En
los meses de septiembre y octubre, con motivo de los 40 años del golpe de
estado y el triunfo del “no”, hemos visto como la izquierda ha pretendido, sin rubor
ni complejo, instalar una supuesta superioridad moral sobre otros sectores
políticos. Así, usan extensamente la falacia ad hominem ("contra el ser
humano") para atacar y desacreditar las ideas de sus contrarios por el
hecho de que algunos de ellos apoyaron al gobierno militar. Al final, con su
característico aire de superioridad, los izquierdistas dicen “nuestras ideas
son mejores porque ellos apoyaron a una dictadura violadora de los DDHH”.
Esta
estrategia de descalificación es la base de la reconquista del poder que los ha
hecho sufrir demasiado…¡cuatro años alejado del botín fiscal es demasiado
tiempo para estos ávidos socialistas!..¡cuatro años…!. Además, la izquierda ha
contado con el valioso apoyo de Piñera, un socialista que se ha aprovechado de
la debilidad sintomática de la centro-derecha para hacer lo que le da la gana,
porque solo así se entiende que le siga el juego a los enemigos de la
democracia al hablar de “cómplices pasivos”,
congratularse por haber votado “no” y cerrar el penal Cordillera en
plena época eleccionaria abriendo un flanco indeseable a la candidata de su propio
sector. Mientras tanto, la izquierda lo aplaude, y en su sector lo miran con hastío
e indiferencia, ¿por este tipo de liderazgo votaron hace cuatro años?, ¿cómo se
puede ser tan inconsecuente y falto de respeto con su propio sector?.
Antes,
una aclaración. El minoritario gobierno de la Unidad Popular intentó imponer
una dictadura socialista con sabor a vino tinto y empanadas; Allende pensaba
que la democracia podía ser un instrumento útil para cumplir su meta totalitaria
lentamente mientras que otros, como Altamirano, pensaban que solo por medio de
la fuerza se impondrían con más rapidez. A la larga, la Unidad Popular deseaba
imponer una nueva dictadura como la cubana y es la razón por la cual el golpe
de estado fue demasiado duro para estas mentes adocenadas e ideologizadas que
miraban con estupor como sus sueños eran barridos del escenario. Y el gobierno
militar terminó siendo una dictadura de otro signo que violó los DDHH de los
partidarios de la Unidad Popular; cuando se siembra violencia, se cosecha
violencia.
EL NACIMIENTO DE UN NUEVO ESPERPENTO:
LA NUEVA MAYORÍA
A
40 años del término del gobierno militar, la izquierda no puede olvidar la
feroz pateadura que recibieron y, por todos los medios, intenta mantener en el
recuerdo la violencia que cayó sobre ellos, pero olvidan la nefasta conducta
del régimen que lo precedió. Ahora, la momia de la “Concertación de Partidos
por la Democracia”, venida a menos por sus acciones corruptas y pésimos
resultados, ha cambiado de nombre denominándose la “nueva mayoría”. En otras
palabras, pasaron del objetivo de “volver a la democracia” al objetivo de
alcanzar la mayoría para imponer a todos sus mesiánicos designios. Por eso, las
pasadas semanas hemos escuchado y leído respecto del tremendo amor que los
socialistas le manifiestan a la democracia. Claro está que dicho amor no es por
la democracia en sí, sino que la ven como un instrumento que les permita
alcanzar sus metas…Han dicho entre otras cosas…
…"Tanto la
conmemoración de los 40 años del golpe como la celebración de los 25 años del
NO han sido una buena oportunidad para reflexionar respecto de nuestro pasado
para construir un futuro mejor. Lo más importante, aprender de la lecciones
para que nunca más en Chile volvamos a padecer una dictadura con los crímenes
atroces que se cometieron…El 5 de octubre es una fecha para celebrar el esfuerzo
de millones de chilenos que permitieron que recuperáramos la democracia, lo más
importante es cómo para el futuro seguimos profundizando nuestra democracia y
de ahí la propuesta de la presidenta Bachelet para tener una nueva Constitución
que sea generada precisamente en democracia…" .
