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domingo, 15 de mayo de 2011

ERRORES Y EPIFANÍAS DEMAGÓGICAS SOCIALISTAS


El socialista Lagos, al parecer, sigue teniendo episodios de epifanía, y por segunda vez en su vida. La palabra epifanía significa manifestación, y para muchas culturas corresponde a las revelaciones o apariciones donde los chamanes, oráculos e iluminados interpretan visiones del más allá que afectan al grupo humano en el cuál están insertos. Y, ahora, Lagos está teniendo la segunda epifanía en su vida con un fuerte tufillo a demagogia.

La primera epifanía de Lagos

Sabemos que los políticos son demagogos por excelencia puesto que de otro modo no se podrían mantener en sus cargos. En otras palabras, un político se debe valer de los prejuicios, creencias y miedos populares para conseguir y retener el poder. Así, aprovechándose de la ignorancia cultivada y los peores temores de la masa logra una figuración que no hubiera podido lograr de otra manera. Es la esencia de un político.

Y, por eso, los gobiernos de la Concertación de Frei, Lagos y Bachelet plantearon en sus programas de gobierno la meta de lograr el desarrollo más temprano que tarde.

Así, el 21 de mayo de 2000, Lagos tuvo la “visión” que Chile al celebrar su Bicentenario habría alcanzado el ingreso per cápita de países como España. Dijo Lagos:

“Quiero invitar a todos los chilenos a trabajar en un gran proyecto común: llevar a Chile al máximo de sus posibilidades para llegar al Bicentenario, en el año 2010, como un país plenamente desarrollado e integrado, donde el ser humano pueda realizarse en plenitud... Para que Chile celebre su Bicentenario como país desarrollado, nuestra economía debe crecer de manera sostenida y estable a un ritmo de 6 a 7% durante la década... Esa es nuestra meta”.

Fue su primera epifanía, y desgraciadamente esas promesas no se cumplieron pues las tasas de crecimiento promedio en los respectivos períodos se fueron reduciendo de tal forma que la meta del desarrollo quedó atrás, muy atrás.

La segunda epifanía de Lagos

Y, ahora, Lagos tiene su segunda epifanía, y nos dice que “en los próximos diez o doce años, Chile será un país desarrollado, si entendemos por ‘país desarrollado’ el que ha alcanzado un ingreso por habitante de 20 mil dólares por año. Los que vienen serán también años positivos para muchos de nuestros vecinos en América Latina”.

Es decir, nos promete que el año 2030 seremos un país desarrollado con ingreso per cápita de US$20.000. Al parecer esta fue una epifanía más humilde que la del año 2000.

Y los errores de Lagos.

Y la segunda epifanía tiene un corolario. Plantea Lagos que “la relación directa entre crecimiento económico y mejoramiento en los indicadores sociales es  nítida en las primeras etapas de desarrollo, pero una vez que se alcanza el límite de 20 mil dólares de ingreso anual por habitante, lo central pasa a ser la distribución del ingreso. Es la distribución del ingreso la que explica los avances y retrocesos de los países ricos, no el ingreso por sí mismo…”.

Agrega que “la correlación entre ingreso y percepción de bienestar o felicidad es muy clara y directa en los primero estadios de desarrollo económico: por cada aumento del ingreso por habitante, la población alcanza un mayor grado de satisfacción o “felicidad”. Luego, a partir precisamente del momento en que se alcanza un ingreso por habitante de 20 mil dólares, la correlación entre ingresos y felicidad desaparece. La felicidad o poca felicidad ya no está determinada por el ingreso, sino que se vincula con otros factores: por ejemplo, la cohesión social, y por cierto, asociadas a ella, una alta movilidad social, igualdad de oportunidades, acceso a la educación. Todos asuntos que dependen, básicamente, de una distribución del ingreso más igualitaria. A la larga, el nivel de cohesión social tiene que ver, necesariamente, con una sociedad más igualitaria, donde las diferencias entre los niveles de ingresos se han atemperado”.

Por lo tanto, plantea que “la pregunta, entonces, es qué tipo de distribución de ingreso quiere tener la sociedad chilena si aspiramos a ser un país desarrollado en los próximos 10 o 12 años. ¿Queremos realmente convertirnos en una sociedad más igualitaria? ¿O simplemente el de la distribución más equilibrada del ingreso es un tema que no resulta relevante hoy, y que veremos más adelante cómo resolver? A medida que nos acercamos a la barrera de los 20 mil dólares por habitante, será la distribución de ingresos la que incida con mayor fuerza sobre los indicadores de salud, educación y esperanza de vida, entre otros”.

Por lo tanto, la tesis de Lagos es la siguiente: para alcanzar el desarrollo debemos hacer más igualitaria la distribución del ingreso por medio de un alza de los impuestos y de mayor gasto social.

