¿Qué hace que algunos
intelectuales se paseen por el mundo ventilando su devoción a las ideas
socialistas e intentando ver en sus áreas de especialidad al “malvado”
capitalismo y su nefasto primo, el “neoliberalismo”?. La falacia de la
construcción socialista no merece reparos excepto para aquellos que la han
aprendido desde su más tierna edad y la repiten descaradamente. Sin embargo,
algunos de esos fanáticos creyentes, cuando tienen la oportunidad de disfrutar de
las “delicias” de los regímenes socialistas y la sufren en carne propia, más
temprano que tarde terminan entendiendo que el socialismo es una ideología
totalitaria que persigue acabar con el espíritu humano por medio de la fuerza y
la violencia, pese a que la disfrazan de “democracias populares”.
Es el caso de David
Harvey que, desde la geografía, ha reinterpretado el mundo y ha vuelto a la
vida a Carlitos Marx, interpretando las desigualdades a partir de un enfoque
espacial, mostrando cómo el capitalismo mueve sus fichas en la ciudad y amenaza
con hacerla invivible…¡invivible..! Y lo dice una persona que viene del primer
mundo, que no vive estas supuestas imperfecciones pero está lista para repetir
monsergas fosilizadas a aquellos que piensan como él…
Cuando le preguntan a
Harvey como se relaciona la geografía con los modelos económicos y sociales no
trepida en afirmar que “hoy en día muchas
ciudades del mundo están desarrollando comunidades aisladas, limitando espacios
y paisajes en función de las clases sociales, con un ímpetu muy difícil de
contrarrestar. El estudio de la producción de espacios, entonces, es un prisma
de observación para entender cómo se están segregando las clases sociales entre
sí…”. Y agrega que “la estructura de la ciudad es el producto de la dinámica
capitalista. Parte del problema proviene de la acumulación de capital en las
ciudades, que funcionan como fuentes de producción de dinero. Esa enorme
acumulación de capital, como necesita rentabilizarse, se vuelca hacia
inversiones en la producción de espacios urbanos, la construcción de
condominios y de estructuras de gran escala, que luego, a su vez, se transforman
en la estructura de clases, en la forma que toman las ciudades. Construir en la
ciudad es un negocio muy rentable, pero el tipo de construcción más rentable
está destinado a los estratos socioeconómicos altos. Entonces se construyen
condominios exclusivos para la gente rica, y simultáneamente se reduce la
inversión en viviendas asequibles a la población pobre…”.
Y plantea que “hace poco estuve en Guayaquil, Ecuador. Ahí
hay un área de la ciudad donde, a los costados de un gran camino principal,
solo existen comunidades privadas. No puedes salir del camino principal para
entrar a esas comunidades sin un permiso residencial. Entonces te preguntas qué
tipo de mundo se construye allí, en que la experiencia urbana de las personas
queda secuestrada tras estos muros, tienen un contacto casi nulo con personas
de otras clases sociales. Por lo tanto es un hecho que la concentración de
capital se transforma en una barrera para el desarrollo urbano, es decir, se
opone a lo que debería ser una ciudad. No necesitamos ciudades que generen
dinero, sino ciudades que sean buenas para vivir. Y ese objetivo no es
necesariamente compatible con la acumulación de capital…
Y respecto de la
pobreza, Harvey plantea que la segregación espacial es una causa de la pobreza
y afirma que “si miras cuidadosamente,
los barrios segregados suelen tener problemas de acceso a los colegios, los
servicios de salud son pésimos, el sistema de recolección de basura no funciona
bien y la gente vive en un entorno urbano desastroso; hay mucha cesantía y una
de las pocas maneras de ganar dinero es entrando al negocio de la droga.
Entonces lo que ocurre ahí es que el modelo de pobreza se replica por la
segregación de esta comunidad en una zona de la ciudad donde las oportunidades
para surgir son muy restringidas, porque no hay servicios adecuados…”
¿Qué puede llevar a un
intelectual y estudioso a aferrarse a ideas fracasadas por la historia e
intentar reinterpretar el mundo de la peor manera posible?. Decimos que estos
intelectuales son snobs, intelectuales sin nobleza, puesto que tienen su
pensamiento atrapado en creencias que van más allá de la razón, creencias que
los limitan y los llevan a conclusiones sin sentido. Podemos incluso, suponer,
que Harvey busca aplausos y reconocimientos dado que considera que, como
geógrafo, no ha tenido el necesario agradecimiento de la sociedad. Pero,
respecto de lo último no tenemos certezas. Por eso, nuestra crítica debe
centrarse en su análisis fracasado y fanático.
