James Buchanan, Premio Nobel |
Más allá de merecido Premio Nobel que recibió en 1986 por el desarrollo de las bases contractuales y constitucionales para la teoría del proceso de las decisiones económicas y políticas, la gran contribución de James Buchanan ha sido elaborar una teoría acerca de cómo se toman las decisiones públicas (Public Choice), es decir, las decisiones que afectan colectivamente a los miembros de una sociedad y que son impuestas por los gobiernos por medio del poder coactivo del estado. El punto de partida fue su insatisfacción con la concepción de la política caracterizada por un conjunto de ideas románticas y de ilusiones sobre el funcionamiento de los gobiernos, concepción que les asigna la tarea de curar los males del mundo.
Cuando algo no anda bien en la vida económica o social, de acuerdo este voluntarismo intervencionista, hay que acudir al gobierno para que lo solucione. Razonando de esta manera se está suponiendo, al menos implícitamente, que el gobierno se comportará como un dictador benevolente y omnisciente. Sólo de ese modo podemos estar seguros que la intervención estatal solucionará esos males que se observan. Debe ser "dictador", es decir, actuar como si tuviera una voluntad única y monolítica. Debe ser omnisciente, porque necesita poseer toda la información relevante sobre la situación actual y las consecuencias futuras, tanto de su acción como de su inacción. Y debe ser benevolente, en el sentido de que sus acciones deben estar orientadas por el interés del conjunto y dejar de lado toda consideración de intereses particulares o políticos. Sin embargo, resalta el catedrático Ricardo Bara, los dictadores omniscientes y benevolentes no suelen existir, como la experiencia histórica lo prueba. Cuando nos damos cuenta de esto, sostiene Buchanan, sentimos la necesidad de contar con una visión menos ingenua y más realista de cómo los gobiernos funcionan en los hechos y ésta es la misión de una teoría positiva y predictiva de las decisiones públicas. No existe ninguna base para hacer recomendaciones de intervención estatal sin que exista alguna teoría acerca de cómo funciona la política sin romanticismos.
Los gobiernos han nacido, según nuestro autor, para cumplir la función originaria de asegurar un orden social, un conjunto de normas de convivencia que eviten la guerra hobbesiana de todos contra todos. Con el tiempo han extendido sus funciones a educar, atender la salud, asegurar los ingresos en la vejez, promover el desarrollo económico, crear empleos para todos, cuidar el medio ambiente y otra serie de buenos propósitos cuyo cumplimiento deja mucho que desear. A pesar de esta notable diferencia entre intenciones y resultados, a pesar de que la desilusión se reitera aunque los gobiernos cambien, el discurso político-económico habitual sigue desarrollándose, en gran medida, en términos voluntaristas. Buchanan se propuso, entonces, construir una teoría explicativa del comportamiento gubernamental completamente científica e imparcial en el sentido habitual de estos términos.
El concepto de rent-seeking
Buchanan elaboró el concepto de búsqueda de renta (rent-seeking) para describir la conducta en marcos institucionales en los que los esfuerzos de los individuos por maximizar valor generan pérdida social y no beneficio social. Como ejemplo señala el caso de un empresario que, en lugar de descubrir un nuevo producto o servicio, o proceso productivo, descubre la manera de convencer al gobierno de que él "merece" el otorgamiento de un derecho de monopolio o un arancel infinito (prohibición de importar) y de que el gobierno debe ejecutar ese derecho manteniendo fuera a los potenciales competidores. En este caso, ningún valor se crea en el proceso: más aun, la monopolización implica una destrucción neta de valor.
Como contraparte, el concepto de creación de riqueza (profit-seeking) describe la conducta de aquellos empresarios que generan un proceso dinámico de crecimiento económico y desarrollo. Un creador de riqueza es, por ejemplo, el empresario que descubre un nuevo uso para un recurso o una combinación de recursos que no ha sido descubierto previamente. Nadie más en la economía es consciente de esta potencial oportunidad. El empresario organiza la producción y comienza la venta del nuevo producto o servicio. Durante el período inicial es, por definición, un monopolista puro. Recibe una "renta económica" sobre su capacidad empresarial y esa renta refleja la creación de valor agregado en la economía, en lugar de la eliminación de un valor ya existente. La actividad empresarial de creación de riqueza difiere sustancialmente de la búsqueda de renta. El hecho que se observa es que el empresario innovador recibe una utilidad atractiva, y esto envía señales a otros empresarios que copian el producto o servicio para participar de la utilidad que genera esta actividad nueva.
