En estos tiempos, conviene reponer las ideas de destacados liberales como Murray Rothbard. Y no será el último... |
El
libre mercado es un término que resume una infinidad de intercambios que se dan
en la sociedad. Cada intercambio es realizado voluntariamente entre dos personas
o entre dos grupos de personas representados por sus agentes. Estas dos personas
(o sus agentes) intercambian dos bienes económicos, ya sean bienes tangibles o
servicios intangibles. Así, cuando compro un periódico en un kiosco por $500,
el kiosquero y yo intercambiamos dos artículos de comercio: entrego $500 y el kiosquero
me entrega el periódico. O si trabajara en una empresa, entonces intercambio
mis servicios laborales, en un contrato de mutuo acuerdo, por un salario
monetario; en este caso la empresa esta representada por el gerente (un agente)
con autoridad para contratar.
Ambas
partes realizan el intercambio por que esperan beneficiarse de él. También,
cada parte volverá a realizar el intercambio (o quizás no lo haga) porque su
expectativa ha resultado correcta (o incorrecta) en las ocasiones anteriores. El
comercio, o intercambio, se realiza por que ambas partes se benefician; si no
esperarían beneficiarse, entonces no realizarían el intercambio.
Este
razonamiento sencillo refuta el argumento típico en contra del libre mercado, utilizado
durante el periodo “mercantilista” que va desde el siglo dieciséis hasta el siglo
dieciocho en Europa, y expuesto de manera elocuente por el ensayista francés
del siglo dieciséis, Montaigne. Los mercantilistas sostenían que en cualquier
operación comercial, una parte puede beneficiarse solo a expensas de la otra,
es decir que en cada transacción existe un ganador y un perdedor, un “explotador”
y un “explotado”. Podemos ver la falacia de este argumento todavía muy común:
la disposición y la voluntad de comerciar significa que ambas partes se
benefician. En la jerga de la moderna teoría de juegos, el comercio es un juego
con resultados ganador-ganador, o de “suma positiva” en vez de “suma cero” o “suma
negativa”.
¿Cómo
pueden beneficiarse ambas partes de un intercambio? Cada parte valora los
bienes o servicios de manera diferente, y esta diferencia es la base para que se
realice el comercio o intercambio. Yo por ejemplo, camino con dinero en mi bolsillo
pero sin ningún periódico; el kiosquero, por su parte, tiene un montón de periódicos
pero está ansioso por adquirir dinero. Y así, nos encontramos y llegamos a un
acuerdo.
Dos
factores determinan los términos de cualquier contrato: Cuanto valora cada participante
el bien en cuestión, y las capacidades de negociación de cada parte. Cuantos pesos
intercambiaré por un periódico, o cuantos puntos en compras de tarjetas de
crédito lograré para obtener un iPad, dependerá de todos los participantes en
el mercado de periódicos o en el mercado de puntos por compras con tarjeta de
crédito cómo valora los puntos de las tarjetas en relación a otras
alternativas. Estos términos de intercambio o condiciones, llamados “precios” (de
periódico en términos de dinero o de iPad en términos de puntos), son finalmente
determinados por, cuantos periódicos o puntos, están disponibles en el mercado
en relación a la evaluación favorable que hagan los compradores de esos bienes.
En forma más sencilla, por la interacción de la oferta y la demanda de estos
bienes.
Dada
la oferta de un bien, un incremento en el valor percibido por los compradores subirá
la demanda del bien, se ofrecerá más dinero por el, y su precio subirá. Lo inverso
también ocurre, si el valor percibido se reduce, por consiguiente, la demanda
disminuye. Por otro lado, dada la evaluación de los compradores, o la demanda,
si la oferta se incrementa, ─ el número de tarjetas o la cantidad de pan─
bajara su valor, y por lo tanto, el precio bajara también. Ocurre lo contrario
si la oferta de bienes disminuye.
