Un
grupo de amigos estaban desesperados con las noticias de que el pasado 21 de
diciembre sería el fin del mundo conocido. Y, en su desesperación, formaron la
Orden del Fin del Mundo y se congregaron en el centro de la Plaza de Armas junto
a un fuego de papeles y cartones aquella noche del 20 de diciembre…
Y he
aquí que la brisa pareció aquietarse de repente, y entonces como de la bruma
iluminada apareció Él mismo en toda su radiante figura…
Llevaba
larga barba blanca hasta las rodillas y una túnica blanquísima y sandalias de
oro, parecía un anciano, pero su vejez era de milenaria sabiduría bajo la calva
venerable, el semblante arrugado y el aura triangular con el ojo único.
Y
los integrantes de la Orden del Fin del Mundo cayeron de hinojos y lo adoraron.
Entonces
Él les dijo:
- Harán mi mandato si quieren ser salvados,
porque desdichado aquel hombre que no sigue los dictados de su Creador…
Y
todos asintieron. Habló nuevamente el Señor:
- Caminaran a mi alrededor en cuatro patas, y
darán siete vueltas, no seis porque no habrán cumplido mi voluntad, ni tampoco
ocho porque de ese modo demostrarán soberbia. Sean siete y sólo siete y nada
más que siete…
Y
los integrantes de la Orden del Fin del Mundo se pusieron en cuatro patas y
comenzaron a dar las vueltas en torno a la majestuosa figura contando en voz
alta para no faltar a la voluntad del Señor.
Al
cabo de 25 minutos, habló el Señor:
- Han cumplido…El Reino De Dios ahora está más
cercano para ustedes.
Y
los integrantes de la Orden del Fin del Mundo con los pies destrozados sonrieron.
Y Él
les dijo:
- Ahora hundirán los dedos en la tierra donde
los animales y los hombres hacen sus necesidades y se cubrirán por completo la
cara y sus cuerpos si quieren ser gratos a los ojos de Dios.
Y
los integrantes de la Orden del Fin del Mundo comenzaron a buscar la tierra necesaria
que tuviera la humedad necesaria y el contenido según lo requerido.
Comenzaron
a cubrirse con dicha tierra la frente, las blancas mejillas y el peludo pecho,
cuando el impío Raúl, no pudiendo sujetar la maldad de su corazón, interpeló al
Señor:
- ¡Oh, Señor!, no dudamos de tu Gloria y tu
Misericordia Infinita, pero ¿por qué debemos humillarnos de este modo tan
bajo?...
Entonces
el Patriarca Divino frunció el ceño; el cielo pareció cubrirse en un momento de
nubes negras preñadas de la furia del trueno y la destrucción del rayo.
Y
dijo el Señor:
- ¡Maldito seas Raúl, tú y toda tu
descendencia!...¡Yo te maldigo en nombre del Gran Espíritu, y tu alma conocerá
el Dolor y el Fuego, y morará eternamente allí donde hay llanto y rechinar de
dientes! ¡Vete! ¡Aléjate de mi vista!...
Y el
miserable Raúl se apartó cabizbajo del grupo de integrantes de la Orden del Fin
del Mundo, llorando su destino, mientras sus compañeros se decían unos a otros:
- ¡En verdad el Señor ha hablado!...¡Grande es
la ira y la sabiduría del que viene de los Cielos!...
Entonces
volvió a tomar la palabra el divino anciano:
- Ahora, si quiere vuestro corazón agradar a Dios
deben bajarse los pantalones y mostrar vuestros culos al aire para todo el que quiera
verlo, y suplicarán a los transeúntes que les peguen tantas patadas como
gusten, y darán las gracias por todas las patadas que reciban…De este modo
demostrarán vuestro apostolado, y dirán que cada patada la reciben en nombre
del Señor…
Entonces
los integrantes de la Orden del Fin del Mundo desnudaron sus traseros y
corrieron a las inmediaciones rogando a los que pasaban que imprimiesen en sus
nalgas el dibujo de sus ásperas suelas. Y algunos huían aterrorizados, pero
otros de buena gana ensayaron verdaderos tiros libres en las desguarnecidas
regiones traseras.
Y a
cada golpe, gritaban los integrantes de la Orden del Fin del Mundo:
- ¡Gracias te sean dadas en nombre del Señor!.
Y
volvieron al centro de la Plaza de Armas, y se postraron de rodillas, puesto
que sentarse habría sido mucho mayor mal, y bebieron como si de miel se tratase
las palabras de Dios.
Y
con sonrisa beatífica, él dijo:
- Tened por cierto que hoy habéis ganado el
Paraíso…
Y
todos sintieron una gran paz en su pecho.
Entonces,
el Divino Anciano dijo:
- Ha llegado la hora de que os deje…
Viendo
que se marchaba sin más, un integrante de la Orden del Fin del Mundo, el
Inmoral Morales, prorrumpió en gemidos de protesta, y arrancándose los
cabellos, se animó a hablarle:
- Señor, Señor, ¿por qué te vas?...¿Es que no
hemos satisfecho del todo tus demandas?, ¿Por qué nos privas así de la luz de
Tu Presencia?...¿Adónde vas, Señor, adónde vas?, ¿Y qué debemos hacer nosotros
ahora?...
Entonces
el viejo se volvió un momento y dijo:
- ¿Ustedes?...Ustedes hagan lo que quieran. Yo
me voy a la fiesta de la Concertación, a saludar a la Josefa y a recibir a la
señora Bachelet…¡que para eso me he disfrazado!...
PANORAMA Liberal
Viernes 28 Diciembre 2012
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