Pero ¿cuál es la causa profunda de que en algunas naciones predomine el comportamiento de los buscadores de renta, que las condena al no desarrollo, y en otras prevalezca el de los creadores de riqueza, que per mi te mejoras sustanciales en el nivel de vida de la población? El analista argentino Guillermo Yeatts responde que "sin lugar a dudas, el elemento de terminante de la racionalidad de las acciones es la existencia de un marco institucional que incentive o no las actividades productivas. Otro Premio Nobel de Economía, Douglass North, dice que las instituciones son las reglas de juego de una sociedad, las que señalan "las limitaciones idea das por el hombre que dan forma a la interacción humana". El marco normativo, entonces, determina si las conductas de los agentes económicos tienden a un mode lo de redistribución involuntaria (puja distributiva) o a un modelo de apropiación privada (creación de riquezas). Son las instituciones las que fuerzan las conductas hacia un comportamiento de puja distributiva o de creación de riquezas".
Hace medio siglo, cuando el británico John Maynard Keynes dominaba el pensamiento económico occidental, la receta para salir de la crisis hubiera sido diferente. Sin embargo, la experiencia y el análisis académico desmintieron sus supuestos. La verdad, como recuerda Carlos A. Montaner trayendo a colación el trabajo del premio Nobel James Buchanan "es que los políticos y los burócratas no toman las decisiones guiados por impulsos generosos teñidos de altruismo, sino en defensa de sus propios intereses personales o partidistas. La verdad es que, con frecuencia, la intervención del estado en las actividades económicas suele transformarse en un foco de corrupción, clientelismo e injustas reparticiones de dinero público. Cuando el estado decide favorecer a Juan, inevitablemente lo hace perjudicando a Pedro y distorsionando toda la ecuación económica en detrimento de la eficiencia general del sistema".
Sus palabras, sus ideas
Liberalismo clásico: "Mi tesis principal es que el liberalismo clásico no puede asegurarse suficiente aceptación pública si sus defensores vocales se limitan a este segundo grupo de pragmatistas que sólo preguntan "¿funciona?" La ciencia y el interés personal sin duda prestan fuerza a cualquier argumento, pero también se necesita un ideal, una visión. La gente necesita desear algo con vehemencia, algo por lo cual luchar. Si el ideal liberal está ausente, habrá un vacío que será suplantado por otras ideas. Los liberales clásicos han fracasado, singularmente, en el entendimiento de esta dinámica. No es porque no tengamos material con qué trabajar. Los escritos de Adam Smith y sus colegas crearon, por ejemplo, una visión coherente y comprensiva de un orden de interacción humana. ¿Qué puede ser más persuasivo que la descripción que Smith hace de la mano invisible? Estos poderosos argumentos por la libertad y la primacía del individuo aún tienen el poder de resonar hoy.
[...] Precisamente debido a que permanece potencial, no realmente alcanzable, es que la visión clásica de la libertad individual satisface un deseo humano generalizado por un ideal supra-existente. El liberalismo clásico comparte esta cualidad con su archienemigo que además es más nuevo, el socialismo, ya que éste también ofrece una visión comprensiva que trasciende tanto a la ciencia y al interés personal que sus defensores ocasionales presentaron como características propias del socialismo. Es decir, tanto el liberalismo clásico, como el socialismo, tienen almas, a pesar de que sus espíritus promotores son categórica y dramáticamente distintos el uno del otro.El problema acá yace en los pensadores principales. Pocos socialistas disputan la sugerencia de que un principio motivador, un ideal, está en el centro de toda la perspectiva socialista. Pero muchos que profesan ser liberales clásicos han parecido dubitativos al afirmar la existencia de lo que yo llamo "el alma" de su posición. A menudo parecen buscar una cubierta exclusivamente "científica" para su defensa, al lado de una referencia ocasional al interés propio iluminado. A los liberales clásicos de hoy parece darles vergüenza admitir que hay un atractivo ideológico—incluso un romance—que el liberalismo clásico, como filosofía de vida, puede poseer. Mientras la posición actual puede ofrecer una satisfacción interna a los individuos que cualifican como conocedores, es sumamente dañina cuando se trata de ganar la aceptación pública del liberalismo.
