Hemos tocado fondo: sin respeto ni tolerancia erosionamos la democracia |
Solo el potencial de la demagogia, en su forma más pura, permite cazar y atraer incautos hacia una red ideológica que les permite sostener letanías y visiones de mundo de claro contenido represivo.
Las reiteradas faltas de respeto.
El respeto es el reconocimiento que le damos a otras personas cómo seres autónomos, únicos, libres, con el derecho y la capacidad de tomar sus propias decisiones. Así, el respeto por otras personas, dignifica al que lo otorga, y no lo hace más débil sino más fuerte.
Y no se demuestra respeto por las personas subiéndose arriba de las mesas, imponiendo por la fuerza, insultando, destruyendo y gritando más fuerte que los demás.
La intolerancia.
La tolerancia es la capacidad que tiene una persona de aceptar otras personas o grupos cuyos valores o normas son diferentes. Consiste en respetar ideas, creencias o prácticas cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Y, esta capacidad de escuchar y aceptar a los demás, nos permite vivir una convivencia sana y valiosa. Algunos indican que la diversidad del espíritu humano es la clave para el desarrollo en todas las facetas, por eso la pérdida de la tolerancia es un paso atrás en nuestras relaciones.
La erosión de la democracia.
La pérdida del respeto y la intolerancia han erosionado el poder de la democracia y han deteriorado la convivencia a límites insospechados. La gran duda, ¿volverá a ser todo como antes?, ¿no se instaló ya la sospecha que todos somos bastardos?.
La democracia ha sido salpicada de una manera innoble por la conducta de personas de tendencias totalitarias, anti-democráticas y enemigas de la libertad.
La irrupción en el congreso de una turba incontrolable es la manifestación concreta de la falta de respeto, intolerancia y erosión de la democracia. Si, a lo anterior, agregamos la participación reiterada de políticos oportunistas, podemos concluir que estamos peor que antes.
Una conclusión: estamos peor que antes.
Por lo tanto, los grandes perdedores de la actual crisis han sido el respeto, la tolerancia y la democracia, que son como faros en la oscuridad y principios vitales en nuestra convivencia. Y ahora han sido rebajados en forma oportunista, por la defensa de intereses perversos y ruines. El fin no justifica los medios.
Desafortunadamente, esto no presagia nada bueno en nuestras relaciones, puesto que al destruir estos principios vitales, dejan de ser las “verdades profundas” que respetamos, perdiendo el poder de moldear una sociedad de valor. ¡Cuesta demasiado imponer ciertos principios para que sean destruidos por insensatos y tarados!.
Y ya no importan las razones para esta insensatez, porque todo está manchado y podrido como agua estancada. Podrán obtener lo que desean, pero habrán perdido el alma en el intento. Es decir, lo único cierto que habremos conseguido, una vez superada esta etapa crítica, es que hemos retrocedido. Todos. Y es una pena.
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