Ludwig Erhard, autor de Bienestar Para Todos, y responsable del milagro económico alemán. Acá presentamos el texto completo de nuestra ponencia. |
PRIMERA PARTE: ¿Cómo hacer que la prosperidad llegue a la mayor cantidad
posible de chilenos?
El 5 de mayo de 1977
fallece en la ciudad de Bonn, Alemania, el ilustre político y economista Ludwig
Erhard, autor directo del milagro económico alemán. Han pasado 35 años, y con toda
probabilidad esa fecha pasa desapercibida en gran parte de mundo y en nuestro
país puesto que este distinguido estudioso es un ilustre desconocido para la élite
y con mayor razón, para la gran masa.
El milagro económico alemán
hace referencia a la sorprendente y rápida recuperación de la economía de
Alemania Occidental después de la debacle causada por la Segunda Guerra
Mundial. Devastada por la guerra, ocupada militarmente, sus fábricas destruidas
y millones de refugiados, la tarea de reconstruir y estabilizar Alemania no era
tarea fácil para los gobiernos de la época.
Junto con el esfuerzo del
pueblo alemán y las políticas lideradas por Erhard como la estabilización de la
moneda, incentivos adecuados a la libre competencia, abolición de controles
estatales y orientación hacia un estado subsidiario, se logró revertir de
manera significativa la situación económica lo que permitió en pocos años que volvieran
a liderar la economía europea. A partir de ese momento, su ejemplo trataría de
ser imitado en muchos otros países durante las siguientes décadas.
Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos
En su libro “Bienestar para
todos”, Erhard planteaba que “debemos evitar que cobren de nuevo vida las
tradicionales ideas de la izquierda respecto a la distribución del ingreso y
que plantean que de la pobreza se sale aumentando los impuestos y
redistribuyendo el ingreso…Se debe realizar una constitución económica capaz de
llevar a la prosperidad a capas de nuestro pueblo cada vez más numerosas y
amplias…El poder general de adquisición debe estar vastamente repartido entre
todas las capas…”.
Y la única manera de
alcanzar la prosperidad es por medio de la competencia que puede hacer que el
progreso económico llegue a todas las personas en sus roles de consumidor y como
factor de producción. Por medio de la competencia, será posible elevar la
productividad y socializar los beneficios de la mayor producción, manteniendo
despierto el afán de rendimiento personal.
La mayor competencia en
todas las áreas provocará aumentos de la productividad, salarios crecientes e
incremento del consumo. Un ciclo virtuoso.
Por lo tanto, la clave para
este éxito es defender la libre competencia en todos los mercados. Algunos
empresarios argumentan que las tendencias evolutivas de la economía (por
ejemplo, la búsqueda de las economías de escala) los autorizan a buscar
alianzas entre empresas en la forma de carteles y monopolios, pero esto debe
impedirse a toda costa porque incrementa la concentración y se reduce la
competencia.
Mientras tanto, la izquierda
dogmática nos quiere hacer creer que dicho incremento transversal del ingreso se
puede lograr incrementando los impuestos a los empresarios y empresas con mayor
nivel de utilidad…¿Con que fin?. Para mantener el status quo del capitalismo
estatal, el neo-socialismo.
¿A qué viene todo esto?
Mientras Erhard condujo una
Alemania destruida de vuelta al podio económico en muy pocos años, nosotros en
Chile llevamos 212 años de independencia y aún no podemos dar el salto
definitivo hacia el desarrollo expresado en aumentos de prosperidad y poder de
compra de las grandes mayorías en nuestra sociedad. En palabras de un querido
amigo: “todavía, nosotros, no hemos pelado ni media papa”.
Aún mantenemos la tendencia
de que siempre pareciera que progresan algunos pocos chilenos, pero la gran
masa continúa sumida en empleos de baja calidad, con bajos salarios, que solo
les permite vivir en el corto plazo y por esa razón, no tener capacidad de
ahorro. Por lo anterior, resulta útil examinar nuestra experiencia mirando el
legado de Erhard.
Exceptuando a los demagogos
de cualquier color político, a nadie pareciera importarle la situación de la
gran masa y parece que a ella tampoco, pues continúan votando por los mismos políticos
ineptos de siempre que les ofrecen las mismas recetas trilladas. Ya no resulta
una novedad las promesas constantes por parte de políticos de todos los colores
con el fin de ofrecernos sus propios milagros económicos, pero lastimosamente,
solo en el papel mientras muy pocos se enriquecen.
Algunos de estos demagogos
estiman que el año 2030 seremos un país desarrollado; otros demagogos, el 2018,
y así suma y sigue. Mientras tanto, la economía real se dirige hacia su curso
natural: un débil crecimiento rogando que los ciclos económicos internacionales
nos sean benignos, respecto de los precios de nuestras materias primas.
Pecando de pesimismo,
podemos decir que difícilmente Chile alcanzará el estándar de desarrollado en
las próximas décadas, especialmente, por la carencia del capital humano en la
cantidad y calidad que se requiere, pero también por el nivel de concentración
de nuestra economía que limita la libre competencia.
No es una señal de
desarrollo tener multimillonarios como los Angelini, Luksic o los Paulmann, si
no al contrario, ¿por qué son tan pocos?, ¿por qué no tenemos una base amplia
de millonarios en múltiples áreas?. Todos debemos reconocer que es preferible
tener 10.000 millonarios a tener un multimillonario, pero ¿por qué no lo
logramos?.
Algunos de nuestros
exitosos millonarios han alcanzado su riqueza en base a ingenio, esfuerzo y
constancia, pero, especialmente, porque han participado activamente en la
minería, pesca y el comercio, aprovechando para sí los cambios de los ciclos de
las materias primas y los vaivenes políticos. Y en estas áreas han construido
posiciones financieras tan sólidas que les han permitido crecer a otros
mercados e industrias como la banca, el retail e ingresado a otros países.
Un síntoma de nuestro problema
es que tenemos muy pocos millonarios, y una de las hipótesis de ello es la
ausencia de competencia en muchos mercados, y la concentrada demanda interna…
SEGUNDA PARTE: ¿Por qué nuestra matriz social, económica y productiva
nos lleva al Modelo Económico de Bajo Costo?
En Chile tenemos muy pocos
millonarios. Y la hipótesis es la siguiente: no tenemos mercados con altos
niveles de competencia, es decir, tenemos mercados muy oligopólicos y
concentrados, lo que genera una concentración de la riqueza y por lo tanto, una
concentrada demanda interna.
Las características de nuestra economía
Las noticias parecen ser
auspiciosas para la economía chilena puesto que el precio de la celulosa, el
aumento del consumo y la reconstrucción debida al terremoto impulsarán los resultados
de las empresas en el primer trimestre de este año. En otras palabras, y según
las proyecciones de los expertos, las más importantes sociedades anónimas nacionales
registrarán sólidos resultados en el primer trimestre, aunque levemente más
acotados que los de 2010.
Estamos en presencia del
renacer de nuestra economía y que se expresa en un boom de la celulosa con
exportaciones que llegan a más de 15% respecto del año anterior; las compras
del retail ascendieron a 28% en enero-marzo frente a igual lapso de 2010, con
US$ 3.602 millones; el Cobre se mantiene en valores históricos y ya se habla de
superávit para este año en las arcas fiscales; el tráfico de pasajeros ha
crecido a un 35,5% en el primer trimestre y a nivel doméstico la cifra subió a 43,9%;
suben las ventas de bebidas y las ventas del sector crecieron un 4,7% respecto
del mismo período de 2010; se disparan las colocaciones de autos elevándose en
un 47,6% la venta de vehículos livianos el primer trimestre de 2011, respecto
de igual período del año anterior.
Lo anterior es positivo
pero no podemos engañarnos permanentemente. Nuestro comportamiento económico no
resiste un análisis serio puesto que estamos viendo un efecto crecimiento de la
demanda propio de sectores ya maduros, y muy poco innovadores (sin olvidar, que
nos estamos recuperando de un evento catastrófico). Exportamos commodities
(celulosa, salmones, cobre, frutas, etc.) sujetos al ciclo económico
internacional y con variables fuera de nuestro control, transándolos internacionalmente
al precio corriente en esos mercados. A su vez, importamos vehículos y
tecnología en permanente desarrollo y de alto costo. Finalmente, el sector
servicios de nuestra economía se mueve en función del crecimiento de la demanda
interna.
Nada nuevo bajo el sol, y
por eso siempre continuaremos expuestos al ciclo económico internacional y nos
congratularemos cuando una crisis solo nos deje arrodillados.
Nuestra matriz económica y productiva
Seguimos siendo
especialistas en la producción de commodities y productos de muy bajo valor
agregado y que tienen la desagradable característica de depender del ciclo de
los mercados. Chile no es líder en ningún sector económico, ni siquiera en
cobre. Y cuando ha querido serlo, lo ha intentado en sectores de bajo valor
agregado en los cuáles existe una alta competencia internacional que se
defiende fieramente ante cualquier intruso con algunas ventajas.
E internamente, las empresas
más importantes provienen del comercio y de las ventas masivas de productos.
Hablamos de la banca, del retail y sus proveedores. En otra oportunidad,
daremos una mirada al singular comportamiento de la banca que genera
importantes utilidades mientras todos están en crisis y casi arrodillados,
¿habrán encontrado la piedra filosofal?. Pero, claro, eso cuesta creerlo y la
respuesta es más que evidente. Pero, no nos adelantemos. Antes, conviene mirar
hacia atrás y observar el desarrollo económico de Chile en el pasado para
encontrar algunas razones básicas del porqué de nuestra actual matriz económica
y productiva.
Durante el siglo XVII,
Chile fue una simple gobernación del imperio español que tuvo que lidiar con el
sistema de monopolio comercial que limitaba el intercambio con otros países y
regiones. Así, Chile solo mantenía contactos
comerciales con los virreinatos del Perú, del Río de la Plata y por cierto, con
la metrópolis. La economía colonial chilena se basaba en la minería,
agricultura, ganadería y el comercio.
Minería. Los españoles
llegaron al territorio con la esperanza de enriquecerse a manos llenas. Y muy
pronto comprendieron que aquí no estaba El Dorado puesto que el oro era poco
abundante y los medios de extracción demasiado imperfectos para hacer rendir
las minas a lo que había que agregar, la falta de operarios competentes. Además,
los yacimientos de plata también tenían bajos rendimientos.
Así, el cobre fue el único
metal que, por su abundancia y fácil explotación, se aprovechó en escala más
considerable. Desde Aconcagua hasta Copiapó se le hallaba en casi todos los
cerros, y como en el Perú y en España se
empleaba en la fabricación de cañones, campanas y otros artefactos, su
extracción para exportarlo a esos países constituyó un buen negocio.
Agricultura y Ganadería. Se
creía que la minería era la clave para enriquecerse, pero la pobreza del
territorio llevó a que la mayoría de los habitantes se dedicaran a la
agricultura y la ganadería tanto para obtener alimentos para la población como
exportar los excedentes a Europa y otras zonas.
Los españoles explotaban
grandes extensiones de ricas tierras, las haciendas, que muchas veces eran donaciones
del monarca. Al comienzo de la Colonia los grandes propietarios hacían trabajar
sus tierras a grupos de indígenas recibidos en encomienda, a quienes
supuestamente debían proteger y educar cristianamente, a cambio de tributos y
trabajo gratuito.
Cuando a mediados del siglo
XVI se suprimió la encomienda y se prohibió la esclavitud de los indios, los
propietarios obtenían trabajadores por salarios muy bajos surgiendo el
inquilinaje.
Se cultivaban con especial
esmero la vid, el trigo, el maíz, la papa, el cáñamo, árboles frutales, arveja,
lenteja, garbanzo, hortalizas. Y los territorios fértiles estaban desde La
Serena, Aconcagua, los valles centrales, el sur.
La actividad ganadera se
centró en las Estancias, donde los animales pastaban en completa libertad. Una
vez al año eran conducidos a corrales, faena conocida como rodeo, a fin de
marcarlos y determinar cuáles serían sacrificados. De ellos se aprovechaban los
cueros, sebo y grasa. La carne que no era convertida en charqui se quemaba. De
las ovejas aprovechaban la lana y el cuero; de las cabras, el cordobán. Todos
aquellos derivados no perecibles de la ganadería eran comerciados localmente y
exportados hacia el Perú.
Comercio. Las actividades
comerciales importantes, en especial las que se realizaban con el exterior,
estaban controladas por comerciantes españoles y eran vigiladas por los
funcionarios de la monarquía para el respectivo cobro de los impuestos
coloniales. Además, los negocios con el exterior tenían que hacerse con la
intervención de España reservándose el imperio español la prerrogativa de
vender ciertos artículos de su conveniencia.
Chile exportaba al virreinato
del Perú, trigo, cobre, frutas secas, vinos, grasas, charqui, harina y sebo e
importaba, armas, objetos de vestido, arroz y azúcar principalmente a muy alto
precio. Por ejemplo, algunos plantean que esos eran los tiempos en que un
vestido de seda o una capa española se trasmitían de generación en generación,
de padres hasta biznietos, como una casa o hacienda.
Este desarrollo mercantil
era propiciado por una mejora en los medios de transporte como las carretas
tiradas por bueyes, y la construcción de nuevos caminos. Pese a las trabas y
restricciones, el comercio permitió el surgimiento de pequeñas industrias
coloniales como las herrerías y las hilanderías. Por ejemplo, las alfombras y
mantas de Chillán y Concepción; los fabricantes de muebles; la alfarería de
greda tomó gran importancia; la curtiduría, la molinería, etc..
Nuestra estructura social
Es decir, muestra matriz
económica productiva de la época de la colonia es exactamente la misma de esta
primera década del siglo XXI. Han pasado más de 400 años y en este ámbito, nada
es nuevo bajo el sol. Y esta matriz se sustenta en una cierta estructura social
que, permanece incólume, desde los tiempos de la colonia.
Estructura social colonial.
· Clase Alta: Españoles. Eran
el grupo minoritario de la sociedad colonial, pero dominante de la
aristocracia. Ocupaban los más importantes cargos públicos y del ejército.
· Clase Media-Alta: Criollos
aristócratas. Eran los descendientes de los españoles, y también formaban parte
de la aristocracia, y su origen era castellano y vasco. Eran los dueños de las
tierras y dominaban la mayoría de las actividades productivas. Algunos
integrantes de este grupo con fuerte poder socio-económico, pero no político,
lograban ocupar cargos públicos, pero de mediana o poca importancia.
· Clase Media: Criollos
pobres. Debajo de la aristocracia se encontraba una clase social de origen
español, de origen andaluz y extremeño.
· Clase Baja: Pueblo llano. Son
el grueso de la población colonial y corresponden a mestizos que trabajaban
como artesanos, militares de bajo rango, pequeños comerciantes y mano de obra a
través del inquilinaje; eran libres pero no participaban en actividades
políticas ni administrativas. Además, en este grupo se encontraban los indígenas,
indios o naturales que eran considerados menores de edad, por lo que existía
una legislación que los protegía.
· Clase Pobre: Esclavos
negros. Es el último grupo en la escala social, y que se encargaban de los
trabajos domésticos.
Y demos ahora una rápida
mira a nuestra estructura social actual, por lo demás muy característica.
Estructura social actual:
· Grupo AB, Clase Alta: Corresponden
a 35 mil familias, menos del 1% de la población, entre un 10 y 15% del grupo
ABC1. Con ingreso familiar mensual sobre los 8 millones (apróx. US$ 20.000). Pueden darse todos los lujos y gozan de todas las comodidades de la vida
moderna. Son empresarios, industriales, agricultores, directores de empresas, y
por lo general tienen múltiples rentas. Muchos de ellos son profesionales con
varios años en el ejercicio de la profesión como ejecutivos, comerciantes,
funcionarios de organismos internacionales, diplomáticos, políticos, etc.
· Clase C1, Clase Media Alta:
Corresponden al 6% de la población chilena (260 mil familias) y 10% en Santiago
(150 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 3 millones
(US$ 7.000). Cubren todas sus necesidades sin problemas y gozan de casi todos
los adelantos de la vida moderna. Son profesionales universitarios, ejecutivos,
industriales medios, empresarios, comerciantes, agricultores, empleados de alto
nivel, médicos, abogados, ingenieros civiles y comerciales. Muchos han
realizado cursos de postgrado, ya sea en Chile o en el extranjero.
· Clase C2, Clase Media: Son
el nivel medio de la población correspondiente a un 15% de la población chilena
(630 mil familias), 20% en Santiago (300 mil familias). Tienen un ingreso
familiar mensual promedio de 1 millón (US$ 2.500). Pueden cubrir sus
necesidades de alimentación, vestuario, vivienda y educación. Generalmente su
capacidad de ahorro es escasa. Son profesionales jóvenes, contadores,
ejecutivos de nivel medio, técnicos, pequeños industriales, comerciantes de
nivel medio, vendedores.
· Clase C3, Clase Media Baja:
Son el nivel medio bajo de la población correspondiente a un 21% de la población
chilena (900 mil familias), 25% en Santiago (370 mil familias). Tienen un ingreso
familiar mensual promedio de 600 mil (US$ 1.400). Cubren sus necesidades de
alimentación y vestuario. La vivienda es buscada con esfuerzo, y la educación es
generalmente en establecimientos subvencionados por el Estado. Son empleados
públicos y privados sin rango o categoría, profesores, obreros especializados,
artesanos, comerciantes menores, vendedores, choferes, técnicos. Educación
secundaria completa y muy pocos con nivel de estudios superior.
· Clase D, Clase Baja:
Corresponden al 37% de la población chilena (1.5 millones de familias), 35% en
Santiago (520 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 300
mil (US$ 750). Hogares que dependen del aporte de sólo un miembro de la familia
y recurren a todos los apoyos estatales en vivienda, salud y educación. Si bien
de ingresos bajos, su gran número los pone en el foco como consumidores. Son
obreros en general, feriantes, trabajadoras manuales, algunos empleados de bajo
nivel, juniors, mensajeros, aseadores. En caso de ser el jefe de hogar la mujer
puede ser empleada doméstica, lavandera, costurera, etc.
· Clase E, Pobres:
Corresponden al 20% de la población chilena (850 mil familias), 10% en Santiago
(150 mil familias). Tienen un ingreso familiar mensual promedio de 90 mil (US$
200). Generalmente son ingresos ocasionales o subsidios directos del Estado. No
alcanzan a cubrir sus necesidades básicas y dependen de la ayuda de terceros o
del Estado. Por su bajo poder adquisitivo, excepcionalmente se consideran en
estudios de mercado. Tienen trabajos ocasionales, «pololos» y son cuidadores de
autos, cargadores, cartoneros.
¿Qué podemos concluir luego
de examinar ambas estructuras?. En primer lugar, la estructura social ha
permanecido intacta desde hace más de 400 años. La clase dominante de ayer, los
españoles, ha sido suplantada por otra clase dominante de enorme peso político
y económico, los ABC1.
En segundo lugar, podemos
apreciar que el grupo socioeconómico ABC1, correspondiente a un 7% de la
población, posee los recursos para demandar los productos y servicios presentes
en la vida moderna, debido a sus altos ingresos producto de que son los dueños
de los medios de producción o son importantes ejecutivos.
En tercer lugar, el 93%
restante de la población chilena debe batallar para acceder a las distintas
ofertas principalmente por medio del endeudamiento.
Es decir, mantenemos una
estructura social que reproduce fielmente la propiedad de los medios de
producción. Y este proceso se ha generado endógenamente, como luego veremos,
ayudado por las políticas gubernamentales que en vez de apoyar a los estratos
de menor nivel, aumentando las oportunidades, apoya la concentración del poder
económico en muy pocas manos mediante leyes que logran lo contrario de lo que
dice.
Es el capitalismo de
estado. Es este contexto, el que permite que las letanías izquierdistas sean
escuchadas por la masa que escucha a los demagogos y resiente a aquellos que le
dicen la verdad.
El Modelo de Bajo Costo
Al final, el modelo que nos
domina es un modelo de bajo costo. Un 7% de chilenos puede acceder a los bienes
y servicios de alta calidad y alto precio, mientras que el 93% restante solo
puede acceder a bienes y servicios de bajo precio debido a sus bajos ingresos.
Y así se genera un proceso endógeno perverso: si la mayoría de las personas en
una sociedad tienen bajos ingresos demandarán productos de bajo precio; las
empresas contratarán los factores de producción de más bajo costo, lo que
incluye el RRHH, pagando bajos salarios.
Los expertos plantean que
lo peor que puede hacer una empresa es practicar la estrategia de liderazgo en
costos, y para un país el consejo es el mismo, ¿podremos desarrollarnos basados
en un modelo de bajo costo?.
TERCERA PARTE: ¿En qué consiste nuestro Modelo Económico de Bajo Costo?
En los puntos anteriores
hemos esbozado nuestra tesis: dada la concentración de la demanda interna, los
proveedores están obligados a atender a la demanda masiva de bajos ingresos,
con productos y servicios masivos y de bajo costo.
Es decir, nuestras empresas
se han vuelto expertas en la estrategia de bajos costos (la peor de las
estrategias), lo que les obliga a mantener bajos salarios para rentabilizar sus
operaciones.
Nuestro modelo económico: el de bajo costo
El mundo está girando a una
velocidad tal que aquellos que estamos situados en la periferia ya no podemos
seguir. Mientras gran parte de la gente subsiste consumiendo los bienes y
servicios más básicos e indispensables a los precios más bajos, un pequeño
grupo vive al ritmo de las tendencias actuales, están encaramados a las crestas
de las olas basadas en tecnología, y no se hacen problemas en cancelar lo que
sea.
Pero incluso ellos, la
élite económica es solo usuaria de la tecnología avanzada que importamos dado
que nuestra única ventaja competitiva es trabajar la tierra: para extraer minerales
y sus frutos. ¿Podremos ser desarrollados haciendo lo mismo que hacen muchos
países en el mundo?. Además, tenemos una traba importante: una baja demanda
global interna y mercados con derechos de propiedad muy concentrados.
Tenemos una economía basada
en dos tipos de demanda: concentrada y masiva. La demanda concentrada proviene
del segmento ABC1, un 7% de la población, de alto ingreso que demanda bienes y
servicios de alto valor y calidad, y es satisfecha con una oferta amplia y
variada. Por cierto, este segmento ABC1 es altamente conservador en todos los
ámbitos lo cual es sumamente razonable, ¿por qué motivos querrían cambiar si
están muy bien?.
En cambio, la demanda
masiva proviene del restante 93% de la población que tiene bajos ingresos y por
lo tanto dispone de bajo poder de compra por lo que siempre está en la búsqueda
de bajos precios. Así, se han desarrollado muchos mercados masivos basados en
el liderazgo en costos. Por lo tanto, no es ninguna muestra de talento descubrir
que el eslogan “todos los precios bajos, siempre” sea atractivo para la gente.
Por lo tanto, para
satisfacer esa demanda masiva de bajos ingresos, las empresas toman decisiones
estratégicas basadas en las economías de escala y de ámbito. Las primeras se
dan cuando los costos medios bajan al aumentar el volumen de operaciones (por
ejemplo, los costos de compra de productos bajan más al duplicarse el volumen
de operaciones), y las segundas, cuando los costos se reducen al aumentar el
número de productos por cliente (por ejemplo, el mismo proceso de
abastecimiento de un local sirve para comprar verduras como para comprar
vajilla).
Como resultado de lo
anterior, la relación costos/ingresos, un indicador de eficiencia que mide
cuántos pesos de costos son necesarios para generar un peso de ingresos, es mayor
en las empresas pequeñas que en las más grandes. En definitiva, en los mercados
masivos, el tamaño importa mucho.
Y lo irónico es que los
gobiernos socialistas han creados innumerables trabas y cortapisas en muchos
mercados que impiden la libre competencia, estimulando la concentración del
poder económico y promoviendo el surgimiento de grandes empresas y
conglomerados que luego, con las utilidades excedentes, terminan comprando
otras empresas más pequeñas y exitosas, lo que continúa presionando endógenamente
hacia la concentración económica.
El resultado final de todo
este proceso, es el surgimiento de mercados oligopólicos lo que significa que hay
pocas empresas que compitan por la mano de obra. Reducida oferta de trabajo y
mucha demanda: el resultado es bajos salarios.
Y si, además, pensamos que
el ingreso de la mujer al mundo laboral incrementó en un 100% la fuerza
laboral, es fácil prever que los salarios serán bajos. Entonces, si las empresas
usan la estrategia de liderazgos en costos deben terminar pagando bajos
salarios.
El flujo circular de la renta y el gasto.
Veamos el problema desde el
punto de vista del flujo circular de la renta y el gasto. Las empresas
oligopólicas comentan en público que ellas ofrecen bienes y servicios a precios
muy convenientes (es decir, precios bajos) para los consumidores, pero esto es
solo una cara de la moneda. La otra cara de la moneda es que al cobrar precios
bajos, deben asegurarse de poseer bajos costos de operación y bajos salarios.
Una persona desempeña dos
papeles en los mercados: como consumidor y como factor de producción. Si los
precios en los mercados son bajos, las rentas serán bajas. Por lo tanto, que
nos vendan productos a bajos precios es una señal de que tenemos bajos
salarios. Nos gastamos los ingresos o nos endeudamos, y con el endeudamiento
hacemos crecer aún más a las empresas que han incorporado el negocio financiero
a sus congomerados.
Al final, los grandes
conglomerados crecen como la espuma gracias a su poder dominante en los
mercados, y a que las personas les financian su crecimiento con sus decisiones
de compra. Por ejemplo, los verdaderos financistas del edificio Costanera
Center de Paulmann no son los banqueros que prestaron los millones de dólares,
sino los miles de clientes de Cencosud que compran bienes y servicios en las
distintas unidades de negocios del conglomerado.
Resumiendo:
Podemos decir que en un gran
número de mercados todo se transa a precios bajos y la única razón es la débil demanda
causada por la excesiva concentración del ingreso. Es decir, tenemos un modelo
económico de bajo costo: una enorme masa (93% de la población) trabaja por
bajos salarios presentes y se endeuda gastando ingreso futuro, lo que les
permite sostener un cierto nivel de vida. Por otro lado, una pequeña proporción
de chilenos, el 7%, tiene altos ingresos y son ellos los que reciben los
beneficios del modelo económico: sus empresas tienen altas utilidades por el
volumen de ventas y pueden satisfacer sus necesidades dada las ofertas de
bienes y servicios que están dirigidos a ellos. Por eso, se tiene una baja
demanda global muy disputada por todo tipo de empresas lo que reduce los costos
y los salarios.
Por lo tanto, nuestro
modelo de bajo costo explica la mala distribución del ingreso que tenemos: las
empresas venden a bajos precios, pagan bajos salarios a una gran mayoría; los
únicos que ganan son los propietarios de las empresas concentradas.
CUARTA PARTE: ¿Cómo se relaciona nuestro Modelo Económico de Bajo Costo
con la distribución del ingreso?
En un gran número de mercados
los bienes y servicios se transan a precios muy bajos y la única razón para
ello, es la débil demanda causada por la excesiva concentración del ingreso. En
otras palabras, las empresas que sirven los mercados masivos usan la estrategia
de liderazgo en costos y por lo tanto, tienen un modelo económico de bajo costo.
Como consecuencia de lo
anterior, un enorme porcentaje de la fuerza laboral trabaja por bajos salarios
presentes, y para mantener un cierto nivel de vida debe endeudarse gastando ingreso
futuro. Mientras tanto, una pequeña proporción de chilenos, el 7%, tienen altos
ingresos, lo que les permite consumir lo que deseen.
En resumen, la economía
chilena tiene una baja demanda global de bienes y servicios de calidad, lo que
lleva a reducir precios, y por ende, pagar bajos salarios. Por lo tanto,
nuestro modelo de bajo costo explica la mala distribución del ingreso que
tenemos: se vende a bajos precios, se pagan bajos salarios a una gran mayoría,
se demanda bienes y servicios de bajos precios. Por cierto, los únicos que
ganan son los propietarios de las empresas concentradas porque esos bajos
precios les mejoran los ingresos por medio del aumento del volumen.
El problema de la distribución del ingreso
Por ejemplo, hay empresas
del ámbito financiero cuyos gerentes generales tienen un ingreso mensual (con
todas las regalías) de $50.000.000 mensuales, mientras que los cajeros perciben
$500.000 al mes. Es decir, no es extraño encontrar en el ámbito privado y
sectores especializados de baja competencia, como es la banca, diferenciales de
rentas de 1 a 100.
¿Y qué pasa en el sector
público?. Desde que entró en vigor la Ley de Transparencia que obliga a hacer públicos
los salarios de los funcionarios de gobierno, podemos observar que el sueldo
bruto del presidente es de $7.326.180 al
mes. El sueldo base del cargo es $509.263 mensuales, pero se ve incrementado
por varias asignaciones, la más alta de ellas corresponde a la Asignación
Dirección Superior Ley N°19.863 por 4 millones 395 mil 708 pesos.
Y si vemos al cargo de Auxiliar,
el que menos gana, observamos que el sueldo base es $123.268 y su remuneración
bruta es de $412.142. Es decir, algunos funcionarios de la administración
pública tienen un sueldo base menor al salario mínimo de $172.000.
Por ejemplo, comparando con
otros presidentes observamos que el sueldo de Barak Obama es de $20.808.594 al
mes, por lo que, gana casi tres veces más que nuestro presidente, pese a que el
PIB de Chile al 2008 es de US$207.032 millones, y el de USA es de US$14.330.000
millones, es decir, casi 70 veces superior al nuestro. Así, si guardamos los
parámetros de las responsabilidades que conlleva el cargo, podemos decir que
nuestro presidente al menos no gana tan poco, en comparación con nuestro vecino
del norte.
En EEUU no se puede pagar a
una persona menos de US$7,5 la hora, así que si calculamos aproximadamente, 40
horas mensuales, y 22 días trabajados, tenemos que un trabajador de ese país ganaría
aproximadamente $720.000 al mes, contra nuestro sueldo mínimo que es de $172.000.
O sea, la diferencia es de 4,2 veces más menos.
Si tomamos el sueldo mínimo
2011 de un trabajador chileno y lo dividimos por el sueldo de nuestra presidente,
o sea, $7.326.180 / 172.000 nos da 42,6 veces. Es decir, la diferencia entre el
que gana menos en Chile con su presidente es de 42 veces, mientras que en EEUU
da aproximadamente 29 veces.
Lo anterior es una
demostración clara de las cifras de distribución de la renta en Chile. De
acuerdo a cifras del año 2010, el ministro de planificación, Felipe Kast, dio a
conocer que “el 10% de los hogares de mayores recursos obtuvo ingresos 46,2
veces los percibidos por el decil más pobre; en 2006, esa brecha alcanzó a 31,3
veces. Con todo, considerando los subsidios estatales la distancia se reduce a
25,9 veces…asimismo, el decil más vulnerable disminuyó en el período de estudio
sus entradas autónomas -las que no incluyen las ayudas del Estado- en 26,3
puntos; a la inversa, el decil superior subió en 9,1%. Estos antecedentes
significan que del total de ingresos que se generan en el país, el 10% de mejor
situación capta el 40,2% y el 10% más carenciado captura apenas el 0,9%...”.
Estos resultados globales
no debieran extrañar: la ausencia de mercados competitivos y la concentración
económica, conduce a las empresas hacia la estratega de liderazgos en costos,
lo que se traduce en bajos salarios. Y una muy mala distribución del ingreso a
nivel agregado.
La pregunta que debemos
contestar es: ¿Cómo llevar la prosperidad a todos aquellos que se esfuerzan
honestamente?. Y la respuesta es: evitando que surja la creencia que la
distribución del ingreso se soluciona aumentando los impuestos y el gasto
social, mensaje erróneo que los socialistas vocean en todas sus instancias.
La única manera de elevar
la prosperidad es profundizando la competencia en todos los mercados y evitando
el surgimiento de conglomerados que nos cobran bajos precios, pero a costa de
pagar bajos salarios.
QUINTA PARTE: ¿Cómo llevar la Prosperidad a más y más chilenos?
Ludwig Erhard recargado: bienestar para todos
El concepto de Luwig Erhard,
sobre la economía social de mercado se basaba en tres fundamentos principales:
1. La mayor libertad
posible para competir en todos los mercados.
2. Regulación estatal para
mantener la competencia, evitando que el capital monopolista u oligopolista absorba
sin miramientos a las empresas medianas y pequeñas o convenga en una fijación
de precios.
3. Eficiencia económica
como base material para una sana política social estatal.
En la década del ’50 del
siglo pasado, Alemania se convirtió en el ícono de un modelo de recuperación económica.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, las ciudades, fábricas y trenes de Alemania
estaban en las ruinas. La escasez aguda de alimentos, combustible, agua y
vivienda constituyeron retos a la mera supervivencia.
No constituye sorpresa que,
en aquellos terribles años, los socialistas (de ambos lados del espectro
político) que eran los que hacían las políticas de ocupación, perpetuaron la
escasez al mantener los controles de precios que el régimen nazi había impuesto
antes y durante la guerra, perpetuando los nefastos mercados negros.
Afortunadamente para los
alemanes comunes y corrientes, Ludwig Erhard pensaba distinto: apoyó una
reforma monetaria para reemplazar al viejo y débil Reichsmark con el nuevo
marco alemán y, sin la aprobación de los
aliados, eliminó los controles de precios. La escasez se terminó, los mercados
negros desaparecieron y la recuperación de Alemania empezó. La compra y venta
con marcos alemanes reemplazó al trueque. Las fábricas comenzaron a trabajar,
el movimiento económico volvió a las ciudades y pueblos, y comenzó una de las
recuperaciones más recordadas de la historia.
El crecimiento continuó en
virtud de las políticas de libre mercado del nuevo gobierno de Alemania
Occidental. Erhard fue nombrado Ministro de Asuntos Económicos durante el
gobierno del Canciller Konrad Adenauer entre 1949 y 1963. La economía de
Alemania Occidental no solo superó con creces a la de Alemania Oriental, sino
que llegó a superar la de Francia y el Reino Unido a pesar de recibir muchos
menos fondos de ayuda externa del Plan Marshall. Esta era la era del Wirtschaftswunder o
“milagro económico”….
Y la clave del pensamiento
de Ludwig Erhard era que “consideraba
desacertado permitir que cobrasen nueva vida las tradicionales ideas de la antigua
distribución de la renta”. Se refería a la idea socialista de aumentar los
impuestos para financiar políticas redistributivas del ingreso.
El punto de partida de Erhard era “el deseo de superar
definitivamente la vieja estructura social de tipo conservador, mediante un
poder general de adquisición vastamente repartido entre todas las capas
sociales”. Y finalizaba indicando que “el medio más prometedor para conseguir y
garantizar toda prosperidad es la competencia. Solo ella puede hacer que el
progreso económico beneficie a todos, en especial en su función de
consumidores, y que desaparezcan todas las ventajas que no resulten
directamente de un productividad elevada”.
¿Cuáles son las tradicionales ideas de la distribución de la renta del
socialismo?
Los feligreses de la
iglesia socialista creen que la prosperidad se deriva de una permanente presión
sobre la manera de distribuir los ingresos que genera la sociedad. Así,
plantean que de la pobreza se sale aumentando los impuestos a los más ricos, y
entregándoselos a los más pobres. En virtud de tan sencillo procedimiento, la
distribución del ingreso se producirá como por encanto.
Revisemos el mecanismo
usado por la iglesia socialista para promover la redistribución del ingreso
mediante un alza sostenida de impuestos. En primer lugar, ya sabemos que solo un
7% de los chilenos tiene recursos como para disfrutar cómodamente de la vida, y
el restante 93% debe batallar con distintos niveles de intensidad para alcanzar
un cierto estándar de vida. Por lo tanto, las letanías socialistas se basan en alimentar
el odio y el resentimiento de ese 93% en contra del 7% más rico…”ellos, los
ricos, gozan de bienestar y disfrutan la vida, mientras nosotros, el pueblo…los
pobres, pasamos hambre en la calle…es injusto”.
En segundo lugar, culpan a los
mercados libres y el afán de lucro de los generadores de riqueza. Por eso, la socialista
Bachelet se atreve a decir en la ONU que los culpables de la crisis subprime
son “la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos”…¿de quiénes?. De los que
ella, en su adoctrinamiento, denomina capitalistas.
En tercer lugar, exigen aumentar
el tamaño del Estado con el objetivo de que tenga un rol más activo en el
control e intervención del quehacer humano. Por eso, la socialista Bachelet, en
el mismo discurso dice que "el mundo ha llegado a tener los recursos
económicos, técnicos y científicos que hacen posible por primera vez en su
historia asegurar el bienestar de toda la humanidad, y no podemos desperdiciar
estas capacidades”. Y concluye que, de esta manera, “un mundo mejor es posible,
pero para eso se necesita voluntad de progreso…”.
