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domingo, 16 de octubre de 2011

¿SOMOS SOLIDARIOS LOS CHILENOS?: LA PREGUNTA EQUIVOCADA


Está instalado en nuestro inconsciente colectivo de que “los chilenos somos un país solidario”, y para muchos, esta característica es una de nuestras virtudes como nación.

¿Por que somos tan solidarios?, ¿que está mal con nosotros?
Sin embargo, en un país moderno debiéramos tener otras virtudes que estén más acordes a nuestros especiales deseos y sueños. Es más. Esta aparente virtud es una muestra de nuestra mentalidad socialista que demoniza y sataniza al que le va bien, y victimiza al que le va mal en la vida. Por eso, parece más cómodo “parecer” una víctima de un sistema “perverso” que debe ser apoyado por los que tienen sentimientos de culpa, que una persona triunfadora e independiente que no requiere apoyos de nadie.

¿La industria de la limosna o de la solidaridad?

En estricto rigor, no existe base científica alguna que nos singularice como los más solidarios entre todas las naciones y, por cierto, no somos ni más ni menos solidarios que muchas otras naciones. Sin embargo, nuestra mentalidad socialista y ese afán de “parecer el más solidario” ha permitido el surgimiento de la gran industria de la limosna, informal y formal.

Todos sabemos que la “industria de la limosna formal” recibe la denominación de “industria de la solidaridad”. Así, nos congratulamos por el éxito de la Teletón, Hogar de Cristo, y similares, y vibramos con las campañas de recolección de fondos lideradas por famosillos de los medios, política y deporte.

Recientemente, el Hogar de Cristo anunció el cierre de algunas hospederías por falta de financiamiento lo que activó las alarmas de que nos hemos ido quedando atrás en la carrera de la solidaridad. Algunos plantean que los particulares ya no dan porque desconfían del uso de los recursos; las empresas han tenido que aumentar sus aportes por la reconstrucción debido al terremoto y el Estado tiene demasiados requerimientos en su agenda social.

El resultado final es que la “industria de la solidaridad” pareciera estar perdiendo su encanto pero eso no es cierto porque ya se está preparando la Teletón 2011, “con la fuerza del corazón”, que será la vigésimo cuarta versión de dicho evento solidario y que busca recaudar fondos para la rehabilitación infantil de niños con discapacidad motriz. Esta actividad es transmitida por más de 27 horas consecutivas a través de los canales de la televisión chilena agrupados en la Asociación Nacional de Televisión (ANATEL), se realizará desde el Teatro Teletón a partir de las 22:00 horas del viernes 2 hasta las 21:00 horas del sábado 3 de diciembre y desde el Estadio Nacional desde las 22:00 horas, en su recta final.

Se espera recaudar, al menos por un año, la bonita suma $18.890.559.347 que permitirá financiar la operación y expansión de la red de apoyo a menores minusválidos.

El exitoso modelo de negocios de la Teletón es, en estricto rigor, un show anual de 27 horas continuadas en que las personas donan bienes y dinero, mientras las empresas hacen donaciones a cambio de publicidad y los rostros faranduleros se dan de codazos por aparecer en pantalla. El papá de este modelito, Mario Kreutzberger, nuestro dios Midas de la solidaridad, continúa al frente de esta “cruzada” formal de la limosna.

La cuestión es: ¿no habrá llegado el momento de que la Teletón se independice y comience a generar ingresos por si mismos?. Ya tienen experiencia, pueden diseñar procedimientos y aparatos para minusválidos, probarlos y entregarlos en todo el mundo…¿No es hora de que la experiencia acumulada en tantos años se manifieste en la necesaria madurez e independencia para seguir caminando por caminos propios?.

Por cierto que es mucho más cómodo seguir pidiendo todos los años sin más complicaciones. Y ese es nuestro problema: es más fácil limosnear que trabajar de manera intensa.

Del mismo modo, la “industria de la limosna informal” está oculta ante nuestros propios ojos. Ciegos, inválidos, ancianos y mujeres con hijos se instalan en las vías públicas para pedir “una moneda solidaria” con el fin de sobrellevar una vida dura y, en muchos casos, son personas sin escrúpulos que fingen para obtener un beneficio sin esfuerzo.

Y la clave está en encontrar esquinas que sean rentables. Por ejemplo, veamos el caso de la esquina de Tomás Moro con Apoquindo en la cual se instalan, en forma permanente, una ciega y un inválido en silla de ruedas para pedir limosna a los vehículos que enfrentan la luz roja del semáforo. Todos los días llegan cerca de las 11 de la mañana y se retiran en cualquier momento. Veamos una estimación de ingreso diario para la ciega en cuestión:
 -  El semáforo tiene una duración de 1,5 minutos con luz verde y 1,5 minutos con luz roja, por lo tanto, en ese semáforo, en una hora se forman 20 filas de vehículos.
 -  En cada oportunidad, recibe $100 (el aporte de un vehículo).
 - Ingreso por hora: $2.000 (20 filas x $100)
 -  “Trabajan” 5 horas diarias: 5 x $2.000 = $10.000 diarios.
 - “Trabajan” cinco días a la semana: 5 x $10.000 = $50.000 semanales.
 - “Trabajan” cuatro semanas: 4 x $50.000 = $200.000 mensuales

Al término de la jornada de “trabajo”, la ciega y una amiga que la ayuda, van a un supermercado cercano, compran cerveza, cigarrillos y comida que disfrutan en una pequeña plaza. Es decir, por una jornada de cinco horas diarias, estimamos que la ciega obtiene una suma de $200.000 al mes, equivalentes a poco más de un salario mínimo. Por lo tanto, a ciertas personas les conviene esta actividad y es la razón por la cual defienden a muerte estas “rentables” esquinas.

Si suponemos que existen 1.000 limosneros en Santiago, obtendremos una estimación de ingresos del orden de $200.000.000 mensuales. Y al año son $2.400.000.000.

La conclusión es que la “industria de la limosna o solidaridad” es muy rentable. Con un reducido esfuerzo, aparentando miseria y sufrimiento, se obtienen ingresos muy interesantes, ¿Qué podría estimular a un integrante de la industria a cambiar este modelo?.

La única alternativa es que surjan dudas de parte de las personas que aportan recursos y que son las que la sostienen. Pero, ¿Qué motiva a una persona a realizar aportes?. Probablemente, algunos tienen una cierta preocupación legítima por el bienestar de los demás; a otros les afecta el efecto manada del “mi amigo da, yo debo dar”; otros aportan para salir del paso; otros aparentan una cierta preocupación; otros tienen sentimientos de culpa tipo “yo he tenido suerte…debo ayudar a otros”, etc.

La verdadera pregunta: ¿Por qué existe esta industria de la limosna formal e informal?.

Ya lo hemos dicho: esta industria de la limosna subsiste mostrando miseria y sufrimiento para sensibilizar y generar sentimientos de culpa en las personas que deben aportar. Es una especie de chantaje moral que se ejerce sobre las personas y que las “obliga” a hacer su aporte. Por ejemplo, “imagínate que te pasa algo como esto…”.

Pero, la verdadera pregunta es: ¿Por qué existe esta industria de la limosna o solidaridad?, ¿Qué tipos de acciones la han modelado?, ¿Por qué hay personas que no pueden generar, en los mercados formales, los suficientes niveles de ingresos que les permitan subsistir razonablemente o pagar por prestaciones de salud u otros sin tener qe andar por las calles mendigando o provocando lástima?.

En primer lugar, la causa principal del surgimiento de esta “industria” es nuestra débil musculatura económica que se sustenta, debido a años de adoctrinamiento, en una mentalidad socialista que rechaza el trabajo bien hecho, el emprendimiento y el lucro como algo nocivo y perverso. Y que considera a las empresas y los empresarios como personas malas y pérfidas. Exigen, por lo tanto, un creciente rol del Estado para que intervenga los “crueles” mercados y negocios, propiciando cada vez más y más regulaciones rigidizadoras.

En segundo lugar, como ganar dinero y tener éxito es considerado perversamente demoníaco, ha prevalecido la mentalidad cortoplacista, comercial y mercantil, que se sustenta en minimizar los riesgos en los negocios. Así, en nuestra sociedad todos desean obtener ganancias en plazos muy breves (antes de que el Estado nos regule y controle), entregando bienes y servicios que otros han producido.

Por ejemplo, tal como manifestó Fernando Villegas, si Steve Jobs hubiera nacido en Chile habría terminado en La Vega como el más innovador de los vendedores de tomates y frutas. En nuestro país no hay oportunidades para obtener una adecuada retribución por años y años de investigación y desarrollo, porque todos sabemos que en algún momento promulgarán una ley que castigará el emprendimiento y reducirá mis ingresos. Por lo tanto, solo nos queda ser comerciantes pequeños o grandes, y de ahí la grandeza del retail chileno.

En tercer lugar, lo anterior ha conformado un modelo económico de bajo costo que ofrece escasas oportunidades para que las personas desarrollen sus profesiones y obtengan ingresos atractivos. Y, como la mentalidad socialista no está de acuerdo con el libre mercado no hay suficiente interés en promover una mayor competencia y evitar que surjan grandes conglomerados que concentran la demanda laboral y a bajos salarios.

Lo paradójico es que solo profundizando la competencia y los mercados libres, se producirán mejoras en la distribución del ingreso, mejores salarios y aumentos permanente del bienestar.

En cuarto lugar, y debido a la escasa demanda de trabajo, en Chile observamos que una persona de más de 30 años se le dificulta enormemente encontrar empleo, por que el mercado laboral está diseñado y estructurado para pagar bajos salarios y realizar tareas repetitivas y reiteradas; la experiencia de las canas no tiene valor económico debido a gerentes incompetentes; las mujeres son castigadas en términos salariales, etc.

Veamos una anécdota. En cierta oportunidad, un amigo que trabajaba en un banco, necesitaba llenar un cargo de su dependencia y para lo cual tenía dos opciones: o contrataba una persona de experiencia e iniciativa por $100 o contrataba a dos personas sin experiencia por $50 cada uno. Prefirió la segunda opción porque “de esta manera obtengo 2x1, los puedo modelar a mi antojo…mientras que si es un tipo experimentado puede pretender ir más allá en la pega…”. Es decir, prefieren la inexperiencia por el temor a confrontar a alguien mejor preparado por los años.

La concentración del poder económico y político reduce la masa crítica de empresas competitivas, generando que los cargos gerenciales caigan en manos de personas sin experiencia, de escaso sentido común, con amplios PhD y MBA, pero con una generosa red de contactos con el poder de facto. Así, el valor de los pitutos en Chile es clave para ingresar al mercado laboral. Y la razón de ello es que al ser recomendado se reduce la desconfianza sempiterna que nos tenemos.

En quinto lugar, la desconfianza que nos tenemos es descomunal. Todos desconfían de todos, y por eso que es tan normal que existan tantos papeleos y visitas a los notarios para demostrar que decimos la verdad (y la única verdad es que un papel firmado ante el notario no tienen ningún valor). El trámite es la quinta esencia de un burócrata y la razón de su vida, y las personas les seguimos el juego…

Por eso, la verdadera pregunta es: ¿por qué existe esta industria de la limosna o solidaridad?, ¿qué tipos de acciones la han modelado?, ¿por qué hay personas que no pueden generar, en los mercados formales, los suficientes niveles de ingresos que les permitan subsistir razonablemente o pagar por prestaciones de salud u otros sin tener qe andar por las calles mendigando o provocando lástima?.

Y la respuesta es que ante un entorno con tantas singularidades, ¿para qué complicarse la vida trabajando más si puedo limosnear?. Porque si limosneo, nadie me molesta; parecer una víctima es más rentable; no pago impuestos; tengo presencia y respaldo público, y gano lo que necesito…Y todo respaldado por una mentalidad socialista que demoniza al trabajo bien hecho y las legítimas ganancias; que no profundiza los mercados libres sino que los restringe y limita; que castiga a los que trabajan o quieren trabajar intensamente…

Muchos están en un estado mental y físico de permanente relajamiento resultante de una profunda mentalidad socialista y que produce una sociedad de personas siempre prestas al menor esfuerzo; al reclamo vehemente; gozadoras y relajadas en extremo; atentos a “sacarle el potito a la jeringa”; sin  ambiciones ni “hambre” por progresar; quejosas y resentidas; ilusas y muy ignorantes…

Y que prefieren limosnear que aprovechar las oportunidades para trabajar.

Una conclusión: la buena solidaridad.

Nadie puede estar en contra de la solidaridad con personas que lo requieren debido a causas que no pueden controlar o que no han acertado en las decisiones que han tomado en sus vidas, o que requieren nuevas oportunidades o apoyo para levantarse. Por otra parte, la sociedad necesita crear espacios para que las personas apoyen y ayuden a los más necesitados.

Sin embargo, esta solidaridad no puede transformarse en una acción permanente porque termina empequeñeciendo a las personas que la reciben; las hace más dependientes y pusilánimes, impidiendo que crezcan y desarrollen el potencial que tienen…Las personas necesitan oportunidades para que puedan desarrollarse en variadas formas y medidas. Creemos que un gran número de personas que reciben algún tipo de apoyo detesta ser considerado un parásito.

Por eso, no estamos de acuerdo con que la solidaridad se transforme en un modelo de negocio que genera enormes utilidades, y que termina transformando en parásitos y parias a los que reciben la ayuda o con sentimientos de culpa a los que ayudan. Se puede ser solidario durante algún tiempo, pero no en forma permanente, por lo que debemos preguntarnos, ¿Qué estamos haciendo mal?.

Nos alegra que nuestra sociedad sea solidaria, pero, nos alegraría aún más cuando ya no se requiera o no se necesite de ayudas y apoyos. Esta es la verdadera medida de la grandeza de la nación. No perdamos el foco.

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