El valor de la cultura clásica... |
En estos días en que la
vulgaridad forma parte del habla común conviene mirar hacia la belleza de lo
clásico. Un distinguido amigo, que hoy recorre las estrellas, siempre mantenía
a flor de labios frases y palabras en latín. Por tal motivo, en su recuerdo,
traigo a colación una anécdota citada por Hans Orberg, latinista danés
contemporáneo, quien a su vez refiere una vivencia del gran estadista inglés,
Winston S. Churchill cuando en sus años mozos tuvo un primer contacto con el
aprendizaje de esta lengua clásica:
«Me
llevaron a un aula de estudio y me dijeron que me sentara en una mesa. El resto
de los chicos estaba fuera, y yo estaba solo con el responsable del estudio.
Éste sacó un libro delgado de tapas entre parduzcas y verdosas lleno de
palabras en diferentes tipos de impresión.
“¿No
has estudiado latín antes, verdad?”, dijo.
“No
señor.”
“Esto
es una gramática latina.” Lo abrió por una página muy manoseada.
“Tienes
que aprenderte esto”, dijo, señalando un número de palabras enmarcadas por
líneas. “Volveré dentro de media hora para ver lo que sabes.”
Contempladme
entonces una tarde cenicienta, con el corazón apesadumbrado, sentado frente a
la primera declinación:
Mensa
Mensa
Mensam
Mensae
Mensae
Mensa
una
mesa
oh
mesa
una
mesa
de
una mesa
a
o para una mesa
por,
con o desde una mesa
¿Qué
demonios significaba eso? ¿Dónde estaba su sentido? Me parecía un completo
galimatías. Sin embargo, siempre había una cosa que podía hacer: aprendérmelo
de memoria. Así pues, me puse manos a la obra, hasta donde me lo permitían mis
fuerzas, de memorizar el enrevesado acróstico que me habían impuesto.
A
su debido tiempo el responsable del estudio volvió.
“¿Ya
te lo has aprendido?” preguntó.
“Creo
que puedo recitarlo, señor”, respondí; y lo desembuché.
Pareció
tan satisfecho con ello que me envalentoné a hacerle una pregunta.
“¿Qué
significa, señor?”
“Significa
lo que dice, mensa, ‘una mesa’. Mensa es un sustantivo de la primera declinación.
Hay cinco declinaciones. Has aprendido el singular de la primera declinación.”
“’Pero”,
repetí, “¿qué significa eso?”
“Mensa
significa ‘una mesa’”, respondió.
“Entonces
¿por qué mensa también significa ‘oh mesa’?”, pregunté, “¿y qué significa ‘oh
mesa’?”
“Mensa
‘oh mesa’ es el caso vocativo”, respondió.
“Pero,
¿por qué ‘oh mesa’?” Insistí con genuina curiosidad.
“‘Oh
mesa’ lo utilizarías dirigiéndote a una mesa, invocando a una mesa.”
Entonces,
viendo que no le seguía, añadió: “Lo utilizarías hablándole a una mesa.”
“Pero
si nunca lo hago”, estallé con honesta sorpresa.
“Si
eres impertinente, serás castigado, y castigado, déjame advertirte, muy severamente”,
fue su apostilla final.
Así
fue mi toma de contacto con los clásicos de los que, me han dicho, muchos de
nuestros hombres más inteligentes han sacado tanto placer y provecho. »
Fuente: Winston Churchill, My Early Life, London,
Butterworth, 1930
Desde hace años se ha
instalado en cierta parte de la opinión pública la percepción que debemos
exigir –de otros, del Estado- una “educación pública, gratuita y de calidad”…¡que
solicitud tan extemporánea¡. Lo más importante de esa solicitud es la calidad
que depende del interés del educando y sus familias…Hoy, la mayoría en su fuero
interno cree que la instrucción es una pérdida de tiempo…”dígame como se hace y
listo”…”apuremos la clase que tengo un juego hoy”…”¿nos podemos ir una hora
antes del término de clase?”…¿Alguien cree que estudiar latín hoy implica
poseer una buena educación?. El latín, para muchos, es una lengua muerta, y
desafortunadamente, para muchos, la educación es un proceso muerto.
En esto pensaba hoy,
cuando me tropecé con esta anécdota de Winston Churchill mientras recordaba al
gran amigo…
Panorama
LIBERAL
Jueves
11 Febrero 2016
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