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jueves, 20 de noviembre de 2008

¿ADIÓS AL CAPITALISMO DE FRIEDMAN Y HAYEK?

ADIÓS AL CAPITALISMO DE FRIEDMAN Y HAYEK. Preguntas y respuestas

Preguntas de PAUL A. SAMUELSON (26/10/2008)

El capitalismo puro se impuso entre 1915 y 1919, cuando yo era niño. ¿Quién lo mató? El presidente republicano Herbert Hoover y su multimillonario secretario del Tesoro Andrew Mellon fueron culpables antes y después del hecho. ¿Quién lo devolvió a la vida? El New Deal de posición intermedia impuesto por Franklin Roosevelt. Pero tuvieron que pasar siete años desde la investidura de Roosevelt, en marzo de 1933, para conseguirlo.

La línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton habría evitado el caos y las quiebras de hoy

Permítanme avanzar rápidamente en el tiempo hasta el actual estallido financiero mundial. Los sistemas de mercado no regulados acaban destruyéndose a sí mismos. ¿Ha llegado el sistema de mercado a su fin? Como persona apegada a los valores tradicionales, espero que no. Mil años de historia económica atestiguan objetivamente lo indispensables que son los sistemas de mercado.

Marx, Lenin y Stalin eran paletos en lo que a economía se refiere. Mao era incluso peor. Y olvidémonos de Castro en Cuba, de Chávez en Venezuela y de quienquiera que fuese el que sumió a Corea del Norte en la hambruna y el estancamiento.

¿Qué es entonces lo que ha causado, desde 2007, el suicidio del capitalismo de Wall Street? En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Ésta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran.

Son palabras duras que deben justificarse. Pero permítaseme advertir a los lectores que mi larga y variada experiencia en historia económica me ha convertido en un centrista incurable. Peor que eso: he aprendido por las malas a ser incurablemente ecléctico.

Fui un estudiante brillante en la conservadora Universidad de Chicago desde 1932 hasta 1935. Mis profesores de Economía mundialmente famosos me encantaban, y me colmaron de notas altas. Pero. Pero. Siempre que miraba al exterior por las ventanas de la universidad veía tasas de desempleo cercanas al 50%. (La situación en la Alemania prehitleriana era más o menos la misma). Nada de eso cuadraba con lo que se escribía en los libros de texto que me mandaban leer.

¿Por qué pasé mis cuatro vacaciones de verano universitarias en la arenosa playa del lago Michigan? Mi familia no era pobre, pero tampoco asquerosamente rica. Por aquel entonces no había ningún trabajo. Ninguno significa eso, ninguno. Prácticamente todos los bancos de Indiana, Illinois y Wisconsin habían quebrado.

¿Cómo se las apañaron el benévolo presidente Roosevelt y el pérfido Adolf Hitler para restaurar casi el pleno empleo en los seis largos años que siguieron a 1933? Lo que finalmente resolvió el problema fue un enorme gasto deficitario que aumentó la deuda pública. Esta historia, tal y como yo acabo de contarla, no se encuentra en casi ninguna de las tesis doctorales de las grandes universidades privadas después de 1970. (Evidentemente, la ciencia mejora y desmejora).

Mis frases conectan con el desconcertante futuro de las iniciativas de rescate que están teniendo lugar en los cinco continentes. Primero, aclaremos quién tiene la culpa de que la estabilidad y el crecimiento que se produjeron en torno a 1995 se convirtieran en el caos de 2008.

1. No olvidemos nunca las idioteces que ha hecho George Bush en geopolítica. La historia futura documentará ese aspecto.

2. Desde que Ronald Reagan fue elegido para ocupar la Casa Blanca, en 1980, Estados Unidos se ha ido convirtiendo gradualmente en un país de derrochadores en los planos familiar, empresarial y público, como buenos derechistas radicales partidarios de la oferta.

En una fecha futura incierta, cuando se produzca un ataque mortal y desordenado contra el dólar como divisa, los gestores de fondos de cobertura que sobrevivan en Estados Unidos serán los principales vendedores al descubierto de dólares. Esos legados de Reagan habrán desempeñado una función crucial.

3. Los programas de "conservadurismo compasivo (sic)" prometidos por George Bush resultaron ser un programa de enormes recortes tributarios exclusivamente para gente como mis prósperos vecinos.

4. El fomento deliberado de la desigualdad no aceleró la productividad total de los factores en Estados Unidos. Por el contrario, la obscena subida de los emolumentos de los altos directivos volvió disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial. Los directores generales de carrera se lo montaron muy bien contando mentiras sobre los verdaderos beneficios de las empresas. Incluso después de que los descubriesen, se fueron al banco con una sonrisa de oreja a oreja.

De hecho, los candidatos de Bush para la Comisión de Control del Mercado de Valores, como el primer presidente que nombró, Harvey Pitt, fueron elegidos sólo porque liberalizarían el sistema, en lugar de mantener una sensata regulación centrista. Pitt fue escogido principalmente porque había sido abogado de las cuatro empresas contables principales, que a su vez estaban fabricando nuevas formas engañosas de medir la verdadera rentabilidad.

5. Pongan a estos contables en el estrado de los testigos. Les pagan aquellos a quienes se supone que deben vigilar, un caso flagrante en el que la vigilancia y la reglamentación son una necesidad fundamental.

6. Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fitch, Moody's y S&P-McGraw Hill. Se supone que sólo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el Congreso.

7. Por ahorrar espacio, pasaré a los nuevos "diabólicos monstruos Frankenstein" de la nueva "ingeniería financiera". Puede que yo y otros compañeros del MIT de Chicago, de Wharton, Penn y otras universidades, lo pasemos mal cuando nos enfrentemos a san Pedro en las puertas del cielo.

¿Cuál es el problema? Es verdad que los derivados y los créditos recíprocos pueden proporcionar un reparto racional del riesgo y, por consiguiente, reducir el riesgo total, pero también pueden destruir por completo cualquier transparencia.

Durante décadas he participado en consejos directivos sin ánimo de lucro con directores generales desde Nueva York hasta California. Ninguno de ellos entendió nunca nada de las fórmulas de Black, Scholes y Merton para valorar activos. Todo lo que sabían, o pensaban que sabían, era que los nuevos y maravillosos centros de beneficios libres de riesgo habían invadido sus despachos. Era mejor que la alquimia que convertía el estiércol en oro.

Por lo visto, nadie aprendió la lección de 1998, cuando Long Term Capital Management (LTCM) estuvo a punto de quebrar y necesitó un rescate pactado por parte del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. La ingeniería financiera es lo que nos permite pasar del apalancamiento cero hasta, pongamos, un apalancamiento de 50 a 1. Y cuando el riesgo acumulado resultante explota, de nuevo todo lo que ocurre es que el director general y el director financiero se van al banco partiéndose de risa por el camino.

Bear Stearns convirtió de la noche a la mañana a sus multimillonarios en millonarios. El emperador Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía. El jefe de Bear Stearns jugaba torneos de bridge mientras sus accionistas quedaban hechos polvo. Teniendo en cuenta que ésta era una de las casas de corretaje que manejaban muchas de las transacciones de LTCM, ¿no debería haber aprendido lo letal que es el hiperapalancamiento?

Lo primordial es que la mayoría de las pérdidas será permanente, como entre 1929 y 1932. Sin embargo, si la Reserva Federal y el Tesoro de EE UU crean suficiente dinero nuevo, la recuperación y la estabilidad serán posibles.

De haber seguido la línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton, podrían haberse evitado el caos y las quiebras de hoy. Los académicos siguen debatiendo si Colón introdujo la sífilis en el Nuevo Mundo o fue al revés. Pero no cabe duda de que la crisis mundial de 2008 lleva en su etiqueta las palabras made in USA.

Desde Islandia hasta la Antártida, niños aún por nacer aprenderán a temblar ante los nombres de Bush, Greenspan y Pitt. Por supuesto, estoy exagerando, pero sólo un poco.

(c) 2008 Paul Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services.


Respuestas de ADRIAN RAVIER (NOVIEMBRE 2008)

Hace unos días el Nobel Paul Samuelson escribió una columna que recogieron distintos medios donde se criticaba el liberalismo defendido por otros dos Nobel como Milton Friedman y Friedrich von Hayek.

Intentaré a continuación escribir una breve respuesta a los dislates allí esgrimidos:

1. El artículo comienza haciendo referencia a los años de su infancia, cuando imperaba el capitalismo “puro” de los años 1915 a 1929. Primer gran error. El capitalismo “puro” en el que gobernaba el laissez faire de los liberales clásicos, de los primeros monetaristas, y de los pensadores de la Escuela Austríaca de Economía, murió con el comienzo de la Primera Guerra Mundial y no estuvo presente durante esos años de guerra y de entre guerras, donde el gasto público se exacerbó y los banco centrales empezaron a gestionar “científicamente” las variables monetarias, empezando a abandonar el patrón oro.

2. Luego Samuelson se pregunta, ¿quiénes mataron este capitalismo “puro”? Y su respuesta apunta al presidente Hoover y su secretario del tesoro. La gran depresión a los ojos de Keynes, y también de Samuelson, ha sido el fruto de la inestabilidad del capitalismo, la insuficiencia de la demanda agregada y fundamentalmente de los “espíritus animales” de los inversores. Es cierto que el presidente Hoover fue uno de los responsables de la gran depresión, pero la causa central no fue correctamente advertida por los keynesianos. Estudios profundos de Milton Friedman y Anna Schwartz, así como de Lionel Robbins, Benjamín Anderson y Murray Rothbard, muestran que la causa de aquella crisis, al igual que la presente, debemos encontrarla en los errores de la política monetaria practicada por la Reserva Federal durante los años previos a la gran depresión. Sintéticamente, desde 1924 la Reserva Federal practicó fuertes operaciones de mercado abierto comprando títulos públicos, comprando también títulos privados y desarrollando una política expansiva en materia de redescuentos. Esta liquidez inyectada por el banco central de los Estados Unidos, y que logró reducir artificialmente las tasas de interés, fue canalizada hacia los llamados Broker´s loans (créditos a corredores de bolsa), que eran créditos destinados a operaciones bursátiles. El resultado fue un auge económico, acompañado de una burbuja inmobiliaria y bursátil, que tenía como sustento la expansión de la política monetaria y que necesariamente debía terminar en algún momento, como predijo correctamente el mismo Friedrich von Hayek a través de su teoría austríaca del ciclo económico. Esto ocurrió efectivamente en 1929, luego de que un año antes la Reserva Federal revirtiera su política monetaria expansiva, por otra contractiva.

