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miércoles, 6 de junio de 2012

ECONOMIA Ludwig Erhard Recargado. El Caso de Chile


Ludwig Erhard, autor de Bienestar Para Todos, y responsable del milagro económico alemán. Acá presentamos el texto completo de nuestra ponencia.

PRIMERA PARTE: ¿Cómo hacer que la prosperidad llegue a la mayor cantidad posible de chilenos?

El 5 de mayo de 1977 fallece en la ciudad de Bonn, Alemania, el ilustre político y economista Ludwig Erhard, autor directo del milagro económico alemán. Han pasado 35 años, y con toda probabilidad esa fecha pasa desapercibida en gran parte de mundo y en nuestro país puesto que este distinguido estudioso es un ilustre desconocido para la élite y con mayor razón, para la gran masa.

El milagro económico alemán hace referencia a la sorprendente y rápida recuperación de la economía de Alemania Occidental después de la debacle causada por la Segunda Guerra Mundial. Devastada por la guerra, ocupada militarmente, sus fábricas destruidas y millones de refugiados, la tarea de reconstruir y estabilizar Alemania no era tarea fácil para los gobiernos de la época.

Junto con el esfuerzo del pueblo alemán y las políticas lideradas por Erhard como la estabilización de la moneda, incentivos adecuados a la libre competencia, abolición de controles estatales y orientación hacia un estado subsidiario, se logró revertir de manera significativa la situación económica lo que permitió en pocos años que volvieran a liderar la economía europea. A partir de ese momento, su ejemplo trataría de ser imitado en muchos otros países durante las siguientes décadas.

Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos

En su libro “Bienestar para todos”, Erhard planteaba que “debemos evitar que cobren de nuevo vida las tradicionales ideas de la izquierda respecto a la distribución del ingreso y que plantean que de la pobreza se sale aumentando los impuestos y redistribuyendo el ingreso…Se debe realizar una constitución económica capaz de llevar a la prosperidad a capas de nuestro pueblo cada vez más numerosas y amplias…El poder general de adquisición debe estar vastamente repartido entre todas las capas…”.

Y la única manera de alcanzar la prosperidad es por medio de la competencia que puede hacer que el progreso económico llegue a todas las personas en sus roles de consumidor y como factor de producción. Por medio de la competencia, será posible elevar la productividad y socializar los beneficios de la mayor producción, manteniendo despierto el afán de rendimiento personal.

La mayor competencia en todas las áreas provocará aumentos de la productividad, salarios crecientes e incremento del consumo. Un ciclo virtuoso.

Por lo tanto, la clave para este éxito es defender la libre competencia en todos los mercados. Algunos empresarios argumentan que las tendencias evolutivas de la economía (por ejemplo, la búsqueda de las economías de escala) los autorizan a buscar alianzas entre empresas en la forma de carteles y monopolios, pero esto debe impedirse a toda costa porque incrementa la concentración y se reduce la competencia.

Mientras tanto, la izquierda dogmática nos quiere hacer creer que dicho incremento transversal del ingreso se puede lograr incrementando los impuestos a los empresarios y empresas con mayor nivel de utilidad…¿Con que fin?. Para mantener el status quo del capitalismo estatal, el neo-socialismo.

¿A qué viene todo esto?

Mientras Erhard condujo una Alemania destruida de vuelta al podio económico en muy pocos años, nosotros en Chile llevamos 212 años de independencia y aún no podemos dar el salto definitivo hacia el desarrollo expresado en aumentos de prosperidad y poder de compra de las grandes mayorías en nuestra sociedad. En palabras de un querido amigo: “todavía, nosotros, no hemos pelado ni media papa”.

Aún mantenemos la tendencia de que siempre pareciera que progresan algunos pocos chilenos, pero la gran masa continúa sumida en empleos de baja calidad, con bajos salarios, que solo les permite vivir en el corto plazo y por esa razón, no tener capacidad de ahorro. Por lo anterior, resulta útil examinar nuestra experiencia mirando el legado de Erhard.

Exceptuando a los demagogos de cualquier color político, a nadie pareciera importarle la situación de la gran masa y parece que a ella tampoco, pues continúan votando por los mismos políticos ineptos de siempre que les ofrecen las mismas recetas trilladas. Ya no resulta una novedad las promesas constantes por parte de políticos de todos los colores con el fin de ofrecernos sus propios milagros económicos, pero lastimosamente, solo en el papel mientras muy pocos se enriquecen.

Algunos de estos demagogos estiman que el año 2030 seremos un país desarrollado; otros demagogos, el 2018, y así suma y sigue. Mientras tanto, la economía real se dirige hacia su curso natural: un débil crecimiento rogando que los ciclos económicos internacionales nos sean benignos, respecto de los precios de nuestras materias primas.

Pecando de pesimismo, podemos decir que difícilmente Chile alcanzará el estándar de desarrollado en las próximas décadas, especialmente, por la carencia del capital humano en la cantidad y calidad que se requiere, pero también por el nivel de concentración de nuestra economía que limita la libre competencia.

No es una señal de desarrollo tener multimillonarios como los Angelini, Luksic o los Paulmann, si no al contrario, ¿por qué son tan pocos?, ¿por qué no tenemos una base amplia de millonarios en múltiples áreas?. Todos debemos reconocer que es preferible tener 10.000 millonarios a tener un multimillonario, pero ¿por qué no lo logramos?.

