Don Álvaro Bardón nos hablaba hace poco tiempo del totalitarismo educacional, ¿que diría hoy si escuchara a los estudiantes socialistas que quieren "educación estatal, gratuita y de calidad"? |
La
creciente presencia del Estado en la educación explica su mala calidad, los
altos costos, su falta de dinamismo y la menor libertad, creatividad e
"inteligencia" que se aprecian a diario. Los jóvenes pierden su
personalidad y se convierten en entes menos pensantes y más irresponsables, a
partir de repetir la equivocada verdad oficial, apartada de la libertad y
sometida a la clásica tontería latinoamericana de que el Estado es Dios, por lo
que nos debe regular y manejar, ya que todos somos tontos de capirote. Es lo
mismo que el Transanlagos y lo clásico del fracaso socialista de planificación
del siglo pasado. Es la tiranía y ruina de Fidel y de Chávez, los ídolos de
nuestra izquierda.
Meterle
todavía más plata a la educación, sin reformas libertarias ni la eliminación
del poder ministerial ni de los intereses corporativos del Colegio de
Profesores, es de "latinos", de ésos con los que a nuestros
gobernantes les encanta hacer acuerdos comerciales y reunirse en fiestas o
"shows" con discursos sin fin.
Es
una vergüenza que nuestros educadores, intelectuales, políticos y
"progresistas" no protesten por el creciente totalitarismo
educacional que se instala en el país. A lo Stalin, tenemos programas, pruebas
y textos oficiales de corte monopólico, y una formación estandarizada de
profesores que aprenden pedagogía y leseras seudosociales, pero no sus
materias. No hay, en la práctica, libre formación ni libre entrada a "la
producción de educación", ni menos una política de apertura franca al
exterior ni de fomento a la formación en los hogares y familias, modalidad de
gran éxito en otros países. Y a los municipios les amarran las manos y los
financiamientos.
El
Estatuto Docente es el mayor atentado contra la calidad, porque la inamovilidad
y los sueldos fijos a todo evento incentivan el ocio y la mala docencia, al
igual que los nombramientos políticos de directivos. El colmo parece ser que un
buen ingeniero tiene "prohibido" enseñar matemáticas, porque no pasó
por los pedagógicos.
Esta
"democracia" totalitaria uniforma universidades, las que, para captar
platas estatales, deben aceptar las pruebas oficiales y acreditaciones en
aumento, que limitan la competencia y la calidad, así como la libertad de
enseñanza. Ésta tiende a desaparecer, lo que configura una dictadura que se
refuerza en estos días con una superintendencia que puede cerrar los
establecimientos que no gusten a los gobernantes, entre los cuales estarán en
breve -para sorpresa sólo de algunos ingenuos- los de línea religiosa, pro
familia y otros "reaccionarios".
Las
dictaduras valóricas y culturales son las peores de todas, porque configuran
prácticas totalitarias, con independencia de si los gobernantes son o no
elegidos. En realidad, la gran reforma universitaria en Chile se hizo hacia 1980,
cuando se abrió la educación superior a los privados y la competencia. Se
formaron universidades como nunca, y la población de estudiantes pasó de unos
100 mil a 600 mil: universidad para todos. Hubo un salto importante en lo
tecnológico, y la cruel competencia forzó a la U. de Chile y a la U. Católica a aumentar
las matrículas y mejorar la calidad como nunca antes. Se invirtieron en eso
varios miles de millones de dólares. ¿Cuánto les costó eso a los ciudadanos y
al Estado? ¡Cero!
Ahora,
desde 1990, se han malgastado cuatro mil millones de dólares, pero la calidad
empeora, excepto en la de nivel superior.
Por
eso, ¡no más aportes a la educación, salvo en bonos! Pasemos los colegios a los
padres, los profesores y fundaciones. ¡Libertad y competencia, no más
totalitarismo!
Fuente:
Publicado en El Mercurio, el miércoles 13 de junio de 2007.
PANORAMA Liberal
Domingo 14 Octubre 2012
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