Translate

martes, 12 de octubre de 2010

GOBIERNO DEMOCRATICO Y ACTIVIDAD ECONOMICA por Friedrich von Hayek




El problema a que quiero referirme esta noche es en parte económico y en parte político. Se puede formular así: ¿En qué medida nuestra libertad personal depende de la organización económica? o preguntando si nuestra libertad individual depende de la libertad económica.

Formulada en esta forma tan general, el común de las gentes dará una respuesta afirmativa a esta pregunta. Por desgracia, el término libertad económica es muy ambiguo y quienes piensan que la libertad económica es una condición indispensable para la libertad personal, pueden tener en mente ideas completamente opuestas. La libertad económica puede significar estar libres de coerción por parte del Gobierno para llevar a cabo nuestra actividad económica; pero hay quienes usan el término libertad económica también en el sentido de estar libres de las preocupaciones derivadas de las necesidades económicas. Estos últimos nos prometen alcanzar la libertad económica relevándonos de las molestias a elegir la forma en que habremos de aplicar nuestros escasos medios para la satisfacción de nuestras necesidades.

Deseo elaborar algo más esta distinción entre las dos clases de libertad económica. La primera, la concepción tradicional significa que otros individuos no me impedirán llevar a cabo lo que mis posibilidades me permitan realizar. La segunda concepción de libertad económica significa el poder de hacer todo lo que yo desee: de hecho significa omnipotencia. En este sentido a veces se sostiene, y muy lógicamente, que sólo los ricos pueden ser libres, y que un hombre pobre no puede serlo. Esta es por supuesto una concepción completamente distinta, y creo que la historia reciente nos ha enseñado que es una concepción muy diferente del concepto tradicional de libertad. Evidentemente, es posible ser muy pobre y a la vez libre, y hemos aprendido que se puede ser muy rico y no obstante estar privado de libertad. Crea que con lo dicho ha quedado suficientemente claro el concepto de lo que es la primera clase de libertad económica, la libertad de hacer lo que deseo sin que otras personas me lo impidan, la condición de la libertad individual. Trataré de demostrar que la promesa del otro tipo de libertad económica he sido con frecuencia el camino que ha llevado a la abolición de la libertad en su sentido verdadero,

El método con el que se ha tratado de obtener la libertad en el segundo sentido, es decir, la liberación de preocupaciones económicas, se conoce actualmente bajo el nombre de planificación económica, o, a veces, dirigismo. Este es un término que ha sido tan discutido que antes de intentar demostrar por qué la planificación económica implica una abolición de la libertad personal, debo tratar de dar un significado preciso al vocablo. En un sentido lato toda política económica es de hecho planificación; toda actividad económica implica hacer planes para el futuro y en este amplio significado un economista seria la última persona en oponerse a la planificación. Pero en épocas recientes se ha dado a la planificación un sentido diferente. Significa que la decisión acerca de como deben utilizarse las fuerzas económicas, se deja en manos de alguna autoridad central, es decir, se deja enteramente en manos del Estado. Aún así decidimos que los individuos son quienes deben llevar a cabo la planificación esto no significa que el Estado no tenga funciones, sino que la función del Estado en el campo económico es solamente proporcionar una estructura permanente dentro de la cual los individuos mismos (personas físicas o firmas comerciales) determinan los fines que tratarán de obtener y los métodos con los cuales intentarán realizarlos.

Mi tesis será que la planificación económica, en sentido restringido, necesariamente conduce a un gobierno totalitario. O, en otras palabras, que aquellos que asumen el control de la vida económica adquieren el control de nuestra vida entera. Que esto no se entienda frecuentemente se debe al hecho de que se cree que hay una diferencia entre los fines económicos y los otros fines de la vida humana. Esto es una confusión. Estrictamente hablando, no hay fines económicos. La economía se ocupa de los medios para todos nuestros fines, y quien controle todos nuestros medios tiene el control de todos nuestros fines. Para poder elegir libremente los fines que deseamos, debemos estar libres para elegir el modo y manera en que utilizaremos nuestros medios. No es exacto, como a veces se nos promete, que si se nos releva de nuestras preocupaciones económicas estaremos libres para perseguir los fines superiores de la vida. No se puede perseguir ningún fin a menos que se disponga de los medios necesarios para ello.

Ya debe ser evidente que los intentos de dirigir la actividad económica implican que el gobierno imponga a la sociedad una completa escala de valores. Debe ser el gobierno quien determine qué finalidades son más importantes y cuáles lo son menos. Dado que los fines de la sociedad son fines de individuos, esto implica que el gobierno también debe determinar quien es más importante y quien lo es menos. La escala de valores tiene un lugar determinado y se le confiere el status que el gobierno cree debe tener. Un orden de valores de tal amplitud es algo sobre que difícilmente se logrará un acuerdo. Será necesariamente la concepción de una sola persona, que, como último recurso, impone a la sociedad esta jerarquía de valores en que la sociedad misma debe vivir.