¿Qué nos está diciendo la
socialista Bachelet?. Que los socialistas quieren más Estado puesto que es el
único, dicen ellos, que puede hacer “buen uso” de los recursos económicos,
técnicos y científicos que podrían hacer posible asegurar el bienestar de toda
la humanidad…¿De veras creen los socialistas que se puede asegurar el bienestar
de la humanidad?, ¿de verdad creen los socialistas que el Estado puede
aprovechar los recursos eficientemente?, ¿de verdad creen los socialistas en la
necesidad de una voluntad de progreso dirigida centralmente?.
El Estado socialista es una
entelequia; es una fuerza que tiende a su propia realización y no a satisfacer
el objetivo final perseguido. Es decir, el Estado socialista contiene en sí
mismo su propio universo y tiende hacia su propia autorrealización. Y, en
general, se aísla del entorno y se hace autosuficiente.
Por eso, la clave de los
socialistas es formar parte del universo del Estado puesto que de esta manera pueden
diseñar e implementar políticas dirigistas basadas en la más pura y rancia
ingeniería social. La pretensión de querer dirigir el progreso humano ha
derivado en regímenes bárbaros de triste memoria.
Y, en cuarto lugar, una vez
instalados en el poder, ellos o las ideas necias que sustentan por medio de la
revuelta y el desorden, logran traspasar transversalmente la sociedad e
instalarse como “la solución para todos los males”.
En realidad, terminan
siendo el principio del fin para las sociedades libres.
La verdadera solución: más competencia en mercados libres
Damos por descontado que
todos desean que la prosperidad llegue a todos los estratos socioeconómicos de
la sociedad. Ya está claro que tenemos dos tipos de demanda, concentrada y
masiva. La primera de ellas se puede permitir cualquier consumo, y la segunda,
más numerosa, tiene un débil poder adquisitivo. Insistimos en esta diferencia que
ha sido el caldo de cultivo de la izquierda para incentivar el resentimiento
entre pobres y ricos.
La única manera de alcanzar
la prosperidad es por medio de la competencia que puede hacer que el progreso
económico llegue a todas las personas en sus roles de consumidor y factor de
producción. Por medio de la competencia, será posible elevar la productividad y
socializar los beneficios de la mayor producción, manteniendo despierto el afán
de rendimiento personal.
La mayor competencia en
todas las áreas provocará aumentos de la productividad, salarios crecientes e
incremento del consumo. Un ciclo virtuoso.
Por lo tanto, la clave para
este éxito es defender la libre competencia en todos los mercados. Algunos
empresarios argumentan que las tendencias evolutivas de la economía (por
ejemplo, la búsqueda de las economías de escala) los autorizan a buscar
alianzas entre empresas en la forma de carteles y monopolios, pero esto debe
impedirse a toda costa porque incrementa la concentración económica y se reduce
la competencia.
Por lo tanto, a la necia
idea socialista de aumentar los impuestos con el objetivo de mejorar la
distribución del ingreso, oponemos la idea de aumentar los niveles de
competencia en todos los mercados de manera de socializar los beneficios del
avance económico.
La prosperidad llegará
cuando logremos maximizar los niveles de competencia en los mercados libres;
controlemos la excesiva concentración económica y permitamos que las
oportunidades sean aprovechadas por los más capaces y esforzados. En vez de una
persona que tenga ingresos mensuales de $1.000 millones, tendremos 1.000 personas
que tendrán ingresos de $1.000.000, y de este modo lograremos ampliar la base de
demanda de bienes y servicios por medio de la creación de riqueza.
Este ciclo virtuoso de la
riqueza no lo comprende un feligrés de la iglesia socialista, adoctrinado en el
resentimiento y el odio hacia aquellos que son capaces de avanzar más rápido
que otros. La izquierda dogmática cree que es injusto que algunos avancen más
rápido que otros, y por eso privilegia el incremento de impuestos a los
empresarios y empresas con mayor nivel de utilidades, y lo único que logra es
aumentar los costos, reducir salarios y elevar el desempleo por la menor
actividad económica
Una conclusión final.
De la pobreza no se sale
con aumentos de impuestos redistribuidos graciosamente a los más necesitados.
Ni se sale con políticas sociales de tipo asistencialista y paternalista….De la
pobreza se sale con trabajo duro para aprovechar las oportunidades que debemos
asegurarnos que están presentes.
Si existen oportunidades,
los más capaces las aprovecharán y los otros les imitarán en dicho proceso. La
creación de riqueza requiere que algunos vayan más adelantados que otros
mostrando el camino que se debe seguir.
Generamos, entonces, un
modelo económico basado en la innovación y el emprendimiento, en el cual muchos
ganen. La prosperidad no es gratuita sino el resultado de un duro esfuerzo, y llegará
cuando ampliemos las bases de la competencia, ampliemos las bases de la
demanda, y generemos el efecto multiplicador del crecimiento, no en base a la
concentración sino en base a la competencia.
La regulación y los
impuestos excesivos solo provocan la concentración económica y la mala
distribución del ingreso que hoy sufrimos.
Si queremos un milagro
económico de la envergadura del logrado por Ludwig Erhard en una Alemania
destruida, debemos liberar las capacidades de creación de riqueza de la
sociedad, y eso solo lo podemos hacer en un ambiente de libre competencia.
PANORAMA Liberal
Miércoles 6 Junio 2012
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