Primera Parte
¿Como hacer que la prosperidad llegue a la mayor cantidad posible de chilenos?
El 5 de mayo de 1977, fallece en la ciudad de Bonn, Alemania, el ilustre político y economista Ludwig Erhard, autor directo del milagro económico alemán. Han pasado 34 años, y con toda probabilidad esta fecha pasará desapercibida en gran parte de mundo y nuestro país puesto que este distinguido estudioso es un ilustre desconocido para la élite y con mayor razón, para la gran masa.
El milagro económico alemán hace referencia a la sorprendente y rápida recuperación de la economía de Alemania Occidental después de la debacle causada por la Segunda Guerra Mundial. Devastada por la guerra, ocupada militarmente, sus fábricas destruidas y millones de refugiados, la tarea de reconstruir y estabilizar Alemania no era tarea fácil para los gobiernos de la época.
Junto con el esfuerzo del pueblo alemán y las políticas lideradas por Erhard como la estabilización de la moneda, incentivos adecuados a la libre competencia, abolición de controles estatales y orientación hacia un estado subsidiario, se logró revertir de manera significativa la situación económica lo que permitió en pocos años que volvieran a liderar la economía europea. A partir de ese momento, su ejemplo trataría de ser imitado en muchos otros países durante las siguientes décadas.
Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos
En su libro “Bienestar para todos”, Erhard planteaba que “debemos evitar que cobren de nuevo vida las tradicionales ideas de la izquierda respecto a la distribución del ingreso y que plantean que de la pobreza se sale aumentando los impuestos y redistribuyendo el ingreso…Se debe realizar una constitución económica capaz de llevar a la prosperidad a capas de nuestro pueblo cada vez más numerosas y amplias…El poder general de adquisición debe estar vastamente repartido entre todas las capas…”.
Y la única manera de alcanzar la prosperidad es por medio de la competencia que puede hacer que el progreso económico llegue a todas las personas en sus roles de consumidor y como factor de producción. Por medio de la competencia, será posible elevar la productividad y socializar los beneficios de la mayor producción, manteniendo despierto el afán de rendimiento personal.
La mayor competencia en todas las áreas provocará aumentos de la productividad, salarios crecientes e incremento del consumo. Un ciclo virtuoso.
Por lo tanto, la clave para este éxito es defender la libre competencia en todos los mercados. Algunos empresarios argumentan que las tendencias evolutivas de la economía (por ejemplo, la búsqueda de las economías de escala) los autorizan a buscar alianzas entre empresas en la forma de carteles y monopolios, pero esto debe impedirse a toda costa porque incrementa la concentración y se reduce la competencia.
Mientras tanto, la izquierda dogmática nos quiere hacer creer que dicho incremento transversal del ingreso se puede lograr incrementando los impuestos a los empresarios y empresas con mayor nivel de utilidad…¿Con que fin?. Para mantener el status quo del capitalismo estatal, el neo-socialismo.
¿A qué viene todo esto?
Mientras Erhard condujo una Alemania destruida de vuelta al podio económico en muy pocos años, nosotros en Chile llevamos 200 años de independencia y aún no podemos dar el salto definitivo hacia el desarrollo expresado en aumentos de prosperidad y poder de compra de las grandes mayorías en nuestra sociedad. En palabras de un querido amigo: “todavía, nosotros, no hemos pelado ni media papa”.
Aún mantenemos la tendencia de que siempre pareciera que progresan algunos pocos, pero la gran masa continúa sumida en empleos de baja calidad, con bajos salarios, que solo les permite vivir en el corto plazo y por esa razón, no tener capacidad de ahorro. Por lo anterior, resulta útil examinar nuestra experiencia mirando el legado de Erhard.
Exceptuando a los demagogos de cualquier color político, a nadie pareciera importarle la situación de la gran masa y parece que a ella tampoco pues continúan votando por los mismos políticos de siempre que les ofrecen las mismas recetas trilladas. Ya no resulta una novedad las promesas constantes por parte de políticos de todos los colores con el fin de ofrecernos sus propios milagros económicos, pero lastimosamente, solo en el papel mientras muy pocos se enriquecen.
Algunos de estos demagogos estiman que el año 2030 seremos un país desarrollado; otros demagogos, el 2018, y así suma y sigue. Mientras tanto, la economía real se dirige hacia su curso natural: un débil crecimiento rogando que los ciclos económicos internacionales nos sean benignos.
Pecando de pesimismo, podemos decir que difícilmente Chile alcanzará el estándar de desarrollado en las próximas décadas, especialmente, por la carencia del capital humano en la cantidad y calidad que se requiere, pero también por el nivel de concentración de nuestra economía que limita la libre competencia.
No es una señal de desarrollo tener multimillonarios como los Angelini, Luksic o los Paulmann, si no al contrario, ¿por qué son tan pocos?, ¿por qué no tenemos una base amplia de millonarios en múltiples áreas?. Todos debemos reconocer que es preferible tener 10.000 millonarios a tener un multimillonario, pero ¿por qué no lo logramos?.
Algunos de nuestros exitosos millonarios han alcanzado su riqueza en base a ingenio, esfuerzo y constancia, pero, especialmente, porque han participado activamente en la minería, pesca y el comercio, aprovechando para sí los cambios de los ciclos de las materias primas y los vaivenes políticos. Y en estas áreas han construido posiciones financieras tan sólidas que les han permitido crecer a otros mercados e industrias como la banca, el retail e ingresado a otros países.
Un síntoma de nuestro problema es que tenemos muy pocos millonarios, y una de las hipótesis de ello es la ausencia de competencia en muchos mercados, y la concentrada demanda interna…
Fin de la Primera Parte
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