Hay quienes se consuelan alegando que todas estas dificultades podrían resolverse si el poder de dirigir la vida económica fuera puesto en manos de los mejores y más sabios. ¿Qué posibilidades hay que tan tremendas facultades sean ejercidas por los mejores en cualquier país? ¿Podemos esperar que algún rey filósofo, como Platón lo imaginaba, tomara esta tarea y aún cuando intentara efectuarla a conciencia, dejaría satisfechos a todos? Esto por supuesto presupone que hay una opinión común entre las gentes sobre la importancia de estas diferentes tareas que el hombre sabio descubrirá y acertará o que dispone de argumentos suficientes para persuadir a las gentes a aceptar los valores que él considera superiores. Creo que es un hecho innegable que mientras más educados y experimentados son los individuos, más difieren en sus preferencias. Si deseamos encontrar un grupo que sea muy homogéneo y uniforme en sus gustos y que por lo tanto será lo suficientemente fuerte para imponer sus puntos de vista a la sociedad, tenemos que ir muy bajo en la escala de cultura y educación. Es en el nivel más bajo donde encontramos el denominador común más amplio, el mayor conjunto de creencias comunes. Creo que es por esta razón que el demagogo, la persona que apela a los más bajos instintos, tendrá las mejores posibilidades de llegar al poder en una sociedad planificada. No es porque la mayoría de la gente tenga bajos instintos, sino porque opino que es la gente con bajos instintos quien tiene más instintos en común, y que apelando a ellos se puede hacer surgir una fuerza lo suficientemente poderosa para obligar a la sociedad entera a servir a un único sistema de finalidades.

Se preguntarán por qué hablo de la persona o personas que realizarán la tarea de planificación, cuando frecuentemente se presume que esto se hará en la sociedad moderna por intermedio del juego normal de la democracia, que serán las asambleas democráticas (parlamento) quienes decidirán lo que se hará, y cuál es la importancia relativa de los diferentes fines. Tal vez debiera haber explicado antes por qué es así; que la experiencia ha aprobado que mientras un gobierno avanza más hacia una economía planificada, más impotentes resultan las asambleas democráticas. La razón es muy simple. Creo que no es diferente de la razón por la cual experimentalmente se demuestra que un ejército o una gran empresa no pueden ser dirigidos democráticamente. La democracia es probablemente el mejor método para ponerse de acuerdo sobre las leyes generales pero el plan detallado de acción necesario para una dirección económica, es evidentemente una tarea que puede ser encarada solamente, por una especie de estado mayor general de expertos. En los hechos la experiencia ha demostrado que aunque las democracias pueden decidir en sus parlamentos que la planificación es deseable, tan pronto como ésta se hace efectiva tienen que transferir su tarea a la burocracia. Es por naturaleza una tarea que no puede ser realizada por asambleas deliberantes. Es una tarea de naturaleza completamente diferente, que requiere una sola concepción coherente que debe surgir de una o muy pocas mentes. Creo que si algo ha sido demostrado por la experiencia moderna es que en un estado que controla la vida económica, las asambleas democráticas pueden a lo sumo aprobar o criticar lo que hace el gobierno, pero no tienen ninguna posibilidad real de dirigir la política económica.

Es un decir común que la libertad requiere un gobierno limitado. La historia moderna nos indica que la democracia tiende más y más a extender el control gubernamental, pero al hacerlo, la democracia tiende a destruirse a sí misma, porque la democracia, aún más que otras formas de gobierno, sólo permite ejercer un gobierno con facultades limitadas. La democracia es adaptable sólo a ciertos propósitos. Si, como ha sido la tendencia moderna, las asambleas democráticas asumen tareas que no pueden ser llevadas a cabo prácticamente, en realidad se destruye la democracia. Si deseamos preservar la democracia debemos enseñar a las gentes que solamente podrán preservarla si aprenden a limitar la esfera de acción del gobierno a propósito particulares. El gobierno ilimitado, que es frecuentemente un efecto de la democracia, siempre lleva a la destrucción de la misma. Digo esto aunque no considero a la democracia como un fin último; no es como la libertad una finalidad; es un medio, pero es probablemente la mejor forma de gobierno hasta aquí descubierta, y, creo que estamos todos interesados en preservarla. Pero la tarea más importante para su preservación es que las gentes deben comprender que si la democracia desea mantener el poder en sus manos, debe confinar el uso del poder a aquellos casos en que puede ejercerlo efectivamente. Si extiende sus poderes a un punto en que las asambleas democráticas pierden su eficacia, es inevitable que una pequeña minoría tomará el poder en sus manos.

Nota: Octubre 1960. Discurso pronunciado por el Doctor en Leyes y en Economía, F. A. von Hayek, quien actualmente es profesor de ciencias sociales y morales en la Universidad de Chicago. Fue profesor por mucho años de ciencias económicas en la Universidad de Londres, y anteriormente Director del Instituto Austriaco de Investigaciones Económicas. El Dr. von Hayek se refiere la diferencia de sentido en dos interpretaciones a la libertad económica. La una, la concepción original, que puede interpretarse como la ausencia de coacción que impide al individuo a actuar libremente respetando el derecho de los demás, o bien la ausencia del poder que obliga al individuo a actuar en contra de su voluntad. La otra concepción a que se refiere, es la libertad de preocupaciones económicas. Siendo hoy muy común la creencia de que para liberar al hombre de preocupaciones económicas es menester responsabilizar a los gobiernos, cobra mucha actualidad el discurso del Dr. von Hayek, quien nos hace ver el riesgo que corremos al adoptar tal actitud, de perder la libertad en el sentido tradicional de la palabra.

Fuente: Centro de Estudios Económico-Sociales, CEES, fundado en 1959
correo electrónico: cees@cees.org.gt
http://www.cees.org.gt

No hay comentarios: