Hemos tenido autoridades que, en su inocencia o demagogia, han manifestado que lograremos llegar al desarrollo más temprano que tarde. Veamos algunas de esas promesas convertidas en mentiras…
«Llegué al Gobierno con la convicción de que el país tenía una oportunidad histórica: la de convertirse en una nación desarrollada en el tiempo de nuestra generación. Así lo señalé ante este Congreso Pleno a pocos meses de haber asumido la Primera Magistratura de la Nación. Hoy, cuatro años después, mantengo acrecentada esa misma convicción. Si perseveramos en la estrategia de desarrollo que hemos adoptado, y profundizamos sus componentes de equidad, podemos alcanzar la meta junto con celebrar el segundo centenario de nuestra independencia: el año 2010». Eduardo Frei, 21 de Mayo de 1998.
«Quiero invitar a todos los chilenos a trabajar en un gran proyecto común: llevar a Chile al máximo de sus posibilidades para llegar al Bicentenario, en el año 2010, como un país plenamente desarrollado e integrado, donde el ser humano pueda realizarse en plenitud...Para que Chile celebre su Bicentenario como país desarrollado, nuestra economía debe crecer de manera sostenida y estable a un ritmo de 6 a 7% durante la década... Esa es nuestra meta». Ricardo Lagos, 21 de Mayo de 2000
Y, la última, es la promesa de Piñera:
“La meta es alcanzar el desarrollo en forma definitiva el año 2018, cuando el país celebra efectivamente sus 200 años de independencia. Nuestro compromiso es lograr una tasa de crecimiento promedio en el período del 6%, para que así aumenten las oportunidades de trabajo y los ingresos de todas las familias chilenas”. Programa de Gobierno de Piñera, 2010-2014.
Pero, en estricto rigor, estas son promesas de campaña, y que se quedan solo en eso: simples promesas, sin sustento ni rigor. Y que algunos repiten como si fuera un mantra...
Un plan educacional de 20 años
En nuestra opinión, Chile tiene demasiados lastres como para superar la barrera superior del subdesarrollo. Por ejemplo, la pésima educación que reciben nuestros ciudadanos hipoteca el crecimiento futuro, porque sin un recurso humano capaz e innovador, resulta imposible acceder a mejorar los estándares de vida.
Si pensamos que una generación tiene una duración de 30 años, hoy en 2011, debemos enfocar los recursos y los esfuerzos en los niños y niñas de 5 años que están en la educación pre-escolar, y a partir de ese instante, acompañarlos durante todos su ciclo escolar: 2013-2019, educación básica; 2020-2025, educación media; 2026-2031, educación superior.
Es decir, si comenzamos a trabajar hoy, los niños y niñas comenzarán la revolución cuando egresen de la educación superior entre 2026-2031.
Necesitamos 20 años para comenzar a avanzar por la senda del desarrollo, y se van a necesitar 20 años más para que dichas generaciones comiencen a desmontar y modificar las estructuras deficientes creadas por los que los antecedieron, de muy buenas intenciones pero escasas luces. En otras palabras, en el año 2051 seremos un país diferente.
Los países son desarrollados, no porque lo quiera su clase política, sino porque sus ciudadanos son más cultos, preparados y capaces para enfrentar un mundo complejo e incierto.
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