El
mercado, entonces, no es simplemente un conjunto inmenso sino un mecanismo
altamente complejo para la realización de intercambios. En las sociedades
primitivas, los cambios se realizaban a través del trueque o intercambio
directo. Dos personas intercambian dos bienes que son útiles, como caballos por
vacas o puntos de crédito CMR Falabella por puntos Nectar. Pero conforme la sociedad
se desarrolla, a través del proceso de beneficio mutuo se crea una situación en
la que uno o dos artículos de comercio bien valorados son seleccionados como
medio de intercambio indirecto. Este bien –dinero- generalmente es el oro o la
plata -no siempre- es entonces demandado no por su valor intrínseco sino porque
facilita el intercambio con otro activo deseado. Es mucho más fácil pagar a los
obreros en dinero que en barrotes acerados, con el que los trabajadores pueden
comprar lo que desean. Están dispuestos a aceptar porque saben por experiencia,
que las demás personas aceptaran ese bien como medio de pago.
El
mercado moderno, es un mecanismo o arreglo institucional casi infinito para el intercambio,
ha sido posible gracias al uso del dinero. Cada persona se especializa, o
debido a la división del trabajo, produce aquello en lo que es más eficiente o
que hace mejor que los demás. La producción comienza con los recursos
naturales, y luego las muchas formas de maquinaria y bienes de capital, hasta
que finalmente, los bienes son vendidos al consumidor. En cada etapa de la producción
desde los recursos naturales hasta obtener un bien de consumo, el dinero se
intercambia voluntariamente por bienes de capital, servicios laborales e insumos
agrícolas. En cada etapa de este proceso, los términos de intercambio o los
precios, son determinados por la interacción voluntaria de proveedores y demandantes.
Este mercado es “libre” porque las elecciones, en cada etapa, son realizadas
libre y voluntariamente.
El
mercado libre y el sistema de precios no controlados hacen posible que los bienes
de todas partes del mundo estén disponibles para los consumidores. El libre
mercado también amplia el espacio posible para los empresarios, quienes arriesgan
su capital para asignar los recursos, para satisfacer los deseos futuros de las
personas lo mas eficientemente posible. El ahorro y la inversión crean bienes
de capital que elevan la productividad y los salarios de los trabajadores y por
tanto elevan su nivel de vida. El mercado libre y competitivo también recompensa
y estimula la innovación tecnológica que permite al innovador llevar la delantera
en la satisfacción de lo que desea el consumidor a través de nuevas y creativas
formas.
No
solo se fomenta la inversión, quizás lo más importante, el sistema de precios,
y los incentivos de perdida-ganancia del mercado, guían la inversión de capital
y la producción dentro de una lógica consistencia. El mecanismo complejo (libre
mercado) puede “aclarar” todos los mercados, de tal forma que no se den escaseces
repentinas, o inexplicables excedentes en cualquier etapa del sistema productivo
Pero
los intercambios no necesariamente son libres. Muchos son obligatorios. Si un
ladrón lo amenaza con “el dinero o la vida”, entonces el pago a él no es voluntario,
y él se beneficia a costa suya. Es el robo, no los mercados libres, lo que en
realidad sostienen los mercantilistas sobre el libre mercado: El ladrón se beneficia
en base a la coerción. La explotación no ocurre en el libre mercado, sino allí
donde el que tiene poder coercitivo explota a su víctima. En el largo plazo, la
coerción es juego de suma negativa que hace que se reduzca la producción, el ahorro
y la inversión, y por ello el stock de capital, reduce la productividad y empeora
el nivel de vida de todos incluso para aquellos que ejercen el poder coercitivo
El
gobierno, en toda sociedad, es el único que posee legalmente el poder de coerción.
Los impuestos son intercambios coercitivos, y mientras más pesados sean los
impuestos sobre la producción, lo más probable es que el crecimiento disminuya.
Otras formas de coerción (por ejemplo, controles de precios o restricciones que
impiden el ingreso de nuevos competidores al mercado) impiden la realización de
intercambios voluntarios, mientras que otros (la prohibición de prácticas
engañosas, el cumplimiento de contratos) pueden facilitar la realización de
intercambios voluntarios.
El
extremo en coerción gubernamental es el socialismo. Bajo la planificación central
socialista, el comité central de planificación socialista carece de un sistema de
precios para los bienes agrícolas o de capital. Como ahora admiten los socialistas,
por ejemplo Robert Heilbroner, el comité central planificador por tanto no
tiene manera de calcular los precios o los costos o la inversión de capital
para que el mecanismo de la producción funcione (o que su engranaje funcione) y
no produzca escaseces ni excesos. La experiencia soviética, en la que una abundante
cosecha de trigo no encuentra la manera de ser vendida o asignada a las
personas, es un ejemplo muy instructivo de la imposibilidad de controlar un sistema
muy complejo, como es la economía moderna. En ausencia del libre mercado no
existen incentivos para calcular los precios y costos para los vagones de tren
que llevan el trigo, para las molineras que hacen la harina y así sucesivamente,
hasta llegar finalmente al consumidor de Moscú o Sverdlovsk. La inversión en
trigo es casi totalmente desperdiciada.
El
mercado socialista, es de hecho una contradicción de términos. El debate actual
sobre el socialismo de mercado, a menudo pasa por alto un aspecto crucial del mercado.
Cuando se intercambian los bienes, lo que en realidad se esta intercambiando es
el derecho de propiedad sobre ellos. Cuando compro un periódico por $500, el kiosquero
y yo intercambiamos derechos de propiedad: yo renuncio a la propiedad de $500 a
favor del kiosquero y él renuncia a la propiedad del periódico en mi favor.
Exactamente el mismo proceso ocurre cuando se compra una casa, excepto que en
el caso del periódico, el objeto es mucho más sencillo, y podemos evitarnos el
complicado proceso de firmar contratos notariales, agentes, abogados,
hipotecas, etc. Pero la esencia de las dos operaciones económicas es la misma.
Esto
significa que la clave para la existencia y el florecimiento del libre mercado
en una sociedad, es que los derechos de propiedad y los títulos de propiedad privados
sean respetados, defendidos y asegurados. La clave en el socialismo, por otro
lado, es la propiedad estatal de los medios de producción, tierra y bienes de
capital. Así, allí (en el socialismo) no puede existir mercado para la tierra o
los bienes de capital.
Algunos
críticos del libre mercado sostienen que los derechos de propiedad están en
conflicto con los derechos “humanos”. Pero estos críticos no se dan cuenta que en
un libre mercado, cada persona tiene el derecho de propiedad sobre su persona y
su fuerza de trabajo, y puede libremente hacer contratos sobre estos servicios.
La esclavitud viola el derecho de propiedad básico sobre la persona y el cuerpo,
un derecho que es la base para los derechos de propiedad de cualquier persona
sobre los objetos materiales. Cuál es el más importante de los derechos humanos,
sino el derecho de hablar libremente o los derechos de propiedad individual
sobre su propio cuerpo.
Una
crítica muy frecuente que se le hace a la sociedad del libre mercado es que esta
origina “la ley de la jungla” o “el perro come a otro perro”, que ella hace que
se desprecie la cooperación humana por la competencia, y que exalta el éxito material
en contraposición a los valores espirituales, filosóficos o el ocio. Por el contrario,
la jungla es, precisamente la sociedad de la coerción, el robo, y el parasitismo,
una sociedad que denigra la vida y los niveles de vida. La competencia pacifica
entre productores y ofertantes es un proceso profundamente cooperativo en el
cual todos se benefician, y todos elevan su nivel de vida (comparado con lo que
se lograría en una sociedad sin libertad). Y el indudable éxito material de las
sociedades libres permite que disfrutemos de una enorme cantidad de ocio
comparado con otras sociedades, y realizar actividades del espíritu. Es en los
países coercitivos con una pequeña o nula actividad del mercado, básicamente
bajo el comunismo, donde la penosa existencia diaria no solo empobrece a las
personas materialmente, sino también su espíritu.
Sobre
el Autor: Murray N. Rothbard fue Profesor de Economía de la Universidad de
Nevada en Las Vegas y distinguido con el Premio S.J Hall. También lidero a los
economistas Austriacos en la última mitad del siglo veinte. Falleció en 1995. Traducido
por Hebert Suárez Cahuana.
PANORAMA Liberal
Viernes 6 Diciembre 2013
No se critica al libre mercado, ya que este es el estado natural y justo del comercio; se critica el libertinaje como el otro extremo caótico contrario a la coerción, que da pie a la especulación, publicidad engañosa, y otras tácticas no éticas de comercio. Se le critica al neoliberalismo el obligar a competir pesos pesados con pesos mosca bajo las mismas condiciones.
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