Foción fue un destacado
militar y político ateniense nacido hacia 402 AC y muerto en el año 317 AC. Se
le consideraba un líder con valor personal, inteligencia para el mando, firmeza
para soportar las más rudas fatigas, amor a la disciplina, sencillez de
costumbres y probidad intachable. La historia lo recuerda como un hombre
íntegro y moderado en tiempos de corrupción y violencia (¿será distinto alguna
vez?) y se dice que vivió con la sencilla severidad de Arístides y murió con la
magnánima calma de Sócrates. Cuenta Plutarco, en su Libro VI, de Foción que “en una ocasión, como habiendo expuesto ante
el pueblo su dictamen encontrase aprobación y viese que todos, uniformemente,
le admitían, se volvió sus amigos diciendo: “¡Si habré yo propuesto, sin
advertirlo, algún desatino!...”. La anécdota anterior nos sirve para
ejemplificar lo que no hacen los políticos actuales: les satisface decir muchas
tonterías por segundo para esperar los aplausos del populacho que corona las
estupideces con lágrimas en los ojos. En otras palabras, la conducta de un alto
porcentaje de políticos está muy alejada de la probidad y conducta intachables…Y
ya resulta intolerable.
Sin embargo, en demasiadas
oportunidades hemos hablado de cómo los políticos acceden y se mantienen en puestos
de poder gracias a su creciente populismo, megalomanía y demagogia. Ahora,
corresponde hablar del otro lado de la ecuación: los simplones que votan por
ellos y permiten que esta gente, detestable a veces, se apodere del poder, no
cree valor ni beneficios para todos y se permita lujos impensados en función de
sus escasas capacidades. Excepto, la de depredar del esfuerzo ajeno.
En este sentido, el
reciente período vacacional ha permitido -¡una vez más!- la incoherencia entre
el decir y el actuar. Así, se han conocido algunos entretelones de cómo han
vacacionado aquellos políticos –y sus parientes- que nos hablan, con lágrimas
en los ojos, de la cruel “desigualdad y pobreza del pueblo”, mientras disfrutan
del capitalismo sin par en los mejores centros vacacionales de Chile y del
mundo. Ellos hablan de desigualdad pero la disfrutan a rabiar y, por eso, algunos
los llaman la IC, izquierda caviar, rojos por fuera y verdes, muy verdes, por
dentro. Al mismo tiempo, el chileno medio –y los simplones entre ellos- disfruta
de un descanso bien ganado encerrados en sus casas por la inseguridad galopante
o se bañan en fuentes públicas o vacacionan en playas cercanas atestadas de
otros como ellos, porque no les alcanza el ingreso para vacaciones más
sofisticadas…Y aquí comienzan las preguntas: ¿Por qué la izquierda caviar no
pregona que es injusto que ellos vacacionen en regios resorts mientras el
pueblo vacaciona en donde puede?, ¿Por qué la izquierda caviar pueda vacacionar
en lugares en que no lo puede hacer un chileno medio?. Para ser francos, este
es un privilegio de políticos de todas las tendencias que, mientras se aferran
al poder, extraen hasta el último gramo de médula fiscal y le sonríen al mundo,
ombligo al aire, saboreando los sabores tropicales que le han traído a su
mesita de descanso…
Esta es una conducta
habitual en la clase política puesto que disfrutan de los mejores servicios privados
mientras crean los peores servicios públicos posibles para las grandes
mayorías. Se les llenan los ojos de lágrimas cuando hablan de “educación
pública, estatal y gratuita” pero sus hijos estudian en los mejores colegios
privados pagando generosas matrículas; nos hablan de la “importancia de la salud
pública” mientras ellos se atienden en las mejores clínicas privadas del país y
del mundo; nos hablan que “el Transantiago nos cambiará la vida” mientras ellos
circulan en vehículos fiscales con chofer; etc. Esta gente –y los vivos que
pululan a su alrededor para capturar las migajas que caen de la mesa del poder,
mientras se sirven la cena inmoral- desean que todos “disfrutemos” de dichos
servicios públicos y por eso piden la estatización a gritos…para servicios que
jamás piensan usar. Ahora, desean promover una reforma sindical que
transformará el mercado laboral en un campo de lucha ideológico para eliminar
al empresariado y llevarnos directamente a la pobreza…A ellos no les preocupa,
porque no piensan trabajar, jamás, ni como empleados ni como empresarios…Solo
desean seguir amarrados de la ubre fiscal para recibir generosos ingresos sin
el menor esfuerzo…Solo les interesa colapsar los mercados laborales porque va
en su beneficio…más pobres son más simplones que votan por ellos.
