Se define el hiperpresidencialismo como aquel régimen de gobierno donde el poder ejecutivo posee total preeminencia sobre el resto de los poderes, y que termina imponiendo a la sociedad sus propias y particulares visiones de cómo debe ser el país y el mundo. En ocasiones, se le confunde con el bonapartismo que corresponde a un estado nacional autoritario, centralizado y liderado por un jefe fundador de una dinastía política.
En los regímenes presidencialistas, el presidente designa y despide ministros sin consultar con el congreso; el presidente es autónomo en el ejercicio de la función ejecutiva y posee iniciativa legislativa. Por lo tanto, en el Chile post-Pinochet la figura presidencial tiene tal incidencia en el acontecer político nacional que la debiéramos denominar hiperpresidencial.
En América Latina, esta excesiva figura presidencial surge como una mezcla bastarda, violenta e inestable, entre el ideal democrático y el ideal monárquico. América Latina como hija del absolutismo luego de 300 años de dominio español, es proclive a dar vida a especímenes políticos hiperpresidencialistas proclives a generar dinastías (los K de Argentina) y reelegirse en varios períodos (los Chavez, Morales, etc). Los latinoamericanos no hemos podido establecer democracias sólidas basadas en instituciones que respeten todos, y por ese motivo, ha tardado en asentarse en nuestro continente una forma de gobierno respetuosa de las mayorías y minorías. Así, siempre observamos el resurgir de las viejas y rancias costumbres oligárquicas y autoritarias por parte de partidos e individuos con pretensiones de iluminismo y mesianismo.
Por eso, nuestros políticos y autoridades hablan en público del “valor de la democracia” –que es lo políticamente correcto-, pero en privado la desprecian aliándose con el autoritarismo –que es lo políticamente incorrecto- y absolutismo. La consecuencia que vemos con tanta frecuencia es que ciudadanos comunes y corrientes, una vez ungidos por el pueblo en los eventos democráticos, le terminan dando la espalda al colocarse como los únicos y verdaderos mesías, iluminados y sabelotodos.
El hiperpresidente es un Jefe del Estado que cree tener más potestades y atribuciones que los otros poderes, y se cree capaz de tutelarlos. En realidad, los hiperpresidentes son una especie de absolutistas que se visten de demócratas como una especie de estrategia para no hacerse evidentes. Hasta que surge su verdadera naturaleza…
El caso Barrancones…
La Central Termoeléctrica Barrancones, a 25 kilómetros del Santuario de la Naturaleza Punta de Choros, fue autorizada por la Conama Regional de Coquimbo para operar en la zona. Lo anterior provocó una presión de la ciudadanía para revertir la medida. Y aquí hace su aparición el hiperpresidente.
En una acción populista manifiesta que “le he pedido y hemos acordado con Suez Energy cambiar la ubicación de la Central Termoeléctrica Barrancones, de forma tal de alejarla del sector Punta de Choros, Isla Dama e Isla Gaviota, y proteger ese maravilloso Santuario de la Naturaleza (...) Creo que con esto hemos enfrentado con responsabilidad, con sabiduría y respetando el Estado de Derecho el tema de la Central Termoeléctrica de Barrancones”, ¿respeto del Estado de Derecho?...
El Estado de Derecho no se respeta pasando por encima de él, sino permitiendo que las instituciones que nos rigen funcionen como tales. ¿Para que entonces, tenemos una institucionalidad ambiental si no funciona?.
El caso ANFP…
Todo comenzó con la visita de Piñera al bunker de la Roja en Pinto Durán. Muchos vieron una enorme distancia en la recepción con respecto a Bachelet, y se coronó con la llegada de Sudafrica con un Harold Mayne Nicholls desagradado por la forma de la invitación y un Bielsa, incómodo por una recepción de ganadores para una selección eliminada en octavos, que trata de pasar desapercibido, no saluda a Ruiz Tagle y casi pasa por alto el saludo de Piñera.
Algunos lo vieron como un desprecio a la autoridad presidencial, y muchos festinaron respecto del tema. Así, cuando el periodista deportivo Felipe Bianchi manifestó que “me constan los llamados del Presidente Sebastián Piñera, me constan los llamados de Gabriel Ruiz-Tagle, me consta absolutamente la articulación que se hizo desde La Moneda para que hubiera una lista contraria a Harold Mayne Nicholls para que saliera de la ANFP…¿Cómo no va a haber intervención si el dueño de Colo Colo es el Presidente de la República y el principal articulador de la lista contraria a Mayne Nicholls es Colo Colo?...Estoy diciendo que lo que sí me consta son llamadas telefónicas de Sebastián Piñera, de Joaquín Lavín y de Gabriel Ruiz-Tagle para que se articulara una lista contraria a Harold Mayne Nicholls. No una, sino dos, tres, cuatro, cinco llamadas de cada uno de ellos para articular esta lista”, la relación entre todos los temas es evidente a ojos vista.
Por cierto, llama la atención la extrema rapidez en el surgimiento de una candidatura como la de Segovia, con presuntos programas y proyectos que surgieron en menos de una semana para conducir el futbol chileno. Además, los clubes más importantes en términos de convocatoria se han mantenido con un perfil demasiado bajo en esta nueva directiva. Algo se oculta, pero que no tapa la luz del sol.
La Moneda responde, por medio de la funcionaria Von Baer, quien indica que dichas acusaciones “nos parecen que son realmente impresentables, que son canallescas la verdad, porque el Presidente no ha hecho ningún tipo de manifestación en ningún sentido”.
“Impresentable y canallesca” son palabras duras que necesitan una respuesta. Y el día de hoy, Piñera indica que "estamos estudiando las acciones legales que correspondan y nuestro gobierno no ha tenido ninguna, insisto, ninguna participación en la elección del fútbol profesional..”. ¿Qué habrá querido decir con “nuestro gobierno”?. Nadie ha hablado del “gobierno” sino de “su” intervención…
Todos esperamos que Piñera presente prontamente las demandas respectivas para aclarar esta ingrata situación, puesto que en caso contrario, “el que calla, otorga”.
¿Qué podemos hacer con tanto hiperpresidencialismo?
Y todo esto pasa por que tenemos una institución presidencial que tiende a hipertrofiarse cuando llegan al poder ciertas personas, nada excepcionales excepto su enorme afán de poder, de escasas luces y demasiado interés por pasar a la historia del país. Si a ese factor propio del individuo le agregamos el no contar con instituciones que contrapesen dicho poder, se produce un notorio desbalance que genera acciones banales e imprudentes que responden a intereses absolutamente personales, pero que implican a otros estamentos de la sociedad.
Algunos demócratas dogmáticos creen que las mayorías tienen la facultad de imponer sus visiones a todos, pasando por encima de las minorías. Por eso, las verdaderas democracias progresan cuando se construyen instituciones sanas y transparentes que eliminen espacios de poder discrecionales incontrolables.
El hiperpresidencialismo no es la receta para salir de la pobreza. Necesitamos democracias que limiten el poder coactivo del Estado y de los gobiernos de turno, puesto que no es “el Estado quien crea empleos” y riqueza, sino que cada individuo debe tener las mayores oportunidades para dar vida a sus anhelos y desarrollar sus capacidades.
Piñera debe hacer crecer las raíces democráticas del país y evitar caer en los mismos excesos de la Concertación izquierdista más preocupada de mantener el poder que de mejorar el nivel de vida de todos. Pero, si sigue interviniendo de esta manera solo entregará argumentos para que lo ataquen a él y al ideario que lo llevó al poder.
domingo, 7 de noviembre de 2010
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