Los políticos son los únicos ladrones
que pueden robarte sin necesidad
de un revólver ni un arma blanca.
Tampoco corren riesgos ya que
estos tipos te meten las manos en
tus bolsillos
apoyados por la policía,
el FBI, la Guardia Nacional,
los marines de la U.S. Army y
la Corte Suprema de Justicia – Ted Roberts
El
hombre común, a pesar de sus limitaciones, ve claramente al gobierno como algo fuera
de su alcance, inalcanzable para él y para la mayoría de sus compatriotas, como
si fuera un mundo aparte, a menudo hostil, lejos de su control y capaz de
infligir mucho daño. En sus momentos más románticos, puede verle como un padre benevolente
o hasta incluso como un tipo de deidad, pero nunca se considerará como parte
del mismo. En tiempos de crisis, se le aparece como un hacedor de milagros actuando
en provecho suyo; en otros momentos, se le aparece como un enemigo al cual hay
que presentarle batalla en todo momento. ¿Acaso no es curioso que el robo al gobierno
sea socialmente considerado un hecho menor en relación al robo a un individuo
particular o incluso a una corporación multinacional? En los Estados Unidos es
un delito que no genera airadas protestas comparado a hechos intrínsecamente triviales,
como, por ejemplo, casarse con dos viudas teniendo el consentimiento de ambas.
En
mi opinión, lo que se esconde detrás de esto es un profundo sentimiento de antagonismo
entre los gobernantes y los gobernados. El gobierno, lejos de ser percibido
como un comité de ciudadanos elegidos para llevar adelante los asuntos comunales
de la población, es para el ciudadano común una corporación autónoma e independiente
ocupada principalmente de saquear a la población en provecho propio.
En
consecuencia, el robo al Estado es casi un acto sin maldad, un atraco a lo
Robin Hood. Cuando un ciudadano común es asaltado, la sensación es que a
alguien honesto y valioso le han quitado los frutos de su trabajo; cuando
alguien le roba al gobierno, en cambio, la gente sabe que a lo sumo lo peor que
puede suceder es que un par de vagos y rufianes tengan menos para gastar de lo
habitual. Que ellos se ganan la vida trabajando es una idea que a nadie se le
pasa por la cabeza y que a la mayoría de los seres pensantes le parecería
ridícula. Los gobernantes nos son más que unos vividores que por algún
accidente de las leyes tienen el dudoso derecho de poder meter mano en el
dinero de sus compatriotas. Cuando los privados le roban al gobierno, dicho
acto es como un acto de justicia más merecedor del elogio que del castigo.
El
hombre sensato, cuando paga impuestos, está convencido de que no está haciendo una
inversión productiva y prudente con su dinero; por el contrario, siente que
está pagando muy caro servicios que, en su mayoría, no disfruta y que en gran
forma son absolutamente perjudiciales para él. Puede pensar que una fuerza
policial es necesaria para la protección de su vida y de su propiedad y que un
ejército de aire, tierra y mar es esencial para protegerse de la esclavitud a
que lo podría someter la invasión de un dictadorzuelo extranjero, pero, aún
así, esa seguridad es percibida como una carga demasiado onerosa que le permite
a los expoliadores que le gobiernan robarle más fácilmente. En ellos no tiene
confianza alguna ya que los considera inútiles y predadores. Está convencido de
que no obtiene de los vastos y costosos servicios que ellos administran más
beneficio neto que el que puede obtener del dinero prestado a su cuñado. Ellos
constituyen un poder que le está respirando en la nuca a toda hora buscando
nuevas oportunidades para exprimirlo. Si pudieran, ellos lo despojarían de sus
todas propiedades hasta dejarlo en la calle. Si no lo hacen es sólo por
prudencia, como el granjero que le deja a la gallina algunos de sus huevos.
Esta
pandilla de mafiosos es casi inmune al castigo. Sus peores fechorías, incluso
las que demostraron ser sólo en provecho propio de sus miembros, llevan condena
alguna bajo nuestras leyes. Desde los primeros días de la República menos de
una docena de sus miembros han sido enjuiciados y sólo algunos cabeza de turco
fueron llevados a prisión. El número de ciudadanos comunes enjuiciados por
rebelarse a las extorsiones del gobierno es diez veces mayor que el número de
funcionarios del Estado condenados por oprimir a los contribuyentes en provecho
propio. El gobierno en la actualidad ha crecido demasiado para sentirse
seguros. No existen más ciudadanos en el mundo, sólo sujetos que trabajan día a
día para servir a sus amos, incluso hasta pueden ser llamados para morir por
ellos. Cada vez tienen menos. Algún día, quizá dentro de dos o tres épocas
geológicas, estos hombres llegarán al fin de sus fuerzas brindándole a los periódicos
una buena historia que merezcan sus titulares…
Todo
gobierno es, en su esencia, una conspiración contra el hombre superior: su
único objetivo permanente es oprimirlo y malograrlo. Si es aristocrático en
organización, entonces busca proteger al hombre que es superior ante la ley
contra el hombre que es superior ante los hechos; si es democrático, entonces
busca proteger al hombre que es inferior en todo contra ambos. Una de sus
funciones primarias es regir a los hombres por la fuerza, para hacerlos tan
iguales como sea posible y tan dependientes uno del otro como sea posible, para
buscar y combatir la originalidad entre ellos. Todo lo que puede ver en una
idea original es un cambio potencial, y por tanto una invasión a sus
prerrogativas. El hombre más peligroso para cualquier gobierno es el hombre que
tiene la habilidad de pensar las cosas por si mismo, sin que le importen las
supersticiones o tabúes. Casi inevitablemente llega a la conclusión de que el
gobierno bajo el cual vive es deshonesto, loco e intolerable, y así, si es un
romántico, trata de cambiarlo. E incluso si no lo es, si es muy apto para
extender el descontento entre quienes lo son...
Nota:
H.L.Mencken (1880-1956) fue uno de los más respetados periodistas de su tiempo
en los EEUU. Este ensayo fue publicado en Febrero de 1925 y está tomado de su
libro A Mencken Chrestomathy, Vintage Books, NY, 1982, pp.146-148.
PANORAMA Liberal
Miércoles 15 Enero 2014
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