3. A paso siguiente, Samuelson se pregunta, ¿y quién hizo resucitar al capitalismo? Y su respuesta apunta al New Deal de Franklin Roosevelt. Tercer gran error. Resulta quizás uno de los mitos más importantes en la historia de la macroeconomía que el New Deal permitió, aumentando el gasto público y estimulando la demanda agregada, reducir los niveles de desempleo y revertir la situación recesiva dejando atrás lo que se considera la depresión más profunda en la historia de los Estados Unidos. Lo cierto es que, si uno se atiene a las estadísticas, el New Deal no logró reducir las tasas de desempleo, ni tampoco estimular la actividad económica. Veamos el caso del desempleo: en 1932 había en Estados Unidos 12 millones de desocupados; en 1937 alcanzó su pico más bajo de 7.7 millones; pero luego, en 1938 volvió a subir a 10.4 millones, mostrando que las políticas practicadas eran sólo de corto plazo. Estados Unidos recién logra abandonar la crisis económica y el estancamiento con la segunda guerra mundial. Y no sólo eso. Los estudios mencionados nos muestran que el New Deal no sólo no logró los resultados buscados, sino que incluso fueron los culpables de que la crisis se prolongue durante tanto tiempo.

4. A continuación Samuelson nos propone en su artículo correr hacia delante el hilo de la historia, y trasladarnos al “terremoto financiero global” de nuestros días. Afirma con crudeza que “tarde o temprano, los sistemas de mercados no regulados están condenados a la implosión”, y si bien critica a Marx, Lenin, Stalin, Mao, Castro y Chávez por no considerar imprescindibles los sistemas de mercado, concluye que los orígenes del “peor terremoto financiero de un siglo a esta parte” los encontramos en el capitalismo libertario del “dejar hacer” que enseñaron Milton Friedman y Friedrich von Hayek, “al que se permitió crecer desmedradamente y sin respeto por regla alguna”. Y luego sentencia: “Esa es la causa principal de las dificultades actuales. Esos dos señores han muerto, pero su venenoso legado sobrevive hasta nuestros días.” Cuarto gran error.

Lo primero que debemos señalar sobre todas estas condenas, a mi juicio injustificadas, es que no existe mercado más regulado en estos tiempos modernos que el sistema financiero. Es el banco central de cada país, o de cada región, el que regula cada operación desarrollada en un sistema financiero. Es el banco central el que determina la tasa de interés, el tipo de cambio y la cantidad de dinero que circula en la economía, y que intenta determinar también la tasa de crecimiento económico e incluso la tasa de desocupación mediante lo que los keynesianos denominan la “gestión científica de las variables monetarias”. Es el banco central quien determina incluso el nivel de encajes con el que deben operar los bancos comerciales. Es el banco central de los Estados Unidos, la Reserva Federal, quien ha expandido la oferta monetaria en torno al 10 por ciento anual en los últimos tiempos, tal como lo hiciera con antelación a la gran depresión de los años 1930. Es en el banco central donde debemos buscar el origen de la actual inestabilidad financiera mundial. En definitiva, no es menos capitalismo lo que se necesita para evitar nuevos procesos semejantes, sino más capitalismo. No es el “venenoso legado” del laissez faire de Friedman y Hayek el que provocó las dificultades actuales, sino el “venenoso legado” del intervencionismo de Keynes, que hoy sobrevive en la discrecionalidad y las regulaciones defendidas por Paul Samuelson.

5. Y por último, resume Samuelson que “la mayor parte de las pérdidas que se han producido ahora serán permanentes, como sucedió con la crisis de 1929-32”, punto al que suscribo; sin embargo, agrega, “con la inyección de suficiente dinero de parte de la Reserva Federal y el Tesoro estadounidense, será posible recuperar la estabilidad y tomar el camino de la recuperación”. Vemos de esta manera como Samuelson propone apagar un incendio con más fuego, por no haber podido determinar la causa correcta de la crisis global. Si Friedrich von Hayek estuviera presente ante esta crisis, entiendo que afirmaría que lo que se necesita es reconocer las pérdidas, abandonar toda intervención y regulación en materia monetaria, y dejar que el mercado libre ajuste rápidamente los errores de inversión inducidos por la política monetaria de la Reserva Federal. Toda otra política sólo prolongará más tiempo la crisis.

* Adrián Ravier es economista de la Fundación Friedrich A. von Hayek

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