Las falacias repetidas terminan siendo creídas por la masa y así repetidas hasta el hartazgo, pero no dejan de ser falacias. Una de estas es la que repiten políticos de todos los colores: “el gobierno crea empleos”.
Las economías no crecen por los deseos de unos burócratas, sentados en cómodas oficinas y cómodos sillones, sino porque hay personas talentosas atrayendo riquezas mediante las ideas más innovadoras posibles. La riqueza proviene de la innovación.
Convengamos que, a veces, los burócratas dan en el clavo y se concentran en generar las condiciones para que los innovadores creen riqueza y empleos. Esta es la respuesta a la falacia con la que comenzamos este artículo.
La riqueza proviene de la innovación…
Recientemente la revista Fastcompany, www.fastcompany.com, ha elegido las 50 empresas más innovadoras, y no sorprende, son las mejor valoradas y de mayores ingresos. Entre ellas tenemos a Apple, Twitter, Facebook, Google, Nokia, etc.
Todas las empresas innovadoras tienen una característica: escapan a los patrones de su industria básica. Por ejemplo, Apple es del ámbito de la informática pero, se está ampliando a otras industrias como comunicaciones y entretenimiento en la búsqueda de maximizar la riqueza de largo plazo.
Las empresas innovadoras saben que en 10 años más, ya no serán las empresas dominantes: sus vástagos lo serán. Y por este carácter no dogmático, están dispuestas a desafiar las ideas convencionales, destruyéndose para nacer en otro plano y en otro mercado.
El motor de la innovación responde a un enfoque de maximización de beneficios de largo plazo.
La riqueza no proviene de los rentistas…
Por desgracia, en Chile y en Latinoamérica, estamos llenos de empresarios con el perfil de rentista, es decir, el perfil de aquel que maximiza la riqueza de corto plazo.
Y solo basta leer la prensa para ver este comportamiento. Soprole y Nestle son dos empresas que pretenden unir sus negocios, en la búsqueda de sinergias por US$30 millones para que los precios a futuro puedan bajar y así traspasarlos a los consumidores.
Lan y Tam son dos empresas del transporte aéreo que se unen para crear Latam, un nuevo megatransportador, que permita mejorar las prestaciones a nivel mundial y puedan competir.
Líder se une a Walt Mart para armar una nueva empresa con el mismo nombre.
Etc., etc., etc
Es decir, algunos creen que se crea riqueza al fusionarse, anexarse o comprando otras empresas. En este caso, el dinero solo cambia de mano y no se crea riqueza.
Los negocios muertos.
Todos los anteriores son ejemplos de maximización de riqueza de corto plazo, y ya son negocios muertos. Con enormes ganancias, pero son negocios muertos al tener cero innovación. Y los gobiernos se concentran en intervenir en estos mercados para evitar comportamientos no deseados socialmente, pero con esta intervención impiden que surjan los innovadores, las flores del desierto, que traen una brisa fresca a los cementerios empresariales.
Todas las organizaciones que agrupan empresas son las dueñas de los cementerios de los que hablamos. Tienen acceso y se reúnen con el poder de turno para concordar acuerdos de modo de mantener el status quo dominante; no quieren desafíos ni quieren cambios que alteren la forma en que la torta se reparte.
Las leyes, entonces, están dirigidas a defender a los que ya están dentro. Licencias, permisos para operar, restricciones sanitarias, patentes, obligaciones, etc que deben ser implementadas por todos en la industria. Para los que están dentro, es un costo hundido, pero para los que quieren hacer las cosas de una manera distinta son un costo, muchas veces, insalvable.
Así, la mayoría de nuestras empresas son negocios muertos, y la mayoría de nuestros empresarios son sepultureros.
Los políticos y los gobiernos no crean empleos
Uno de los engaños de los socialistas, de todas las variantes, es la ilusión de que los gobiernos pueden producir riqueza y crear empleos mediante el gasto y las obras públicas. Esto es un legado del más rancio keynesianismo que termina fomentando una mayor corrupción, aumentando la pobreza endémica en los países que la aplican, y justificando el desprecio de los gobernantes a la inversión, los derechos de propiedad y el mercado.
Solo el sector privado puede crear riquezas y empleos productivos. Los gobiernos tienen la relevante función de velar por los derechos de las personas.
No debe olvidarse que todo el dinero que los gobiernos gastan es aportado por los contribuyentes. Por eso, cuando el gobierno aumenta los impuestos para dirigirlos hacia sus propios fines están debilitando la economía, cerrando fuentes de trabajo y agravando la pobreza.
La única forma de crear riqueza y oportunidades de empleos es liberalizando la economía para estimular la inversión, y el surgimiento de los emprendedores capaces de detectar las opciones para crear riqueza. Pero los socialistas –o sociolistos- no ven la inversión privada como una fuente de progreso material; no ven que la libertad de invertir, producir, vender y comprar, sin injerencia estatal, es el motor que mueve la economía, promoviendo la aplicación de nuevos capitales y el aumento de la demanda de bienes y servicios; no ven que los inversionistas para llevar a cabo sus proyectos deben contratar nuevos trabajadores, del mismo modo que los empresarios para subir la producción y satisfacer el aumento de la demanda.
Los socialistas y los keynesianos tienen la ilusión que la economía se puede reactivar, aumentando la inversión pública. Pero, se olvidan del otro lado de la medalla: esa inversión pública debe financiarse con impuestos que deben pagar las personas y que reduce su demanda por más bienes y servicios. Así, los gobiernos obtienen ingresos, extrayéndoselos a los más productivos para entregárselos a otros menos productivos en empleos públicos de bajo retorno.
Los políticos y los gobiernos no crean empleos. La única forma en que los gobiernos puede promover la creación de empleos y reducir la extrema pobreza es estableciendo marcos legales y económicos atractivos para la inversión; fortaleciendo el Estado de Derecho y la estabilidad política; bajando los impuestos; liberalizando la economía y abriendo los mercados; flexibilizando las leyes laborales como la eliminación del salario mínimo y la eliminación de la indemnización por años de servicio; impidiendo los monopolios estatales y entregando estrictas garantías a los derechos de propiedad.
El empleo aumenta en la medida que crece la inversión productiva y para eso necesitamos un gobierno activo e involucrado en bajar las restricciones en el mercado del trabajo. Crear las condiciones para resucitar a gran parte del sector empresarial es una necesidad y una obligación que los gobiernos deben asumir.
Los gobiernos no deben decir más "que crearán más empleos" sino que eliminarán las restricciones para que los negocios vivos puedan aumentar su oferta laboral. Esta es la clave.
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