¿Seguir
profundizando la democracia?, ¿Por qué, entonces, ellos se hacen llamar “nueva
mayoría”?, ¿quieren una nueva mayoría para profundizar la democracia o para
convertirla en una dictadura de mayorías eventuales?.
Otros
socialistas nos hacen brotar lágrimas cuando afirman que “nos interpela también para que la democracia sea la forma de
convivencia que tenga Chile para siempre. La controversia, las distintas
opiniones que puedan haber se tienen que desarrollar y resolver en democracia,
y creo que el llamado que hace la presidenta en esa dirección es muy
contundente…En este país todavía hay nostálgicos de Pinochet, en eso no hay
ninguna duda, yo le quiero recordar a los chilenos que los que votaron por el
SÍ, entre los cuales estuvo la señora Matthei, querían que el tirano siguiera
ocho años más…Así es que ella se tiene que hacer cargo de su responsabilidad
histórica, falta que el Presidente la sindique como unos de los cómplices
pasivos…”.
¿Es
la democracia la forma de convivencia que desean los socialistas para Chile o
es un instrumento para reponer su nefasto ideario totalitario?, ¿de qué
democracia nos hablan los socialistas?, ¿la única visión válida es la
socialista?, ¿es la descalificación un argumento válido?, ¿Por qué razón hablan
de la democracia si buscan una mayoría que impide la búsqueda de consensos?...
Otros
plantean que "hoy día el mejor
homenaje que podemos hacer, es el triunfo del 17 de noviembre, porque Chile
necesita de una vez por todas lograr echar abajo todo lo que huela a dictadura,
todo ese andamiaje institucional que todavía tiene muchos enclaves, nuestro
sistema institucional tenemos que cambiarlo…Para eso se requiere la voluntad de
un liderazgo como Bachelet dispuesto a hacer cambios profundos…Hay una especie
de maldición de la franja del SÍ, nadie que haya estado en la franja del SÍ,
nadie que haya votado por el SÍ, nadie que haya defendido la dictadura puede
llegar a La Moneda…".
¿”Echar
abajo…” es una expresión democrática o una muestra del ADN socialista?, ¿”hacer
cambios profundos”…que significa…echar abajo todo el sistema?.
Otro
triunfante socialista afirma que “espero
que tengamos un gran triunfo para que sigamos gobernando y construir el
programa que nos ha propuesto la presidenta Bachelet, para trabajar contra la
desigualdad por la nueva Constitución, por la Reforma Tributaria, los proyectos
sociales…”.
¿Aumentar
los impuestos es la clave para el bienestar de todos o de unos pocos?,
¿Reformar la Constitución nos hará mejores?, ¿Se puede trabajar contra la
desigualdad desde el punto de vista administrativo?...
Estos
son algunos ejemplos de los socialistas que nos pontifican desde una supuesta
superioridad moral como si su ideario fuera el ideal perdido de cualquier
ciudadano. Pero el socialismo es totalitario, dictatorial y a la larga surgirá esa
nefasta conducta…
¿PUEDE UN SOCIALISTA AMAR LA
DEMOCRACIA?
Los
socialistas se han convertido en un híbrido político desagradable y
pretencioso; la dictadura socialista tipo estalinista ha dado paso a la
búsqueda de dictaduras basadas en la democracia. Podemos decir que los
izquierdistas son el ejemplo perfecto del demócrata dogmático que postula que
las mayorías deben imponerse a toda costa sobre todos.
Decía
David Foster Wallace que “es, sin duda, más sencillo ser dogmático que
democrático…pues mientras que el dogma simplemente se sigue, la democracia se
persigue”. En otras palabras, es mucho más sencillo ser una persona dogmática porque
solo debe ser leal a los credos de su ideología y líderes, sin cuestionamientos,
pero una persona democrática tiene que esforzarse más porque debe confrontar
racionalmente, a un mismo tiempo, ideas propias y ajenas para extraer lo mejor
de ellas y definir una posición. En otras palabras, la esencia del espíritu
democrático requiere combinar rigor y humildad, demostrando una convicción razonada
de sus creencias y un franco respeto por la opinión de los demás. Algunos se
atreven a decir que el espíritu democrático es convencer, pero es también
dejarse convencer si los argumentos son válidos y razonables.
Por
eso, el espíritu democrático es muy difícil de cultivar por aquellos que no
poseen el don de la duda permanente, tienen creencias absolutas o quieren una
vida fácil; para algunos es más cómodo, y requiere menos esfuerzo, el unirse a
un bando dogmático en el cual no se puede pensar ni debatir, solo asentir para
defender las propias creencias. Así, los dogmáticos se enfrentan a los adversarios
tirando a la cara sus diferencias, no para buscar consensos sino para aniquilar
al contrario, para “demostrar la superioridad de nuestro sonoro alarido”.
Decía
Hayek que “el liberalismo…se preocupa principalmente de la limitación del poder
coactivo de todos los gobiernos, sean democráticos o no, mientras el demócrata
dogmático sólo reconoce un límite al gobierno: la opinión mayoritaria”. Lo
paradójico es que los socialistas se declaran defensores de la igualdad,
mientras defienden el poder de las mayorías para aplastar a las minorías. Es
decir, las mayorías eventuales son más iguales que las minorías eventuales.
Del
mismo modo, José Ortega y Gasset escribió alguna vez “que liberalismo y
democracia son dos cosas que empiezan por no tener nada que ver entre sí y
acaban por ser, en cuanto tendencias, de sentido antagónico…Democracia y
liberalismo son dos respuestas a dos cuestiones de Derecho político
completamente distintas. La democracia responde a esta pregunta: ¿quién debe
ejercer el poder público? La respuesta es: el ejercicio del poder público
corresponde a la colectividad de los ciudadanos. Pero en esa pregunta no se
habla de qué extensión deba tener el poder público. Se trata sólo de determinar
el sujeto a quien compete el mando. La democracia propone que mandemos todos,
es decir, que todos intervengamos soberanamente en "los hechos
sociales". El liberalismo, en cambio, responde a esta otra pregunta:
quienquiera que ejerza el poder público, ¿cuáles deben ser los límites de éste?
La respuesta suena así: el poder público, ejérzalo un autócrata o el pueblo, no
puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda
injerencia del Estado…”.
Sabias
palabras de las Ortega y Gasset: “las personas tenemos derechos previos a toda
injerencia del Estado”, pero los socialistas parecieran tener la convicción de
que el poder del Estado puede ser absoluto cuando es gestionado por un gobierno
elegido por una mayoría eventual. Y la razón es que los socialistas son
demócratas dogmáticos que consideran adecuado que las decisiones se ajusten al
voto de la mayoría sin límite alguno, excepto, claro está, cuando dichos
mayorías les son contrarias.
En
resumen, los socialistas o demócratas dogmáticos creen que cualquier mayoría
eventual tiene el derecho a establecer su potestad y ejercitarla como le plazca
sin ninguna limitación; para ellos no existen limitaciones ni límites…”la
mayoría manda”. Sin embargo, las decisiones que pueda tomar una mayoría
eventual deben derivarse de acuerdos amplios sobre principios validados por
todos.
Es
mentira que los socialistas amen la democracia; los socialistas usan la
democracia como un mero instrumento útil para sus propios fines; son fanáticos
de la democracia en la medida que les permita acceder y mantenerse en el poder;
quieren la mayoría para aplastar a todos los demás, y por eso, la izquierda se
hace llamar “nueva mayoría”…
Un
ciudadano democrático puede aceptar la regla de la mayoría como un método de
decisión social, pero no puede aceptar que la regla de la mayoría sea una autoridad
absoluta. En cambio, para un socialista, demócrata dogmático, el hecho de que
la mayoría quiera algo es razón suficiente para considerarlo bueno, pues, en su
opinión, la voluntad de la mayoría determina no sólo lo que es ley, sino lo que
es buena ley.
Los
socialistas no aman la esencia de la democracia que se basa en la alternancia
en el poder de los distintos actores políticos; los socialistas aman la
utilidad de la democracia que les permite enquistarse en el poder y determinar
leyes sesgadas y empobrecedoras.
PANORAMA Liberal
Viernes
18 Octubre 2013
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