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domingo, 27 de mayo de 2012

SOCIEDAD "EL Estado completo falló"...¿Por qué los Estados modernos no son organizaciones inteligentes?.


Los Estados modernos son como un caldo de cultivo de incompetentes, porque viven y prosperan en ese ambiente como si fuera el propio....Y algunos los siguen votando...

Se comenta en los medios que uno de los primeros damnificados por el terremoto político que se generó tras la fallida alerta de tsunami del 27 de febrero de 2010, fue el ex director de Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), Mariano Rojas a quién se le responsabiliza por cancelar una posible evacuación de la costa chilena.

Y lo más llamativo es que Mariano Rojas canceló la alerta de tsunami, generada pocos minutos después del terremoto, porque “pensaba” que hacía lo mejor en vista de los antecedentes que tenía a mano, detallando que el día de la tragedia no había comunicación, emitían informes que no recibían respuestas y tenían un diálogo de sordos con la otra institución puesta en tela de juicio, la Onemi. Concluyó afirmando que “el Estado completo falló. Algunas cosas se habrían evitado si el Estado completo hubiera funcionado bien, si no se hubieran caído las comunicaciones".

Es decir, según Rojas no fallaron las instituciones encargadas de tomar las decisiones oportunas y para las cuáles debieran haber estado preparadas, sino que “el Estado completo falló”; no fallaron ellos en la toma de decisiones sino que todos fallaron. Por lo tanto, la culpa es de todos, y no es de nadie. Otra vez, debe pagar Moya…una historia ya muy conocida por los chilenos en la cual ya nadie se hace responsable.

Por eso, miremos para donde miremos, la situación es la misma: vivimos al borde de la más absoluta indefensión debido a los pobres resultados que generan las instituciones públicas y privadas que debieran hacer las cosas correctas, pero que siempre terminan haciendo las cosas más incorrectas posibles. Y como la institucionalidad es un producto humano, debemos referirnos a las personas que las crean y controlan: los incompetentes.

La incompetencia es ya una constante en nuestras ciudades y países. Si en algún momento de su vida, usted se cruza con una persona competente que le presta los servicios solicitados en la forma y fondo, debe darse con una piedra en el pecho y debe considerarse un bendecido, porque la triste realidad es que los competentes son una especie en extinción, y lamentamos que no existan organizaciones que lo impidan, como lo hace GreenPeace con las ballenas.

¿Qué puede estar pasando en nuestras sociedades en que la incompetencia reina ya sin contrapeso?...

¿Qué hemos hecho para que se haya generado esta situación?...

¿Podremos revertirla?...

¿O la incompetencia es una norma no escrita de la especie humana?...

Pese a todo, a nadie pareciera preocuparle el problema de fondo: la proliferación de catástrofes que podrían haberse evitado si las personas hubieran actuado diligentemente. Y la tesis más razonable es que la incompetencia es más una constante humana y social, que una excepción. Por eso, no debieran extrañar las evidencias de la incompetencia cuando indagamos respecto del fatídico viaje a la isla Juan Fernández;  el terremoto/maremoto del 27 de febrero del 2010; la puesta en marcha del Transantiago; la caída de un puente en construcción; la autorización de una estupidez como el Costanera Center, y muchos ejemplos más.

Y, al contrario de lo que se podría pensar, también hay ganadores en esta situación, pero son pocos. Por ejemplo, los que más ganan con la incompetencia pública y privada son los abogados, debido a los juicios eternos que se generan, y el caótico flujo de escritos de tribunal a tribunal y de medio de comunicación a medio de comunicación. Es más, sospechamos que los abogados más incompetentes son los que reciben los mayores ingresos porque sus clientes no son capaces de establecer cuál es la realidad y cuál es la ficción: un abogado tiene la preparación necesaria para confundirlas y mezclarlas.

Los otros ganadores son los medios de comunicación masivos que entregan noticias en pequeñas dosis, de una manera sensacionalista y con el fin de vender sus amarillentas páginas día a día…Por cierto, entregan la información por gotas para no agotar la rentable fuente generadora de ventas.

Al parecer, nuestras sociedades están sitiadas por enormes ejércitos de estúpidos incompetentes y lo más probable es que yo y usted, querido lector, sea un estupendo soldado para formar parte de estos ejércitos que marchan y luchan en el silencio vasto de una variada gama de instituciones y organizaciones.

Antes, algunos estudiosos ya nos habían dado alguna clave al respecto que conviene revisar.

El Principio de Peter: en cualquier jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia.

En el año 1969, Laurence Peter presentó su libro “Tratado sobre la incompetencia o por qué las cosas van siempre mal” y que dedicó “a todos los que, trabajando, jugando, amando, viviendo y muriendo en su Nivel de Incompetencia, suministraron los datos para la fundación y desarrollo de la saludable ciencia de la jerarquiologia”. Indicaba en el prólogo que los “que han alcanzado su nivel de incompetencia…realizan su trabajo deficientemente, frustrando a sus compañeros y erosionando la eficiencia de la organización” y que resulta lógico pensar que “por cada empleo que hubiese en el mundo habría alguien, en algún lugar, que no podría hacerlo…Con el tiempo y los ascensos correspondientes, ese alguien podría llegar al cargo…”

Debemos ser cuidadosos en no confundir la incompetencia con “el simple error, la equivocación verbal, el error ocasional…Todos pueden cometer un error…A la inversa, el incompetente por hábito puede, por una acción casual, acertar a veces…”.

Por lo tanto, se formuló El Principio de Peter: “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. Al mismo tiempo, descubrió que había fundado la ciencia del estudio de las jerarquías, jerarquiología, en la cual para cada individuo, el ascenso final siempre es desde un nivel de competencia a un nivel de incompetencia.

En consecuencia, dado un lapso de tiempo suficiente, y supuesta la existencia de un suficiente número de grados en la jerarquía, todo empleado asciende a, y permanece en, su nivel de incompetencia. Lo anterior lleva al Corolario de Peter que dice: “Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones”.

Si todos somos unos incompetentes, ¿quién hace que las cosas funcionen?. Las cosas funcionan, afortunadamente, porque el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia.

La amenaza es real: la incompetencia es un fenómeno natural que les acontece a las personas insertas en estructuras complejas, absurdas y pretenciosas, y que se magnifica cuando estas estructuras crecen de una manera inorgánica y con fines absolutamente irreales.

Desde hace largo tiempo, las clases dirigentes han creado instituciones con la esperanza de poder dirigir el progreso humano. Los Estados modernos son una construcción teórica de ilusos arrogantes que creen tener las capacidades para vislumbrar el futuro de la especie humana…Pero, los Estados modernos no son instituciones inteligentes porque han sido construidos por personas limitadas en un entorno caótico, dinámico e imposible de amarrar entre cuatro paredes.

¿Porqué los Estados modernos no son organizaciones inteligentes?.

Los Estados modernos no son instituciones inteligentes porque han sido creados por personas bajo condiciones que conviene revisar bajo el prisma de “La Quinta Disciplina” de Peter Senge.

Los seres humanos actúan en un ambiente, estructura e institucionalidad, creados por otros seres humanos, y que influye sobre la creación de paradigmas, actitudes, creencias, gustos y conducta de todas las personas. Es decir, poco a poco, a medida que transcurren nuestras vidas, las personas se van encerrando –o van siendo encerradas- en cajas que les impiden ver más allá y que se transforman en un delicioso y seguro límite autoimpuesto. Al final, viven sus vidas de acuerdo a patrones establecidos por los constructores de las cajas, engañándose a sí mismos. Esas cajas son las instituciones que ya conocemos de sobra, y que siguen creciendo como un cáncer social.

Las cajas citadas, algunas veces, no son construidas en forma consciente sino en forma inconsciente y son el resultado del proceso evolutivo de la vida en sociedad, pero en otras oportunidades son el resultado de esfuerzos deliberados de defensores de ciertas ideologías, fanáticas del progreso dirigido, y que se consideran especialmente dotados de sabiduría y clarividencia, para construir ciudades doradas con bellas avenidas y parques.

Para construir dichas “ciudades doradas” los ideólogos socialistas aplican la lógica del tumor socialista por medio de la creación de ministerios, institutos, agencias, etc., que debieran “solucionar” los problemas, pero que terminan creando nuevos problemas; por lo tanto, se crean nuevos ministerios, institutos, agencias, etc., que “solucionarían” esos nuevos problemas, pero se crean otros nuevos problemas…Y, así, ad aeternum.

El resultado final es una majamama de instituciones con responsabilidades compartidas que no comparten; áreas de operación que se tocan pero que no se coordinan; funcionarios y burócratas que defienden su institución, culpando a las otra; etc. Esta compleja red de instituciones atrae a cierto tipo de personas por los beneficios que conlleva: nadie nunca es responsable de nada; las cosas solo se hacen cuando el de más arriba las pide; se rigen por procedimientos cuando les conviene; etc. Por este tipo de cimientos es que decimos que los Estados modernos jamás serán organizaciones inteligentes. Veamos por qué.

La Quinta Disciplina de Peter Senge
Según el  modelo de Peter Senge, una organización inteligente está conformada por personas que tienen capacidades y entrenamiento en las siguientes disciplinas:
·       Un gran Dominio Personal para alcanzar las metas que se proponen, por sus propios medios y sin culpar a nadie si no lo consiguen.
·       Tienen supuestos hondamente arraigados, generalizaciones, imágenes que influyen en su modo de percibir el mundo. Son los Modelos Mentales que nos tener una representación del mundo.
·       Construyen y funcionan por medio de una visión compartida, y que la defienden a todo evento.
·       Trabajan y aprenden en equipo, superando la estrecha perspectiva individual.
·       Finalmente, se consideran que forman parte de un sistema, interrelacionándose con otras personas como eslabones de una misma cadena, evitando conformar silos organizacionales separados y formando equipos interdisciplinarios.

Por eso, la teoría de Senge postula que el pensamiento sistémico es la quinta disciplina que integra a las demás, fusionándolas en un cuerpo coherente de teoría y práctica. Y ahora podemos intuir porque los Estados modernos, en especial, el nuestro, no son organizaciones inteligentes.

En primer lugar, los funcionarios y burócratas que pueblan los Estados modernos son personas seleccionadas por las clases políticas buscando la afinidad y la complicidad con las ideologías de turno, por lo que son, muchas veces, simples lacayos sin dominio personal; incapaces de alcanzar los fines mínimos para los cuáles son contratados y, por su origen, buscando culpables en vez de buscar soluciones.

En segundo lugar, son personas que tienen hondamente arraigado el modelo mental socialista del proletario, una especie de esclavo económico, que siempre se ve a sí mismos como una víctima inocente de un sistema perverso construido para hacerlo infeliz y, por eso, no hacen esfuerzos para modificar ni crecer puesto que esperan que en algún momento, algún nuevo líder les mostrará el camino a la ciudad dorada de la felicidad sin esfuerzo alguno.

En tercer lugar, y por lo anterior, han construido la visión de que el Estado es “la gran institución” que los liberará de la esclavitud a la que los tienen sometidos otros perversos. Tienen la convicción de que el Estado es la respuesta a sus plegarias y construyen desde dentro la visión de que “el Estado somos nosotros y nosotros somos el Estado”; por eso, defienden el Estado y el “futuro” que representa.

En cuarto lugar, como lacayos de una ideología, que los inmoviliza, son incapaces de trabajar en equipo para llevar adelante los proyectos de la institución en la que se desempeñan; jamás aprenden a abordar problemas de una manera conjunta y, siempre, ven en el resto de las instituciones el reflejo de su propia realidad, que rechazan con encono.

Finalmente, los funcionarios y burócratas de los Estados modernos no se consideran formando parte de un sistema. Ellos, juegan en el lugar que les tocó y jamás ven los efectos de las decisiones que han tomado, ni piensan en los que sirven con sus servicios. No conocen ni les interesan las interrelaciones entre las diferentes instituciones.

Todas las personas que se desempeñan en los Estados modernos están sometidas al autoengaño; viven y trabajan dentro de sus instituciones haciendo lo mismo que han hecho siempre y como se los han enseñado; se ciegan frente a la realidad circundante, estropeando su propio trabajo y el de los demás. Pero el problema es que, como están encerrados, no se dan cuenta de ello y, por lo tanto, no hacen nada para cambiar. Y así, los resultados tampoco varían. La mayoría de la gente pasa toda su vida encerrada en su institución, que a su vez está dentro de otra, y así sucesivamente.

Esta multiplicación de instituciones son el resultado del progreso humano y que podrían haber sido útiles en algún momento, pero que no pueden ser permanentes porque el mundo cambia. Sin embargo, las instituciones en las que trabajamos se vuelven rígidas, limitan nuestro entendimiento y son la raíz de muchos de los problemas que nos afectan y que impiden un mejor rendimiento laboral, afectando a aspectos como el liderazgo, el trabajo en equipo, la comunicación, la responsabilidad, la confianza, el compromiso y la motivación.

En estas circunstancias, algunos logran sobrevivir, prosperar y luchan por mantener las únicas condiciones de vida que conocen. Algunas personas terminan reuniendo las cualidades físicas, emocionales e intelectuales que les permiten adaptarse de mejor manera a un mundo de esas características. Son los competentes de los cuentos de niños, pero, al mismo tiempo, un enorme grupo humano no dispone de los talentos necesarios para sobrevivir en ese  ambiente tan complejo por lo que deben intentar mentir, engañar y alterar sus patrones de conducta para pasar por personas competentes. No siempre lo logran y cuando eso sucede, la tragedia golpea nuestras narices.

¿De dónde surgen las organizaciones inteligentes?

Si viviéramos en un ambiente de plena libertad, tendríamos una sociedad constituida por instituciones aceptadas por todos y en la cual los más capaces ascenderían desde los niveles más bajos para dirigir a sus congéneres.

Sin embargo, hemos creado una sociedad socialista, igualitaria, con un Estado ideológico fuerte y entrometido en todas las relaciones humanas y, por eso, no existe ningún área de las relaciones humanas que no haya sido contaminada por la presencia del ente estatal en todas sus facetas. Vivimos en una sociedad que ha creado un sinnúmero de instituciones incompletas y complejas, imposibles de entender y captar en sus interrelaciones; que defienden valores contradictorios y tienen objetivos incoherentes entre sí.

Además, no existen los seres humanos iguales desde el punto de vista genético e institucional; todos somos diferentes. Sin embargo, las instituciones humanas que creamos hacen prosperar a una cierta variedad de ser humano dotado de características muy especiales para sobrevivir. Dichas instituciones conforman sistemas tan complejos e intrincados, imposibles de descifrar para personas normales, pero son el caldo de cultivo de los incompetentes de bajo rendimiento laboral, sin liderazgo, sin capacidad de trabajo en equipo ni de comunicación, irresponsables, desconfiados, poco comprometidos y desmotivados.

Por eso, las sociedades socialistas generan instituciones repletas de incompetentes que llegan a sus cargos porque creen que tienen “el derecho” dado que “todos somos iguales”. En un ambiente de libertad, las personas debieran llegar a su nivel de competencia y persistir en el, evitando llegar a niveles de incompetencia.

Finalmente, no debiéramos preocuparnos por la enorme cantidad de incompetentes que pueblan nuestras instituciones, sino por la forma que generamos nuestra institucionalidad, caldo de cultivo de la incompetencia. Esta es la verdadera clave.

PANORAMA Liberal
Sábado 26 Mayo 2012

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