William Ernest Henley, una vida bien vivida como invictus |
En este sitio siempre privilegiaremos al individuo por
sobre el grupo porque, al final, son los individuos los que marcan las
diferencias y transforman las sociedades y los países para hacerlos más humanos
y gratos de vivir. Los otros, los que consideran que las apetencias grupales
deben estar por encima de las preferencias individuales, en algún momento,
terminan aplastando la iniciativa individual. Y, una vez aplastado el
individuo, solo queda la gris mirada de un grupo vacío.
En esta oportunidad, presentamos un poema denominado “Invictus”,
y que fue escrito por el poeta inglés William Ernest Henley, nacido en 1849. La
infancia de nuestro poeta fue compleja pues sufría de tuberculosis lo que debilitó
sus huesos de modo tal que, a los 12 años, debió soportar la amputación de su
pierna izquierda por debajo de la rodilla. Solo recordar que en aquellos años,
las operaciones se realizaban en carne viva.
Sin embargo, este tormento en un hombre tan joven, le
hizo mirar la vida con mejor humor y energía. Por eso, los que le conocieron lo
recordaban como un hombre alegre, brillante, inteligente, barba rojiza y una gran
risa contagiosa. Cómo siempre estaba acompañado de su fiel muleta, el mito
sostiene que uno de sus amigos literarios, Robert Louis Stevenson, se inspiró
en Henley para su personaje Long John Silver, el marino con pata de palo de su
célebre “La isla del tesoro”.
Por su naturaleza enfermiza, la mayor parte de su vida
transcurrió en centros de salud y hospitales, mientras intentaba ganarse la
vida como periodista. Falleció a los 53 años y fue enterrado en el mismo
cementerio que su hija que, se dice, fue la niña que inspiró a J. M. Barrie para
el personaje Wendy.
El citado poema “Invictus” fue escrito por W.E.Henley
en 1875 y publicado trece años después, en un libro de versos, sin título,
agrupado con otros poemas. El título en latín “Invictus” fue agregado en una
recopilación de poemas de Oxford por Arthur Quiller-Couch recién en 1900.
Henley escribió el poema en una cama de hospital, en esos oscuros tiempos en
los que se debatía contra la amenaza de una nueva amputación para salvar su
vida.
Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma
Saludamos a los amos de su propio destino y capitanes
de sus almas, y les pedimos que mantengan el camino, sigan esforzándose para hacer
de nuestras sociedades un mejor lugar en el cual vivir.
PANORAMA
Liberal
Jueves 7
Junio 2012
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