la liberalización de la importación de vehículos motorizados lo que
ha posibilitado que cualquier chileno tenga la posibilidad de acceder a
automóviles de primera calidad.
Estoy consciente de que
su Gobierno sigue dando pasos importantes y planeando otros futuros, pero se
enfrenta a las nuevas condiciones mundiales. La crisis financiera del 2008 ha
incentivado la reaparición de la mentalidad socialista empobrecedora por lo que
no debe quedarse estancado. En mi opinión personal, creo que un buen consejo
para Chile sería dirigirse a la liberalización del comercio a una velocidad y
en una extensión mucho mayores de las que hasta ahora han sido propuestas. Un
comercio totalmente libre es el objetivo final deseable, aunque no sea posible
de alcanzar en el más cercano futuro.
Quisiera concluir esta
carta diciendo que estoy seguro que Chile tiene un gran potencial. Son un
pueblo lleno de energía, con una larga historia y tradición de orden y paz
social. Hace unos 80 años atrás, Chile, como muchos otros países, incluyendo el
mío, se encausó en la ruta equivocada- por buenas razones y sin maldad, ya que
fueron errores de hombres buenos y no malos. El mayor error, en mi opinión, fue
concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas, de creer que es
posible administrar bien el dinero ajeno.
Si Chile toma hoy la
senda correcta, creo que puede lograr profundizar otro milagro económico:
despegar hacia un crecimiento económico sostenido que proveerá una ampliamente
compartida prosperidad. Pero para aprovechar esta oportunidad, Chile deberá
primero superar un muy dificultoso periodo de crisis financieras, y el renacer
de la mentalidad socialista generadora de pobres y de miseria. En lo personal,
confío en que usted y su gobierno podrán llevar a las grandes mayorías de su
país por el camino de las libertades y la prosperidad.
Sinceramente,
Milton Friedman
Anexo: LA CARTA DE MILTON FRIEDMAN AL PRESIDENTE PINOCHET
21 de Abril, 1975.
Personal
Excmo. Sr. Augusto Pinochet Ugarte
Presidente
Edificio Diego Portales
Santiago, Chile
Estimado señor Presidente:
Durante la visita que le hiciéramos el viernes 21 de Marzo,
realizada con el objeto de discutir la situación económica de Chile, Usted me
pidió que le transmitiera mi opinión acerca de la situación y políticas
económicas chilenas luego de completar mi estancia en su país. Esta carta
responde a tal requerimiento.
Permítame primero decirle cuán agradecidos estamos mi esposa
y yo de la cálida hospitalidad que nos brindaran tantos chilenos durante
nuestra breve visita; nos hicieron sentir como si realmente estuviéramos en
casa. Todos los chilenos que conocimos estaban muy conscientes de la seriedad
de los problemas que su país enfrenta, dándose cuenta de que el futuro
inmediato iba a ser muy difícil. Sin embargo, todos mostraban una firme
determinación en aras de superar dichas dificultades y una especial dedicación
en el trabajo por un futuro más próspero.
El problema económico fundamental de Chile tiene claramente
dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de
mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se
fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales
de terminar con la inflación. Sin embargo, y pese a estar relacionados, se
trata de dos problemas diferentes: el fortalecimiento del libre mercado no
culminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación
derivará automáticamente en un vigoroso e innovador sistema de libre mercado.
La causa de la inflación en Chile es muy clara: el gasto
público corresponde, aproximadamente, a un 40% del ingreso nacional. Cerca de
un cuarto de este gasto no deriva de impuestos explícitos y, por lo tanto, debe
ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras, a
través del impuesto oculto de la inflación. El impuesto inflación, utilizado para
levantar una cantidad de dinero equivalente al 10% del ingreso nacional es, por
ende, extremadamente gravoso - una tasa impositiva de 300% a 400% (es decir, la
tasa de inflación)- impuesta sobre una estrecha base de cálculo- 3% a 4% del
ingreso nacional (es decir, el valor de la cantidad de dinero que circula en
Chile como efectivo y depósitos en cuentas corrientes).
Este impuesto inflación genera un enorme daño al inducir a
las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su posesión de dinero en efectivo.
Esa es la razón por la cual la base es tan estrecha. En la mayoría de los
países, desarrollados y subdesarrollados, la cantidad de dinero es más cercana
al 30% del ingreso nacional que al 3% o 4% de éste. Desde la perspectiva del
gasto total, que es un múltiplo del ingreso, el dinero en Chile alcanza sólo a
algo así como 3 días de gasto, lo que fuerza a realizar nada más que
operaciones de subsistencia en el rubro comercio, además de estrangular al
mercado de capitales.
Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir
drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación
de Chile, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en
la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por principio, el déficit
fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los
impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Exceptuando el endeudamiento
externo, los otros tres métodos tendrían los mismos efectos transitorios en el
empleo, aunque afectando a diferentes personas -disminuir el gasto público
afectaría inicialmente a los empleados públicos, aumentar los impuestos
afectaría inicialmente a las personas empleadas por quienes pagan impuestos, y
endeudarse afectaría inicialmente a las personas empleadas por los titulares de
los créditos o por la las personas que, de otro modo, hubieran conseguido esos
fondos prestados.
En la práctica, disminuir el gasto público es, por lejos, la
manera más conveniente para reducir el déficit fiscal ya que, simultáneamente,
contribuye al fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las
bases de un saludable crecimiento económico.
La disminución del déficit fiscal es requisito indispensable
para terminar con la inflación. Un problema menos claro es cuán rápidamente
debe terminarse con ella. Para un país como Estados Unidos, en el cual la
inflación es de alrededor del 10%, yo aconsejo una política gradual de
eliminación en dos o tres años. Pero para Chile, en que la inflación se mueve
entre el 10% y 20% mensual, creo que graduar su eliminación no es viable;
conllevaría una tan gravosa operación por un periodo de tiempo tan largo, que
temo la paciencia no acompañaría el esfuerzo.
No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no
involucre un periodo temporal de transición de severa dificultad, incluyendo
desempleo. Sin embargo, y desafortunadamente, Chile enfrenta una elección entre
dos males, un breve periodo de alto desempleo o un largo periodo de alto
desempleo, aunque sutilmente inferior al primero. En mi opinión, las
experiencias de Alemania y Japón luego de la II Guerra Mundial, de Brasil más
recientemente, del reajuste de postguerra en Estados Unidos, cuando el gasto
público fue reducido drástica y rápidamente, argumentan en pro de un tratamiento
de shock. Todas estas experiencias sugieren que este periodo de severas
dificultades transicionales sea breve (medible en meses) para que así la
subsecuente recuperación sea rápida.
Para mitigar los costos de la transición y facilitar la
recuperación, creo que las medidas fiscales y monetarias debieran ser parte de
un paquete que incluya medidas que eliminen los obstáculos a la empresa privada
y que alivien la aguda angustia.
Para acotar, haré un bosquejo de los contenidos de un paquete
de propuestas específicas. Mi conocimiento de Chile es muy limitado como para
permitirme ser tanto preciso como exhaustivo, de modo que estas medidas deben
ser consideradas más bien como ilustrativas.
Si este enfoque de shock fuera adoptado, creo que debiera ser
anunciado pública, muy detalladamente y, además, entrar en vigor en una fecha
muy cercana a dicho anuncio. Cuánto mejor informado se encuentre el público,
más contribuirán sus reacciones al ajuste. A continuación propongo una muestra
de las medidas que debieran ser tomadas:
1.- Una reforma monetaria que reemplace el escudo por el
peso, con 1 peso = 10.000 escudos (o quizás 1.000 escudos). Por sí misma, esta
medida no produciría ningún efecto sustancial, pero cumpliría una valiosa
función sicológica.
2.- Un compromiso del gobierno de reducir su gasto en 25%
dentro de seis meses; reducción que debiera tomar la forma de una disminución
transversal del presupuesto de cada repartición en 25%, con los relativos a
personal a tomarse cuán pronto como sea posible. Sin embargo, las reducciones
de gasto debieran ser escalonadas en base a un periodo de seis meses para
permitir el pago de generosas indemnizaciones. (Cualquier intento de ser
selectivo o parcial tiene la probabilidad de fracasar debido a las posibles manipulaciones
de cada repartición por lograr que la reducción presupuestaria afecte a otra de
ellas. Es preferible hacer primero una reducción transversal, para luego
reasignar el total ya reducido).
3.- Un crédito nacional de estabilización otorgado por el
público para complementar la reducción del gasto durante los seis primeros
meses para permitir así una más rápida reducción en la emisión de dinero que en
el gasto. Las condiciones debieran incluir un reajuste por inflación para
lograr la confianza del público en la determinación del gobierno de terminar
con la inflación.
4.- Si fuera posible, un crédito externo de estabilización
para el mismo propósito.
5.- Un categórico compromiso del gobierno de que después de
seis meses no financiará más gasto alguno a través de la emisión de dinero.
(Así como la recuperación económica se vaya dando, la cantidad de dinero
deseable en términos reales, esto es, la cantidad consistente con precios
estables, aumentará. Sin embargo, este incremento debiera servir como base para
la expansión de un mercado de capitales privado en vez de utilizarse para
financiar gasto público).
6.- Continuar con vuestra política actual de un tipo de
cambio diseñado para aproximarse a un tipo de cambio de libre mercado.
