En
la Francia del siglo XVIII la expresión laissez faire, laissez passer era la
fórmula mediante la cual algunos de los campeones de la causa de la libertad
comprimían su programa. Su objetivo era el establecimiento de una sociedad de
mercado sin obstáculos. Con el fin de alcanzar dicho fin, ellos abogaban por la
abolición de todas las leyes que prevenían que gente más industriosa y más
eficiente superara a competidores menos industriosos y menos eficientes, y que
restringían la movilidad de artículos y hombres. Esto era lo que la famosa
máxima estaba diseñada a expresar.
En
nuestra era de anhelo apasionado por un gobierno omnipotente la fórmula de laissez
faire ha sido perturbada. La opinión pública actualmente la considera como una
manifestación tanto de depravación moral como de ignorancia absoluta.
A
cómo ve las cosas el intervencionista, la alternativa es "fuerzas
automáticas" o "planeamiento deliberado". Resulta obvio,
insinúa, que confiar en los procesos automáticos es una total estupidez. Ningún
hombre racional puede recomendar seriamente no hacer nada y dejar que las cosas
trabajen sin ninguna interferencia por parte de una acción propositiva. Un
plan, por el simple hecho de ser una muestra de acción deliberada, es
incomparablemente superior a la ausencia de cualquier planificación. Se dice
que el laissez faire significa: Dejen que los males perduren, no traten de mejorar
la suerte de la humanidad a través de la acción racional.
Esto
es una habladuría totalmente falaz. El argumento esgrimido en favor de la planificación
es enteramente derivado de una interpretación inadmisible de una metáfora. No
tiene otro fundamento que las connotaciones implicadas en el término
"automático", sobre el cual existe la costumbre de aplicar en un
sentido metafórico para la descripción del proceso del mercado. Automático,
dice el Diccionario Conciso de Oxford, significa "inconsciente, poco
inteligente, simplemente mecánico". Automático, dice el Diccionario
Colegiado de Webster, significa "no estar sujeto al control de la
voluntad,... llevado a cabo sin un pensamiento activo y sin una intención o
dirección consciente". ¡Qué victoria para el campeón del planeamiento el
echar mano a esta carta triunfadora! La verdad es que la alternativa no está
entre el mecanismo muerto o el automatismo rígido por un lado y la
planificación deliberada por el otro. La alternativa no radica entre un plan o
ningún plan. La cuestión es, ¿quién está planeando? ¿Debería cada miembro de la
sociedad planear por sí mismo, o debería un gobierno benevolente planear por sí
solo para el resto de la sociedad?
La
cuestión no es automatismo versus acción deliberada; es la acción autónoma de
cada individuo versus la acción exclusiva del gobierno. Es libertad versus omnipotencia
gubernamental. El laissez faire no significa: Dejen que operen las desalmadas
fuerzas mecánicas. Significa: Dejen que cada individuo escoja cómo quiere
cooperar en la división social del trabajo; dejen que los consumidores
determinen cuáles empresarios deberían producir. Planificación significa: dejen
que únicamente el gobierno escoja e imponga sus reglas a través del aparato de
coerción y compulsión.
Entonces,
por ejemplo, el profesor Harold Laski, antiguo presidente del Partido Laborista
británico, determinaría como el objetivo de la dirección planificada de la inversión
"que el uso de los ahorros del inversionista será en vivienda en lugar de cines".
Está fuera de discusión si uno está de acuerdo o no con la visión del profesor
de que mejores casas son más importantes que las películas. Es un hecho que los
consumidores, al gastar parte de su dinero en entradas para cines, han tomado
otra decisión. Si las masas de Gran Bretaña, las mismas personas que
arrolladoramente pusieron al Partido Laborista en el poder, dejaran de patrocinar
las películas y gastaran más en viviendas y apartamentos confortables, los
empresarios buscadores de rentas se verían forzados a invertir más en construir
casas y apartamentos y menos en la producción de películas caras. El deseo del
señor Laski fue el de desafiar los deseos de los consumidores y sustituir la
voluntad de éstos por la propia. Él quería abolir la democracia del mercado y establecer
el mandato absoluto de un zar de la producción. Quizás él creía estar en lo
correcto desde un punto de vista más elevado, y que como un súper hombre él
estaba llamado a imponer sus propios juicios sobre las masas de hombres inferiores.
Pero entonces debió ser lo suficientemente honesto como para decirlo tan
directamente.
Todas
estas alabanzas a la supereminencia de la acción gubernamental no son nada más
que un pobre disfraz a la auto glorificación intervencionista. El gran Estado
bienhechor es un gran dios únicamente porque se espera que haga exclusivamente
lo que el defensor individual del intervencionismo quiere que se logre.
Solamente es bueno el plan que el planificador individual apruebe completamente.
Todos los otros planes son simplemente falsos. Al decir "plan", lo que
tiene en mente el autor de un libro sobre los beneficios de la planificación
es, por supuesto, su propio plan únicamente. Él no toma en cuenta la
posibilidad de que el plan que el gobierno ponga en práctica podría diferir del
suyo propio. Los diferentes planificadores están de acuerdo únicamente en su
rechazo al laissez faire, es decir, la discreción del individuo a escoger y
actuar.
Ellos
están completamente en desacuerdo en cuanto a la escogencia de un plan único
que debe ser adoptado. A cada señalamiento de los defectos manifiestos e
irrefutables de las políticas intervencionistas los campeones del intervencionismo
reaccionan de la misma forma. Estas fallas, dicen ellos, fueron el resultado
del intervencionismo espurio; lo que nosotros proponemos es un buen intervencionismo,
no uno malo.
Laissez
faire significa: Dejen que el hombre común escoja y actúe; no lo obliguen a
ceder ante un dictador.
Sobre el Autor: Ludwig von
Mises (1881-1973) fue uno de los principales economistas de libre mercado y
campeón del capitalismo del siglo XX. Este es un extracto de su libro Human
Action: A Treatise on Economics (Fox Wilkes, 1996). Traducido por Juan Carlos
Hidalgo para Cato Institute.
PANORAMA Liberal
Lunes 16 Diciembre 2013
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