Algunos de nuestros exitosos millonarios han alcanzado su riqueza en base a ingenio, esfuerzo y constancia, pero, especialmente, porque han participado activamente en la minería, pesca y el comercio, aprovechando para sí los cambios de los ciclos de las materias primas y los vaivenes políticos. Y en estas áreas han construido posiciones financieras tan sólidas que les han permitido crecer a otros mercados e industrias como la banca, el retail e ingresado a otros países.

Un síntoma de nuestro problema es que tenemos muy pocos millonarios, y una de las hipótesis de ello es la ausencia de competencia en muchos mercados, y la concentrada demanda interna…

SEGUNDA PARTE: ¿Por qué nuestra matriz social, económica y productiva nos lleva al Modelo Económico de Bajo Costo?

En Chile tenemos muy pocos millonarios. Y la hipótesis es la siguiente: no tenemos mercados con altos niveles de competencia, es decir, tenemos mercados muy oligopólicos y concentrados, lo que genera una concentración de la riqueza y por lo tanto, una concentrada demanda interna.

Las características de nuestra economía

Las noticias parecen ser auspiciosas para la economía chilena puesto que el precio de la celulosa, el aumento del consumo y la reconstrucción debida al terremoto impulsarán los resultados de las empresas en el primer trimestre de este año. En otras palabras, y según las proyecciones de los expertos, las más importantes sociedades anónimas nacionales registrarán sólidos resultados en el primer trimestre, aunque levemente más acotados que los de 2010.

Estamos en presencia del renacer de nuestra economía y que se expresa en un boom de la celulosa con exportaciones que llegan a más de 15% respecto del año anterior; las compras del retail ascendieron a 28% en enero-marzo frente a igual lapso de 2010, con US$ 3.602 millones; el Cobre se mantiene en valores históricos y ya se habla de superávit para este año en las arcas fiscales; el tráfico de pasajeros ha crecido a un 35,5% en el primer trimestre y a nivel doméstico la cifra subió a 43,9%; suben las ventas de bebidas y las ventas del sector crecieron un 4,7% respecto del mismo período de 2010; se disparan las colocaciones de autos elevándose en un 47,6% la venta de vehículos livianos el primer trimestre de 2011, respecto de igual período del año anterior.

Lo anterior es positivo pero no podemos engañarnos permanentemente. Nuestro comportamiento económico no resiste un análisis serio puesto que estamos viendo un efecto crecimiento de la demanda propio de sectores ya maduros, y muy poco innovadores (sin olvidar, que nos estamos recuperando de un evento catastrófico). Exportamos commodities (celulosa, salmones, cobre, frutas, etc.) sujetos al ciclo económico internacional y con variables fuera de nuestro control, transándolos internacionalmente al precio corriente en esos mercados. A su vez, importamos vehículos y tecnología en permanente desarrollo y de alto costo. Finalmente, el sector servicios de nuestra economía se mueve en función del crecimiento de la demanda interna.

Nada nuevo bajo el sol, y por eso siempre continuaremos expuestos al ciclo económico internacional y nos congratularemos cuando una crisis solo nos deje arrodillados.

Nuestra matriz económica y productiva

Seguimos siendo especialistas en la producción de commodities y productos de muy bajo valor agregado y que tienen la desagradable característica de depender del ciclo de los mercados. Chile no es líder en ningún sector económico, ni siquiera en cobre. Y cuando ha querido serlo, lo ha intentado en sectores de bajo valor agregado en los cuáles existe una alta competencia internacional que se defiende fieramente ante cualquier intruso con algunas ventajas.

E internamente, las empresas más importantes provienen del comercio y de las ventas masivas de productos. Hablamos de la banca, del retail y sus proveedores. En otra oportunidad, daremos una mirada al singular comportamiento de la banca que genera importantes utilidades mientras todos están en crisis y casi arrodillados, ¿habrán encontrado la piedra filosofal?. Pero, claro, eso cuesta creerlo y la respuesta es más que evidente. Pero, no nos adelantemos. Antes, conviene mirar hacia atrás y observar el desarrollo económico de Chile en el pasado para encontrar algunas razones básicas del porqué de nuestra actual matriz económica y productiva.

Durante el siglo XVII, Chile fue una simple gobernación del imperio español que tuvo que lidiar con el sistema de monopolio comercial que limitaba el intercambio con otros países y regiones. Así, Chile solo  mantenía contactos comerciales con los virreinatos del Perú, del Río de la Plata y por cierto, con la metrópolis. La economía colonial chilena se basaba en la minería, agricultura, ganadería y el comercio.

Minería. Los españoles llegaron al territorio con la esperanza de enriquecerse a manos llenas. Y muy pronto comprendieron que aquí no estaba El Dorado puesto que el oro era poco abundante y los medios de extracción demasiado imperfectos para hacer rendir las minas a lo que había que agregar, la falta de operarios competentes. Además, los yacimientos de plata también tenían bajos rendimientos.

Así, el cobre fue el único metal que, por su abundancia y fácil explotación, se aprovechó en escala más considerable. Desde Aconcagua hasta Copiapó se le hallaba en casi todos los cerros, y como en el Perú  y en España se empleaba en la fabricación de cañones, campanas y otros artefactos, su extracción para exportarlo a esos países constituyó un buen negocio.