La pobreza no es una consecuencia
del capitalismo y de los mercados libres sino que, y perdonen la redundancia, es
una consecuencia de la ausencia de mercados libres y de capitalismo. En otras
palabras, la pobreza y la segregación espacial es el resultado de la aplicación
histórica de recetas socialistas fracasadas y solo basta con observar el
sentido de los procesos migratorios: la gente emigra desde la pobreza
socialista a la riqueza capitalista. Por ejemplo, Cuba estuvo más de 50 años de
“revolución” y es un país atrasado y pobre, aunque blanden la excusa del
bloqueo de EEUU. En realidad, era imposible que la dictadura socialista cubana creara
bienestar a los cubanos puesto que ello hubiera necesitado una sociedad libre y
abierta lo que contradice los fundamentos de una dictadura de izquierda.
Los intelectuales snobs
como Harvey buscan el aplauso fácil de unas plateas repletas de fanáticos
creyentes de dichas ideas. Esta es la principal crítica que se le podría hacer a
este tipo de estudiosos, porque son incapaces de hacer diagnósticos correctos y
alejados de sus creencias. Por eso, la mayoría de sus ejemplos provienen de los
países más atrasados y pobres.
Harvey no es capaz de
reconocer que la pobreza y la segregación es una consecuencia inevitable de la aplicación
de recetas socialistas o, más concretamente, la implementación de modelos
sociales y económicos neosocialistas que entregan enorme poder a políticos
corruptos para reducir los mercados libres y dar vida a grandes corporaciones y
oligopolios que se apoderan de los mercados más rentables. Es decir, la pobreza
que impera en estos lares es el resultado de la ausencia creciente de mercados
libres y oportunidades para que las personas pongan en marcha su iniciativa y
emprendimiento. Si una persona talentosa y esforzada no tiene oportunidades
para progresar en la vida debe terminar recluyéndose en campamentos en que
florece la pobreza como una maldición. Esa es nuestra pena: personas esforzadas
y de talento no tienen oportunidades porque los políticos socialistas han
cerrado los mercados, entregándoselos a empresarios oligopólicos que financiarán
sus campañas electorales futuras.
Que una persona culpe
al capitalismo por la pobreza de muchas sociedades es una señal clara de falta
de realismo y de diagnósticos adecuados; que un estudioso culpe al capitalismo
de todos los males es una señal clara de snobismo sin sentido. No culpemos al
mundo si no nos reconoce nuestras supuestas grandes cualidades, y menos aún
busquemos el aplauso fácil defendiendo ideas propias de fanáticos y creyentes
que solo generan pobreza.
La pobreza que abunda
en este continente es el resultado de los modelos socialistas que históricamente
han sido aplicados y, en la actualidad, el neosocialismo del siglo XXI es el
nuevo modelo que no entrega oportunidades para que las personas surjan por iniciativa
propia, sino que más bien concentra el poder político y económico en las manos
de políticos y mercachifles que son los determinan los resultados en términos de
empleos de baja calidad y bajos salarios. Por eso, no es novedad, que los que más
progresan en estos sistemas neosocialistas son los políticos (¡que se permiten
viajar a los mundiales deportivos mientras sus distritos sufren desastres
naturales!) que usan los bonos como la práctica populista para mantener cautivo
a su electorado. Los otros que progresan son los empresarios tipo mercachifles, dedicados al
comercio, que concentran la oferta y le cantan “cumpleaños feliz” a los políticos,
mientras se enriquecen con la ausencia de mercados libres…
No podemos creer en
intelectuales snobs, de corte socialista, que buscan explicaciones de la
pobreza galopante en fantasmas que crean en su imaginación para capturar las
voluntades de los menos educados. La segregación en nuestras ciudades es el
resultado de la sempiterna pobreza generada por siglos de aplicación de
políticas socialistas y ausencia de mercados libres que no generan
oportunidades para personas libres y con iniciativa…
¿O usted piensa lo
contrario?
Panorama
LIBERAL
Sábado
17 Octubre 2015
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