Translate

viernes, 17 de septiembre de 2010

EL GENIO DE LA LIBERTAD Y EL LEON: LA PLAZA ITALIA


Desde hace 100 años hay un punto de referencia en la ciudad de Santiago del cual todos hablan pero del que se sabe muy poco...Y este icono representa los principios que los liberales valoramos.

¿En qué creen los liberales?

El principio central que nos dirige es la libertad individual responsable. Este concepto, la libertad, puede ser definido como la manera en que los seres humanos se relacionan unos con otros, permitiendo que una persona pueda tomar, por sí mismo y sin tutelajes, la mayor parte de las decisiones que afectan su vida dentro de un cierto ámbito. Por ejemplo, en que creer y en que no creer, en que empresa trabajar, en que colegio desea que sus hijos estudien, la profesión con la que se ganará la vida, los amigos que tendrá, etc.

Sin embargo, se debe estar atento a las pretensiones de algunos “iluminados de buenas intenciones” que desean imponer a todos sus particulares letanías, gratas a los oídos de las masas y grandes mayorías acostumbradas a la pasividad y tedio. Al contrario, los liberales deseamos ver ampliados los espacios de decisión individuales porque no nos creemos especialmente dotados para decidir que es mejor y que es peor.

Por cierto, la libertad individual descansa en la responsabilidad individual. Los liberales exigimos nuestros derechos, pero no rehuimos nuestros deberes y responsabilidades de los resultados de nuestras acciones.

Una sociedad es libre cuando un gran porcentaje de sus miembros es capaz de asumir los resultados de sus acciones sin culpar a nadie de los resultados que obtiene. Lo contrario de una sociedad libre es una sociedad marcada por el asistencialismo y paternalismo, en la cual "alguien" (casi siempre, el Estado) es el responsable de que esté de rodillas. ¿Quién debe solucionar mis problemas?…¡pues el Estado!...¡o cualquier otro!...

Para que un pueblo alcance la libertad y haga un uso adecuado de ella, debe estar atento a la superación de ciertos obstáculos como la ignorancia, el miedo, la ira, la violencia y las perturbaciones mentales. Y cada persona debe hacerse responsable de sí mismo y de su entorno cercano…Así, los pueblos son lo que son porque permiten que algunas personas “con muy buenas intenciones” estructuren un entramado cultural que da como resultado una sociedad ignorante, llena de miedos, violenta y perturbada, que no es capaz de levantar la mirada de su propio ombligo para caminar hacia el destino que nuestros hijos claman.

Pero, esto es tema de otra disertación. Ahora, volvamos a nuestro icono.

¿Ha oído hablar de la Plaza Italia?


En el caso particular de la Plaza Italia, en la mente de los habitantes de la ciudad de Santiago, el tiempo pareciera haberse detenido en la segunda década del siglo pasado porque muchos continúan refiriéndose a este hito geográfico con un nombre que evoca un tiempo de cambios y transformaciones que se han instalado en el subsconciente colectivo y han prefijado el futuro. Un extraterrestre que llegara hoy no dejaría de asombrarse con lo paradójico que un lugar llamado Plaza Baquedano sea conocido por todos como Plaza Italia…¿Cómo pudo haber pasado algo así?. Veamos la historia de este sitio y de esta plaza.

En los comienzos…

"Los Tajamares del Mapocho fueron muros de contención de ladrillo y piedra, que se levantaron entre los siglos XVII y XIX, con el objetivo de evitar las inundaciones a las que la ciudad de Santiago, desde su fundación y durante gran parte del periodo colonial, estuvo expuesta amenazando al sector central de la ciudad. Las aguas se desparramaban por la Cañada, ingresando a las casas y hasta al mismo templo de San Francisco. Para protegerse, los primeros vecinos y sus autoridades, construyeron parapetos defensivos de piedra y madera, que no sirvieron de mucho.

Los tajamares que dominarían de una vez por todas al río Mapocho, fueron obra conjunta del Gobernador don Ambrosio O`Higgins y de don Manuel de Salas designado superintendente de la construcción, quienes encargaron su diseño al ingeniero Leandro Baradán quien, luego de un detenido estudio del terreno, trazó el plano general de la obra que, en la orilla sur, comenzaría en la casa del conde de Villa Alegre, actual calle Condell, prolongándose al poniente hasta más abajo del Puente de Calicanto.

Los trabajos se iniciaron en 1792 gracias al empeño de don Ambrosio O´Higgins y a la actividad de don Manuel de Salas. Otros profesionales que participaron en la construcción, fueron los ingenieros Pedro Rico y Agustín Caballero. Toesca estuvo a cargo de la construcción hasta su muerte el año 1799, tras lo cual se hizo cargo de las obras Agustín Caballero, reemplazado en 1803 por Ignacio Santa María. Los Tajamares del Mapocho, terminados en 1808, tenían un largo de 33 cuadras constituyendo una obra de gran magnitud para la época.