Agricultura y Ganadería. Se creía que la minería era la clave para enriquecerse, pero la pobreza del territorio llevó a que la mayoría de los habitantes se dedicaran a la agricultura y la ganadería tanto para obtener alimentos para la población como exportar los excedentes a Europa y otras zonas.

Los españoles explotaban grandes extensiones de ricas tierras, las haciendas, que muchas veces eran donaciones del monarca. Al comienzo de la Colonia los grandes propietarios hacían trabajar sus tierras a grupos de indígenas recibidos en encomienda, a quienes supuestamente debían proteger y educar cristianamente, a cambio de tributos y trabajo gratuito.

Cuando a mediados del siglo XVI se suprimió la encomienda y se prohibió la esclavitud de los indios, los propietarios obtenían trabajadores por salarios muy bajos surgiendo el inquilinaje.

Se cultivaban con especial esmero la vid, el trigo, el maíz, la papa, el cáñamo, árboles frutales, arveja, lenteja, garbanzo, hortalizas. Y los territorios fértiles estaban desde La Serena, Aconcagua, los valles centrales, el sur.

La actividad ganadera se centró en las Estancias, donde los animales pastaban en completa libertad. Una vez al año eran conducidos a corrales, faena conocida como rodeo, a fin de marcarlos y determinar cuáles serían sacrificados. De ellos se aprovechaban los cueros, sebo y grasa. La carne que no era convertida en charqui se quemaba. De las ovejas aprovechaban la lana y el cuero; de las cabras, el cordobán. Todos aquellos derivados no perecibles de la ganadería eran comerciados localmente y exportados hacia el Perú.

Comercio. Las actividades comerciales importantes, en especial las que se realizaban con el exterior, estaban controladas por comerciantes españoles y eran vigiladas por los funcionarios de la monarquía para el respectivo cobro de los impuestos coloniales. Además, los negocios con el exterior tenían que hacerse con la intervención de España reservándose el imperio español la prerrogativa de vender ciertos artículos de su conveniencia.

Chile exportaba al virreinato del Perú, trigo, cobre, frutas secas, vinos, grasas, charqui, harina y sebo e importaba, armas, objetos de vestido, arroz y azúcar principalmente a muy alto precio. Por ejemplo, algunos plantean que esos eran los tiempos en que un vestido de seda o una capa española se trasmitían de generación en generación, de padres hasta biznietos, como una casa o hacienda.

Este desarrollo mercantil era propiciado por una mejora en los medios de transporte como las carretas tiradas por bueyes, y la construcción de nuevos caminos. Pese a las trabas y restricciones, el comercio permitió el surgimiento de pequeñas industrias coloniales como las herrerías y las hilanderías. Por ejemplo, las alfombras y mantas de Chillán y Concepción; los fabricantes de muebles; la alfarería de greda tomó gran importancia; la curtiduría, la molinería, etc..

Nuestra estructura social

Es decir, muestra matriz económica productiva de la época de la colonia es exactamente la misma de esta primera década del siglo XXI. Han pasado más de 400 años y en este ámbito, nada es nuevo bajo el sol. Y esta matriz se sustenta en una cierta estructura social que, permanece incólume, desde los tiempos de la colonia.

Estructura social colonial.
·       Clase Alta: Españoles. Eran el grupo minoritario de la sociedad colonial, pero dominante de la aristocracia. Ocupaban los más importantes cargos públicos y del ejército.
·       Clase Media-Alta: Criollos aristócratas. Eran los descendientes de los españoles, y también formaban parte de la aristocracia, y su origen era castellano y vasco. Eran los dueños de las tierras y dominaban la mayoría de las actividades productivas. Algunos integrantes de este grupo con fuerte poder socio-económico, pero no político, lograban ocupar cargos públicos, pero de mediana o poca importancia.
·       Clase Media: Criollos pobres. Debajo de la aristocracia se encontraba una clase social de origen español, de origen andaluz y extremeño.
·       Clase Baja: Pueblo llano. Son el grueso de la población colonial y corresponden a mestizos que trabajaban como artesanos, militares de bajo rango, pequeños comerciantes y mano de obra a través del inquilinaje; eran libres pero no participaban en actividades políticas ni administrativas. Además, en este grupo se encontraban los indígenas, indios o naturales que eran considerados menores de edad, por lo que existía una legislación que los protegía.
·       Clase Pobre: Esclavos negros. Es el último grupo en la escala social, y que se encargaban de los trabajos domésticos.

Y demos ahora una rápida mira a nuestra estructura social actual, por lo demás muy característica.

Estructura social actual:
·       Grupo AB, Clase Alta: Corresponden a 35 mil familias, menos del 1% de la población, entre un 10 y 15% del grupo ABC1. Con ingreso familiar mensual sobre los 8 millones (apróx. US$ 20.000). Pueden darse todos los lujos y gozan de todas las comodidades de la vida moderna. Son empresarios, industriales, agricultores, directores de empresas, y por lo general tienen múltiples rentas. Muchos de ellos son profesionales con varios años en el ejercicio de la profesión como ejecutivos, comerciantes, funcionarios de organismos internacionales, diplomáticos, políticos, etc.
·       Clase C1, Clase Media Alta: Corresponden al 6% de la población chilena (260 mil familias) y 10% en Santiago (150 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 3 millones (US$ 7.000). Cubren todas sus necesidades sin problemas y gozan de casi todos los adelantos de la vida moderna. Son profesionales universitarios, ejecutivos, industriales medios, empresarios, comerciantes, agricultores, empleados de alto nivel, médicos, abogados, ingenieros civiles y comerciales. Muchos han realizado cursos de postgrado, ya sea en Chile o en el extranjero.
·       Clase C2, Clase Media: Son el nivel medio de la población correspondiente a un 15% de la población chilena (630 mil familias), 20% en Santiago (300 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 1 millón (US$ 2.500). Pueden cubrir sus necesidades de alimentación, vestuario, vivienda y educación. Generalmente su capacidad de ahorro es escasa. Son profesionales jóvenes, contadores, ejecutivos de nivel medio, técnicos, pequeños industriales, comerciantes de nivel medio, vendedores.
·       Clase C3, Clase Media Baja: Son el nivel medio bajo de la población correspondiente a un 21% de la población chilena (900 mil familias), 25% en Santiago (370 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 600 mil (US$ 1.400). Cubren sus necesidades de alimentación y vestuario. La vivienda es buscada con esfuerzo, y la educación es generalmente en establecimientos subvencionados por el Estado. Son empleados públicos y privados sin rango o categoría, profesores, obreros especializados, artesanos, comerciantes menores, vendedores, choferes, técnicos. Educación secundaria completa y muy pocos con nivel de estudios superior.
·       Clase D, Clase Baja: Corresponden al 37% de la población chilena (1.5 millones de familias), 35% en Santiago (520 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 300 mil (US$ 750). Hogares que dependen del aporte de sólo un miembro de la familia y recurren a todos los apoyos estatales en vivienda, salud y educación. Si bien de ingresos bajos, su gran número los pone en el foco como consumidores. Son obreros en general, feriantes, trabajadoras manuales, algunos empleados de bajo nivel, juniors, mensajeros, aseadores. En caso de ser el jefe de hogar la mujer puede ser empleada doméstica, lavandera, costurera, etc.
·       Clase E, Pobres: Corresponden al 20% de la población chilena (850 mil familias), 10% en Santiago (150 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 90 mil (US$ 200). Generalmente son ingresos ocasionales o subsidios directos del Estado. No alcanzan a cubrir sus necesidades básicas y dependen de la ayuda de terceros o del Estado. Por su bajo poder adquisitivo, excepcionalmente se consideran en estudios de mercado. Tienen trabajos ocasionales, «pololos» y son cuidadores de autos, cargadores, cartoneros.

¿Qué podemos concluir luego de examinar ambas estructuras?. En primer lugar, la estructura social ha permanecido intacta desde hace más de 400 años. La clase dominante de ayer, los españoles, ha sido suplantada por otra clase dominante de enorme peso político y económico, los ABC1.

En segundo lugar, podemos apreciar que el grupo socioeconómico ABC1, correspondiente a un 7% de la población, posee los recursos para demandar los productos y servicios presentes en la vida moderna, debido a sus altos ingresos producto de que son los dueños de los medios de producción o son importantes ejecutivos.

En tercer lugar, el 93% restante de la población chilena debe batallar para acceder a las distintas ofertas principalmente por medio del endeudamiento.

Es decir, mantenemos una estructura social que reproduce fielmente la propiedad de los medios de producción. Y este proceso se ha generado endógenamente, como luego veremos, ayudado por las políticas gubernamentales que en vez de apoyar a los estratos de menor nivel, aumentando las oportunidades, apoya la concentración del poder económico en muy pocas manos mediante leyes que logran lo contrario de lo que dice.

Es el capitalismo de estado. Es este contexto, el que permite que las letanías izquierdistas sean escuchadas por la masa que escucha a los demagogos y resiente a aquellos que le dicen la verdad.

El Modelo de Bajo Costo

Al final, el modelo que nos domina es un modelo de bajo costo. Un 7% de chilenos puede acceder a los bienes y servicios de alta calidad y alto precio, mientras que el 93% restante solo puede acceder a bienes y servicios de bajo precio debido a sus bajos ingresos. Y así se genera un proceso endógeno perverso: si la mayoría de las personas en una sociedad tienen bajos ingresos demandarán productos de bajo precio; las empresas contratarán los factores de producción de más bajo costo, lo que incluye el RRHH, pagando bajos salarios.

Los expertos plantean que lo peor que puede hacer una empresa es practicar la estrategia de liderazgo en costos, y para un país el consejo es el mismo, ¿podremos desarrollarnos basados en un modelo de bajo costo?.

TERCERA PARTE: ¿En qué consiste nuestro Modelo Económico de Bajo Costo?

En los puntos anteriores hemos esbozado nuestra tesis: dada la concentración de la demanda interna, los proveedores están obligados a atender a la demanda masiva de bajos ingresos, con productos y servicios masivos y de bajo costo.

Es decir, nuestras empresas se han vuelto expertas en la estrategia de bajos costos (la peor de las estrategias), lo que les obliga a mantener bajos salarios para rentabilizar sus operaciones.

Nuestro modelo económico: el de bajo costo

El mundo está girando a una velocidad tal que aquellos que estamos situados en la periferia ya no podemos seguir. Mientras gran parte de la gente subsiste consumiendo los bienes y servicios más básicos e indispensables a los precios más bajos, un pequeño grupo vive al ritmo de las tendencias actuales, están encaramados a las crestas de las olas basadas en tecnología, y no se hacen problemas en cancelar lo que sea.

Pero incluso ellos, la élite económica es solo usuaria de la tecnología avanzada que importamos dado que nuestra única ventaja competitiva es trabajar la tierra: para extraer minerales y sus frutos. ¿Podremos ser desarrollados haciendo lo mismo que hacen muchos países en el mundo?. Además, tenemos una traba importante: una baja demanda global interna y mercados con derechos de propiedad muy concentrados.

Tenemos una economía basada en dos tipos de demanda: concentrada y masiva. La demanda concentrada proviene del segmento ABC1, un 7% de la población, de alto ingreso que demanda bienes y servicios de alto valor y calidad, y es satisfecha con una oferta amplia y variada. Por cierto, este segmento ABC1 es altamente conservador en todos los ámbitos lo cual es sumamente razonable, ¿por qué motivos querrían cambiar si están muy bien?.

En cambio, la demanda masiva proviene del restante 93% de la población que tiene bajos ingresos y por lo tanto dispone de bajo poder de compra por lo que siempre está en la búsqueda de bajos precios. Así, se han desarrollado muchos mercados masivos basados en el liderazgo en costos. Por lo tanto, no es ninguna muestra de talento descubrir que el eslogan “todos los precios bajos, siempre” sea atractivo para la gente.

Por lo tanto, para satisfacer esa demanda masiva de bajos ingresos, las empresas toman decisiones estratégicas basadas en las economías de escala y de ámbito. Las primeras se dan cuando los costos medios bajan al aumentar el volumen de operaciones (por ejemplo, los costos de compra de productos bajan más al duplicarse el volumen de operaciones), y las segundas, cuando los costos se reducen al aumentar el número de productos por cliente (por ejemplo, el mismo proceso de abastecimiento de un local sirve para comprar verduras como para comprar vajilla).

Como resultado de lo anterior, la relación costos/ingresos, un indicador de eficiencia que mide cuántos pesos de costos son necesarios para generar un peso de ingresos, es mayor en las empresas pequeñas que en las más grandes. En definitiva, en los mercados masivos, el tamaño importa mucho.

Y lo irónico es que los gobiernos socialistas han creados innumerables trabas y cortapisas en muchos mercados que impiden la libre competencia, estimulando la concentración del poder económico y promoviendo el surgimiento de grandes empresas y conglomerados que luego, con las utilidades excedentes, terminan comprando otras empresas más pequeñas y exitosas, lo que continúa presionando endógenamente hacia la concentración económica.

El resultado final de todo este proceso, es el surgimiento de mercados oligopólicos lo que significa que hay pocas empresas que compitan por la mano de obra. Reducida oferta de trabajo y mucha demanda: el resultado es bajos salarios.

Y si, además, pensamos que el ingreso de la mujer al mundo laboral incrementó en un 100% la fuerza laboral, es fácil prever que los salarios serán bajos. Entonces, si las empresas usan la estrategia de liderazgos en costos deben terminar pagando bajos salarios.

El flujo circular de la renta y el gasto.

Veamos el problema desde el punto de vista del flujo circular de la renta y el gasto. Las empresas oligopólicas comentan en público que ellas ofrecen bienes y servicios a precios muy convenientes (es decir, precios bajos) para los consumidores, pero esto es solo una cara de la moneda. La otra cara de la moneda es que al cobrar precios bajos, deben asegurarse de poseer bajos costos de operación y bajos salarios.

Una persona desempeña dos papeles en los mercados: como consumidor y como factor de producción. Si los precios en los mercados son bajos, las rentas serán bajas. Por lo tanto, que nos vendan productos a bajos precios es una señal de que tenemos bajos salarios. Nos gastamos los ingresos o nos endeudamos, y con el endeudamiento hacemos crecer aún más a las empresas que han incorporado el negocio financiero a sus congomerados.

Al final, los grandes conglomerados crecen como la espuma gracias a su poder dominante en los mercados, y a que las personas les financian su crecimiento con sus decisiones de compra. Por ejemplo, los verdaderos financistas del edificio Costanera Center de Paulmann no son los banqueros que prestaron los millones de dólares, sino los miles de clientes de Cencosud que compran bienes y servicios en las distintas unidades de negocios del conglomerado.

Resumiendo:

Podemos decir que en un gran número de mercados todo se transa a precios bajos y la única razón es la débil demanda causada por la excesiva concentración del ingreso. Es decir, tenemos un modelo económico de bajo costo: una enorme masa (93% de la población) trabaja por bajos salarios presentes y se endeuda gastando ingreso futuro, lo que les permite sostener un cierto nivel de vida. Por otro lado, una pequeña proporción de chilenos, el 7%, tiene altos ingresos y son ellos los que reciben los beneficios del modelo económico: sus empresas tienen altas utilidades por el volumen de ventas y pueden satisfacer sus necesidades dada las ofertas de bienes y servicios que están dirigidos a ellos. Por eso, se tiene una baja demanda global muy disputada por todo tipo de empresas lo que reduce los costos y los salarios.

Por lo tanto, nuestro modelo de bajo costo explica la mala distribución del ingreso que tenemos: las empresas venden a bajos precios, pagan bajos salarios a una gran mayoría; los únicos que ganan son los propietarios de las empresas concentradas.

CUARTA PARTE: ¿Cómo se relaciona nuestro Modelo Económico de Bajo Costo con la distribución del ingreso?

En un gran número de mercados los bienes y servicios se transan a precios muy bajos y la única razón para ello, es la débil demanda causada por la excesiva concentración del ingreso. En otras palabras, las empresas que sirven los mercados masivos usan la estrategia de liderazgo en costos y por lo tanto, tienen un modelo económico de bajo costo.

Como consecuencia de lo anterior, un enorme porcentaje de la fuerza laboral trabaja por bajos salarios presentes, y para mantener un cierto nivel de vida debe endeudarse gastando ingreso futuro. Mientras tanto, una pequeña proporción de chilenos, el 7%, tienen altos ingresos, lo que les permite consumir lo que deseen.

En resumen, la economía chilena tiene una baja demanda global de bienes y servicios de calidad, lo que lleva a reducir precios, y por ende, pagar bajos salarios. Por lo tanto, nuestro modelo de bajo costo explica la mala distribución del ingreso que tenemos: se vende a bajos precios, se pagan bajos salarios a una gran mayoría, se demanda bienes y servicios de bajos precios. Por cierto, los únicos que ganan son los propietarios de las empresas concentradas porque esos bajos precios les mejoran los ingresos por medio del aumento del volumen.

El problema de la distribución del ingreso

Por ejemplo, hay empresas del ámbito financiero cuyos gerentes generales tienen un ingreso mensual (con todas las regalías) de $50.000.000 mensuales, mientras que los cajeros perciben $500.000 al mes. Es decir, no es extraño encontrar en el ámbito privado y sectores especializados de baja competencia, como es la banca, diferenciales de rentas de 1 a 100.

¿Y qué pasa en el sector público?. Desde que entró en vigor la Ley de Transparencia que obliga a hacer públicos los salarios de los funcionarios de gobierno, podemos observar que el sueldo bruto del presidente es de $7.326.180  al mes. El sueldo base del cargo es $509.263 mensuales, pero se ve incrementado por varias asignaciones, la más alta de ellas corresponde a la Asignación Dirección Superior Ley N°19.863 por 4 millones 395 mil 708 pesos.

Y si vemos al cargo de Auxiliar, el que menos gana, observamos que el sueldo base es $123.268 y su remuneración bruta es de $412.142. Es decir, algunos funcionarios de la administración pública tienen un sueldo base menor al salario mínimo de $172.000.

Por ejemplo, comparando con otros presidentes observamos que el sueldo de Barak Obama es de $20.808.594 al mes, por lo que, gana casi tres veces más que nuestro presidente, pese a que el PIB de Chile al 2008 es de US$207.032 millones, y el de USA es de US$14.330.000 millones, es decir, casi 70 veces superior al nuestro. Así, si guardamos los parámetros de las responsabilidades que conlleva el cargo, podemos decir que nuestro presidente al menos no gana tan poco, en comparación con nuestro vecino del norte.

En EEUU no se puede pagar a una persona menos de US$7,5 la hora, así que si calculamos aproximadamente, 40 horas mensuales, y 22 días trabajados, tenemos que un trabajador de ese país ganaría aproximadamente $720.000 al mes, contra nuestro sueldo mínimo que es de $172.000. O sea, la diferencia es de 4,2 veces más menos.

Si tomamos el sueldo mínimo 2011 de un trabajador chileno y lo dividimos por el sueldo de nuestra presidente, o sea, $7.326.180 / 172.000 nos da 42,6 veces. Es decir, la diferencia entre el que gana menos en Chile con su presidente es de 42 veces, mientras que en EEUU da aproximadamente 29 veces.

Lo anterior es una demostración clara de las cifras de distribución de la renta en Chile. De acuerdo a cifras del año 2010, el ministro de planificación, Felipe Kast, dio a conocer que “el 10% de los hogares de mayores recursos obtuvo ingresos 46,2 veces los percibidos por el decil más pobre; en 2006, esa brecha alcanzó a 31,3 veces. Con todo, considerando los subsidios estatales la distancia se reduce a 25,9 veces…asimismo, el decil más vulnerable disminuyó en el período de estudio sus entradas autónomas -las que no incluyen las ayudas del Estado- en 26,3 puntos; a la inversa, el decil superior subió en 9,1%. Estos antecedentes significan que del total de ingresos que se generan en el país, el 10% de mejor situación capta el 40,2% y el 10% más carenciado captura apenas el 0,9%...”.

Estos resultados globales no debieran extrañar: la ausencia de mercados competitivos y la concentración económica, conduce a las empresas hacia la estratega de liderazgos en costos, lo que se traduce en bajos salarios. Y una muy mala distribución del ingreso a nivel agregado.

