En
el año 1963, se publicó la primera edición del libro de Hannah Arendt
(1906-1975), “Eichmann en Jerusalem: Un informe sobre la banalidad del mal”
respecto del juicio abierto en Jerusalén, el 11 de abril de 1961, contra Adolf Eichmann
por sus responsabilidades en el holocausto judío. La condena a muerte del
procesado se ejecutaría el 31 de mayo de 1962 por ahorcamiento. El reportaje
convertido luego en libro de Hannah Arendt provocó el airado rechazo de un
sector de la comunidad judía a causa de su mención a la colaboración con los
nazis de los comités judíos (Judenráte) de Alemania y de los países ocupados
por su ejército.
El
23 de junio de 1963, Gershom Scholem, viejo conocido de Arendt, contribuyó a la
controversia, con un tono algo más temperamental de lo habitual, cuando puso en
entredicho el pasado político-intelectual alemán de Arendt, así como su
identidad judía, sugiriendo que ella carecía de "amor hacia el pueblo
judío"…
LA RESPUESTA DE HANNA ARENDT…
“…Por venir ya a lo
importante: permíteme que empiece, siguiendo con lo que acabo de decir, por lo
que tú llamas "amor al pueblo judío". (Por cierto, te agradecería
mucho que me dijeras desde cuándo ese concepto ha desempeñado un papel en el
judaismo, cuándo se usó por primera vez en la lengua y la literatura hebreas,
etc.)
Tienes bastante razón: yo no
me siento movida por ningún "amor" de esa clase, y ello por dos
razones: yo nunca en mi vida he "amado" a ningún pueblo ni colectivo,
ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al estadounidense, ni a la clase obrera,
ni a nada semejante. En efecto, sólo "amo" a mis amigos y el único
género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas.
En segundo lugar, ese
"amor a los judíos" me resultaría, puesto que yo misma soy judía,
algo más bien sospechoso. Yo no puedo amarme a mí misma ni a cosa alguna de la
que sé que es miembro y parte de mi persona. Para aclarar esto, permíteme que
te cuente una conversación que tuve en Israel con una destacada personalidad
política que defendía la —en mi opinión, desastrosa— vinculación entre la
religión y el Estado en Israel. Lo que decía —no recuerdo con seguridad sus
palabras exactas— sonaba más o menos así: "Comprenderás que, como
socialista, yo desde luego no creo en Dios; creo en el pueblo judío". Esto
me parecía una afirmación desconcertante y tan desconcertada me dejó que no
respondí en aquel momento. Pero podría haber respondido: la grandeza de este
pueblo consistió una vez en que creía en Dios y creía en Él de tal manera que
su confianza y su amor hacia Él era mayor que su temor. ¿Y ahora este pueblo
sólo cree en sí mismo?, ¿Qué provecho cabe esperar de ello?
Pues bien, en ese sentido yo
no "amo" a los judíos ni "creo" en ellos; simplemente,
formo parte de ellos como algo evidente, que está más allá de toda discusión…”
***
Espléndida
respuesta de Arendt a la acusación de desamor por su nación, ¿usted qué opina?,
¿se puede amar a un pueblo o nación?
PANORAMA Liberal
Domingo 1 Diciembre 2013
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