En forma permanente, las élites
políticas y económicas de turno terminan convenciendo a las mayorías, cómodas e
ignorantes, respecto de ciertos conceptos que se convierten en argumentos
habituales en las discusiones y conversaciones. Una de estas confusiones es la
relativa a la distribución del ingreso y la pobreza.
Se nos dice en forma
majadera que Chile es un país pobre debido a la desigualdad de los ingresos,
pero ¿cuál de dichos problemas es el que debiera preocuparnos?, ¿de la
diferencia de ingresos o de la pobreza?. Porque ambos conceptos son dos cosas
totalmente distintas.
Veamos un caso. Suponga
la familia de la señora Juanita Pérez, que hizo popular el socialista Lagos, y
comparémosla con la familia Paulmann. Para comenzar hablaremos de los ingresos
de los padres Pérez y Paulmann en la década del ’50 del siglo pasado y diremos
que el papá Pérez ganaba $100.000 al mes y el papá Paulmann, más educado, ganaba
$200.000 al mes. Es decir, estamos en presencia de una brecha de ingresos en
que uno ganaba el doble que el otro.
Comparemos ahora a sus
hijos, la señora Juanita y Horts Paulmann. La Señora Juanita trabaja en un supermercado
Jumbo percibiendo una renta de $300.000 mensuales. Mientras tanto, Horst
Paulmann tiene una fortuna estimada en US$10.500 millones lo que puede
representar una renta de 30 millones de pesos mensuales garantizada por 30
años.
¿Qué pasó?. En primer
lugar, la brecha de ingresos entre las dos familias aumentó muchísimo y, en
segundo lugar, la familia Pérez aumentó su ingreso en una menor proporción. Entonces,
si nos interesa la pobreza la pregunta correcta es: ¿La señora Juanita está mejor
o peor que su papá?, ¿qué es lo que debe preocuparnos para que la señora
Juanita aumente las probabilidades de incrementar su ingreso presente y futuro?.
Veamos el análisis revisando
los ingresos del papá Pérez ($100.000 al mes) y la Señora Juanita ($300.000 al
mes). En una generación, los Pérez aumentaron su ingreso tres veces, pero la
diferencia con Paulmann aumentó en cien veces.
Por lo tanto, ¿qué debe importar
más: la diferencia de ingresos de la señora Juanita con Paulmann o si mejoró la
señora Juanita en relación a su papá?. Es una discusión muy distinta porque lo
que debe importar es que los que estén más abajo tengan más y crecientes oportunidades
para progresar, avanzar o crecer.
Si aumentó la brecha de
ingresos entre las dos familias no debiera importar, es decir, si Paulmann se
hizo millonario mediante trabajo duro y disciplinado no debiera importar tanto.
Es más, es un premio en última instancia por las contribuciones que Paulmann ha
realizado y que han permitido que la señora Juanita aumente su ingreso en tres veces
el ingreso de su padre. Además, su trabajo le da una buena alimentación, buen
vestuario, transporte y le permite el acceso a bienes y servicios impensados
hace pocos años. En general, el aporte de Paulmann permite que la señora
Juanita sea más productiva de lo que era su padre, y ha hecho su vida más
fácil. Y ha aumentado su ingreso y nivel de vida.
Entonces, realmente, hay
una enorme hipocresía cuando nos enfrentamos con la crítica contra la
distribución del ingreso. No debe importar tanto la distribución del ingreso
sino que nos deben importar los pobres. Por eso, se requiere saber si a los
pobres les está yendo mejor, si están avanzando, si tienen más oportunidades de
progreso económico, si tienen más y mejores empleos.
No debe importarnos si la
brecha con Paulmann está aumentando porque eso suena a resentimiento y envidia.
En la actualidad, muchos chilenos viven en mejores condiciones que sus propios
padres pero sus mayores y crecientes expectativas de vida les hace resentirse
al observar los lujos del señor Paulmann.
El énfasis en medir la
pobreza es correcto pero no podemos concentrarnos en los efectos, debemos ir a
las causas. Se deben abrir los mercados a la competencia e impedir la
concentración económica, resultante de la aplicación de políticas socialistas
que suenan bien a los oídos de los incautos pero que retrasan el progreso económico
de muchos. Debemos exigir que todos dispongan de mayores opciones para aumentar
sus ingresos y su bienestar basado en un esfuerzo duro y personal.
Una vez alguien dijo que “no
me importa la desigualdad porque no soy envidioso. Me importa la pobreza”. Por
lo tanto, no validemos el discurso de los envidiosos que desean reducir la riqueza
ajena a toda costa incrementando impuestos y generando restricciones legales,
porque esas acciones aumentan la carga para los más pobres y reducen sus
opciones para mejorar su calidad de vida.
(Fuente: Adaptado de una
charla de Martín Krause)
PANORAMA Liberal
Miércoles 28 Noviembre 2012
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