Desde hace mucho tiempo tengo asumido que, como sociedad, no vamos para ningún lado dado puesto que hemos cultivado en la mentalidad del chileno medio una especie de sopor socialista que tiene por ingredientes un 50% de estupidez, un 25% de irracionalidad y otro 25% de ignorancia. Y esto es válido, incluso, en gente que vota por la derecha política. Por ejemplo, para muestra un botón.
La irracionalidad socialista... |
Un lector de un diario escribe que “estamos en problemas, lo he dicho varias veces…Yo vote por el Sr. Piñera...Le cabe a este señor preocuparse por el bien común de todos los Chilenos, el no es el presidente solamente de la centroderecha o del tricolor de paine…”.
Y este sopor socialista ha sido creado, en parte, por una serie de palabras-comadreja que todos hablan pero que nadie entiende como “bien común”, “neoliberalismo”, “justicia social”, etc., y en general a cualquier palabreja que le agregan “social”…
¿Quién diablos puede explicar que es el Bien Común?
Es así que se abusa tanto con ciertas palabras que de tanto usarlas parecen que todos entienden su significado, pero es todo lo contrario. El lector del diario dice que Piñera debe “preocuparse por el bien común de todos los Chilenos…”, ¿qué es el bien común?.
Existen un innumerable conjunto de definiciones, pero, podemos comenzar diciendo que “bien común” es el agregado de condiciones de la vida social que permiten que los individuos libremente den forma a sus propias vidas. Por lo tanto, el propósito del Estado consiste en proveer a los individuos libres de los medios adecuados para que puedan efectivamente llevar a cabo esas elecciones.
Surge la complicación porque los socialistas de izquierda y derecha creen que el “bien común” se puede alcanzar usando el poder estatal para imponer ciertas visiones de mundo, aunque eso signifique pasar por encima de algunas minorías. En otras palabras, el “bien común” que postulan algunos es “el bien de las mayorías”: si la mayoría lo desea, debe ser impuesto para todos.
Por eso, los socialistas de todas las ideologías postulan que los gobiernos deben preocuparse del bien común de todos, usando el poder coactivo estatal. Y el conflicto nos golpea en la cara: ¿cómo se puede modificar las condiciones de la vida social sin afectar la libertad de los individuos?. Esta cuestión solo tiene una respuesta: si alguien desea alcanzar el bien común (el de las mayorías), debe coaccionar a algunas minorías, reduciendo los espacios de libertad que poseen. Al final, todos perdemos: somos menos libres.
El abuso de los empresarios y el bien común.
Este mismo lector indica que “aprovechando cuando se habló de los accidentes de los buses, denuncié el abuso que se hace con los choferes de los camiones que transportan los pollos vivos a los mataderos de los mismos, jornadas de trabajo insoportables, con peligro no solo para ellos sino para toda comunidad, en las calles y carreteras de Chile…Entonces, no entiendo como algunos sugieren un Estado lo más chico posible para dar mayor libertad supuestamente a las personas…Pasa que en este neoliberalismo con menos estado, ¿quién vela por el bien común, que somos todos, si nadie fiscaliza esta situación y las otras miles de diferentes causas?...”.
Por lo tanto, para “cuidar el bien común de todos los chilenos” el Estado debe intervenir regulando y normando la conducta irracional de estos empresarios. Esta es la visión estándar de las personas con mentalidad socialista de todas las ideologías.
Sin embargo, la situación es absolutamente diferente. Comencemos preguntándonos: ¿por qué los choferes de los camiones que transportan los pollos vivos a los mataderos de los mismos con jornadas de trabajo insoportables y con peligro no solo para ellos sino para toda comunidad, en las calles y carreteras de Chile, no renuncian y se van a un mejor empleo?...
¿Por qué no renuncian y se van a un mejor empleo?, ¿Por qué?...
Porque no pueden…no hay trabajo en ninguna parte…En primer lugar, porque los socialistas han llenado el mercado laboral de regulaciones, salario mínimo, indemnizaciones por despidos que lo rigidizan y lo hacen muy poco dinámico, y en segundo lugar, porque no vivimos una situación de libre mercado, sino de socialismo de mercado, con oligopolios en casi todas las industrias.
Los socialistas han descubierto que no es necesario estatizar industrias, sino que basta con regularlas para controlar su crecimiento y desarrollo, generando al final mercados muy poco competitivos. En nuestra realidad, no estamos en una situación de libre mercado, sino de oligopolios. No extraña, entonces, que surjan las colusiones en las farmacias, pollos, banca y La Polar, porque el exceso de regulaciones lleva a que algunas empresas se apoderen de los mercados, y hagan con ellos lo que quieran.
Y la consecuencia de tener mercados muy poco competitivos es que no existe un volumen de oferta de trabajo en cantidad y calidad que pueda atraer a los buenos trabajadores que buscan opciones de trabajo alternativas y atractivas. El resultado es que deben aguantar en sus trabajos hasta que revienten, gracias a las regulaciones socialistas que han transformado sus industrias en sectores oligopólicos.
¡Y algunos siguen con la monserga de que las empresas abusan!. Claro que abusan y eso se lo debemos a las regulaciones socialistas, que los han transformado, en forma administrativa, en los únicos ofertantes de la industria.
Por cierto, esta respuesta no puede darla un socialista sin darse un portazo en sus narices ideológicas ya tapadas por los años. Y por eso no dicen la respuesta correcta, y han convencido a muchos de que la solución es continuar regulando, interviniendo y normando las industrias y negocios.
Es decir, los socialistas continúan haciendo más oligopólicos muchos sectores económicos, lo que significa menores opciones laborales y peor distribución del ingreso. No debe extrañar que estas empresas oligopólicas tengan como propietarios (a ellos o a familiares) a los mismos socialistas que deben regularlas.
Una conclusión: Más socialismo, más pobreza.
Solo resta agradecer al socialismo porque gracias a sus regulaciones tenemos mercados más oligopólicos, una menor oferta de empleos de calidad, y más pobreza.
Los socialistas no postulan que todos los ciudadanos seamos más prósperos, porque no saben cómo crear riqueza. Son expertos en apropiarse de ella mediante impuestos abusivos y contribuciones excesivas.
Al final, los socialistas son creadores de pobreza. Igualdad, al fin, en la pobreza. Triste mentalidad.
PANORAMA Liberal
Martes 7 febrero 2012
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