¿Le gustaría ser un funcionario de gobierno socialista?... |
Siempre me he
preguntado: ¿Qué se requiere para hacer de un país una nación desarrollada?. En
primer lugar, necesitamos que sus habitantes tengan las necesarias capacidades
para generar riqueza para ellos y sus congéneres; en segundo lugar, requerimos
instituciones que den oportunidades para que esos habitantes talentosos y
esforzados encuentren espacios para desarrollar sus capacidades.
En otras palabras, el
progreso viene después de implementar sociedades libres y abiertas. En caso
contrario, lo más probable es que asistamos a un crecimiento del tamaño del
Estado y el surgimiento de una nueva clase de funcionarios y burócratas:
ideologizados, ignorantes, fanáticos y necios; capaces de pedir y exigir “renovar
convicciones”, “apelar a la retroexcavadora”, “unirse por y para el poder”.
Estos funcionarios ya están acá…pese a que el Estado no crea riqueza…se apropia
de ella, entregándosela a funcionarios obesos y obsecuentes…
Por ejemplo, se publica
en varios sitios una carta, supuestamente, escrita por Pamela Jiles en “The Clinic”…que
da luces respecto de lo que se necesita para ser un funcionario de gobierno…
SI
YO FUERA OBESA; APITUTADA Y OBSECUENTE…
“Si
yo fuera obesa, apitutada y obsecuente, me habrían invitado al almuerzo del día
de la mujer en La Moneda. Vestida por las hermanas Ruitort, iría al patio de la
Camelias a comer un salmón asoleado y hacerle la pata a la Presidenta, aunque
en verdad me pareciera 'muy hija de milico, medio pelo, cero glamour'.
Si
hace dos años hubiera dicho que sí a la oferta de Bachelet, de sumarme a su
spot promocional, estaría ahora a la cabeza de una embajada, sería colega de la
pléyade de ex amantes de políticos oficialistas que rebosan en los mejores
cargos diplomáticos, una forma original de agradecer con fondos del Estado a
las sucursales de los hombres públicos.
Si
yo hubiera vuelto de un cómodo exilio en Italia sin haber trabajado ni un día
en quince años, ahora sería jefa de partido, intendenta de Santiago o
parlamentaria de la Concertación. Me habrían nombrado supernumeraria de
Comunidad Mujer, enchufaría a mi hijo mayor a un cargo bien remunerado en la
Cancillería y mandaría a dejar la colación escolar de mi hija menor – un
sandwich de jamón y palta - en las diligentes manos de mi chofer fiscal, en mi
vehículo estatal.
Si
yo fuera una burócrata concertacionista, falsificaría mi curriculum para darme
aires doctorales, usaría zapatos reina color blanco, trajes sastre talle 52,
comerciaría con autos de lujo en Buenos Aires, publicaría mis novelas rosa en
las mejores editoriales de habla castellana o simplemente instalaría un fax en
el living de mi casa y cobraría varios cientos de millones pesos por asesorar a
Codelco y Gendarmería en materias prescindibles.
Si
yo hubiera obtenido sólo 500 puntos en la Prueba de Aptitud Académica y
careciera de méritos intelectuales, hoy sería ministra de Educación. Mejor aún
si no le hago asco al dinero ajeno. Así donaría a las hijas de mis amigos una
'comisión de servicio' de diez millones de pesos para que se vayan de tapas a
Madrid, mi hijo ganaría una jugosa beca de post grado en Cambrigde aunque
tuviera calificaciones deplorables y acto seguido lo nombraría vocero de
gobierno para que inicie desde la cumbre su carrera política. Mi hermanita
falta de talento estaría instalada como lectora de noticias en el canal
público, igual que Mónica Rincón. Mi cuñado se llevaría para la casa dinero
suficiente para fundar diez empresas de ferrocarriles y mi yerno entraría con
millonarias ganancias en el pujante negocio de los jarrones estatales.
Si
yo fuera capaz de hacer la vista gorda cuando me conviene, sería hoy la esposa
aburrida de un ministro guatón y vulgar que se escapa con una funcionaria de
tesorería una vez a la semana, a un departamento de dos ambientes ubicado en el
sector de La Lilas y pagado con fondos del ministerio. Yo me vería obligada
sólo una vez al mes a mantener intimidad con mi desagradable marido ministro,
exprimido de predicar contra la corrupción, agotado de vociferar que la
administración es transparente, exangüe de hacer gárgaras con la probidad
pública”.
Fuente: The Clinic
Por lo tanto, si usted
quiere ser un obeso, apitutado y obsecuente funcionario de gobierno solo tiene
que seguir las pistas de la Jiles…¿o es demasiado el esfuerzo?
Panorama
LIBERAL
Domingo
17 Enero 2016
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