Los demócratas doctrinarios propician la violencia como un medio legítimo de imponer sus visiones...Sabemos donde se comienza, y sabemos en donde termina... |
Desde que los estudiantes
comenzaron a salir a las calles, la ciudadanía ha mostrado simpatía y entusiasmo por tan nobles objetivos como la “educación de calidad”, ¿Qué
puede ser más noble que los jóvenes exijan una educación de calidad?. En
realidad, existe consenso que lo extraño es que entreguemos una pobre educación
a las futuras generaciones que serán las responsables de dirigir esta larga
tierra hacia una deseada prosperidad.
Con el paso del tiempo,
los más informados se han percatado de una clara radicalización del movimiento que
ya ha excedido todos los límites deseables. Ahora, a estos jóvenes ya no les
interesa entablar diálogos con las autoridades “porque no desean más comisiones
ni más dilaciones en implementar las soluciones” sino que desean imponerse
desde la cómoda trinchera de la irresponsabilidad. Además, declaran viciada la
institucionalidad actual de una manera prepotente, pasando por arriba de los
mecanismos que nos hemos dado y arremeten con todo y contra todos porque el fin
justifica los medios.
Esta es la situación
actual debido a que los movimientos estudiantiles han sido liderados, desde su
génesis, por socialistas que usan la palabra “democrático” para justificar todo
tipo de acciones violentas y descomedidas que ellos u otros de su mismo bando
cometen contra el resto de la sociedad. Por ejemplo, los estudiantes dicen, muy
sueltos de cuerpo, que la mayoría ha votado por la toma de los colegios y, por
lo tanto, por respeto a dicha “expresión democrática” ellos están avalados para
cometer todo tipo de hechos que atenten contra la libertad y la propiedad de
otros. En especial, asumen que la “democracia” les habilita para atropellar los
derechos de las minorías que desean estudiar, pese a que podrían estar de
acuerdo con los planteamientos de fondo de los reclamos.
Además, este tipo de
personas siempre está atento, cuando los resultados no les favorezcan, a buscar
subterfugios por todos los medios posibles para repetir el evento
“democrático”, intimidar y terminar imponiéndose por la fuerza.
Esta es, claramente, una
demostración más del alto grado de ideologización, fanatismo, intolerancia, falta
de educación cívica y de respeto que tienen algunos grupos minoritarios de
personas pero con capacidad de organizarse, quienes a través de un discurso
demagógico, obtienen apoyo de otros que les respaldan en el atropello de los
derechos humanos de las minorías. Y sin ningún descaro, y lo reiteran
públicamente siempre.
Por eso estos socialistas
no titubean en usar frases y palabras propias de los años ’60 para imponer su
visión. Así, dicen que “no bajaremos las banderas de lucha…nos tomaremos los
liceos…vamos a convocar a marchas, independientemente de si nos entregan o no
el permiso…si ellos (el gobierno) no cambian su postura ni hay voluntad para
generar cambios profundos en la educación nosotros vamos a funarles sus
elecciones municipales del 28 de octubre…”. Y acusan que la quema de buses del transporte
es un montaje desde el gobierno dado que “tenemos fotos donde se muestra a
Carabineros resguardando, esperando a que llegaran los manifestantes, con el
fin de criminalizarnos, como si nosotros fuéramos quienes hoy promueven la
violencia, siendo que el Estado, a través de Carabineros, hoy nos reprime…”.
No les importa en lo
absoluto que ellos y su accionar violen los derechos humanos del resto de los
ciudadanos; solo les interesa su “lucha”. Este lenguaje totalitario,
antidemocrático y enemigo de las libertades es el que deben mirar las personas
a la hora de entregar sus respaldos pero la ciudadanía es muy pasiva al entregar
su apoyo a la dirección de un movimiento que tiene buenos fines pero que al ser
entregado en las manos de estos fanáticos no tiene otro norte que el desorden y
la violencia para destruir la convivencia nacional.
¿De dónde viene este
permanente carácter socialista por la revuelta y el desorden?
