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domingo, 21 de agosto de 2011

IDEOLOGÍA VERSUS INSTITUCIONALIDAD. EL GRAN CONFLICTO DE LA EDUCACIÓN CHILENA



Desde hace varios días atrás, la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) ha dado plazos al gobierno para que responda a sus demandas. Y han reiterado los portazos ante las reiteradas ofertas el gobierno.

Y a nadie parece ya sorprender que un grupo de personas, que están en proceso de formación, emita opiniones públicas, fije plazos al gobierno y exija ciertas condiciones para volver a la normalidad. A algunos, incluso, les parece “genial que sean los estudiantes quienes lideren las protestas por una mejor educación”, pero un sereno análisis solo debiera preocuparnos. ¿Cómo es posible que se diga que la educación está en crisis cuando consideramos tan geniales a estos estudiantes?, ¿Qué está mal?.

Este movimiento estudiantil ha puesto en el centro del debate, no solo el problema educacional, sino la manifiesta debilidad de nuestra institucionalidad, y de la alicaída imagen de la actual clase política que se aburguesó en el poder y se olvidó de que ellos son depositarios de los sueños y las visiones de mundo de sus votantes.

Instituciones congeladas.

Una persona en formación se caracteriza por estar en una etapa de creación de intelecto y enriquecimiento personal bebiendo de las distintas fuentes del saber y con el fin de encontrar las rutas más serenas y viables hacia una ilusa sabiduría. Pero, ¡oh, milagro!, nos encontramos con estas personas en las calles enarbolando pancartas y gritando consignas de contenido ideológico fuertemente representativos de la izquierda, pero sin representación partidista.

En realidad, estos son los hijos de la Concertación izquierdista, que nacieron en los ’90, se aguantaron durante sus gobiernos y han decidido explotar en un gobierno que no los representa ni en la forma ni en el fondo. Con Lagos y Bachelet aceptaban la conformación de comisiones inocuas, pero con este gobierno, contrario a sus creencias, han vuelto a sus raíces. “Cuando la izquierda sale a la calle la derecha tiembla” dijo una vez Bachelet.

Con todo, estos hijos de la Concertación izquierdista son la peor representación de cómo se hacían las cosas en el pasado. El relajo en el proceso educacional ha producido una horda de ignorantes que desconocen en lo más mínimo los alcances de una buena educación y que han crecido creyendo una serie de afirmaciones de débiles sustentos:

Algunos miembros de esta horda creen que la educación no es responsabilidad de ellos mismos, sino la responsabilidad de otros.

Algunos miembros de esta horda creen que la educación debe ser más entretenida y divertida.

Algunos miembros de esta horda creen que la educación debe ser gratuita y sin costo.

Algunos miembros de esta horda creen que la educación se puede obtener por decreto.

Algunos miembros de esta horda creen que el Estado les garantizará la educación y su vida.

Mientras estos hijos de la Concertación salen a las calles, otros grupos sociales, generalmente indiferentes, han tomado las mismas banderas de la movilización, han ampliado sus horizontes, y le han dado un nuevo giro, llenando calles y avenidas con discursos variopintos, en los que se mezclan las más variadas visiones.

Lo preocupante es que nuestras instituciones, construidas con esfuerzo y sudor, están siendo superadas por un grupo humano que marcha,  grita consignas, enarbola banderas y no acepta negociar con los políticos que deben representar el sentir de las grandes mayorías.

Claramente, Chile no ha construido una institucionalidad que refleje las sensibilidades sociales, sino que más bien tenemos una clase política obesa, desprestigiada y sin liderazgo, ¿Qué puede salir de un matrimonio entre la voluntad de un sector ideológico audaz y el comportamiento de una institucionalidad congelada?. Una crisis de representatividad.

Crisis institucional, crisis de liderazgo.

La gran causa que debemos atender con urgencia es que nuestros procesos generadores de liderazgos no están funcionando. Hablamos de los partidos políticos que se han convertido en verdaderas escuelas de seguidores del status quo, amantes del poder, puros “yes-man”, y que ya no representan a nadie.

No extraña, entonces, que Piñera llegue al nivel más bajo en todo su mandato, alcanzando un 26%, lo que significa una baja de 18 puntos en relación a la entrega anterior. Así, el nivel de respaldo ciudadano al Mandatario se ubica por debajo de lo que fue el peor momento del ex Presidente Eduardo Frei, cuando obtuvo 28% de apoyo y 45% de rechazo, en medio de los efectos de la crisis asiática, durante los últimos meses de su gobierno, en 1999. Por su parte, el rechazo a la gestión de Sebastián Piñera se ubica en un 53% (un aumento de 19 puntos respecto a la medición anterior).

No extraña, tampoco, que la aprobación a la Concertación experimente una baja de siete puntos respecto a la última medición efectuada por la CEP: si en diciembre de 2010 registraban un 24% de apoyo, ahora esa cifra alcanza un 17%. Los niveles de rechazo del conglomerado opositor aumentan seis puntos: de 39% a 46%. Por su parte, la Coalición por el Cambio -o Alianza por Chile- también baja su aprobación. Si bien su evaluación positiva se ubica por sobre la de la Concertación, su caída es mayor: 17 puntos. Así, pasó de tener un 41% de aprobación en diciembre pasado, a un 24% en los resultados dados a conocer hoy. La desaprobación del bloque oficialista, en tanto, se eleva en 16 puntos, y alcanza el registro obtenido por la Concertación: 46%.

En resumen, el proceso que tenemos para generar liderazgos políticos está en una profunda crisis y que se manifiesta en el hecho de que sean personas en proceso de formación las que se tomen las calles y se empoderen para pedir soluciones radicales que requieren décadas poder implementar.

Las destrezas inexistentes de nuestros políticos.

Consideremos una simple analogía militar: un ejército en tiempos de paz puede sobrevivir con una buena administración y gestión en sus distintos niveles jerárquicos, además, de un buen liderazgo concentrado en la cima. Pero, un ejército sitiado y en guerra, necesita un liderazgo competente en todos los niveles para sobrellevar la preocupante situación. Y todos los políticos representan a ese ejército sitiado.

Por eso, nuestro país requiere profundos cambios. Algunos, como Frei han manifestado recientemente que "lo que veo es que los partidos políticos se han desfondado, lo que resulta preocupante…no estamos siendo conducidos por los mejores, por los que tienen capacidad para marcar diferencias". Además, manifestó que "Chile está al borde de la ingobernabilidad…Los jóvenes no se sienten escuchados. Nacieron en democracia y no tienen respuestas. Lo único que ven es un presidente que considera la educación como un bien de consumo". Y finaliza indicando que Piñera "concibe al Gobierno como una empresa, reemplaza ministros cada semana, habla por televisión y cambia de opinión tres o cuatro veces al día y, fundamentalmente, actúa con muy poca transparencia".

Independiente del hecho de que un político como Frei debiera ser más responsable con sus dichos, su opinión refleja que el diagnóstico lo conocen todos, pero que no están dispuestos a asumir un tratamiento costoso en términos de pérdidas de cuotas de poder e influencia.

Los líderes inteligentes deben enfrentar la creciente complejidad de nuestras sociedades y enfrentar el proceso de cambio sin generar traumas ni falsas expectativas en la población. Y aquí partimos con notorias flaquezas dado el carácter demagógico de nuestra débil clase política.

Es ya un lugar común asociar las crisis con oportunidades. Y Piñera está dejando pasar la crisis educacional que se le escurre entre los dedos de sus manos. Es su gran oportunidad para pasar a la historia no solo como  el presidente del bicentenario sino como el presidente de la reforma educacional que sentó las bases de un nuevo Chile, y se lo está farreando al actuar reactivamente, ¿Por qué?

El máximo líder político de un país tiene grandes responsabilidades, pero para ser eficiente y efectivo debe contar con habilidades especiales como la de escuchar activamente; hacerse entender para dejar claro lo que piensa de modo que no hayan dudas; capacidad de tolerar errores y generar un ambiente ad hoc; ser innovador y motivador; capaz de pedir y dar colaboración; capacidad de prever planes de contingencia; comprometido y responsable; capaz de aceptar otras opiniones…

Sin embargo, la habilidad más importante para un presidente es la de “presidir”. Recuerdo a un gran amigo, don José Ducci Claro, cuando afirmaba que “un presidente debe presidir”, en el sentido que debe dirigir las tareas de un gobierno     ocupando el lugar más destacado, lo que no significa que debe avasallar ni imponer sus opiniones al resto de los integrantes.

Una conclusión respecto a la ideológica crisis actual

La educación chilena está en una crisis terminal al tenor de las imposiciones de un grupo de estudiantes, hijos de la izquierda, al poder político, y a los cuáles se han sumado otros grupos sociales.

Mientras tanto, el gobierno está actuando reactivamente y en vez de asumir el liderazgo para provocar la revolución educacional que todo el mundo desea, ha decidido enfrentar el movimiento con represión lo que ha radicalizado las posiciones. Y haciendo ofertas parciales. Impresentable. ¿Cómo es posible que este gobierno no pase a liderar este tema y reaccione tan débilmente?

La oposición, por su parte, es una especie de fundo abandonado por todos y recorrido por unas especies de fantasmas del pasado reciente que se enfrentan al gobierno en una forma automática.

Es preocupante que sean personas en pleno proceso formativo las que decidan salir a las calles para pedir por una mejor educación, es decir, por más y más trabajo y esfuerzo. Pero, si miramos con atención la principal motivación es absolutamente ideológica: gratuidad a todo evento y el término del lucro en educación.

Estamos en presencia de una crisis abiertamente ideológica. Por una parte, la izquierda siempre se ha mostrado contraria al lucro y con mayor razón en educación, mientras este gobierno de derecha es proclive al lucro. Y esta lucha ideológica es una especie de juego de suma-cero, ¿Quién triunfará?.

Como país necesitamos una educación de calidad para seguir creciendo y mejorando nuestros estándares de vida, pero no se puede seguir en este dilema de buenos y malos. En general, las actuales generaciones de estudiantes son generaciones perdidas en términos de desarrollo de potencialidades porque la Concertación durante 20 años nada hizo por ellos, y solo generó en sus conciencias la creencia del resentimiento y la culpabilidad de otros.

El país necesita familias, estudiantes y autoridades que asuman sus responsabilidades con altura de miras. Sin embargo, la democracia tiene la debilidad de que una minoría puede intervenirla y ponerla de rodillas con el fin de imponer sus visiones ideológicas. Estos son los neo-socialistas, que ya no son los totalitarios de antaño, sino una especie de variante democrática y dogmática que persisten en su intervencionismo descarado.

La democracia liberal requiere instituciones fuertes y sólidas para enfrentar los debates ideológicos de los demócratas dogmáticos que, por ejemplo, quieren imponer el fin del lucro como el principio de la solución de todos los problemas en educación cuando es sabido por todos que la educación solo mejorará cuando las personas decidan tomar el toro por las astas. Y eso solo quiere decir: mucho trabajo.

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