Estos muros, obra de Toesca, protegieron a la capital de las inundaciones durante poco más de un siglo sirviendo, además, de paseo a los santiaguinos. Sin embargo, la canalización del río Mapocho entre 1888 y 1889, hizo que perdiera su vigencia, siendo destruidos en su parte superior o derribados para construir la nueva canalización. Otra parte de ellos quedó sepultada, a comienzos del siglo pasado, por la construcción del Parque Forestal.

A fines del siglo XIX, Santiago comenzó a experimentar una verdadera explosión urbana, y la ciudad ya no podía respirar dentro de unos límites que venían impuestos desde el tiempo de la Colonia. Así, la destrucción de los tajamares, consolidó a la Alameda como lugar de paseo y avenida, trasladando el interés de los ciudadanos y autoridades hacia nuevos espacios. Además, desde Europa se imponían nuevas modas arquitectónicas que marcaban el sentido en que se debía girar. Por lo tanto, el desarrollo de la ciudad en dirección al este era una necesidad creciente y el cambio empezó a acelerarse.

Plaza La Serena, 1875

Así, en 1872, la designación de Benjamín Vicuña Mackenna como Intendente trasladó al primer plano la preocupación urbana de la capital y una búsqueda permanente de una mejor calidad de vida. Este ilustre vecino concibió, entre muchos otros proyectos, la construcción de un “Camino de Cintura” (actual Avenida Vicuña Mackenna) y la creación de la Plaza La Serena.

La construcción del ‘Camino de Cintura' para rodear Santiago por sus cuatro costados, tenía por objetivo principal el transformar los límites recientes de la ciudad en polos de atracción para sus habitantes. Usando estrategias similares a las utilizadas en la moderna Paris, Vicuña Mackenna logró materializar su “camino”, excepto por el norte, donde el abigarrado desarrollo alcanzado por la Chimba, desde tiempos coloniales, hacía imposible un trazado claro; cuestión que se agravaba por el alto precio de los terrenos próximos al río, ya todos urbanizados.

El segundo proyecto del intendente fue el aprovechamiento del pedregal cruzado por canales que, por 300 años, existía en el límite oriente de la ciudad, para transformarlo en la Plaza La Serena, y en un vértice por excelencia de la vida capitalina. La idea consistía en aprovechar sitios eriazos, la mayoría basurales, para convertirlos en áreas verdes. Así, la ciudad adquirió el pedregal y construyó la Plaza La Serena, en 1875, a la entrada del camino de Cintura por las Cajitas de Agua (válvulas distribuidoras del agua que bebía la población de la capital).

Hacia fines del siglo la plaza se ensanchó a costa de los extensos terrenos liberados por la canalización del Mapocho, y por ella comenzaron a transitar desde 1883 los tranvías de sangre hacia el oriente, constituyéndose en una verdadera puerta desde la ciudad hacia un sector que hasta entonces había tenido un lento crecimiento.

Desde la construcción de la Plaza La Serena y del Camino de Cintura, los campos al oriente de Santiago comenzaron a ser urbanizados, siguiendo paralelamente dos tendencias: la de loteos a lo largo de las grandes avenidas norte-sur, como Pedro de Valdivia, Gran Avenida de Ñuñoa (Macul) y el Camino de Cintura (Vicuña Mackenna), con elegantes quintas y palacetes más bien orientados al descanso que a vivir permanentemente, y la de las 'poblaciones' o agrupaciones de viviendas destinadas a una clase media en proceso de consolidación.

Así, el verdadero pivote de ambos Santiago pasó a ser la antigua plaza La Serena.

Plaza Colón, 1892

A partir de 1892, año del tercer Centenario del Descubrimiento de América, la plaza La Serena cambió su nombre por Plaza Colón, desde cuyo costado partía, desde 1889, el ferrocarril a vapor hacia Puente Alto.

Alcanzó tanta importancia éste ferrocarril, que para albergarlo se le encargó una hermosa estación al célebre arquitecto francés Emile Jecquier (1905), levantada exactamente en el lugar en que comenzaba la Avenida de las Quintas, hoy Avenida Bustamante. Desde la plaza Colón arrancaba también, hacia el poniente, el Nuevo Parque Forestal, construido sobre los terrenos ganados al río.

Plaza Italia, 1910

En 1910, la Plaza Colón cambiaría su nombre por el de Plaza Italia, por el monumento que con ocasión del Centenario donó la colonia italiana, que tiene una base de mármol de Carrara.

De acuerdo a testimonios de la época, la Plaza era "uno de los sitios públicos más hermosos... y acaso el único que corresponde a las previsiones de su futuro..... La vida santiaguina se mueve hoy en dos direcciones: el comercio hacia la Alameda por el poniente; y las residencias hacia el oriente, desde la Plaza Italia para arriba, donde la gente busca amplitud, aire, ventilación, árboles y jardines".

Plazas Baquedano e Italia, 1928

Hacia fines de los años 20, la Plaza alcanzó su nombre y fisonomía actual con el proyecto de transformación de Alberto Véliz y Carlos Swinburn, inaugurado en septiembre de 1928, en homenaje al general Manuel Baquedano, vencedor de la Guerra del Pacífico, cuya estatua ecuestre se instaló en el centro de la rotonda, aunque muchos seguirán llamándola, aún hasta hoy, Plaza Italia.

El ascenso presidencial de Carlos Ibáñez del Campo en 1927 coincidió con el inicio de una intervención urbana sistemática que modificó la realidad santiaguina en una dimensión tal que, ya es posible hablar de una verdadera transformación.

Cautivada por el deseo de concretar grandes realizaciones y amparada en una coyuntural bonanza de las arcas fiscales, Santiago conoció, desde la intendencia- alcaldía de Manuel Salas Rodríguez (1927-1928) y hasta comienzos de la década del 40, el inicio y desarrollo de un conjunto de proyectos de adelanto que desbordaron la propia Comuna de Santiago, afectando también los asentamientos inmediatamente colindantes.

Aunque las iniciativas edilicias se dispersaron en diferentes ámbitos, tuvieron un lugar de privilegio -por su magnitud y su costo- la pavimentación de avenidas, calles y aceras; la rectificación y el ensanchamiento de importantes arterias, tanto en la zona céntrica como en el límite comunal; la extensión del alumbrado; la canalización del río Mapocho hacia el poniente del puente Pío IX; la mejora y formación de una serie de parques y plazas de juegos infantiles; la remodelación de la Plaza Italia y del costado oriente del cerro Santa Lucía; y la construcción del Barrio Cívico.

En 1927, se remodela el sector, instalando la estatua del General Manuel Baquedano al medio y denominándose desde entonces Plaza Baquedano. En el monumento aparece montado en su famoso caballo “Diamante” que corona un pedestal de piedra verde diseñado por el arquitecto García Postigo, autor de la Biblioteca Nacional. Completan la composición dos figuras menores, “libertad” y “soldado” y dos bajorelieves laterales de Virginia Arias que representan escenas de las batallas de Chorrillos y Miraflores.

¿Qué sucedió con la Plaza Italia?. La figura donada por la colonia italiana mantuvo su misma posición: enfrente de la Estación Pirque, actual Avenida Bustamante. Es decir, la remodelación produce dos plazas en vez de una.

Finalmente, remodelaciones sucesivas trasladaron la Plaza Italia desde su posición original, frente a Avenida Bustamante, hacia el costado poniente de la Plaza Baquedano a la entrada del puente Pío Nono.

Importancia social de las Plazas Baquedano e Italia

Se han transformado en la sede de las manifestaciones sociales masivas, y en un símbolo entre el Santiago del primer mundo y el Santiago del tercer mundo. Además, es un hito geográfico y el punto central de numeración en Santiago. La forma en sí de la plaza tiende a converger con un óvalo, por donde pasa la Avenida Providencia; en su extremo sur finaliza la Avenida Vicuña Mackenna, por su lado oeste está la prolongación natural de la Avenida Providencia y principal arteria de la capital: la Alameda del Libertador Bernardo O'Higgins y por el norte se encuentra un acceso subterráneo a la autopista Costanera Norte. También se tiene acceso al Metro de Santiago a través de la Estación Baquedano, esta estación es un punto de intercambio crucial entre las líneas, y es una de las más grandes de la red.

Con frecuencia se utilizan las expresiones "de Plaza Italia para arriba" o "de Plaza Italia para abajo" para caracterizar la división de Santiago entre ricos y pobres: hacia el este (hacia la Cordillera de los Andes o hacia arriba) se encuentran las comunas más pudientes (Providencia, Ñuñoa, La Reina, Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea), mientras que hacia el poniente están localizados los municipios de menores ingresos.

Probablemente, los santiaguinos continuarán usando la expresión “Plaza Italia” y “Plaza Baquedano” para referirse al mismo lugar geográfico, pero preferirán la primera de ellas como un icono de representación social....

Sin embargo, ¿qué representa el monumento de la Plaza Italia?

El genio de la libertad y el León, la Plaza Italia

El monumento donado por la colonia italiana consta de dos figuras: un hombre joven alado con una antorcha en la mano derecha y que con la izquierda rodea el lomo de un majestuoso león. Representan al Genio de la Libertad y a la Majestad de la República. Regalo regio para celebrar los primeros 100 años de independencia del poder español.

La figura del hombre joven es el Genio de la Libertad. Un genio es una deidad tutelar que suele ser representada como un ser alado; el nuestro, además, sostiene en alto una antorcha encendida que es un típico emblema de iluminación espiritual y conocimiento. Representa algo así como “La Libertad iluminando a Chile". Con la mano izquierda, el Genio guía a un león.

El león es un emblema de majestad y fuerza que representa al pueblo chileno que se deja conducir por el genio de la libertad, con particular obediencia, dulzura pero simbolizando la poderosa voluntad representada por la fuerza superior de la ley.

Este es el regalo que nos hizo la colonia italiana para el primer bicentenario, ¿estamos hoy a la altura de su representación o le estamos dando la espalda?

Cada candidato político que pretende ser elegido no tarda en prometer que Chile será un país desarrollado más temprano que tarde. Pero, mientras no despertemos al Genio de la Libertad seguiremos siendo un León sin guía ni metas que seguir.

No hay comentarios: