Quinta Parte: ¿Cómo llevar la Prosperidad a más y más chilenos?
Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos
El concepto de Luwig Erhard, sobre la economía social de mercado se basaba en tres fundamentos principales:
Ludwig Erhard, economista liberal |
1. La mayor libertad posible para competir en todos los mercados.
2. Regulación estatal para mantener la competencia, evitando que el capital monopolista absorba sin miramientos a las empresas medianas y pequeñas o convenga en una fijación de precios.
3. Eficiencia económica como base material para una sana política social estatal.
En la década del ’50 del siglo pasado, Alemania se convirtió en el ícono de un modelo de recuperación económica. Luego de la Segunda Guerra Mundial, las ciudades, fábricas y trenes de Alemania estaban en las ruinas. La escasez aguda de alimentos, combustible, agua y vivienda constituyeron retos a la mera supervivencia.
En aquellos terribles años, los socialistas (de ambos lados del espectro político) que eran los que hacían las políticas de ocupación, perpetuaron la escasez al mantener los controles de precios que el gobierno Nazi había impuesto antes y durante la guerra, perpetuando los nefastos mercados negros.
Afortunadamente para los alemanes comunes y corrientes, Ludwig Erhard pensaba distinto: apoyó una reforma monetaria para reemplazar al viejo y débil Reichsmark con el nuevo marco alemán y sin la aprobación de los aliados eliminó los controles de precios.
La escasez se terminó, los mercados negros desaparecieron y la recuperación de Alemania empezó. La compra y venta con marcos alemanes reemplazó al trueque. Las fábricas comenzaron a trabajar, el movimiento económico volvió a las ciudades y pueblos, y comenzó una de las recuperaciones más recordadas de la historia.
El crecimiento continuó en virtud de las políticas de libre mercado del nuevo gobierno de Alemania Occidental. Erhard fue nombrado Ministro de Asuntos Económicos durante el gobierno del Canciller Konrad Adenauer entre 1949 y 1963. La economía de Alemania Occidental no solo superó con creces a la de Alemania Oriental, sino que llegó a superar la de Francia y el Reino Unido a pesar de recibir muchos menos fondos de ayuda externa del Plan Marshall. Esta era la era del Wirtschaftswunder o “milagro económico”….
Y la clave del pensamiento de Ludwig Erhard era que “consideraba desacertado permitir que cobrasen nueva vida las tradicionales ideas de la antigua distribución de la renta”. Se refería a la idea socialista de aumentar los impuestos para financiar políticas redistributivas del ingreso.
El punto de partida de Erhard era “el deseo de superar definitivamente la vieja estructura social de tipo conservador, mediante un poder general de adquisición vastamente repartido entre todas las capas sociales”. Y finalizaba indicando que “el medio más prometedor para conseguir y garantizar toda prosperidad es la competencia. Solo ella puede hacer que el progreso económico beneficie a todos, en especial en su función de consumidores, y que desaparezcan todas las ventajas que no resulten directamente de un productividad elevada”.
¿Cuáles son las tradicionales ideas de la distribución de la renta del socialismo?
Los feligreses de la iglesia socialista creen que la prosperidad se deriva de una permanente presión sobre la manera de distribuir los ingresos que genera la sociedad. Así, plantean que de la pobreza se sale aumentando los impuestos a los más ricos, y entregándoselos a los más pobres. En virtud de tan sencillo procedimiento, la distribución del ingreso se producirá como por encanto.
Revisemos el mecanismo usado por la iglesia socialista para promover la redistribución del ingreso mediante un alza sostenida de impuestos. En primer lugar, ya sabemos que solo un 7% de los chilenos tiene recursos como para disfrutar cómodamente de la vida, y el restante 93% debe batallar con distintos niveles de intensidad para alcanzar un cierto estándar de vida. Por lo tanto, las letanías socialistas se basan en alimentar el odio y el resentimiento de ese 93% en contra del 7% más rico…”ellos, los ricos, gozan de bienestar y disfrutan la vida, mientras nosotros, el pueblo…los pobres, pasamos hambre en la calle…es injusto”.
En segundo lugar, culpan a los mercados libres y el afán de lucro de los generadores de riqueza. Por eso, la socialista Bachelet se atreve a decir en la ONU que los culpables de la crisis subprime son “la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos”…¿de quiénes?. De los que ella, en su adoctrinamiento, denomina capitalistas.
En tercer lugar, exigen aumentar el tamaño del Estado con el objetivo de que tenga un rol más activo en el control e intervención del quehacer humano. Por eso, la socialista Bachelet, en el mismo discurso dice que "el mundo ha llegado a tener los recursos económicos, técnicos y científicos que hacen posible por primera vez en su historia asegurar el bienestar de toda la humanidad, y no podemos desperdiciar estas capacidades”. Y concluye que, de esta manera, “un mundo mejor es posible, pero para eso se necesita voluntad de progreso…”.
