Hayek
lo decía hace ya demasiado tiempo: “para que las viejas verdades mantengan su
impronta en la mente humana deben reintroducirse en el lenguaje y conceptos de
las nuevas generaciones”. En este sentido, el valor de la palabra “libertad” parece
haber perdido el valor que debe tener. Los seres humanos vibramos cuando se
hace mención a la palabra “libertad”, e incluso, sus enemigos la nombran con
frecuencia.
Recientemente,
un grupo de personas marcharon en la marcha organizada por la Confech para
protestar por las demandas educacionales de “educación gratuita, de calidad y
estatal”. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue un grupo de niñas que
cubrían su cara con una tela negra, no llevaban polera y tenían escrito en su cuerpo
la palabra “libertad”. Y les preguntaron:
-
¿Por qué andan sin polera?
-
Porque queremos demostrar que tenemos libertad para opinar y estamos contra la
represión.
Los
recientes años han convertido a las marchas en una especie de ritual al que
asisten un grupo determinado de personas y que se basa en apropiarse de las
calles y avenidas para manifestarse. A esta actividad, ellos la denominan “libertad
de expresión”, pero no les preocupa coartar la libertad de los demás con sus
acciones. La libertad de expresión es para ellos, los demás que se aguanten.
Muchos
de estos muchachos y muchachas son incapaces para expresar racionalmente y con
argumentos, las razones de su protesta. Por ejemplo, ¿para que desean más
educación cuando no son capaces de usarla?. En realidad, el eslogan “educación
gratuita, de calidad y estatal” a estas alturas es meramente instrumental y no
representa el sentir de todos los que marchan. Unos quieren que todo se
estatice, otros desean volver a la barbarie, etc. Y estas niñas se escriben en
el cuerpo la palabra “libertad” y se creen merecedoras de usarla mientras
abusan de ella con sus acciones.
En
realidad, muchas personas no saben cuál es el valor de la libertad. Creen, en
su ignorancia, que “libertad” equivale al “poder de hacer lo que uno quiera”;
el poder de satisfacer nuestros deseos; el poder de cambiar el mundo como se
nos antoje; el poder de marchar por las calles, ensuciarlas y hacer la vida más
pobre para las personas que la sufren.
Hayek
decía que “algunos confunden la libertad con la ilusión de volar”, con la
ilusión de poder hacer lo que quieran. Las únicas personas que sostienen esta
visión son, precisamente, los enemigos de la libertad porque aquellos que
exigen una libertad sin restricciones y omnipotente, terminan plantando una
confusión en las mentes de los más jóvenes que los induce a perder su decencia,
inocencia y contaminarse en la vulgaridad…Por eso, se atreven a gritar…¡afuera la
ropa interior…somos libres de hacer lo que queramos…!. En estricto rigor, han
perdido algo más preciado que la libertad: han perdido el respeto a sí mismos.
¿Puede existir algo peor que ello?. Realmente, ¿puede alguien estar orgulloso
de ello?.
En
otras palabras, la libertad lleva asociada el concepto de responsabilidad; la
libertad es un regalo que debemos usar sabiamente y con absoluta conciencia de
ello. A los que hablan de “libertad”, mientras marchan por las calles, solo
expresan un descontento irracional hacia una sociedad que creen no les escucha
y exigen ¡queremos esto y aquello y si no lo entregan…lo tomaremos por la
fuerza!. Así, se permiten que, en nombre de la libertad, se tomen las calles
para restringir las libertades de los otros ciudadanos e intentar imponer una
visión estrecha de “su” libertad.
En
realidad, ¿alguien puede creer que los marchantes tienen respeto por aquellos
que piensan distinto?. Creen que todos debemos opinar igual, y, por eso, usan
la violencia…¡Tenemos derechos y queremos imponerlos!. Ciertamente, no
representan la libertad de la cuál hablan sino algo totalmente diferente:
defienden el totalitarismo igualitario que impone una única manera de ver el
mundo.
Estas
niñas que marchan sin poleras son una muestra de la pobreza mental que cree que
todos debemos aspirar a la libertad absoluta, sin restricciones ni condiciones;
las han convencido de que griten por la libertad mientras les destrozan las
opciones para ser más libres; son esclavas del fraude de exigir libertades mientras
abdican de la misma. No saben que la libertad exige mucho más que solo gritar
por ella; exige responsabilidad.
¿Podremos
esperar algo más de estos jóvenes contaminados con la libertad como poder?
PANORAMA Liberal
Sábado 7 Septiembre 2013
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