DE LAS REPÚBLICAS DEMOCRÁTICAS A LA DEMOCRACIA DOCTRINARIA
Desde siempre los
socialistas han tenido la osadía de considerarse “demócratas”. Por eso, desde la
época de la guerra fría, post segunda guerra, la izquierda mundial utilizó la
expresión “república democrática” para referirse a las naciones y sus
poblaciones que sufrían en carne propia los tristes experimentos socialistas
que los sumieron en la barbarie y la pobreza. En la actualidad, todavía hay
fósiles vivientes que subsisten con las denominaciones de “república popular
democrática” para indicarnos que son del “pueblo” y que se basan en la “democracia”
como medio de administrar el poder, pese a que los gobiernan jerarquías
cerradas, lideradas por jerarcas vetustos que se transmiten el poder de padres
a hijos como si fueran una casta de iluminados, mientras el resto de la
población vegeta y vive una vida de miserias, limitada y sin libertades.
Afortunadamente, estos casos
ya son excepciones a la regla pero el fanatismo persiste con otras variantes.
E, incluso, algunos “demócratas” socialistas se “emocionan” al reunirse con
criminales como Fidel Castro indicando que “estamos aquí como que procesando un
poco el encuentro con Fidel y esperando transmitir esto y todo lo demás que nos
dijo al movimiento, porque creo que todas las reflexiones que haga Fidel
constituyen luz y esperanza para Chile…Valoramos mucho lo que ha sido Cuba y lo
que ha encabezado este proceso revolucionario. Fidel para mí y para toda la
juventud comunista en Chile es uno de los liderazgos más importante en el
mundo, un gran visionario. Para nosotros lo que diga, reflexione, lo que nos
señale es como una carta de ruta…”.
“Una carta de ruta…”. Este
es el carácter socialista: antidemocrático, totalitario y enemigo de las
libertades. Pero, hoy, después del término formal de los grandes experimentos mundiales
que, supuestamente, nos traerían la “prosperidad” dirigidos por una casta de
barbudos iluminados y sabios, han modificado su accionar. Hoy, los
neo-socialistas se han transformado en una horda de fanáticos de la “soberanía
popular” hasta límites que rayan en la obscenidad. Son los que hemos denominados
“demócratas doctrinarios” y que creen que la democracia es un fin en sí misma.
En todo el mundo, los
socialistas han creado un sistema político basado en la democracia doctrinaria
y su subsiguiente alter ego económico, el capitalismo de Estado. En primer
lugar, consideran que la “democracia” no es un medio sino un fin, porque les
garantiza el acceso al poder de una manera legítima y para terminar imponiendo
una neo-ideología socialista, diferente en la forma pero idéntica en el fondo.
Por eso, son “demócratas doctrinarios”, creen en la doctrina de la democracia
pero no creen en la esencia de ella que se basa en el diálogo, respeto,
búsqueda de consensos y defensa de las minorías. Son partidarios de crear
“Asambleas Constituyentes” con el fin de eliminar la libertad de los individuos
e imponer las visiones de una minoría activa y violenta, porque la única manera
de construir un mundo socialista es mediante la violencia, el asesinato y la
masacre de los que no piensan como ellos, pero que no son capaces de
organizarse.
En segundo lugar, han
intervenido el sistema de mercado creando el Capitalismo de Estado, un engendro
socialista que cumple dos funciones: intervenir permanentemente los mercados
para introducir cambios que les den más poder en términos de impuestos y
regulaciones restrictivas, y para culpar al capitalismo cuando los resultados
no son los esperados…
LA DICTADURA DE LAS MAYORÍAS EN LOS NEGOCIOS
Sin embargo, pese a que
defienden, en la política, el poder de las mayorías “democráticas”, en el
ámbito de los negocios defienden los intereses de los minoritarios. Por
ejemplo, en el caso Enersis han ejercido una crítica sistemática respecto del
rol de la autoridad regulatoria para “evitar el atropello de los derechos de
los minoritarios”.
Es así como promueven el
“fortalecer a la brevedad la legislación relativa a los gobiernos corporativos
y garantizar los derechos de los accionistas minoritarios…para proteger los
intereses de los cotizantes de las administradoras de fondos de pensiones…Aquí
lo importante es cuánto se afecta y cuánto podría afectar a los minoritarios,
vale decir, a las AFP esta operación…debe quedar claro que en Chile las cosas
no se pueden hacer a escondidas ni pasando a llevar los intereses de los
trabajadores y trabajadoras".
Y finalizan los senadores
socialistas resaltando “la importancia de tramitar a la brevedad una moción que
modifica la ley de sociedades anónimas estableciendo la obligación de contar
con la aprobación de la mayoría de los accionistas minoritarios…”.
¿Se imaginan que esta
exigencia se aplicara transversalmente en nuestra sociedad?. Por ejemplo, modificar
las normas para establecer la obligación de contar con la aprobación de las
minorías en las tomas de los colegios y en las marchas.
La conclusión es que, en
los negocios no se permite que las mayorías dicten o hagan lo que se les dé la
gana, pero en la vida política las mayorías pueden hacer y deshacer, sin miedo
ni complejos. En especial, si las mayorías son lideradas por los socialistas.
LA DICTADURA DE LAS MAYORÍAS EN LA POLÏTICA
Así, en política, siempre
los socialistas son desconsiderados con los derechos de las minorías de vivir
su vida como les plazca; quieren pasar el rodillo y atropellar los derechos
para imponer sus visiones; no trepidan en aplicar la violencia a sus
contrarios, insultando, escupiendo, golpeando, pero ¡ay…si alguien les contesta
con la misma moneda!...Cuando se les contesta con la misma moneda se victimizan
y hablan de “las violaciones de los derechos humanos” y de “museos de la
memoria socialistas” que recuerdan los caídos del lado de ellos, pero no recuerdan
las atrocidades cometidas por ellos mismos…Este es el carácter del socialismo
en todas sus vertientes…
Por ejemplo, en una
marcha reciente me mantuve a pocos pasos de un par de socialistas que
conversaban respecto de “terminar con el sistema binominal” para imponer
“nuestra justa pretensión de crear un mundo socialista, aprovechando las
mayorías circunstanciales…”. Uno de ellos decía que “a la gente es fácil
engañarla y comprarla con cualquier cosa, por eso, con el nivel de desorden
actual este es el momento de crear una asamblea para sentar las bases de una
sociedad socialista…”. El otro le retrucaba diciendo que “la gente no sabe para
donde va…”. Y la respuesta fue reiterada con un “no importa…mucha gente que va
acá no sabe nada de adonde nos dirigimos…eso no importa porque a la larga
tendrán que ponerle el hombro como todos nosotros para levantar una patria
socialista, el sueño de nuestros abuelos lo haremos realidad…gracias a que nos
gobierna la derecha…”. Se reían a grandes carcajadas mientras gritaban sus
consignas…
Los socialistas siguen
teniendo la pretensión de crear sociedades socialistas igualitarias, violadoras
de los derechos humanos, mantenidas mediante la violencia y el control de una
minoría de fanáticos. Afortunadamente, la sociedad chilena ya fue vacunada de
esta peste y, puede participar en algunas actividades, pero no aceptará mayor participación
de estos fanáticos.
RECORDANDO A EDMUND BURKE Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA.
Hace más de 220 años,
unos caballeros franceses amigos de la revolución le pidieron a su amigo Edmund
Burke que les diera su opinión sobre los acontecimientos que se estaban
viviendo en Francia. Burke era un político y hombre del partido Whig, miembro
de la Cámara de los Comunes desde hacía 30 años, defensor de las Colonias
americanas en su enfrentamiento con la Corona inglesa, contrario a las leyes
discriminatorias contra los católicos en Inglaterra, defensor de los irlandeses
católicos, enfrentado al monarca porque había pedido su abdicación. Todos estos
antecedentes hacían de Edmund Burke un seguro defensor de la Revolución.
En esos años, la Revolución
en Francia tenía muchos partidarios en Inglaterra, en especial, del partido
Whig. Por ejemplo, el señor Fox, máximo dirigente, declaraba en la Cámara de
los Comunes que la nueva Constitución francesa era “el edificio de la libertad
más magnífico y glorioso que se hubiera erigido sobre la base de la integridad
humana, en cualquier tiempo y lugar”. Y, por toda Inglaterra proliferaban clubes
y asociaciones revolucionarias.
Al parecer, Burke dudaba
de la dirección del movimiento revolucionario y de las personas que lo
dirigían, por lo que se tomó algún tiempo en contestar a los caballeros
franceses. Mientras tanto, estudió los hechos, la evolución de la revolución,
las muestras de violencia en contra de la iglesia y la corona, el afán de fundar
una nueva sociedad basada en principios racionales desechando todos los
principios básicos que llevaba a un espíritu igualitario que animaba a las
muchedumbres y a aplaudir los asesinatos masivos… Y, finalmente, publicó en
1890, en forma de carta “Reflexiones sobre la Revolución en Francia”.
Este texto representa la
primera crítica contra la revolución francesa, contra el supuesto espíritu
humanista de la ilustración, contra el surgimiento de castas de mesías iluminados
y “legisladores metafísicos aficionados a la alquimia”, contra el afán
igualitario y contra la denominada “modernidad”, contra los derechos de
aplastar la religión, contra la tradición caballeresca, contra los valores que
levantaron a la civilización europea de la barbarie. Indicaba que la
civilización se había desarrollado durante años basados en ciertos pilares que
eran un dique que contenía las violentas pasiones humanas, pero al atentar
contra dichos principios se venía encima un futuro totalitario y cruel.
Y Burke acierta en sus
predicciones de dos maneras:
PRIMERO. Como se
desarrollará el proceso revolucionario. Plantea que la destrucción del régimen
antiguo libera fuerzas que nadie podrá contener en el corto plazo. El país se
dividirá en diversas facciones lideradas por fanáticos lo que provocará anarquía;
surgirá la violencia histérica y el consecuente terror; las luchas de poder
llevarán al desorden y a las guerras civiles, las que finalizarán cuando surja
un líder que implementará un régimen despótico. Y vuelta a empezar.
SEGUNDO. Presenta el
fundamento moral del totalitarismo socialista.
Por ejemplo, en una carta
de 1795 escribe: “¿Que es el jacobinismo? Es el intento, (demasiado exitoso
hasta el momento) de suprimir los prejuicios de la conciencia humana, con el
objeto de poner todo el poder y la autoridad en personas capaces de iluminar
ocasionalmente la mente del pueblo. A tal objeto, los jacobinos han decidido
eliminar toda la estructura de las viejas sociedades del mundo y regenerarlas a
su gusto. Y para formar un ejército que logre tales fines, alistan en cualquier
parte a los pobres, sobornándolos con los despojos que puedan conseguir de los
ricos”
En un libro posterior,
Paz regicida, añade: “Para ellos la voluntad, el deseo, la necesidad, la
libertad, el trabajo, la sangre misma de los individuos, no cuenta para nada.
La individualidad queda excluida de su esquema de gobierno. El Estado lo es
todo. Todo está supeditado a la producción de fuerza, y luego, todo se confía
al uso de la fuerza. Es militarista en sus principios, en sus máximas, en su
espíritu y en todos sus movimientos. Los únicos objetivos del gobierno son el
dominio y la conquista. El dominio de las mentes a través del proselitismo y de
los cuerpos por las armas...”.
Después de escribir el
libro, se ganó el odio de todos los partidarios de la revolución y la expulsión
del partido Whig. La historia siempre se repite: ¿cómo se puede discrepar de
una ideología cuya prédica se basa en la violencia?. Burke fue una demostración
de la permanente intolerancia de los socialistas de su época.
En la actualidad, no
basta con la mera argumentación técnica o económica contra el totalitarismo socialista,
sino que se requiere de un mensaje que levante entusiasmos. El totalitarismo
socialista, desde el nacionalsocialista hasta el comunista, ha creado formas de
tiranía, horror y crueldad que nunca la humanidad ha conocido; han propagado la
misma corrupción moral y la violación de los derechos humanos de otros; han
propiciado una falta de compasión por el ser humano y la han sustituido por un
idealismo abstracto y frío; la caridad y el respeto por los otros la han suplantado
por una fraternidad de delincuentes que gritan “o estás conmigo o estás contra
mí”, “sé mi hermano o tendré que matarte”, “revolución o muerte”, “patria o
muerte, venceremos”. Es esa tensión moral la que hace clamar a Burke con ardor
profético mucho antes de la llegada del Terror:
“Pronto se darán cuenta
de que los crímenes, cuando se toleran, es que se prefieren. Para alcanzar su
objetivo nos presentan los crímenes como un camino más corto que el de las
virtudes morales. Al justificar la perfidia y el asesinato como algo que
produce un beneficio público, el beneficio público pronto se convertirá en el
pretexto, mientras que la perfidia y el asesinato se convertirán en el fin,
hasta que la rapacidad, la malicia, la venganza y el terror, más temible que la
venganza misma, logren saciar sus insaciables apetitos. Tales habrán de ser las
consecuencias de perder, en medio del esplendor de este triunfo de los derechos
humanos, todo sentido natural de lo injusto y de lo justo.”
LA DEMOCRACIA NO PUEDE QUEDAR EN LAS MANOS DE LOS
DOCTRINARIOS.
