Los cuatro concejales de la Concertación y la representante comunista se retiraron del consejo municipal extraordinario para impedir que el concejal de la UDI Rodolfo Carter sea ungido con el cargo de alcalde de la comuna de La Florida y para reemplazar al renunciado Jorge Gajardo, ex PS. Esta acción política fue consensuada y visada por los timoneles de la Concertación.
Esta acción es una muestra de las características que tienen los malos políticos y cómo actúan sin importarles para nada el cumplimiento de la ley, el respeto a sí mismos y el cargo que ostentan.
Sin embargo, no debemos olvidar que somos los votantes los que le entregamos el poder a estos sujetos para que nos representen por lo que debemos ser capaces de reconocerlos para evaluar si continúan teniendo nuestra preferencia, para lo que necesitamos un decálogo del mal político.
El decálogo de malas prácticas de un político
PRIMERO: Es un profesional de la política
Los malos políticos viven y usufructúan de la política, y en ese sentido se enriquecen a una tasa creciente a ojos vista de todo el mundo. No resulta extraño, entonces, que todos vacacionen en los lugares más exclusivos, tengan a sus hijos en los colegios más importantes, tengan propiedades y bienes en abundancia. Y por lo anterior, es que no existen los políticos pobres.
Y el comportamiento de esta clase de tiburones termina siempre expulsando a los buenos políticos que prestan un verdadero servicio público, es decir, los políticos de vocación.
Por lo tanto, para ser un mal político se debe vivir de la política y del cargo que se ejerce, ¿cómo no defenderlo a toda costa cuando existe la opción de perder la cuota de poder?.
SEGUNDO: Es un fanático e inepto
Un mal político es un fanático y un inepto, lo que resulta en una bendición de la naturaleza porque, ¿se imaginan a un fanático que sea competente?. Claro, son los casos de aquellos que han transformado al mundo con sus locuras: Hitler, Fidel Castro, etc.
Además, dispone de escaso talento político; tiene una pobre concepción de la justicia y del sentido común.
TERCERO: Toma decisiones sin información confiable
Un mal político toma decisiones sin ningún tipo de información de respaldo. Y por lo tanto, no busca asesores independientes sino asesores que le digan lo que quiere escuchar (por eso, muchas veces, nombran como asesores a parientes cercanos como la esposa/o, a la hija/o, etc., pagados con los recursos de los contribuyentes), o lo que es más común, actúan sin ningún tipo de asesoramiento.
No les interesa que el mundo sea incierto y complejo, porque ellos no asumen ninguna responsabilidad en las decisiones que toman.
CUARTO: Es ineficiente
Un mal político es ineficiente porque no le interesa si existen o no los recursos para cumplir con los objetivos. Por eso, proponen medidas y propuestas que jamás se pueden implementar porque no hay recursos para ello.
Por ejemplo, en el artículo 193, incisos 1º, 2º y 3º, del Código del Trabajo se dispone que “en los almacenes, tiendas, bazares, bodegas, depósitos de mercaderías y demás establecimientos comerciales semejantes…el empleador mantendrá el número suficiente de asientos o sillas a disposición de los dependientes o trabajadores”, ¿se imaginan el ejército de funcionarios que se necesitaría para fiscalizar esta ley?, ¿ y cuanto tiempo ocuparon en discutir esta ley?
QUINTO: No le gusta innovar
Un mal político llegó y creció en un ambiente en el que se privilegia mantener el status quo, y por eso, no les gusta innovar ni proponer cambios que pudieran afectar su posición en la repartición de las granjerías. No les interesa que la gente opine mal de su accionar y dado que tienen la convicción que igual seguirán votando por ellos, ¿Por qué cambiar entonces?.
La experiencia en el ejercicio del cargo que podría ser una fuente de crecimiento y de mejoras, es despreciada por el mal político.
SEXTO: Es irresoluto y pusilánime
Un mal político no toma decisiones de manera oportuna, y más bien, se comporta como un pusilánime y sin carácter, siempre pendiente de los movimientos del pez más grande de la pecera.
Son seguidores de otros, los que tienen el cuchillo más grande, y por eso siempre buscan ese apoyo y respaldo que después les quita independencia y libertad. Pero, no les importa, porque tienen la convicción que, andando el tiempo, alguno de ellos será el pez más grande la pecera, y ahí podrá pasar las cuentas, si puede.
SÉPTIMO: Es imprudente
El mal político es un eterno imprudente. Jamás trata de solucionar los conflictos sino que los incendia con declaraciones y acciones temerarias, y si no puede hacerlo, busca soluciones de parche y a medias.
Por ejemplo, las cárceles están llenas de delincuentes y la única medida que promueve es abrir las puertas para reducir el hacinamiento. Es todo un imprudente.
OCTAVO: Es torpe y cínico
Un mal político es torpe y cínico, y no es muy astuto (¡afortunadamente!). En su manera de relacionarse con sus pares y con todos, son profundamente maliciosos, y no tienen ni cautela ni sagacidad. No tienen dudas en mentir si eso les permite subir escalones en su carrera por el estrellato.
Además, tratan de controlar su espontaneidad, pero les cuesta demasiado, y muchas veces deben responder públicamente de sus acciones. Por ejemplo, un político fue detenido por circular a alta velocidad, quiso imponer su cargo para no ser infraccionado, y cuando se iba mostró a las cámaras el dedo medio.
Finalmente, siempre faltan a la verdad, y no les importa mentir y engañar porque tienen por lema que “el fin justifica los medios”.
NOVENO: Es irresponsable.
Un mal político es un eterno irresponsable; siempre alguien (¡de menor jerarquía!) es responsable de sus acciones, omisiones y sus consecuencias. Ellos tienen muy claro que las responsabilidades se diluyen cuando no existen mecanismos institucionales para exigir y rendir cuentas.
Por ejemplo, un mal político no promueve la rendición de cuentas o el “accountability”, que corresponde al concepto de responsabilidad, de dar cuenta, responder por, dar cumplimiento, básicamente a nivel de gestión pública.
Si dispone de un lenguaje demagógico por medio del cual maneja a la opinión pública para diluir su cuota de responsabilidad.
DÉCIMO: Impone, no convence
El mal político no persuade sino que impone. Por lo tanto, es un dogmático al que no le interesa convencer con argumentos sino que solo le atrae destruir a su adversario, por lo cual no trepida en atacar al mensajero de manera personal.
Los adversarios no son factibles en su mundo, porque él se cree dueño de la verdad iluminada.
Si alguien desea reconocer a un mal político, solo debe verificar este decálogo y podrá tener éxito en su tarea. Algunos piensan que no es necesario dado que todos los políticos son malos, pero existen excepciones trabajando por el bien de todos. Y a estos deben apoyar aquellos que creen que la democracia es un sistema perfectible pero que nos necesita para apartar de su camino a los oportunistas e imbéciles de siempre.
La sociedad debe hacerse responsable del comportamiento de sus políticos cuando ejercen los cargos que les concedemos. Ejerzamos el control responsable y no nos alcemos de hombros porque después podrían venir por nosotros.
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