Colectivismo: La economía política clásica, como se enseñaba en las primeras décadas del siglo XIX, y particularmente en Inglaterra, capturó las mentes de las masas. Los promotores del liberalismo clásico fueron capaces de presentar una visión tan convincente que su alma logró ganar el apoyo necesario para grandes reformas políticas. Piense en la revocación de las leyes de maíz en Inglaterra, un paso que sin duda fue difícil. Después de todo, ¿por qué debe Inglaterra dejar de proteger a sus agricultores? Fue sólo al presentar la visión más grande del libre mercado que quienes se oponían a las leyes del maíz lograron convencer a los legisladores. Cuando los reformistas prevalecieron, la revocación cambió el mundo..
[...] Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX el movimiento liberal perdió su camino. En 1848, Karl Marx publicó su Manifiesto Comunista y los atractivos poderosos del socialismo hicieron que el liberalismo pareciera una luz débil. A partir de ese momento los liberales clásicos se atrincheraron en una posición de defensa, luchando continuamente contra las reformas promulgadas por los soñadores utilitarios. La libertad individual dejó de ser el enfoque..
[...] Los colectivistas reclamaron la sabiduría superior; la vida se convirtió en la búsqueda de la felicidad de la colectividad. Auxiliados y escudados por los idealistas políticos inspirados en Hegel, estos nuevos intelectuales se apartaron de la noción de realización personal a la de la psiquis colectiva. El ideal del socialismo tuvo tal éxito que llevó a grandes cambios políticos e institucionales—incluso cuando la experiencia de la historia comprobó que contiene fallas profundas. ¿Qué, si no el poder del ideal socialista, puede explicar su longevidad en Rusia e incluso partes de Europa Occidental?.
[...] ¿Qué diferencias son, entonces, las que estamos señalando acá? La diferencia categórica entre el alma del liberalismo clásico y la del socialismo es que una idealiza al individuo mientras la otra al colectivo. El individuo está, de hecho, en el centro de la visión liberal: él o ella actúa para alcanzar metas que son mutuamente alcanzables por todos los participantes en la sociedad. Precisamente porque estas metas son internas, pertenecen a la conciencia de quienes toman decisiones y llevan a cabo acciones, los resultados que producen no pueden ser medidos ni son significativos como resultados "sociales." Y sin embargo todos los números agregados que utilizamos están designados con lo "social" en mente: piense en las tablas de distribución que los analistas fiscales usan para presentar la carga fiscal de la nación, o la figura estándar de desempleo que los gobiernos presentan periódicamente.
La tarea de un liberal: Para restaurar el alma del liberalismo tenemos que dar un par de pasos hacia atrás. Pequeñas "victorias" liberales en detalles de política legislativa no son suficientes. Como tampoco lo son los éxitos electorales de quienes hasta cierto punto apoyan los principios liberales. Sólo porque logramos prohibir el control de rentas en nuestra localidad, o elegir a un Ronald Reagan como presidente, no podemos decir que el liberalismo clásico informa los comportamientos públicos. Los liberales clásicos literalmente "se durmieron" durante la década de 1980, y siguieron durmiendo tras la muerte del socialismo. El resultado es que hoy por hoy los sentimientos públicos se inclinan más hacia el estado paternalista o hacia regímenes mercantilistas, buscadores de rentas, no hacia ideales liberales.
[...]Nuestra tarea más importante hoy es crear una nueva visión, una nueva alma, para el liberalismo. No estoy sugiriendo que nuestra atención debe dirigirse al diseño de paquetes políticos "todo-incluido." La política, por lo general, procede de manera lenta, paso a paso. Lo que sugiero es que nosotros, quienes enseñamos el liberalismo, nos enfoquemos en la visión, la constitución de la libertad, en lugar de cálculos utilitarios meramente pragmáticos que muestran que el liberalismo produce mejores resultados cuantitativos que las economías politizadas..
[...] En otras palabras, los liberales no deben acomodarse y decir "nuestro trabajo está hecho." La organización y la bancarrota intelectual del socialismo en nuestros tiempos no ha removido la relevancia de un discurso renovado y continuo de filosofía política. Necesitamos el discurso para preservar, salvar y recrear lo que podemos adecuadamente llamar el alma del liberalismo clásico. Sin un entendimiento generalizado de los principios que lo organizan, el orden extendido del mercado no va a sobrevivir.
Peter Bauer: Peter Bauer era, antes que nada, un simple economista que valoraba la honestidad por encima de todo, y no uso la palabra "simple" de forma ligera o provocativa. Para Peter Bauer, la economía era una materia simple, con relativamente pocos principios básicos; lo que se requiere es franca honestidad en la aplicación de esos principios a los problemas con que nos enfrentamos en el mundo real. Esta habilidad y disposición para cortar a través de la compleja jerga de la economía moderna no le sirvió de mucho en los concursos de popularidad disciplinaria. En cierto sentido podría decirse que Peter Bauer fue un seguidor directo de Adam Smith, tanto en su entendimiento de que los incentivos afectan el comportamiento, como en su disposición de extender el postulado de la racionalidad para incluir a los campesinos así como a los comerciantes y, muy importante, a los burócratas. La opción pública como programa investigativo se encarnó, naturalmente, en los análisis de Bauer sobre los esquemas politizados de desarrollo de mediados de siglo. Despreciaba a los charlatanes del templo y aprovechaba toda oportunidad para desenmascararlos.
[...]¿Quién que haya conocido a Peter Bauer no recuerda sus recortes de notas de prensa que reflejaban absurdidades en el discurso económico? Parece que de una u otra forma Peter pensaba que esas absurdidades no ganarían el día, o al menos no estaba dispuesto a resignarse a ese prospecto; pero talvez hay menos honor entre los mercaderes de las ideas del que Peter reconoció. No entendió que muchos de sus colegas en el mundo académico no dan valor a la verdad tal cual. Sin embargo no era ingenuo en su acercamiento a lo que es la verdad y al proceso de descubrimiento; de hecho, fue Peter Bauer quien me sugirió específicamente que leyera a David Stove como un antídoto al Popperismo simplista que dominaba la metodología de los economistas.
Gobierno Limitado: ¿Cómo podemos comportarnos como ángeles, incluso en aspectos limitados del comportamiento, cuando somos arrojados, por la fuerza, al Coliseo de galadiadores que es la realidad política de hoy en día? Madison no sugería que necesariamente éramos gladiadores, siempre intentando destruir al otro, enfrentando el destino del cual sólo la política puede salvarnos. Esa interpretación distorsionaría el significado del mensaje. Madison diría que ahora, como en 1788, necesitamos leyes para controlar nuestro comportamiento. Pero también seguramente diría que ahora el entorno político ha ido mucho más allá de su imaginado orden constitucional de gobierno limitado. Creamos y mantenemos instituciones de gobierno para preservar el orden social a la luz de las tendencias que demostramos en nuestro comportamiento hacia los demás, como miembros de la comunidad. Pero la extensión del gobierno de hoy en tantas áreas y de tantas formas que afecta a tantas personas no puede justificarse en bases morales o éticas solamente. Sólo porque algo está mal, o pide ser arreglado, eso no significa que el gobierno debe hacer algo. En su lugar, muchas veces es más inteligente dejar que la gente actúe como ángeles y que se arreglen solos. Sospecho que habría más Madres Teresa en este mundo, si sólo el gobierno se quitara de su camino. Entonces, podemos ser libertarios en nuestra oposición a todos los esfuerzos por agrandar al gobierno mientras que al mismo tiempo podemos ser puritanos en nuestro discurso sobre atributos de comportamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario