Los Estados modernos son como un caldo de cultivo de incompetentes, porque viven y prosperan en ese ambiente como si fuera el propio....Y algunos los siguen votando... |
Se comenta en los medios que uno de
los primeros damnificados por el terremoto político que se generó tras la
fallida alerta de tsunami del 27 de febrero de 2010, fue el ex director de
Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), Mariano Rojas a
quién se le responsabiliza por cancelar una posible evacuación de la costa
chilena.
Y lo más llamativo es que Mariano
Rojas canceló la alerta de tsunami, generada pocos minutos después del
terremoto, porque “pensaba” que hacía lo mejor en vista de los antecedentes que
tenía a mano, detallando que el día de la tragedia no había comunicación,
emitían informes que no recibían respuestas y tenían un diálogo de sordos con
la otra institución puesta en tela de juicio, la Onemi. Concluyó afirmando que
“el Estado completo falló. Algunas cosas
se habrían evitado si el Estado completo hubiera funcionado bien, si no se
hubieran caído las comunicaciones".
Es decir, según Rojas no fallaron las
instituciones encargadas de tomar las decisiones oportunas y para las cuáles
debieran haber estado preparadas, sino que “el Estado completo falló”; no
fallaron ellos en la toma de decisiones sino que todos fallaron. Por lo tanto,
la culpa es de todos, y no es de nadie. Otra vez, debe pagar Moya…una historia
ya muy conocida por los chilenos en la cual ya nadie se hace responsable.
Por eso, miremos para donde miremos,
la situación es la misma: vivimos al borde de la más absoluta indefensión debido
a los pobres resultados que generan las instituciones públicas y privadas que
debieran hacer las cosas correctas, pero que siempre terminan haciendo las
cosas más incorrectas posibles. Y como la institucionalidad es un producto
humano, debemos referirnos a las personas que las crean y controlan: los
incompetentes.
La incompetencia es ya una constante
en nuestras ciudades y países. Si en algún momento de su vida, usted se cruza
con una persona competente que le presta los servicios solicitados en la forma
y fondo, debe darse con una piedra en el pecho y debe considerarse un bendecido,
porque la triste realidad es que los competentes son una especie en extinción,
y lamentamos que no existan organizaciones que lo impidan, como lo hace GreenPeace
con las ballenas.
¿Qué puede estar pasando en nuestras
sociedades en que la incompetencia reina ya sin contrapeso?...
¿Qué hemos hecho para que se haya
generado esta situación?...
¿Podremos revertirla?...
¿O la incompetencia es una norma no
escrita de la especie humana?...
Pese a todo, a nadie pareciera
preocuparle el problema de fondo: la proliferación de catástrofes que podrían
haberse evitado si las personas hubieran actuado diligentemente. Y la tesis más
razonable es que la incompetencia es más una constante humana y social, que una
excepción. Por eso, no debieran extrañar las evidencias de la incompetencia
cuando indagamos respecto del fatídico viaje a la isla Juan Fernández; el terremoto/maremoto del 27 de febrero del
2010; la puesta en marcha del Transantiago; la caída de un puente en
construcción; la autorización de una estupidez como el Costanera Center, y
muchos ejemplos más.
Y, al contrario de lo que se podría
pensar, también hay ganadores en esta situación, pero son pocos. Por ejemplo, los
que más ganan con la incompetencia pública y privada son los abogados, debido a
los juicios eternos que se generan, y el caótico flujo de escritos de tribunal
a tribunal y de medio de comunicación a medio de comunicación. Es más,
sospechamos que los abogados más incompetentes son los que reciben los mayores
ingresos porque sus clientes no son capaces de establecer cuál es la realidad y
cuál es la ficción: un abogado tiene la preparación necesaria para confundirlas
y mezclarlas.
Los otros ganadores son los medios
de comunicación masivos que entregan noticias en pequeñas dosis, de una manera
sensacionalista y con el fin de vender sus amarillentas páginas día a día…Por
cierto, entregan la información por gotas para no agotar la rentable fuente
generadora de ventas.
Al parecer, nuestras sociedades
están sitiadas por enormes ejércitos de estúpidos incompetentes y lo más
probable es que yo y usted, querido lector, sea un estupendo soldado para formar
parte de estos ejércitos que marchan y luchan en el silencio vasto de una
variada gama de instituciones y organizaciones.
Antes, algunos estudiosos ya nos
habían dado alguna clave al respecto que conviene revisar.
El Principio de Peter: en cualquier jerarquía, todo empleado tiende a
ascender hasta su nivel de incompetencia.
En el año 1969, Laurence Peter
presentó su libro “Tratado sobre la incompetencia o por qué las cosas van siempre
mal” y que dedicó “a todos los que, trabajando, jugando, amando, viviendo y
muriendo en su Nivel de Incompetencia, suministraron los datos para la fundación
y desarrollo de la saludable ciencia de la jerarquiologia”. Indicaba en el
prólogo que los “que han alcanzado su nivel de incompetencia…realizan su
trabajo deficientemente, frustrando a sus compañeros y erosionando la eficiencia
de la organización” y que resulta lógico pensar que “por cada empleo que
hubiese en el mundo habría alguien, en algún lugar, que no podría hacerlo…Con
el tiempo y los ascensos correspondientes, ese alguien podría llegar al cargo…”
Debemos ser cuidadosos en no confundir
la incompetencia con “el simple error, la equivocación verbal, el error ocasional…Todos
pueden cometer un error…A la inversa, el incompetente por hábito puede, por una
acción casual, acertar a veces…”.
Por lo tanto, se formuló El
Principio de Peter: “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su
nivel de incompetencia”. Al mismo tiempo, descubrió que había fundado la ciencia
del estudio de las jerarquías, jerarquiología, en la cual para cada individuo, el
ascenso final siempre es desde un nivel de competencia a un nivel de
incompetencia.
En consecuencia, dado un lapso de
tiempo suficiente, y supuesta la existencia de un suficiente número de grados
en la jerarquía, todo empleado asciende a, y permanece en, su nivel de
incompetencia. Lo anterior lleva al Corolario de Peter que dice: “Con el
tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente
para desempeñar sus obligaciones”.
Si todos somos unos incompetentes, ¿quién
hace que las cosas funcionen?. Las cosas funcionan, afortunadamente, porque el trabajo
es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de
incompetencia.
La amenaza es real: la incompetencia
es un fenómeno natural que les acontece a las personas insertas en estructuras
complejas, absurdas y pretenciosas, y que se magnifica cuando estas estructuras
crecen de una manera inorgánica y con fines absolutamente irreales.
Desde hace largo tiempo, las clases
dirigentes han creado instituciones con la esperanza de poder dirigir el
progreso humano. Los Estados modernos son una construcción teórica de ilusos
arrogantes que creen tener las capacidades para vislumbrar el futuro de la
especie humana…Pero, los Estados modernos no son instituciones inteligentes
porque han sido construidos por personas limitadas en un entorno caótico, dinámico
e imposible de amarrar entre cuatro paredes.
¿Porqué los Estados modernos no son organizaciones inteligentes?.
Los Estados modernos no son
instituciones inteligentes porque han sido creados por personas bajo
condiciones que conviene revisar bajo el prisma de “La Quinta Disciplina” de
Peter Senge.
Los seres humanos actúan en un
ambiente, estructura e institucionalidad, creados por otros seres humanos, y
que influye sobre la creación de paradigmas, actitudes, creencias, gustos y conducta
de todas las personas. Es decir, poco a poco, a medida que transcurren nuestras
vidas, las personas se van encerrando –o van siendo encerradas- en cajas que les
impiden ver más allá y que se transforman en un delicioso y seguro límite
autoimpuesto. Al final, viven sus vidas de acuerdo a patrones establecidos por
los constructores de las cajas, engañándose a sí mismos. Esas cajas son las
instituciones que ya conocemos de sobra, y que siguen creciendo como un cáncer
social.
Las cajas citadas, algunas veces, no
son construidas en forma consciente sino en forma inconsciente y son el
resultado del proceso evolutivo de la vida en sociedad, pero en otras
oportunidades son el resultado de esfuerzos deliberados de defensores de ciertas
ideologías, fanáticas del progreso dirigido, y que se consideran especialmente
dotados de sabiduría y clarividencia, para construir ciudades doradas con
bellas avenidas y parques.
Para construir dichas “ciudades
doradas” los ideólogos socialistas aplican la lógica del tumor socialista por
medio de la creación de ministerios, institutos, agencias, etc., que debieran
“solucionar” los problemas, pero que terminan creando nuevos problemas; por lo
tanto, se crean nuevos ministerios, institutos, agencias, etc., que
“solucionarían” esos nuevos problemas, pero se crean otros nuevos problemas…Y,
así, ad aeternum.
El resultado final es una majamama
de instituciones con responsabilidades compartidas que no comparten; áreas de
operación que se tocan pero que no se coordinan; funcionarios y burócratas que
defienden su institución, culpando a las otra; etc. Esta compleja red de
instituciones atrae a cierto tipo de personas por los beneficios que conlleva:
nadie nunca es responsable de nada; las cosas solo se hacen cuando el de más
arriba las pide; se rigen por procedimientos cuando les conviene; etc. Por este
tipo de cimientos es que decimos que los Estados modernos jamás serán
organizaciones inteligentes. Veamos por qué.
La Quinta Disciplina de Peter Senge |
Según el modelo de Peter Senge, una organización
inteligente está conformada por personas que tienen capacidades y entrenamiento
en las siguientes disciplinas:
· Un gran Dominio Personal para alcanzar las metas que se proponen, por sus
propios medios y sin culpar a nadie si no lo consiguen.
· Tienen supuestos hondamente arraigados, generalizaciones, imágenes que
influyen en su modo de percibir el mundo. Son los Modelos Mentales que nos
tener una representación del mundo.
· Construyen y funcionan por medio de una visión compartida, y que la
defienden a todo evento.
· Trabajan y aprenden en equipo, superando la estrecha perspectiva individual.
· Finalmente, se consideran que forman parte de un sistema, interrelacionándose
con otras personas como eslabones de una misma cadena, evitando conformar silos
organizacionales separados y formando equipos interdisciplinarios.
Por eso, la teoría de Senge postula
que el pensamiento sistémico es la quinta disciplina que integra a las demás,
fusionándolas en un cuerpo coherente de teoría y práctica. Y ahora podemos
intuir porque los Estados modernos, en especial, el nuestro, no son
organizaciones inteligentes.
En primer lugar, los funcionarios y
burócratas que pueblan los Estados modernos son personas seleccionadas por las
clases políticas buscando la afinidad y la complicidad con las ideologías de
turno, por lo que son, muchas veces, simples lacayos sin dominio personal; incapaces
de alcanzar los fines mínimos para los cuáles son contratados y, por su origen,
buscando culpables en vez de buscar soluciones.
En segundo lugar, son personas que
tienen hondamente arraigado el modelo mental socialista del proletario, una
especie de esclavo económico, que siempre se ve a sí mismos como una víctima
inocente de un sistema perverso construido para hacerlo infeliz y, por eso, no
hacen esfuerzos para modificar ni crecer puesto que esperan que en algún
momento, algún nuevo líder les mostrará el camino a la ciudad dorada de la
felicidad sin esfuerzo alguno.
En tercer lugar, y por lo anterior,
han construido la visión de que el Estado es “la gran institución” que los
liberará de la esclavitud a la que los tienen sometidos otros perversos. Tienen
la convicción de que el Estado es la respuesta a sus plegarias y construyen
desde dentro la visión de que “el Estado somos nosotros y nosotros somos el
Estado”; por eso, defienden el Estado y el “futuro” que representa.
En cuarto lugar, como lacayos de una
ideología, que los inmoviliza, son incapaces de trabajar en equipo para llevar
adelante los proyectos de la institución en la que se desempeñan; jamás aprenden
a abordar problemas de una manera conjunta y, siempre, ven en el resto de las
instituciones el reflejo de su propia realidad, que rechazan con encono.
Finalmente, los funcionarios y
burócratas de los Estados modernos no se consideran formando parte de un
sistema. Ellos, juegan en el lugar que les tocó y jamás ven los efectos de las
decisiones que han tomado, ni piensan en los que sirven con sus servicios. No conocen
ni les interesan las interrelaciones entre las diferentes instituciones.
Todas las personas que se desempeñan
en los Estados modernos están sometidas al autoengaño; viven y trabajan dentro
de sus instituciones haciendo lo mismo que han hecho siempre y como se los han
enseñado; se ciegan frente a la realidad circundante, estropeando su propio
trabajo y el de los demás. Pero el problema es que, como están encerrados, no se
dan cuenta de ello y, por lo tanto, no hacen nada para cambiar. Y así, los resultados
tampoco varían. La mayoría de la gente pasa toda su vida encerrada en su
institución, que a su vez está dentro de otra, y así sucesivamente.
Esta multiplicación de instituciones
son el resultado del progreso humano y que podrían haber sido útiles en algún
momento, pero que no pueden ser permanentes porque el mundo cambia. Sin
embargo, las instituciones en las que trabajamos se vuelven rígidas, limitan
nuestro entendimiento y son la raíz de muchos de los problemas que nos afectan
y que impiden un mejor rendimiento laboral, afectando a aspectos como el
liderazgo, el trabajo en equipo, la comunicación, la responsabilidad, la
confianza, el compromiso y la motivación.
En estas circunstancias, algunos
logran sobrevivir, prosperar y luchan por mantener las únicas condiciones de
vida que conocen. Algunas personas terminan reuniendo las cualidades físicas,
emocionales e intelectuales que les permiten adaptarse de mejor manera a un
mundo de esas características. Son los competentes de los cuentos de niños,
pero, al mismo tiempo, un enorme grupo humano no dispone de los talentos
necesarios para sobrevivir en ese ambiente
tan complejo por lo que deben intentar mentir, engañar y alterar sus patrones
de conducta para pasar por personas competentes. No siempre lo logran y cuando
eso sucede, la tragedia golpea nuestras narices.
¿De dónde surgen las organizaciones inteligentes?
Si viviéramos en un ambiente de plena
libertad, tendríamos una sociedad constituida por instituciones aceptadas por
todos y en la cual los más capaces ascenderían desde los niveles más bajos para
dirigir a sus congéneres.
Sin embargo, hemos creado una
sociedad socialista, igualitaria, con un Estado ideológico fuerte y entrometido
en todas las relaciones humanas y, por eso, no existe ningún área de las
relaciones humanas que no haya sido contaminada por la presencia del ente
estatal en todas sus facetas. Vivimos en una sociedad que ha creado un
sinnúmero de instituciones incompletas y complejas, imposibles de entender y
captar en sus interrelaciones; que defienden valores contradictorios y tienen
objetivos incoherentes entre sí.
Además, no existen los seres humanos
iguales desde el punto de vista genético e institucional; todos somos
diferentes. Sin embargo, las instituciones humanas que creamos hacen prosperar
a una cierta variedad de ser humano dotado de características muy especiales
para sobrevivir. Dichas instituciones conforman sistemas tan complejos e
intrincados, imposibles de descifrar para personas normales, pero son el caldo
de cultivo de los incompetentes de bajo rendimiento laboral, sin liderazgo, sin
capacidad de trabajo en equipo ni de comunicación, irresponsables,
desconfiados, poco comprometidos y desmotivados.
Por eso, las sociedades socialistas
generan instituciones repletas de incompetentes que llegan a sus cargos porque
creen que tienen “el derecho” dado que “todos somos iguales”. En un ambiente de
libertad, las personas debieran llegar a su nivel de competencia y persistir en
el, evitando llegar a niveles de incompetencia.
Finalmente, no debiéramos preocuparnos
por la enorme cantidad de incompetentes que pueblan nuestras instituciones,
sino por la forma que generamos nuestra institucionalidad, caldo de cultivo de
la incompetencia. Esta es la verdadera clave.
PANORAMA Liberal
Sábado 26 Mayo 2012
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