La pregunta que debemos contestar es: ¿Cómo llevar la prosperidad a todos aquellos que se esfuerzan honestamente?. Y la respuesta es: evitando que surja la creencia que la distribución del ingreso se soluciona aumentando los impuestos y el gasto social, mensaje erróneo que los socialistas vocean en todas sus instancias.

La única manera de elevar la prosperidad es profundizando la competencia en todos los mercados y evitando el surgimiento de conglomerados que nos cobran bajos precios, pero a costa de pagar bajos salarios.

QUINTA PARTE: ¿Cómo llevar la Prosperidad a más y más chilenos?

Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos

El concepto de Luwig Erhard, sobre la economía social de mercado se basaba en tres fundamentos principales:

1. La mayor libertad posible para competir en todos los mercados.

2. Regulación estatal para mantener la competencia, evitando que el capital monopolista u oligopolista absorba sin miramientos a las empresas medianas y pequeñas o convenga en una fijación de precios.

3. Eficiencia económica como base material para una sana política social estatal.

En la década del ’50 del siglo pasado, Alemania se convirtió en el ícono de un modelo de recuperación económica. Luego de la Segunda Guerra Mundial, las ciudades, fábricas y trenes de Alemania estaban en las ruinas. La escasez aguda de alimentos, combustible, agua y vivienda constituyeron retos a la mera supervivencia.

No constituye sorpresa que, en aquellos terribles años, los socialistas (de ambos lados del espectro político) que eran los que hacían las políticas de ocupación, perpetuaron la escasez al mantener los controles de precios que el régimen nazi había impuesto antes y durante la guerra, perpetuando los nefastos mercados negros.

Afortunadamente para los alemanes comunes y corrientes, Ludwig Erhard pensaba distinto: apoyó una reforma monetaria para reemplazar al viejo y débil Reichsmark con el nuevo marco alemán y, sin la aprobación de  los aliados, eliminó los controles de precios. La escasez se terminó, los mercados negros desaparecieron y la recuperación de Alemania empezó. La compra y venta con marcos alemanes reemplazó al trueque. Las fábricas comenzaron a trabajar, el movimiento económico volvió a las ciudades y pueblos, y comenzó una de las recuperaciones más recordadas de la historia.

El crecimiento continuó en virtud de las políticas de libre mercado del nuevo gobierno de Alemania Occidental. Erhard fue nombrado Ministro de Asuntos Económicos durante el gobierno del Canciller Konrad Adenauer entre 1949 y 1963. La economía de Alemania Occidental no solo superó con creces a la de Alemania Oriental, sino que llegó a superar la de Francia y el Reino Unido a pesar de recibir muchos menos fondos de ayuda externa del Plan Marshall.  Esta era la era del Wirtschaftswunder o “milagro económico”….
Y la clave del pensamiento de Ludwig  Erhard era que “consideraba desacertado permitir que cobrasen nueva vida las tradicionales ideas de la antigua distribución de la renta”. Se refería a la idea socialista de aumentar los impuestos para financiar políticas redistributivas del ingreso.

El punto de partida de  Erhard era “el deseo de superar definitivamente la vieja estructura social de tipo conservador, mediante un poder general de adquisición vastamente repartido entre todas las capas sociales”. Y finalizaba indicando que “el medio más prometedor para conseguir y garantizar toda prosperidad es la competencia. Solo ella puede hacer que el progreso económico beneficie a todos, en especial en su función de consumidores, y que desaparezcan todas las ventajas que no resulten directamente de un productividad elevada”.

¿Cuáles son las tradicionales ideas de la distribución de la renta del socialismo?

Los feligreses de la iglesia socialista creen que la prosperidad se deriva de una permanente presión sobre la manera de distribuir los ingresos que genera la sociedad. Así, plantean que de la pobreza se sale aumentando los impuestos a los más ricos, y entregándoselos a los más pobres. En virtud de tan sencillo procedimiento, la distribución del ingreso se producirá como por encanto.

Revisemos el mecanismo usado por la iglesia socialista para promover la redistribución del ingreso mediante un alza sostenida de impuestos. En primer lugar, ya sabemos que solo un 7% de los chilenos tiene recursos como para disfrutar cómodamente de la vida, y el restante 93% debe batallar con distintos niveles de intensidad para alcanzar un cierto estándar de vida. Por lo tanto, las letanías socialistas se basan en alimentar el odio y el resentimiento de ese 93% en contra del 7% más rico…”ellos, los ricos, gozan de bienestar y disfrutan la vida, mientras nosotros, el pueblo…los pobres, pasamos hambre en la calle…es injusto”.

En segundo lugar, culpan a los mercados libres y el afán de lucro de los generadores de riqueza. Por eso, la socialista Bachelet se atreve a decir en la ONU que los culpables de la crisis subprime son “la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos”…¿de quiénes?. De los que ella, en su adoctrinamiento, denomina capitalistas.

En tercer lugar, exigen aumentar el tamaño del Estado con el objetivo de que tenga un rol más activo en el control e intervención del quehacer humano. Por eso, la socialista Bachelet, en el mismo discurso dice que "el mundo ha llegado a tener los recursos económicos, técnicos y científicos que hacen posible por primera vez en su historia asegurar el bienestar de toda la humanidad, y no podemos desperdiciar estas capacidades”. Y concluye que, de esta manera, “un mundo mejor es posible, pero para eso se necesita voluntad de progreso…”.

