¿Seremos capaces de producir estudiantes críticos y no sometidos a una ideología dominante? |
DE VUELTA AL COLEGIO EQUIVOCADO.
Hace
ciento cincuenta años los adultos estaban indignados con el trabajo de los
menores de edad. Niños a los que se les pagaba poco estaban quitando el puesto
a los adultos más aplicados.
Cierto,
había una parte escandalosa en el hecho de que niños de siete años estuvieran perdiendo
dedos o siendo maltratados en el trabajo, pero las razones económicas eran de
primordial importancia. Los dueños de las fábricas insistían en que perder a
los empleados infantiles sería catastrófico para sus industrias y luchaban para
mantener a los niños en el trabajo—decían que no podían permitirse emplear a
adultos. La educación obligatoria en todo el país no nació hasta el 1918.
Parte
de la lógica que se usó para vender esta gran transformación a los industriales
fue la idea de que un niño educado se convertiría en un trabajador más
productivo y acatado. Nuestro sistema actual en el que se enseña a los niños a
sentarse derechos y en filas o a obedecer las instrucciones no es una
coincidencia—era una inversión para nuestra economía futura. El plan: cambiar
los salarios bajos pero a corto plazo de los niños por una productividad a más
largo plazo haciendo que los niños empezaran desde pequeños a entender la
ventaja de hacer lo que se les dice.
La
educación a gran escala no se desarrolló con la idea de motivar a los niños o
de crear intelectuales. Se inventó para producir adultos en masa que trabajaban
bien en el sistema. La cantidad era más importante que la calidad, como lo era
para los industriales. Funcionó, por supuesto. A esto siguieron varias
generaciones de trabajadores productivos y ocupados. ¿Pero ahora?.
El
economista y ganador de un premio Nobel Michael Spence lo pone muy claro: hay trabajos
con valor comercial (hacer cosas que se podrían hacer en otro sitio como diseñar
una silla o responder al teléfono) y trabajos sin valor comercial (como cortar el
césped o cocinar una hamburguesa). ¿Hay alguna duda en que el primer grupo es
el que vale la pena mantener en nuestra economía?. Lamentablemente Spence
informa de que, del 1990 al 2008, la economía de los Estados Unidos añadió sólo
600,000 trabajos comerciales.
Si
haces un trabajo donde alguien te dice exactamente lo que tienes que hacer,
este alguien encontrará otra persona más barata que tú para que lo haga. Y, sin
embargo, nuestras escuelas siguen produciendo niños que salen buscando trabajos
en los que el jefe les diga exactamente lo que tienen que hacer. ¿Te das cuenta
de la desconexión que hay aquí? Cada año sacamos millones de trabajadores que
hemos entrenado para trabajar como se hacía en el 1925.
El
acuerdo (sacar a los niños del trabajo para que les pudiéramos enseñar a ser mejores
obreros de adultos) nos ha colocado al final de una carrera. Algunas personas sostienen
que deberíamos convertirnos en el país en donde es más fácil y económico encontrar
obreros baratos y eficientes que hagan lo que se les dice. Incluso si pudiéramos
ganar esa carrera, perderíamos. Porque estar al fondo de una carrera no es el
mejor sitio en el que estar, aunque seas capaz de llegar allí.
Mientras
nuestra educación pública entra en su año 94, aquí está la pregunta que todo padre
y contribuyente debería hacerse: ¿vamos a aplaudir, empujar, o incluso permitir
que nuestras escuelas (incluyendo la mayoría de las privadas) continúen con la estrategia
segura pero inevitablemente condenada de producir obreros de fábrica previsibles
y mediocres?.
Mientras
sigamos apoyando (o incluso aceptando) los exámenes standard, el miedo a la
ciencia, los mínimos intentos de enseñar liderazgo y, sobretodo, el imperativo burocrático
de convertir la misma educación en una fábrica, tendremos un gran problema.
La
revolución post industrial ya está aquí. ¿Te importa lo suficiente como para enseñar
a tus hijos a sacar ventaja de ello?.
¿PARA QUÉ SON LAS ESCUELAS?
Parece
una pregunta tan obvia que no vale la pena hacérsela. Sin embargo existen varias
posibles respuestas. Aquí hay unas pocas (me refiero tanto a la escuela pública
como a la privada, desde primaria hasta la universidad):
Para
crear una sociedad que es culturalmente coordinada.
Para
favorecer la ciencia y el conocimiento y fomentar la búsqueda de la información.
Para
mejorar la civilización y dar a las personas las herramientas necesarias para
tomar decisiones estando bien informados.
Para
enseñar a las personas a convertirse en trabajadores productivos.
En
las últimas tres generaciones ha aumentado la cantidad de escolarización que se
ha impartido al público—más personas que nunca están siendo escolarizadas. Y el
costo de esta escolarización ha aumentado aún más rápidamente, se gastan
trillones de dólares en ofrecer educación a gran escala.
Hasta
hace poco el colegio hacía un trabajo fantástico en sólo uno de estos
objetivos. Pero primero, los otros tres:
Una
sociedad culturalmente coordinada: La escuela no es ni lejanamente tan buena en
esto como lo es la televisión. Hay un abismo enorme entre la experiencia
cultural de un colegio público de ciudad y la de un colegio privado de una
urbanización de las afueras. Hay una distinción cultural entre un estudiante
que ha abandonado en el instituto y un licenciado en Yale. Hay abismos enormes
también en algo tan sencillo como lo que piensas sobre la utilidad del método
científico—el sitio donde has estudiado dice mucho sobre lo que has aprendido.
Si el objetivo de la escuela es crear las bases para una cultura común, no ha
logrado alcanzar el nivel al que podría llegar.
El
fomento del conocimiento en sí mismo: gastamos fortunas enseñando trigonometría
a niños que no la entienden, no la usarán y no volverán a estudiar matemáticas
en sus vidas. Invertimos miles de horas mostrando a millones de niños la
literatura y la ficción, pero acabamos por enseñar a la mayoría a no leer nunca
más por diversión, (un estudio reveló que el 58 por ciento de los americanos no
leen nunca por ocio después de acabar la facultad). Tan pronto como
relacionamos leer un libro con hacer un examen nos hemos equivocado. Subimos el
nivel constantemente de lo que significa ser un buen profesor universitario,
pero producimos catedráticos que no saben realmente enseñar y que ni siquiera
son especialmente productivos en la investigación. Enseñamos datos, pero la cantidad
de conocimientos realmente absorbidos es mínima.
Las
herramientas para tomar decisiones importantes: a pesar de que casi todos en el
mundo occidental hemos pasado por años de escuela obligatoria, cada vez vemos
más personas que creen en teorías infundadas, que toman malas decisiones
financieras y vemos también planificaciones mediocres en las familias y las
comunidades. La conexión de las personas con las ciencias y las artes es mínima
en el mejor de los casos y la visión financiera del consumidor medio es penosa.
Si el objetivo era aumentar los niveles de pensamiento racional, investigación
objetiva y capacidad práctica de toma de decisiones, hemos fracasado con la
mayoría de los ciudadanos.
No,
creo que está claro que el colegio estaba pensado con un objetivo preciso, y es
el que ha perseguido en los últimos cien años. Nuestros abuelos y bisabuelos
construyeron la escuela para enseñar a las personas a conducir una vida de
trabajo productivo como parte de una economía industrializada. Y funcionó.
Todo
el resto es un derivado, un efecto secundario (a veces oportuno) del sistema escolar
que construimos para formar la mano de obra que necesitábamos en nuestra economía
industrial.
Fuente:
Deja de robar sueños (¿Para qué sirve la escuela?). Seth Godin
PANORAMA Liberal
Domingo 16 Febrero 2014
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