7.- La eliminación de la mayor cantidad posible de obstáculos
que, hoy por hoy, entorpecen el desarrollo del libre mercado. Por ejemplo,
suspender, en el caso de las personas que van a emplearse, la ley actual que
impide el despido de los trabajadores. En la actualidad, esta ley causa
desempleo. También, eliminar los obstáculos a la creación de nuevas
instituciones financieras. Asimismo, eliminar la mayor cantidad posible de
controles sobre los precios y salarios. El control de precios y salarios no
sirve como medida para eliminar la inflación; por el contrario, es una de las
peores partes de la enfermedad. (Eliminar obstáculos, pero no sustituir
subsidios. La empresa privada tendrá la facultad de gozar de las recompensas
del éxito sólo si también arriesga soportar los costos del fracaso. Todo hombre
de negocios cree en la libre empresa para todos, pero busca también favores
especiales para sí mismo. Ningún obstáculo, ningún subsidio; esa debiera ser la
regla).
8.- Tome las providencias necesarias para aliviar cualquier
caso de real dificultad y severa angustia que se de entre las clases más
pobres. Tome en cuenta que las medidas tomadas no producirán, por sí mismas,
daño en estos grupos. El despido de empleados públicos no reducirá la
producción, sino que simplemente eliminará gasto- sus despidos no significarán
la producción de un pan o un par de zapatos menos. Pero indirectamente, algunas
de las clases menos privilegiadas serán afectadas y, séanlo o no, el programa
de medidas será señalado como el culpable de sus angustias. Por lo tanto, sería
beneficioso tomar ciertas providencias de este tipo en dicho programa. En este
aspecto, mi ignorancia de la situación y acuerdos actuales vigentes en Chile me
hacen imposible ser más específico.
Un programa de shock tal como este podría eliminar la
inflación en cuestión de meses. También fundaría las bases necesarias para
lograr la solución de su segundo problema- la promoción de una efectiva
economía social de mercado.
Este no es un problema de reciente origen, sino que surge de
tendencias al socialismo que comenzaron hace 40 años y que alcanzaron su
lógico, y terrible clímax, durante el régimen de Allende. Ustedes han sido
extremadamente sabios en la aplicación de las muchas medidas que ya han tomado
para revertir esta tendencia.
La eliminación de la inflación llevará a una rápida expansión
del mercado de capitales, lo cual facilitará en gran medida la privatización de
empresas y actividades que aún se encuentran en manos del Estado.
El más importante paso en este sentido es la liberalización
del comercio internacional para, de este modo, proveer de una efectiva
competitividad a las empresas chilenas y promover la expansión tanto de las
importaciones como de las exportaciones. Lo anterior no sólo mejorará el
bienestar del chileno común al permitirle adquirir todos los bienes al menor
costo, sino que también disminuirá la dependencia de Chile en un sola
exportación de importancia: el cobre. Quizás la mayor recompensa en esta área
se obtendría a través de la liberalización de la importación de vehículos
motorizados.
Estoy conciente de que su Gobierno ya ha dado pasos
importantes y planea otros futuros en orden a reducir las barreras al comercio
internacional y a liberalizarlo, y que, como resultado de ello, la ventaja
competitiva real de Chile se refleja mejor en éste hoy que en las décadas
pasadas. Este es un gran logro. También veo que en esta área existe un fuerte
argumento a favor de una gradualización para entregar a los productores
chilenos una oportunidad para ajustarse a las nuevas condiciones. No obstante,
gradualismo no debe significar quedarse estancado. En mi opinión personal, creo
que un buen consejo para Chile sería dirigirse a la liberalización del comercio
a una velocidad y en una extensión mucho mayores de las que hasta ahora han
sido propuestas. Un comercio totalmente libre es el objetivo final deseable,
aunque no sea posible de alcanzar en el más cercano futuro.
Quisiera concluir esta carta diciendo que estoy seguro que
Chile tiene un gran potencial. Ha sido un pueblo capaz, letrado, creativo y
lleno de energía, que tiene una larga historia y tradición de orden y paz
social. Hace unos cuarenta años atrás, Chile, como muchos otros países,
incluyendo el mío, se encausó en la ruta equivocada- por buenas razones y sin
maldad, ya que fueron errores de hombres buenos y no malos. El mayor error, en
mi opinión, fue concebir al Estado como el solucionador de todos los problemas,
de creer que es posible administrar bien el dinero ajeno.
Si Chile toma hoy la senda correcta, creo que puede lograr
otro milagro económico: despegar hacia un crecimiento económico sostenido que
proveerá una ampliamente compartida prosperidad. Pero para aprovechar esta
oportunidad, Chile deberá primero superar un muy dificultoso periodo de
transición.
Sinceramente,
Milton Friedman
PANORAMA Liberal
Sábado 28 Julio 2012