“Pronto se darán cuenta…”
dice Burke. Y lo replicamos diciendo que “pronto se darán cuenta de que la
violencia, cuando es tolerada, es que se prefiere. Para alcanzar sus objetivos
nos presentan a la violencia como un camino más corto que el de las virtudes
morales. Al justificar la toma de colegios como algo que produce un beneficio
público, pronto se convertirán en el fin, hasta que la maldad, la malicia, la
venganza y el terror, más temible que la venganza misma, logren saciar sus
insaciables apetitos. Tales habrán de ser las consecuencias de perder, en medio
del esplendor de este triunfo de los derechos humanos, todo sentido natural de
lo injusto y de lo justo.”
Los demócratas doctrinarios
siempre consideran que las decisiones deben ajustarse al voto mayoritario, y
creen que cualquier mayoría corriente debería tener derecho a imponer sus
visiones. Sin embargo, las minorías ¿deben estar a merced de las mayorías?, ¿deben
limitarse los poderes de una eventual mayoría a la vigencia de ciertos principios?.
Por eso, la “soberanía
popular” o el “pueblo” son la base del discurso de los demócratas doctrinarios
que consideran que el gobierno de la mayoría es ilimitado e ilimitable. Así,
Hayek planteaba que “el ideal democrático, originariamente pensado para impedir
cualquier abuso de poder, se convierte así en la justificación de un nuevo
poder arbitrario. Sin embargo, la autoridad de la decisión democrática deriva
de la circunstancia de haber sido adoptada por la mayoría de la colectividad
que se mantiene compacta en virtud de ciertas creencias comunes a los más de
sus miembros; siendo, por otra parte, indispensable que dicha mayoría se someta
a los principios comunes incluso cuando su inmediato interés consista en
violarlos. Es irrelevante que se acostumbrara a expresar estos puntos de vista
aludiendo a la «ley de la naturaleza» o al «contrato social», conceptos que han
perdido su fuerza. El punto esencial sigue en pie y consiste en la aceptación
de esos principios comunes que hacen que un grupo de hombres se convierta en
una colectividad. Tal aceptación es condición indispensable para la sociedad
libre. Normalmente un grupo de hombres no se convierte en sociedad porque se dé
leyes a sí mismo, sino por obedecer idénticas normas de conducta. Esto último
significa que el poder de la mayoría viene limitado por esos principios
comúnmente mantenidos y que no existe poder legítimo fuera de los mismos. Los
hombres precisan llegar a un acuerdo sobre la manera de realizar las tareas
necesarias, y es razonable que esto sea decidido por la mayoría; sin embargo,
no resulta obvio que esta misma mayoría tenga también justo título para
determinar el grado de su competencia. No hay razón para que haga cosas que
nadie tiene poder de hacer. La falta de acuerdo suficiente sobre la necesidad
de ciertos usos del poder coactivo significaría que nadie puede ejercerlo
legítimamente. El reconocimiento de los derechos de las minorías significa que
el poder de la mayoría, en última instancia, deriva y está limitado por los
principios que las minorías aceptan también...”.
Insistimos en que “los principios
que cualquier gobierno estatuye y con los que la mayoría concuerda no implican
necesariamente que esta última tenga moralmente derecho a hacer lo que más le
agrade. No existe justificación para que ninguna mayoría conceda a sus miembros
privilegios mediante el establecimiento de reglas discriminatorias a su favor.
La democracia no es, por su propia naturaleza, un sistema de gobierno
ilimitado. No se halla menos obligada que cualquier otro a instaurar medidas
protectoras de la libertad individual...”.
Por lo tanto, los demócratas
doctrinarios en su carácter demagógico argumentan que, dado que el poder está
en manos del pueblo, es ilegal limitarlo…”El pueblo lo quiere”. Con este
criterio, la democracia se degenera y se pervierte, porque no puede ser que se
dependa de una mayoría ocasional.
La democracia requiere de
todos los ciudadanos y por eso algunos la consideran como un proceso de
formación de opinión que permite que todos participen activamente. Una mayoría
ocasional que pretenda imponer su voluntad a la fuerza cierra las puertas a las
otras opciones que puedan estar surgiendo del proceso democrático; las ideas se
confrontan y se realizan cuando tienen posibilidad de expresarse; ninguna
persona debe estar imposibilitada de expresar su opinión en la forma adecuada.
Debemos estar atentos a los
demócratas doctrinarios, socialistas, que usan la democracia como un
instrumento para imponer sus visiones de mundo con las mismas armas de siempre.
Un ciudadano informado debe estar prevenido para no ser utilizado por estas
hordas de fanáticos de palabra y piedra fácil pero de escaso intelecto.
PANORAMA Liberal
Jueves 30 Agosto 2012