Volvemos a
preguntarnos: con este escenario en mente, ¿Qué puede llevar a algunas personas
a votar por estos indeseables sabiendo que son la misma lacra corrupta y que
solo desea su propio enriquecimiento?, ¿Cuál es el perfil de las personas que
se pueden permitir votar por gente de tan escaso interés en el progreso de
todos?. Caractericemos a los simplones que votan por ellos…
EL
PERFIL DEL SIMPLÓN EN POLÍTICA.
Ser un simplón en este
continente es considerado por la clase política como una inmensa virtud pero no
lo dicen en público. Cuando se refieren a ellos hablan de los independientes en
política, es decir, aquellas personas que no tienen idea de nada, Por lo tanto,
podemos comenzar planteando que en política hay tres grandes segmentos:
SEGMENTO 1: LOS
ALTAMENTE IDEOLOGIZADOS. Las personas de este segmento son hombres y mujeres
profundamente ideologizados en una cierta visión de mundo –hacia la derecha o
izquierda-, y consideran que los demás son unos herejes que deben ser salvados
(o aniquilados, dependiendo del grado de control del poder). Este grupo marcha,
sale a la calles, vocifera por los cambios que nos lleven a “un nuevo mundo con
hombres y mujeres buenos y nuevos” e intentan imponer su visión del mundo.
Siempre son una minoría, enemiga de la democracia liberal que ellos denominan
“burguesa”, con un profundo carácter totalitario y a los cuáles no les agrada
el consenso al que consideran una derrota. Ellos buscan la aniquilación total
del enemigo lo que muestra su profundo carácter totalitario.
Jamás tendrían influencia
si no encuentran algún leit motiv común que despierte a la mayoría de simplones
–que dormitan sus vidas- a marchar con ellos. Cuando encuentran ese argumento
hacen creer a la sociedad que son una manifiesta mayoría la que piensa
igual…Sacan la voz y hablan “del valor de la democracia y de los cambios que
las mayorías quieren”. En realidad, la mayoría de simplones solo siguen
eslóganes sencillos pero que son incapaces de interpretar porque para eso está
la minoría ideologizada; ellos interpretan los eslóganes. Por eso, cuando los
simplones se unen a los ideologizados se produce un efecto de contagio que
transmite la percepción de que los cambios ideologizados son los adecuados para
todos.
SEGMENTO 2: LOS
EDUCADOS Y CRÍTICOS. Este grupo, también, es minoritario y representa a
aquellas personas más educadas de la sociedad que están en condiciones de
exigir a la política estándares más elevados para el beneficio de todos.
Generalmente, como no son escuchados ni queridos porque dicen cosas
políticamente incorrectas, prefieren aislarse en sus cúpulas de cristal
mientras observan como la sinfonía de la destrucción cae sobre sus sociedades.
Hace mucho tiempo que estos le dan la espalda a la política y la consideran
digna de análisis pero indigna de dedicar su tiempo a ella.
Este grupo desprecia al
simplón por el hecho de ser simplón; les gusta hablar de ideas abstractas y
bien elaboradas, pero son incapaces de transformarlas en conceptos sencillos de
fácil digestión por la masa simplona. Al darle la espalda a la política le dan
la espalda a la democracia y al futuro del país. A estos debemos pedirles más:
se requiere su presencia para confrontar el fanatismo de aquellos que propugnan
ideas sacadas de los museos y fosilizadas por la historia.
SEGMENTO 3: LOS
SIMPLONES. Son la masa del electorado y corresponden a los que denominan
“independientes” pero que no son más que el ganado electoral que la clase
política trata de cultivar con las más burdas mentiras y la más rancia estupidez.
Lo más terrible de todo…¡lo logran!....Este amplio grupo humano no piensa
racionalmente –en realidad, no piensan- sino con el estómago; no son
racionales, son emocionales; viven en el corto plazo y jamás levantan la cabeza
para observar como las estrellas caen una a una; caminan hacia atrás mirando el
suelo o mirándose su propio ombligo y son incapaces de detener su marcha para
cuestionar su rol; festinan con su ignorancia y son presa fácil de los
eslóganes como “educación pública, gratuita y de calidad”, “salud para todos”, “Transantiago
te cambiará la vida”, “soy una persona honesta…me enteré por la prensa”, etc.;
aceptan sin cuestionarse todo lo que se diga en los medios, construyendo de
esta manera una visión del mundo proclive a los intereses de la clase política;
creen que saldrán de la pobreza al elegir a uno u otro político; esperan con
ansias los festivos del calendario para emborracharse y drogarse; su sueño más
importante es ver a la Roja clasificarse a un mundial y asumir que ello le
cambiará la vida y “la marraqueta estará más rica al otro día”; escuchan una
música estridente y horrible porque no son capaces de escuchar el silencio que
les grita que son más de lo que hacen o dicen; creen que los empresarios son un
grupo voraz preocupado exclusivamente de esquilmarlos y tratarlos mal; son
hombres y mujeres poco ambiciosos que esperan que “alguien” los rescate de su
infausta pobreza incómoda; creen que “ser rico” es algo intrínsecamente malvado
y que debe ser rechazado por todos; ponen en alto sitio la “solidaridad”, en
especial, con el dinero ajeno; son muy inseguros en su tránsito por la vida y
buscan los responsables de su pobre destino en las supuestas acciones de otros;
siguen con los ojos en lágrimas las telenovelas y programas de farándula que
les nublan el alma y el entendimiento; están cerrados a nuevos saberes y
conocimientos, excepto si se refieren al disfrute y goce de sus sentidos; son
como esos pajaritos que solo se preocupan de aferrarse a sus escuálidas ramas
que les brindan cierta seguridad, mientras los grandes pajarracos los ensucian
con las pestes que emiten…
Los simplones son una
demostración palpable de cómo la ignorancia y la estupidez ha colmado las
calles y avenidas de las ciudades y pueblos. Para ellos, los políticos han
diseñado los “encuentros culturales” para que salga a relucir la escoria humana
en todas sus perversiones posibles. En suma, los simplones son una caricatura
de muchos electores que creen que la política es responsabilidad de otros y no
de ellos; no comprenden que todo lo que surge de la política tiene un efecto
inmediato en sus vidas en términos de empleo y bienestar; no comprenden la
naturaleza de la especie humana propensa a la avaricia y el egoísmo; no
comprenden que los políticos son seres humanos como todos, con sus vicios y
defectos…No comprenden que seremos pobres porque el sistema institucional se ha
ajustado a lo que requiere la clase política y no al revés.
Probablemente, lo más
escandaloso de un simplón es su ausencia total de ambiciones honestas. Es
decir, le encanta ser pobre porque le gusta victimizarse para recibir ayuda de
los que lo rodean. Este estado mental es catastrófico pues genera personas
dependientes que esperan la ayuda de otros y son el caldo de cultivo de los
políticos que arrasan con los recursos fiscales. Sin autonomía ni espíritu de
iniciativa individual jamás lograremos salir de la situación actual, porque los
países no progresan porque los políticos lo desean, los países progresan por el
esfuerzo honesto de todos.
Por lo anterior, los
simplones no comprenden que no tenemos Focios en la política actual y por eso
necesitamos una Democracia 2.0, pero de eso hablaremos en otra oportunidad…
Panorama
LIBERAL
Jueves
25 Marzo 2016
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