El reciente caso, de interés nacional, relativo a un político y senador pone nuevamente sobre el tapete noticioso el accionar de estas personas que, en diversas oportunidades, se arrogan atribuciones que van más allá del cargo que detentan. Conviene, entonces, intentar describir en las palabras más sencillas de que o de quiénes estamos hablando.
Se dice que un político es una persona que se desempeña profesionalmente en la actividad pública, financiado por los contribuyentes, y cuya función es gestionar la cuota de poder que le corresponde al haber sido elegido. Por ejemplo, la principal función de un senador “es la de concurrir a la formación de las leyes y a la aprobación de los tratados internacionales”. Habitualmente, los políticos son personas pertenecientes a partidos políticos, reconocidos y capaces de ejercer influencia en su entorno cercano y de influir en toda la comunidad con el fin de poner en marcha su visión de sociedad.
Por su parte, un funcionario público es una persona dependiente, nombrada de hecho por políticos y no elegida, que desempeña sus funciones en cualquier organismo estatal, ya sea legislativo, ejecutivo o judicial.
Surge así una casta de personas diferentes de las demás por el solo hecho de disponer de cuotas de poder y recursos impensados para las mayorías. En general, los políticos se consideran dotados de especiales virtudes y capacidades que los hacen merecer un trato especial:
circulan con escolta de seguridad entorpeciendo el tránsito en calles y avenidas,
caminan sobre alfombras rojas como verdaderos monarcas,
se instalan en lugares preferenciales en eventos públicos
tienen figuración pública la merezcan o no
poseen choferes particulares
etc.
Los funcionarios públicos también se consideran seres humanos de virtudes extraordinarias. En alguna oportunidad, una funcionaria le manifestaba a otra autoridad que “¡ Soy Ministro ¡”
El “ser político” debe mutar si desea sobrevivir, reconociendo que los verdaderos patrones son la ciudadanía que paga sus salarios mes a mes; salarios que son bastante generosos como para dejarlos de lado. Antaño, se debían dedicar a la política aquellos que tenían los recursos para hacer carne “la vocación de servicio público” pero hoy se ha transformado en una actividad profesional para la cuál se preparan por años.
En concreto, se necesita una clase política preparada, independiente y respetuosa de sus jefes, la ciudadanía, y que quiera lo mejor para el país y no solo para ellos y sus cercanos.
¿ Será mucho pedir ?
sábado, 20 de diciembre de 2008
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