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sábado, 16 de octubre de 2010
RECORDANDO A DON ALVARO BARDON
Concentrando pobreza
Jueves 05 de Junio de 2008
El Ministerio del Trabajo, lejos de promover el empleo y, por esa vía, una "mejor distribución del ingreso", lo que ha logrado es una minimización del total de ocupados, de manera tal que en Chile la participación laboral es la más baja del mundo: unos 10 a 15 puntos menos sobre el total de la población de lo que correspondería a un país normal europeo, norteamericano, latinoamericano, asiático o africano -esto es, entre uno y 1,5 millón de chilenos sin trabajo.
Históricamente -aunque no sea ésa su intención ni su percepción de su propia labor-, ese ministerio viene promoviendo leyes de inamovilidad, indemnizaciones, salarios y jornadas parciales, trabajo femenino, infantil, etcétera, que sólo fomentan la inactividad de los más pobres y menos calificados, y con ello, la desigualdad.
Si hubiera libertad de trabajo, se podrían pagar remuneraciones por horas o especiales según productividad, edad, sexo y demás variables. Si así fuera, muchas más personas podrían contar con un ingreso más o menos continuo, el que, junto al resto que percibe el grupo familiar o de los amigos, erradicaría la pobreza y mejoraría la distribución del ingreso como nunca antes.
El socialista constructivista de turno se opondrá de inmediato a toda forma de libertad salarial y de trabajo, con argumentaciones como la explotación, el salario de subsistencia, la lucha de clases y toda suerte de términos y teorizaciones que quizás tuvieron sentido en los pizarrones de siglos pasados, pero no ahora.
Por el contrario, con plena libertad de trabajo casi todos tendríamos empleo, y si bien muchos de ellos no serían "bien pagados", siempre existiría la posibilidad de mejorar, como ocurre en los más variados mercados libres. En éstos -perdonen la herejía- siempre se igualan la oferta y la demanda -lo que equivale a pleno empleo-, y les aseguro que, más allá de ciertos casos que podrían considerarse injustos y llevarse a tribunales, en el agregado habría mucha más gente de trabajo.
El ingreso de los asalariados siempre está determinado por la oferta y la demanda, y la evidencia muestra que en las economías libres en que se deja a la gente tranquila, ella consigue pleno empleo, incluida la más modesta, de bajo nivel educacional y de calificación.
El socialismo estanca, y no conozco casos de desarrollo a partir de reprimir la libre iniciativa personal. Las economías "socialistas" europeas de buenos salarios llegaron a esta condición después de años de desarrollo libre, básicamente capitalista. Nosotros, al copiar las leyes sociales europeas, lo que hemos logrado siempre es una mediocrización que concluye en una generalizada insatisfacción, cuando no en revueltas y crisis políticas.
El socialismo estatista ha sido nuestra ruina, y conviene recordar la antigua preocupación de las autoridades del trabajo por la previsión. Las "cajas" sólo les regalaban plata, créditos y casas a los más pudientes, a cambio de una alta inflación para los "obreros" pobres, junto a pensiones miserables. ¿A esto apuntan los que quieren deformar la nueva previsión por su "falta de solidaridad"?
La prioridad de los gobiernos y los ministros del Trabajo debería ser no empeorar la situación de los pobres, y eso supone cobrar conciencia de qué les significa a ellos en la vida real, por ejemplo, imponer un "salario ético", o de -en palabras recientes del presidente de Sofofa- "mantener la incertidumbre y la confusión" en materias laborales.
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