¿Qué nos está diciendo la socialista Bachelet?. Que los socialistas quieren más Estado puesto que es el único, dicen ellos, que puede hacer “buen uso” de los recursos económicos, técnicos y científicos que podrían hacer posible asegurar el bienestar de toda la humanidad…¿De veras creen los socialistas que se puede asegurar el bienestar de la humanidad?, ¿de verdad creen los socialistas que el Estado puede aprovechar los recursos eficientemente?, ¿de verdad creen los socialistas en la necesidad de una voluntad de progreso dirigida centralmente?.
El Estado socialista es una entelequia; es una fuerza que tiende a su propia realización y no a satisfacer el objetivo final perseguido. Es decir, el Estado socialista contiene en sí mismo su propio universo y tiende hacia su propia autorrealización. Y, en general, se aísla del entorno y se hace autosuficiente.
Por eso, la clave de los socialistas es formar parte del universo del Estado puesto que de esta manera pueden diseñar e implementar políticas dirigistas basadas en la más pura y rancia ingeniería social. La pretensión de querer dirigir el progreso humano ha derivado en regímenes bárbaros de triste memoria.
Y, en cuarto lugar, una vez instalados en el poder, ellos o las ideas necias que sustentan por medio de la revuelta y el desorden, logran traspasar transversalmente la sociedad e instalarse como “la solución para todos los males”.
En realidad, termina siendo el principio del fin para las sociedades libres.
La verdadera solución: más competencia en mercados libres
Damos por descontado que todos desean que la prosperidad llegue a todos los estratos socioeconómicos de la sociedad. Ya está claro que tenemos dos tipos de demanda, concentrada y masiva. La primera de ellas se puede permitir cualquier consumo, y la segunda, más numerosa, tiene un débil poder adquisitivo. Insistimos en esta diferencia que ha sido el caldo de cultivo de la izquierda para incentivar el resentimiento entre pobres y ricos.
La única manera de alcanzar la prosperidad es por medio de la competencia que puede hacer que el progreso económico llegue a todas las personas en sus roles de consumidor y factor de producción. Por medio de la competencia, será posible elevar la productividad y socializar los beneficios de la mayor producción, manteniendo despierto el afán de rendimiento personal.
La mayor competencia en todas las áreas provocará aumentos de la productividad, salarios crecientes e incremento del consumo. Un ciclo virtuoso.
Por lo tanto, la clave para este éxito es defender la libre competencia en todos los mercados. Algunos empresarios argumentan que las tendencias evolutivas de la economía (por ejemplo, la búsqueda de las economías de escala) los autorizan a buscar alianzas entre empresas en la forma de carteles y monopolios, pero esto debe impedirse a toda costa porque incrementa la concentración económica y se reduce la competencia.
Por lo tanto, a la necia idea socialista de aumentar los impuestos con el objetivo de mejorar la distribución del ingreso, oponemos la idea de aumentar los niveles de competencia en todos los mercados de manera de socializar los beneficios del avance económico.
La prosperidad llegará cuando logremos maximizar los niveles de competencia en los mercados libres; controlemos la excesiva concentración económica y permitamos que las oportunidades sean aprovechadas por los más capaces y esforzados. En vez de una persona que tenga ingresos mensuales de $1.000 millones, tendremos 1.000 personas que tendrán ingresos de $1.000.000, y de este modo lograremos ampliar la base de demanda de bienes y servicios por medio de la creación de riqueza.
Este ciclo virtuoso de la riqueza no lo comprende un feligrés de la iglesia socialista, adoctrinado en el resentimiento y el odio hacia aquellos que son capaces de avanzar más rápido que otros. La izquierda dogmática cree que es injusto que algunos avancen más rápido que otros, y por eso privilegia el incremento de impuestos a los empresarios y empresas con mayor nivel de utilidades, y lo único que logra es aumentar los costos, reducir salarios y elevar el desempleo por la menor actividad económica
Una conclusión final.
De la pobreza no se sale con aumentos de impuestos redistribuidos graciosamente a los más necesitados, ni se sale con políticas sociales de tipo asistencialista y paternalista que relajan la musculatura económica y nos hace perder la iniciativa….De la pobreza se sale con personas que trabajan duro para aprovechar las oportunidades y la autoridad debiera asegurarse que las oportunidades están presentes para todos por igual.
Si existen oportunidades, los más capaces las aprovecharán y los demás, al aprender, les imitarán en dicho proceso. La creación de riqueza requiere que algunos vayan más adelantados que otros mostrando el camino que se debe seguir.
Generamos, entonces, un modelo económico basado en la innovación y el emprendimiento, en el cual muchos ganen. La prosperidad no es gratuita sino el resultado de un duro esfuerzo, y llegará cuando ampliemos las bases de la competencia, ampliemos las bases de la demanda, y generemos el efecto multiplicador del crecimiento, no en base a la concentración sino en base a la competencia.
La regulación y los impuestos excesivos solo provocan la concentración económica y la mala distribución del ingreso que hoy sufrimos.
Si queremos un milagro económico de la envergadura del logrado por Ludwig Erhard en una Alemania destruida, debemos liberar las capacidades de creación de riqueza de la sociedad, y eso solo lo podemos hacer en un ambiente de libre competencia.
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