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jueves, 30 de agosto de 2012

POLÍTICA Reflexiones sobre la revuelta estudiantil, desde Burke a Hayek.

Los demócratas doctrinarios propician la violencia como un medio legítimo de imponer sus visiones...Sabemos donde se comienza, y sabemos en donde termina...

Desde que los estudiantes comenzaron a salir a las calles, la ciudadanía ha mostrado simpatía y entusiasmo por tan nobles objetivos como la “educación de calidad”, ¿Qué puede ser más noble que los jóvenes exijan una educación de calidad?. En realidad, existe consenso que lo extraño es que entreguemos una pobre educación a las futuras generaciones que serán las responsables de dirigir esta larga tierra hacia una deseada prosperidad.

Con el paso del tiempo, los más informados se han percatado de una clara radicalización del movimiento que ya ha excedido todos los límites deseables. Ahora, a estos jóvenes ya no les interesa entablar diálogos con las autoridades “porque no desean más comisiones ni más dilaciones en implementar las soluciones” sino que desean imponerse desde la cómoda trinchera de la irresponsabilidad. Además, declaran viciada la institucionalidad actual de una manera prepotente, pasando por arriba de los mecanismos que nos hemos dado y arremeten con todo y contra todos porque el fin justifica los medios.

Esta es la situación actual debido a que los movimientos estudiantiles han sido liderados, desde su génesis, por socialistas que usan la palabra “democrático” para justificar todo tipo de acciones violentas y descomedidas que ellos u otros de su mismo bando cometen contra el resto de la sociedad. Por ejemplo, los estudiantes dicen, muy sueltos de cuerpo, que la mayoría ha votado por la toma de los colegios y, por lo tanto, por respeto a dicha “expresión democrática” ellos están avalados para cometer todo tipo de hechos que atenten contra la libertad y la propiedad de otros. En especial, asumen que la “democracia” les habilita para atropellar los derechos de las minorías que desean estudiar, pese a que podrían estar de acuerdo con los planteamientos de fondo de los reclamos.

Además, este tipo de personas siempre está atento, cuando los resultados no les favorezcan, a buscar subterfugios por todos los medios posibles para repetir el evento “democrático”, intimidar y terminar imponiéndose por la fuerza.

Esta es, claramente, una demostración más del alto grado de ideologización, fanatismo, intolerancia, falta de educación cívica y de respeto que tienen algunos grupos minoritarios de personas pero con capacidad de organizarse, quienes a través de un discurso demagógico, obtienen apoyo de otros que les respaldan en el atropello de los derechos humanos de las minorías. Y sin ningún descaro, y lo reiteran públicamente siempre.

Por eso estos socialistas no titubean en usar frases y palabras propias de los años ’60 para imponer su visión. Así, dicen que “no bajaremos las banderas de lucha…nos tomaremos los liceos…vamos a convocar a marchas, independientemente de si nos entregan o no el permiso…si ellos (el gobierno) no cambian su postura ni hay voluntad para generar cambios profundos en la educación nosotros vamos a funarles sus elecciones municipales del 28 de octubre…”. Y acusan que la quema de buses del transporte es un montaje desde el gobierno dado que “tenemos fotos donde se muestra a Carabineros resguardando, esperando a que llegaran los manifestantes, con el fin de criminalizarnos, como si nosotros fuéramos quienes hoy promueven la violencia, siendo que el Estado, a través de Carabineros, hoy nos reprime…”.

No les importa en lo absoluto que ellos y su accionar violen los derechos humanos del resto de los ciudadanos; solo les interesa su “lucha”. Este lenguaje totalitario, antidemocrático y enemigo de las libertades es el que deben mirar las personas a la hora de entregar sus respaldos pero la ciudadanía es muy pasiva al entregar su apoyo a la dirección de un movimiento que tiene buenos fines pero que al ser entregado en las manos de estos fanáticos no tiene otro norte que el desorden y la violencia para destruir la convivencia nacional.

¿De dónde viene este permanente carácter socialista por la revuelta y el desorden?

DE LAS REPÚBLICAS DEMOCRÁTICAS A LA DEMOCRACIA DOCTRINARIA

Desde siempre los socialistas han tenido la osadía de considerarse “demócratas”. Por eso, desde la época de la guerra fría, post segunda guerra, la izquierda mundial utilizó la expresión “república democrática” para referirse a las naciones y sus poblaciones que sufrían en carne propia los tristes experimentos socialistas que los sumieron en la barbarie y la pobreza. En la actualidad, todavía hay fósiles vivientes que subsisten con las denominaciones de “república popular democrática” para indicarnos que son del “pueblo” y que se basan en la “democracia” como medio de administrar el poder, pese a que los gobiernan jerarquías cerradas, lideradas por jerarcas vetustos que se transmiten el poder de padres a hijos como si fueran una casta de iluminados, mientras el resto de la población vegeta y vive una vida de miserias, limitada y sin libertades.

Afortunadamente, estos casos ya son excepciones a la regla pero el fanatismo persiste con otras variantes. E, incluso, algunos “demócratas” socialistas se “emocionan” al reunirse con criminales como Fidel Castro indicando que “estamos aquí como que procesando un poco el encuentro con Fidel y esperando transmitir esto y todo lo demás que nos dijo al movimiento, porque creo que todas las reflexiones que haga Fidel constituyen luz y esperanza para Chile…Valoramos mucho lo que ha sido Cuba y lo que ha encabezado este proceso revolucionario. Fidel para mí y para toda la juventud comunista en Chile es uno de los liderazgos más importante en el mundo, un gran visionario. Para nosotros lo que diga, reflexione, lo que nos señale es como una carta de ruta…”.

“Una carta de ruta…”. Este es el carácter socialista: antidemocrático, totalitario y enemigo de las libertades. Pero, hoy, después del término formal de los grandes experimentos mundiales que, supuestamente, nos traerían la “prosperidad” dirigidos por una casta de barbudos iluminados y sabios, han modificado su accionar. Hoy, los neo-socialistas se han transformado en una horda de fanáticos de la “soberanía popular” hasta límites que rayan en la obscenidad. Son los que hemos denominados “demócratas doctrinarios” y que creen que la democracia es un fin en sí misma.

En todo el mundo, los socialistas han creado un sistema político basado en la democracia doctrinaria y su subsiguiente alter ego económico, el capitalismo de Estado. En primer lugar, consideran que la “democracia” no es un medio sino un fin, porque les garantiza el acceso al poder de una manera legítima y para terminar imponiendo una neo-ideología socialista, diferente en la forma pero idéntica en el fondo. Por eso, son “demócratas doctrinarios”, creen en la doctrina de la democracia pero no creen en la esencia de ella que se basa en el diálogo, respeto, búsqueda de consensos y defensa de las minorías. Son partidarios de crear “Asambleas Constituyentes” con el fin de eliminar la libertad de los individuos e imponer las visiones de una minoría activa y violenta, porque la única manera de construir un mundo socialista es mediante la violencia, el asesinato y la masacre de los que no piensan como ellos, pero que no son capaces de organizarse.

En segundo lugar, han intervenido el sistema de mercado creando el Capitalismo de Estado, un engendro socialista que cumple dos funciones: intervenir permanentemente los mercados para introducir cambios que les den más poder en términos de impuestos y regulaciones restrictivas, y para culpar al capitalismo cuando los resultados no son los esperados…

LA DICTADURA DE LAS MAYORÍAS EN LOS NEGOCIOS

Sin embargo, pese a que defienden, en la política, el poder de las mayorías “democráticas”, en el ámbito de los negocios defienden los intereses de los minoritarios. Por ejemplo, en el caso Enersis han ejercido una crítica sistemática respecto del rol de la autoridad regulatoria para “evitar el atropello de los derechos de los minoritarios”.

Es así como promueven el “fortalecer a la brevedad la legislación relativa a los gobiernos corporativos y garantizar los derechos de los accionistas minoritarios…para proteger los intereses de los cotizantes de las administradoras de fondos de pensiones…Aquí lo importante es cuánto se afecta y cuánto podría afectar a los minoritarios, vale decir, a las AFP esta operación…debe quedar claro que en Chile las cosas no se pueden hacer a escondidas ni pasando a llevar los intereses de los trabajadores y trabajadoras".

Y finalizan los senadores socialistas resaltando “la importancia de tramitar a la brevedad una moción que modifica la ley de sociedades anónimas estableciendo la obligación de contar con la aprobación de la mayoría de los accionistas minoritarios…”.

¿Se imaginan que esta exigencia se aplicara transversalmente en nuestra sociedad?. Por ejemplo, modificar las normas para establecer la obligación de contar con la aprobación de las minorías en las tomas de los colegios y en las marchas.

La conclusión es que, en los negocios no se permite que las mayorías dicten o hagan lo que se les dé la gana, pero en la vida política las mayorías pueden hacer y deshacer, sin miedo ni complejos. En especial, si las mayorías son lideradas por los socialistas.

LA DICTADURA DE LAS MAYORÍAS EN LA POLÏTICA

Así, en política, siempre los socialistas son desconsiderados con los derechos de las minorías de vivir su vida como les plazca; quieren pasar el rodillo y atropellar los derechos para imponer sus visiones; no trepidan en aplicar la violencia a sus contrarios, insultando, escupiendo, golpeando, pero ¡ay…si alguien les contesta con la misma moneda!...Cuando se les contesta con la misma moneda se victimizan y hablan de “las violaciones de los derechos humanos” y de “museos de la memoria socialistas” que recuerdan los caídos del lado de ellos, pero no recuerdan las atrocidades cometidas por ellos mismos…Este es el carácter del socialismo en todas sus vertientes…

Por ejemplo, en una marcha reciente me mantuve a pocos pasos de un par de socialistas que conversaban respecto de “terminar con el sistema binominal” para imponer “nuestra justa pretensión de crear un mundo socialista, aprovechando las mayorías circunstanciales…”. Uno de ellos decía que “a la gente es fácil engañarla y comprarla con cualquier cosa, por eso, con el nivel de desorden actual este es el momento de crear una asamblea para sentar las bases de una sociedad socialista…”. El otro le retrucaba diciendo que “la gente no sabe para donde va…”. Y la respuesta fue reiterada con un “no importa…mucha gente que va acá no sabe nada de adonde nos dirigimos…eso no importa porque a la larga tendrán que ponerle el hombro como todos nosotros para levantar una patria socialista, el sueño de nuestros abuelos lo haremos realidad…gracias a que nos gobierna la derecha…”. Se reían a grandes carcajadas mientras gritaban sus consignas…

Los socialistas siguen teniendo la pretensión de crear sociedades socialistas igualitarias, violadoras de los derechos humanos, mantenidas mediante la violencia y el control de una minoría de fanáticos. Afortunadamente, la sociedad chilena ya fue vacunada de esta peste y, puede participar en algunas actividades, pero no aceptará mayor participación de estos fanáticos.

RECORDANDO A EDMUND BURKE Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA.

Hace más de 220 años, unos caballeros franceses amigos de la revolución le pidieron a su amigo Edmund Burke que les diera su opinión sobre los acontecimientos que se estaban viviendo en Francia. Burke era un político y hombre del partido Whig, miembro de la Cámara de los Comunes desde hacía 30 años, defensor de las Colonias americanas en su enfrentamiento con la Corona inglesa, contrario a las leyes discriminatorias contra los católicos en Inglaterra, defensor de los irlandeses católicos, enfrentado al monarca porque había pedido su abdicación. Todos estos antecedentes hacían de Edmund Burke un seguro defensor de la Revolución.

En esos años, la Revolución en Francia tenía muchos partidarios en Inglaterra, en especial, del partido Whig. Por ejemplo, el señor Fox, máximo dirigente, declaraba en la Cámara de los Comunes que la nueva Constitución francesa era “el edificio de la libertad más magnífico y glorioso que se hubiera erigido sobre la base de la integridad humana, en cualquier tiempo y lugar”. Y, por toda Inglaterra proliferaban clubes y asociaciones revolucionarias.

Al parecer, Burke dudaba de la dirección del movimiento revolucionario y de las personas que lo dirigían, por lo que se tomó algún tiempo en contestar a los caballeros franceses. Mientras tanto, estudió los hechos, la evolución de la revolución, las muestras de violencia en contra de la iglesia y la corona, el afán de fundar una nueva sociedad basada en principios racionales desechando todos los principios básicos que llevaba a un espíritu igualitario que animaba a las muchedumbres y a aplaudir los asesinatos masivos… Y, finalmente, publicó en 1890, en forma de carta “Reflexiones sobre la Revolución en Francia”.

Este texto representa la primera crítica contra la revolución francesa, contra el supuesto espíritu humanista de la ilustración, contra el surgimiento de castas de mesías iluminados y “legisladores metafísicos aficionados a la alquimia”, contra el afán igualitario y contra la denominada “modernidad”, contra los derechos de aplastar la religión, contra la tradición caballeresca, contra los valores que levantaron a la civilización europea de la barbarie. Indicaba que la civilización se había desarrollado durante años basados en ciertos pilares que eran un dique que contenía las violentas pasiones humanas, pero al atentar contra dichos principios se venía encima un futuro totalitario y cruel.

Y Burke acierta en sus predicciones de dos maneras:

PRIMERO. Como se desarrollará el proceso revolucionario. Plantea que la destrucción del régimen antiguo libera fuerzas que nadie podrá contener en el corto plazo. El país se dividirá en diversas facciones lideradas por fanáticos lo que provocará anarquía; surgirá la violencia histérica y el consecuente terror; las luchas de poder llevarán al desorden y a las guerras civiles, las que finalizarán cuando surja un líder que implementará un régimen despótico. Y vuelta a empezar.

SEGUNDO. Presenta el fundamento moral del totalitarismo socialista.

Por ejemplo, en una carta de 1795 escribe: “¿Que es el jacobinismo? Es el intento, (demasiado exitoso hasta el momento) de suprimir los prejuicios de la conciencia humana, con el objeto de poner todo el poder y la autoridad en personas capaces de iluminar ocasionalmente la mente del pueblo. A tal objeto, los jacobinos han decidido eliminar toda la estructura de las viejas sociedades del mundo y regenerarlas a su gusto. Y para formar un ejército que logre tales fines, alistan en cualquier parte a los pobres, sobornándolos con los despojos que puedan conseguir de los ricos”

En un libro posterior, Paz regicida, añade: “Para ellos la voluntad, el deseo, la necesidad, la libertad, el trabajo, la sangre misma de los individuos, no cuenta para nada. La individualidad queda excluida de su esquema de gobierno. El Estado lo es todo. Todo está supeditado a la producción de fuerza, y luego, todo se confía al uso de la fuerza. Es militarista en sus principios, en sus máximas, en su espíritu y en todos sus movimientos. Los únicos objetivos del gobierno son el dominio y la conquista. El dominio de las mentes a través del proselitismo y de los cuerpos por las armas...”.

Después de escribir el libro, se ganó el odio de todos los partidarios de la revolución y la expulsión del partido Whig. La historia siempre se repite: ¿cómo se puede discrepar de una ideología cuya prédica se basa en la violencia?. Burke fue una demostración de la permanente intolerancia de los socialistas de su época.

En la actualidad, no basta con la mera argumentación técnica o económica contra el totalitarismo socialista, sino que se requiere de un mensaje que levante entusiasmos. El totalitarismo socialista, desde el nacionalsocialista hasta el comunista, ha creado formas de tiranía, horror y crueldad que nunca la humanidad ha conocido; han propagado la misma corrupción moral y la violación de los derechos humanos de otros; han propiciado una falta de compasión por el ser humano y la han sustituido por un idealismo abstracto y frío; la caridad y el respeto por los otros la han suplantado por una fraternidad de delincuentes que gritan “o estás conmigo o estás contra mí”, “sé mi hermano o tendré que matarte”, “revolución o muerte”, “patria o muerte, venceremos”. Es esa tensión moral la que hace clamar a Burke con ardor profético mucho antes de la llegada del Terror:

“Pronto se darán cuenta de que los crímenes, cuando se toleran, es que se prefieren. Para alcanzar su objetivo nos presentan los crímenes como un camino más corto que el de las virtudes morales. Al justificar la perfidia y el asesinato como algo que produce un beneficio público, el beneficio público pronto se convertirá en el pretexto, mientras que la perfidia y el asesinato se convertirán en el fin, hasta que la rapacidad, la malicia, la venganza y el terror, más temible que la venganza misma, logren saciar sus insaciables apetitos. Tales habrán de ser las consecuencias de perder, en medio del esplendor de este triunfo de los derechos humanos, todo sentido natural de lo injusto y de lo justo.”

LA DEMOCRACIA NO PUEDE QUEDAR EN LAS MANOS DE LOS DOCTRINARIOS.

“Pronto se darán cuenta…” dice Burke. Y lo replicamos diciendo que “pronto se darán cuenta de que la violencia, cuando es tolerada, es que se prefiere. Para alcanzar sus objetivos nos presentan a la violencia como un camino más corto que el de las virtudes morales. Al justificar la toma de colegios como algo que produce un beneficio público, pronto se convertirán en el fin, hasta que la maldad, la malicia, la venganza y el terror, más temible que la venganza misma, logren saciar sus insaciables apetitos. Tales habrán de ser las consecuencias de perder, en medio del esplendor de este triunfo de los derechos humanos, todo sentido natural de lo injusto y de lo justo.”

Los demócratas doctrinarios siempre consideran que las decisiones deben ajustarse al voto mayoritario, y creen que cualquier mayoría corriente debería tener derecho a imponer sus visiones. Sin embargo, las minorías ¿deben estar a merced de las mayorías?, ¿deben limitarse los poderes de una eventual mayoría a la vigencia de ciertos principios?.

Por eso, la “soberanía popular” o el “pueblo” son la base del discurso de los demócratas doctrinarios que consideran que el gobierno de la mayoría es ilimitado e ilimitable. Así, Hayek planteaba que “el ideal democrático, originariamente pensado para impedir cualquier abuso de poder, se convierte así en la justificación de un nuevo poder arbitrario. Sin embargo, la autoridad de la decisión democrática deriva de la circunstancia de haber sido adoptada por la mayoría de la colectividad que se mantiene compacta en virtud de ciertas creencias comunes a los más de sus miembros; siendo, por otra parte, indispensable que dicha mayoría se someta a los principios comunes incluso cuando su inmediato interés consista en violarlos. Es irrelevante que se acostumbrara a expresar estos puntos de vista aludiendo a la «ley de la naturaleza» o al «contrato social», conceptos que han perdido su fuerza. El punto esencial sigue en pie y consiste en la aceptación de esos principios comunes que hacen que un grupo de hombres se convierta en una colectividad. Tal aceptación es condición indispensable para la sociedad libre. Normalmente un grupo de hombres no se convierte en sociedad porque se dé leyes a sí mismo, sino por obedecer idénticas normas de conducta. Esto último significa que el poder de la mayoría viene limitado por esos principios comúnmente mantenidos y que no existe poder legítimo fuera de los mismos. Los hombres precisan llegar a un acuerdo sobre la manera de realizar las tareas necesarias, y es razonable que esto sea decidido por la mayoría; sin embargo, no resulta obvio que esta misma mayoría tenga también justo título para determinar el grado de su competencia. No hay razón para que haga cosas que nadie tiene poder de hacer. La falta de acuerdo suficiente sobre la necesidad de ciertos usos del poder coactivo significaría que nadie puede ejercerlo legítimamente. El reconocimiento de los derechos de las minorías significa que el poder de la mayoría, en última instancia, deriva y está limitado por los principios que las minorías aceptan también...”.

Insistimos en que “los principios que cualquier gobierno estatuye y con los que la mayoría concuerda no implican necesariamente que esta última tenga moralmente derecho a hacer lo que más le agrade. No existe justificación para que ninguna mayoría conceda a sus miembros privilegios mediante el establecimiento de reglas discriminatorias a su favor. La democracia no es, por su propia naturaleza, un sistema de gobierno ilimitado. No se halla menos obligada que cualquier otro a instaurar medidas protectoras de la libertad individual...”.

Por lo tanto, los demócratas doctrinarios en su carácter demagógico argumentan que, dado que el poder está en manos del pueblo, es ilegal limitarlo…”El pueblo lo quiere”. Con este criterio, la democracia se degenera y se pervierte, porque no puede ser que se dependa de una mayoría ocasional.

La democracia requiere de todos los ciudadanos y por eso algunos la consideran como un proceso de formación de opinión que permite que todos participen activamente. Una mayoría ocasional que pretenda imponer su voluntad a la fuerza cierra las puertas a las otras opciones que puedan estar surgiendo del proceso democrático; las ideas se confrontan y se realizan cuando tienen posibilidad de expresarse; ninguna persona debe estar imposibilitada de expresar su opinión en la forma adecuada.

Debemos estar atentos a los demócratas doctrinarios, socialistas, que usan la democracia como un instrumento para imponer sus visiones de mundo con las mismas armas de siempre. Un ciudadano informado debe estar prevenido para no ser utilizado por estas hordas de fanáticos de palabra y piedra fácil pero de escaso intelecto.

PANORAMA Liberal
Jueves 30 Agosto 2012

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