Es decir, Lagos nos vuelve a cantar la misma cantinela socialista de siempre: quitemos a los ricos para darles a los pobres. Y desea que nos fatiguemos en las disputas de siempre respecto de la distribución del ingreso. Esta es la creatividad y las ideas de este eterno socialista de raza.

Pero, el desarrollo económico no se alcanza por secretaría ni aumentando los impuestos, y una mejor distribución del ingreso no se alcanza por medio del aumento de los impuestos para focalizarlos en gasto social.

El neo-socialismo, al cual pertenece Lagos, se basa en la errónea creencia que la distribución del ingreso es un efecto del desarrollo económico, cuando en realidad es exactamente lo contrario: una de las condiciones para alcanzar el desarrollo es tener una buena distribución del ingreso. ¿Y cómo podemos alcanzar una buena distribución del ingreso reduciendo los impuestos?.

El error de Lagos para alcanzar el desarrollo

En la actualidad, Chile tiene una pésima distribución del ingreso, y que se caracteriza por la presencia de un pequeño estrato socioeconómico (7% de la población) que puede permitirse cualquier tipo de consumo, mientras un gran estrato inferior (un 93% de la población) tiene una baja capacidad adquisitiva. Y por eso, los socialistas como Lagos continúan pregonando la idea tradicional de la izquierda de que es posible alcanzar “el progreso por medio de más impuestos y mayor gasto social” para extraer riqueza del 7% de ricos y entregárselas al 93% de bajos ingresos.

Recordando a Ludwig Erhard diremos que “el medio más prometedor para conseguir y garantizar toda prosperidad es la competencia. Solo ella puede hacer que el progreso económico beneficie a todos, en especial, en su función de consumidores, y que desaparezcan todas las ventajas que no resulten directamente de una productividad elevada…Por medio de la competencia se opera –en el mejor sentido de la palabra- una socialización de progreso y de los beneficios, y se mantiene despierto, además, el afán de rendimiento personal”.

Pero, en los gobiernos de izquierda siempre se atenta contra la competencia con una exagerada proliferación de leyes y regulaciones que solo entorpecen el funcionamiento de los mercados, eliminan a las pequeñas empresas, y al final, surgen grandes conglomerados que se aprovechan de esas restricciones para instalarse como dueños de los mercados.

La falta de competencia es la que genera una mala distribución del ingreso, puesto que la riqueza termina llegando a muy pocas manos. Si tuviéramos muchas empresas en los mercados, la riqueza se distribuiría de mejor manera.

La clave para alcanzar el desarrollo: más competencia

Por eso, para llevar la prosperidad a capas más numerosas y amplias de nuestro pueblo es indispensable profundizar los niveles de competencia en todos los mercados. Es muy bueno tener un millonario con US$100 de riqueza, pero resulta mejor tener 100 personas con US$1 de riqueza, puesto que la demanda de estas 100 personas superarán la demanda de una persona. Esta es la clave: la riqueza debe fluir hacia los más emprendedores y trabajadores participando en mercados competitivos y no concentrados.

Si el objetivo es convertir a Chile en un país desarrollado, ¿cuál ha sido la causa del retroceso? Los gobiernos socialistas de la Concertación han ignorado y debilitado las fuerzas que llevan a la prosperidad al debilitar el rol de la libre competencia; han desalentado el espíritu emprendedor; han debilitado el potencial de la innovación, y no han hecho bien las cosas cuando han dispuesto del poder.

¿Qué hizo la Concertación, entonces, durante 20 años para ofrecer cambios que nos transformaran en un país más desarrollado?. Solo administrar el modelo de la dictadura militar, sin creer a fondo en él y llenándolo de regulaciones que solo hicieron menos competitivos a muchos mercados. Por ejemplo, en el transporte público nos cambiaron la vida con el Transantiago; apoyaron el surgimiento de tres cadenas de farmacias; nos ofrecieron un tren al sur; profundizaron la concentración en el retail; firmaron tratados comerciales con trabas competitivas; nos quisieron convencer de un puente sobre el Chacao…Estos son los proyectos que la izquierda privilegia.

Conclusión:

Se equivoca Lagos cuando plantea que aumentando los impuestos para redistribuir ingresos nos convierta en un país desarrollado.

El desarrollo económico se alcanza cuando una masa crítica de personas emprendedoras logran encontrar espacios para implementar proyectos que satisfagan necesidades de consumidores.

Por eso, la profundización de la libre competencia es la clave para alcanzar el desarrollo, alcanzando al mismo tiempo, una mejor distribución del ingreso. Es decir, seremos más prósperos.

Lagos y los socialistas continúan con sus creencias y letanías absurdas que solo incrementan la pobreza. No les creamos; no se lo merecen. 

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