El Banco Central ha informado que “de acuerdo con la información preliminar, el IMACEC de enero 2011 creció 6,8% en comparación con igual mes del año anterior…En tanto, la serie de tendencia ciclo anotó una expansión anualizada de 5,7%. El mes registró un día hábil más que enero de 2010. En el resultado del mes incidió principalmente el crecimiento de la actividad comercial”.
Y esta información ha provocado una orgiástica manifestación de alegría de parte de los integrantes del equipo económico del gobierno.
El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, manifestó su “sorpresa positiva” por la cifra dada por el Banco Central. “Es una buena noticia que esta economía se haya puesto de pié. No solo está creciendo la demanda, sino también la producción, la minería y la construcción”. Y concluye que “es una señal que este año la economía va a seguir creciendo, el 2011 será mejor que el 2010”.
Por su parte, el ministro de Economía, Juan Fontaine, plantea que “este alto índice entrega los cimientos para creer que el crecimiento del 2011 se situará cercano al 6%, por lo que el panorama hacia adelante es positivo”. Y agrega que las “cifras confirman que estamos haciendo bien el trabajo y que hoy cosechamos los frutos de toda esta intensa labor”.
¿De qué se alegran estos funcionarios?
La pregunta que merece contestarse es: ¿de qué se alegran los funcionarios de gobierno?, ¿se sienten los autores del crecimiento de la economía?, ¿y porque buscan excusas cuando la economía cae?.
En realidad, resultan ingenuos (¿o torpes?) los comentarios de los funcionarios indicados puesto que la economía funciona pese a lo ellos hagan. El ciclo económico de nuestra economía depende de factores exógenos que están muy alejados del control de estos funcionarios y burócratas de palacio, y más bien se trata de los espíritus animales de Keynes.
Con la finalidad de dar una explicación sencilla y coherente para la crisis financiera de 1929, John Maynard Keynes utilizó en 1936 la expresión “espíritus animales” con el que hacía referencia a los impulsos espontáneos que lleva a los seres humanos a tomar decisiones económicas. En otras palabras, se trata de motivaciones emocionales, optimismo o desesperanza, que pueden afectar la confianza de los consumidores y propiciar o agudizar una crisis.
En particular, Akerlof y Shiller sugirieron que las personas toman decisiones económicas basados en la confianza que sientan en el aire, en la equidad o justicia, en el engaño, en la ilusión monetaria, en nuestra experiencia pasada, etc. Es decir, tomamos decisiones basados en estados emocionales, difíciles de explicar y expresar en ecuaciones econométricas que permitan predecirlos. Solo ocurren y arrasan con todo. Solo ocurren.
Por ejemplo, ¿crecerá la economía con los actuales precios del petróleo?
Las revueltas civiles que están ocurriendo en los países de África del Norte y Medio Oriente está haciendo que el petróleo supere los 110 dólares el barril, lo que pone en duda la etapa de crecimiento de las economías en el mundo.
Esta es la pregunta que los inversionistas y funcionarios de gobierno están intentando contestar. Asumen que el incremento del precio del petróleo aumentará los costos de producción lo que aumentará la inflación. Y los bancos centrales podrían terminar subiendo las tasas de interés antes de tiempo.
Y todo depende si la crisis actual se resuelve rápidamente o no. Si la crisis se perpetúa, la subida del petróleo se transformará en permanente trastornando la recuperación económica.
Entonces…
Sabemos que los funcionarios de gobierno del área económica se alegran de eventos favorables que están fuera de su control y se lavan las manos con los eventos desfavorables, ¿pueden actuar de otra manera?. Debieran, pero no durarían mucho en sus cargos.
Sin embargo, lo mínimo que se les pide es que manejen el conflicto entre los aspectos técnicos y políticos del área económica, dejando de lado la demagogia y la falta de escrúpulos.
Más honestidad y menos demagogia, ¿es mucho pedir?
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