La Concertación no puede
mejorar la distribución del ingreso, porque su diagnóstico y sus propuestas
socialistas populistas, de más de medio siglo atrás, de Estado benefactor
-semillero potencial de incontables irregularidades-, inhiben la iniciativa popular,
desalientan el trabajo y el estudio, suben el IVA regresivo, limitan el
desarrollo de la educación, forman guetos poblacionales planificados, agravados
por el "Transanlagos" y, en fin, hacen todo lo posible para hostigar
a pobres y marginados que desean vender algo o trabajar.
Practican, además, una
política de drogas que fomenta la inseguridad, el robo y el crimen, en especial
entre pobladores, como lo vemos todos los días en la televisión.
De repente, nuestros
diputados e intelectuales dictarán una ley que prohíba el desempleo y la
pobreza, así como a diario inventan tonteras costosas e inútiles para
protegernos de todo lo moderno y desconocido, sacrificando nuestra libertad.
Ya estamos cerca de la
pensión universal y de una jornada laboral de un día a la semana, para pasar el
resto del tiempo "en familia". ¿A qué familia se referirán? ¿A la que
la Concertación fomenta, sin pareja, sin padres, sin proyecto educacional
(salvo el oficial) y, en fin, "sin hijos" y, quizás, sin seres
humanos que depreden el planeta y que, en consecuencia, deban, como dicen los
ecologistas, desaparecer?
Dirán: ¡Qué exagerado y
mentiroso, este Bardón!
¿Sí? Lea a los
ecologistas de verdad, a Gramsci y a la nueva izquierda, o mire cómo se
extinguen los europeos del Estado benefactor.
La distribución del
ingreso empeora cada vez que los diputados se suben el sueldo, que ya supera
muchas veces el salario mínimo, o cuando aumentan el gasto público, todos los
días, en leseras variadas e inútiles -platas para los del régimen, directores,
parlamentarios, superintendentes, ministros y miles de inspectores "para
regular" a los chilenos tontos y con ganas de trabajar.
Con reglas laborales de
libertad, en Chile trabajarían unos dos millones más, y se dejaría de
discriminar a mujeres, discapacitados, pobres poco calificados, jóvenes y
viejos.
Si no existiera control
estatal para las empresas chicas, ¡para qué les explico cómo aumentarían el
ingreso y el bienestar de las masas! Si cerramos el ministerio del Ocio
-¡perdón!, del Trabajo-, clausuramos el llamado de Educación y les damos los
colegios a los padres y a los alumnos un bono para elegir, ¿les explico cómo
mejoraría la calidad con la competencia?
Mire, incrédulo, lo que
pasa en Suecia, Estados Unidos o Nueva Zelandia, y léase un folleto de economía
para tontos, para que vea cómo los mercados libres siempre tienden al
equilibrio; ¡en el caso del laboral, al pleno empleo!
Incorporando más gente al
baile productivo, el crimen y los robos se reducirían significativamente. Y las
mafias de narcos desaparecerían si elimináramos el prohibicionismo.
Además, con un impuesto a
las drogas, podríamos atacar en serio la adicción, no como ahora, donde la
fórmula socialista represiva acentúa el problema.
Hay que denunciar las
viejas y fracasadas políticas de la Concertación. Pero, ¡claro!, para hacerlo
hay que tener una propuesta liberal y atreverse a decir la incorrección de que
el estatismo populista es el problema. El capitalismo liberal, no el de Estado,
erradica la pobreza. El socialismo es la ruina. ¿Habrá que demostrarlo otra
vez, después de un siglo de millones de muertos, por hambre y violencia?
Fuente: El Mercurio, Mayo
10, 2007
PANORAMA Liberal
Lunes 31 Diciembre 2012
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