¿Qué nos está diciendo la socialista Bachelet?. Que los socialistas quieren más Estado puesto que es el único, dicen ellos, que puede hacer “buen uso” de los recursos económicos, técnicos y científicos que podrían hacer posible asegurar el bienestar de toda la humanidad…¿De veras creen los socialistas que se puede asegurar el bienestar de la humanidad?, ¿de verdad creen los socialistas que el Estado puede aprovechar los recursos eficientemente?, ¿de verdad creen los socialistas en la necesidad de una voluntad de progreso dirigida centralmente?.

El Estado socialista es una entelequia; es una fuerza que tiende a su propia realización y no a satisfacer el objetivo final perseguido. Es decir, el Estado socialista contiene en sí mismo su propio universo y tiende hacia su propia autorrealización. Y, en general, se aísla del entorno y se hace autosuficiente.

Por eso, la clave de los socialistas es formar parte del universo del Estado puesto que de esta manera pueden diseñar e implementar políticas dirigistas basadas en la más pura y rancia ingeniería social. La pretensión de querer dirigir el progreso humano ha derivado en regímenes bárbaros de triste memoria.

Y, en cuarto lugar, una vez instalados en el poder, ellos o las ideas necias que sustentan por medio de la revuelta y el desorden, logran traspasar transversalmente la sociedad e instalarse como “la solución para todos los males”.

En realidad, terminan siendo el principio del fin para las sociedades libres.

La verdadera solución: más competencia en mercados libres

Damos por descontado que todos desean que la prosperidad llegue a todos los estratos socioeconómicos de la sociedad. Ya está claro que tenemos dos tipos de demanda, concentrada y masiva. La primera de ellas se puede permitir cualquier consumo, y la segunda, más numerosa, tiene un débil poder adquisitivo. Insistimos en esta diferencia que ha sido el caldo de cultivo de la izquierda para incentivar el resentimiento entre pobres y ricos.

La única manera de alcanzar la prosperidad es por medio de la competencia que puede hacer que el progreso económico llegue a todas las personas en sus roles de consumidor y factor de producción. Por medio de la competencia, será posible elevar la productividad y socializar los beneficios de la mayor producción, manteniendo despierto el afán de rendimiento personal.

La mayor competencia en todas las áreas provocará aumentos de la productividad, salarios crecientes e incremento del consumo. Un ciclo virtuoso.

Por lo tanto, la clave para este éxito es defender la libre competencia en todos los mercados. Algunos empresarios argumentan que las tendencias evolutivas de la economía (por ejemplo, la búsqueda de las economías de escala) los autorizan a buscar alianzas entre empresas en la forma de carteles y monopolios, pero esto debe impedirse a toda costa porque incrementa la concentración económica y se reduce la competencia.

Por lo tanto, a la necia idea socialista de aumentar los impuestos con el objetivo de mejorar la distribución del ingreso, oponemos la idea de aumentar los niveles de competencia en todos los mercados de manera de socializar los beneficios del avance económico.

La prosperidad llegará cuando logremos maximizar los niveles de competencia en los mercados libres; controlemos la excesiva concentración económica y permitamos que las oportunidades sean aprovechadas por los más capaces y esforzados. En vez de una persona que tenga ingresos mensuales de $1.000 millones, tendremos 1.000 personas que tendrán ingresos de $1.000.000, y de este modo lograremos ampliar la base de demanda de bienes y servicios por medio de la creación de riqueza.

Este ciclo virtuoso de la riqueza no lo comprende un feligrés de la iglesia socialista, adoctrinado en el resentimiento y el odio hacia aquellos que son capaces de avanzar más rápido que otros. La izquierda dogmática cree que es injusto que algunos avancen más rápido que otros, y por eso privilegia el incremento de impuestos a los empresarios y empresas con mayor nivel de utilidades, y lo único que logra es aumentar los costos, reducir salarios y elevar el desempleo por la menor actividad económica

Una conclusión final.

De la pobreza no se sale con aumentos de impuestos redistribuidos graciosamente a los más necesitados. Ni se sale con políticas sociales de tipo asistencialista y paternalista….De la pobreza se sale con trabajo duro para aprovechar las oportunidades que debemos asegurarnos que están presentes.

Si existen oportunidades, los más capaces las aprovecharán y los otros les imitarán en dicho proceso. La creación de riqueza requiere que algunos vayan más adelantados que otros mostrando el camino que se debe seguir.

Generamos, entonces, un modelo económico basado en la innovación y el emprendimiento, en el cual muchos ganen. La prosperidad no es gratuita sino el resultado de un duro esfuerzo, y llegará cuando ampliemos las bases de la competencia, ampliemos las bases de la demanda, y generemos el efecto multiplicador del crecimiento, no en base a la concentración sino en base a la competencia.

La regulación y los impuestos excesivos solo provocan la concentración económica y la mala distribución del ingreso que hoy sufrimos.

Si queremos un milagro económico de la envergadura del logrado por Ludwig Erhard en una Alemania destruida, debemos liberar las capacidades de creación de riqueza de la sociedad, y eso solo lo podemos hacer en un ambiente de libre competencia.

PANORAMA Liberal
Miércoles 6 Junio 2012

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