PRIMERA PARTE: La educación por decreto no sirve.
En todo el mundo y en Chile, es permanente la discusión sobre el tipo de educación que estamos entregando a nuestros niños. Todos concordamos que es un deber de la sociedad entregar una educación del mejor nivel posible, pero nos enfrentamos dialécticamente respecto del cómo hacerlo.
Algunos mantienen la ilusión de que una buena educación se puede alcanzar mediante la promulgación de normas y leyes, e incluso, mediante la asignación de generosas partidas presupuestarias. Pero, las leyes y los recursos financieros no tendrán impacto alguno si no convenimos en dos aspectos: el alumno es el importante y el docente es el catalizador.
Sin esos dos aspectos, las leyes y los recursos per se, son incapaces de solucionar los problemas que a diario es posible observar en todas las instancias educativas con mayor o menor profundidad. ¿Podemos creer que con una nueva legislación o más recursos:
· Convenceremos a nuestros alumnos de que la disciplina rigurosa y la formación de hábitos positivos son parte del proceso educativo?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que cada día y hora perdido en nuestro colegio jamás volverá?;
· Convenceremos a nuestros alumnos para que trabajen y se esfuercen día a día?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que copiar y hacer trampas no es una viveza sino un acto reñido con la ética del estudiante?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que fumar, embriagarse o drogarse en el establecimiento en sus cercanías atenta contra sus posibilidades de desarrollar su potencial?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que el rayar las paredes del establecimiento perjudica a todos?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que destruir el mobiliario y la infraestructura no solo les afecta a ellos sino a los futuros estudiantes?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que el tratarse mutuamente a garabato limpio es un pésimo hábito?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que ofender, golpear y amenazar a docentes y funcionarios es un delito?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que el acto de estudiar no es sinónimo de entretención, sino que más bien implica mucho esfuerzo y sacrificio personal?;
· Convenceremos a nuestros alumnos que los resultados de sus evaluaciones son un reflejo de su nivel de esfuerzo?;
· Etc., etc.
Podríamos continuar ad aeternum, pero es innecesario: el rendimiento escolar y los resultados educativos no se mejoran mediante la imposición de nuevas leyes, más permisivas, o la creación de nuevas instituciones fiscalizadoras. Solo se requiere que dos tipos de personas –estudiantes y docentes- tomen la decisión de revertir esta situación, y es posible hacerlo si ambos mejoran sus actitudes frente al desafío.
Es verdad que la educación es una palanca que permite construir una sociedad de mejor convivencia, pero va a requerir el esfuerzo titánico durante al menos 20 años. Desafortunadamente, las actuales generaciones de estudiantes están condenadas a desarrollarse con los medios de que se disponen. El énfasis de una reforma debe estar orientada hacia la enseñanza pre-escolar, hacia la formación de los más pequeños con el fin de ir gradualmente acompañándolos en su proceso de crecimiento para que al cabo de 20 años podamos tener nuevas generaciones de personas talentosas, no en las calles ni levantando letreros, sino en los colegios y universidades generando riqueza en todas sus formas.
Finalmente, las actuales generaciones de estudiantes han asumido una serie de dogmas y frases clichés que, en vez de ayudarlos, les han limitado e impedido avanzar. En este breve ensayo, revisaremos algunos de estos dogmas que se repiten hasta el hartazgo en forma oral y escrita, y evaluaremos su pertinencia.
La educación comienza cuando podemos dudar libremente y no somos esclavos de estereotipos que no podemos defender o asumir cabalmente. Por eso, llama poderosamente la atención que a ninguno de los principales actores de nuestro escandaloso drama educativo (gobierno, municipios, políticos, asociaciones de padres y apoderados, centros de alumnos y colegio de profesores) se le ha ocurrido siquiera cuestionar la legitimidad de algunos dogmas que son contrarios al funcionamiento de sociedades verdaderamente libres y plurales. Sin embargo, esto no tiene nada de extraño.
En todas las actividades sociales donde la toma de decisiones depende de procesos políticos, puede observarse, tal y como enseña la escuela de la elección pública, una tendencia a olvidar las cuestiones de fondo para centrarse en las de detalle que afectan directamente y a corto plazo a los intereses de los grupos en pugna, y una considerable pérdida de tiempo y energías en luchas soterradas para ganar el favor de la opinión pública.
Si a esto debemos añadir la permanente batalla por aumentar el presupuesto asignado que permita hacer realidad los proyectos de los profesores ideologizados y políticos -ansiosos por llevar a término su particular utopía social sirviéndose de las posibilidades adoctrinadoras de la educación pública- obtendremos un sistema donde lo que menos importa, a pesar de todas las declaraciones de intenciones y salvaguardas constitucionales, es la libertad de elección de los padres respecto de cómo y dónde educar a sus hijos.
PROXIMAMENTE: ¿ES LA EDUCACIÓN UN DERECHO?
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