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lunes, 15 de septiembre de 2014

Sociedad. ¿ES POSIBLE UN FUTURO SIN DESIGUALDAD DE INGRESOS?.

¿Servirán los impuestos alexianos para reducir la desigualdad?. Sería una necedad....
Recientemente, la señora Bachelet manifestó que “Chile hoy está embarcado en una gran tarea: derrotar la desigualdad, a fin de lograr un desarrollo inclusivo y sostenible…Estamos impulsando reformas políticas y en materia de educación y tributación que permitan terminar con la discriminación y falta de acceso a oportunidades para nuestros ciudadanos, junto con promover el crecimiento equitativo y la participación cívica”…

¿De verdad para alcanzar el desarrollo debemos derrotar la desigualdad?, ¿solo derrotando la desigualdad se puede alcanzar el desarrollo?, ¿Cómo pretende un socialista derrotar la desigualdad?, ¿Hay algo malo en la desigualdad?, ¿Qué se logrará eliminando la desigualdad?...¿es un futuro ideal que no exista la desigualdad?.

¿CÓMO SE MIDE LA DESIGUALDAD EN LOS INGRESOS?

En el año 1912, un estadístico italiano llamado Corrado Gini desarrolló un método para medir la desigualdad de una cierta distribución indicando que el valor de 0 expresa una igualdad total y el valor de 1, la máxima desigualdad. Y el uso más característico de este indicador es en la medición de la desigualdad de ingresos que se realiza en economía.

El así denominado coeficiente de Gini se basa en la curva de Lorenz, que representa gráficamente una función de distribución acumulada, y se define matemáticamente como la proporción acumulada de los ingresos totales (eje y), que obtienen las proporciones acumuladas de la población (eje x). La línea diagonal representa la igualdad perfecta de los ingresos puesto que todos reciben la misma renta (el 20% de la población recibe el 20% de los ingresos; el 40% de la población el 40% de los ingresos, etc) y en este caso de máxima igualdad o equidad distributiva, el coeficiente de Gini es igual a cero. A medida que aumenta la desigualdad, el coeficiente de Gini se acerca al valor de 1.

¿Y COMO NOS VA EN CHILE?

Recientemente, se publicó en la prensa un informe de la OCDE que indica que Chile es el país con más desigualdad en el ingreso. Al mismo tiempo, dicho informe indica que Chile es el cuarto de los 34 países miembros con una mayor proporción de pobres: un 18% de la población tiene ingresos inferiores al 50% de la media

Sin embargo, a los políticos socialistas les encanta destacar que somos la economía que presenta una mayor brecha entre los ingresos del 10% más rico y el 10% más pobre, medido por el coeficiente de Gini. Ese coeficiente es del 0,50 para Chile, seguido de cerca por México (0,47) y a más distancia por Turquía (0,41), Estados Unidos (0,38), Israel (0,38), Portugal (0,34), Reino Unido (0,34), España (0,34), Grecia (0,34) y Japón (0,34). La media en la OCDE es 0,31. En el extremo opuesto, los países con menos desigualdades son Islandia (0,24), Eslovenia (0,25), Noruega (0,25) y Dinamarca (0,25).

Y estos valores son la base de sus simplistas argumentaciones llenas de falacias y necedades.

¿ES POSIBLE UN FUTURO SIN DESIGUALDAD?

La desigualdad de ingresos es una demostración palpable de cómo se distribuyen los talentos en la sociedad, por lo que no significa que sea algo malo en sí. Es más, la distribución de ingresos es un resultado normal y natural. Por ejemplo, los talentos deportivos de Alexis Sánchez le permiten obtener un gran beneficio y nadie cuestiona los ingresos que recibe gracias a sus talentos pese a que otros deportistas que se esfuerzan igual que él obtienen ingresos muy inferiores, ¿deberíamos castigar los talentos de Alexis para aumentar los ingresos de aquellos que prestan un menor servicio a sus congéneres?.

Todos los seres humanos han sido dotados de una cierta cantidad de talentos propios e irrepetibles a los que podemos llamar “capacidades especiales”. Es decir, la naturaleza es tan sabia que cada ser humano tiene algunas capacidades especiales que, bien aplicadas, pudieran ser un aporte para el resto de la especie humana. Acá surgen tres cuestiones. La primera cuestión, entonces, es que cada ser humano tiene ante sí la gran tarea de descubrir que capacidades especiales posee; la segunda cuestión, es establecer la utilidad que pudiera tener dicha capacidad especial para servir a otros, y la última cuestión es determinar si existen opciones o “mercados” en los cuales dichas capacidades especiales pudieran ser intercambiadas.

Apliquemos este sencillo modelo a Alexis Sánchez. En primer lugar, tuvo la fortuna de descubrir desde muy pequeño su talento para el deporte; fue ayudado por su familia, entrenadores y profesores. Percibió que dicho talento era valorado por su entorno puesto que se le requería para integrarse a distintos equipos en variadas competencias deportivas. Finalmente, al ingresar al competitivo profesionalismo su talento fue requerido por importantes instituciones locales, nacionales e internacionales. El talento deportivo de Sánchez ha encontrado en mercados libres deportivos la opción de obtener ingresos impensados.

En otras palabras, si viviéramos en una sociedad libre y todos pudiéramos hacer uso de los talentos que la naturaleza nos ha dotado para servir a los demás en forma libre y aprovechando las oportunidades, nadie podría quejarse que los más esforzados y talentosos reciban una mayor retribución por su aporte…¿Dijimos “nadie”?. Siempre surgen personas (¿resentidas, rencorosas, envidiosas?) que creen que ellos no obtienen los beneficios que sus talentos merecen…ellos creen en la meritocracia y no en el servicio que se presta a los demás …Creen que basta el mérito para recibir los mismos beneficios que los que obtienen resultados sobresalientes…Por ejemplo, si un sujeto entrena cinco horas diarias, igual que Alexis, presume que debiera tener un nivel de ingreso parecido, pero a esa persona que piensa de esta manera, se le olvida que Alexis entretiene con su talento a nivel mundial, mientras que él no se entretiene ni a sí mismo…

En una sociedad libre y abierta, aquellos que aplican sus talentos para servir plenamente a otros en las distintas áreas del quehacer humano deben obtener los más altos ingresos posibles. Sin embargo, la mentalidad socialista resiente que algunos obtengan mayores retribuciones que otros; consideran que dicho diferencial de beneficios (entre el que recibe más y el que recibe menos) es injusto, y debe ser revertido administrativamente. Y de aquí surge la verdadera fuente de la cuál bebe la desigualdad de ingresos.

Los socialistas intervienen los mercados –so pretexto de cautelar ciertas igualdades- pero terminan propiciando mercados concentrados y con ausencia de libertades para operar; la regulación socialista considera que los mercados libres son “crueles” y que deben ser controlados mediante medidas administrativas o altos impuestos. Se impide, entonces, que las personas puedan desarrollar sus talentos en mercados competitivos…¿Y qué es lo que prevalece?. En general, en las economías cerradas y sin mercados libres triunfa aquel que está relacionado con el poder político y administrativo, capaz de hacer lobby para obtener beneficios que en un ambiente competitivo jamás obtendría.  

Por todo lo anterior, es una necedad que los socialistas postulen que se debe “derrotar la desigualdad” para “lograr un desarrollo inclusivo y sostenible”. Y es más necio aún proponer que el solo hecho de impulsar “reformas políticas y en materia de educación y tributación que permitan terminar con la discriminación y falta de acceso a oportunidades para nuestros ciudadanos” lograrán “promover el crecimiento equitativo y la participación cívica”… En realidad, la verdadera maldad surge cuando para reducir la desigualdad de ingresos, los políticos intervienen los mercados y la economía con medidas “de buena voluntad”, propiciando la concentración económica y la falta de competencia.

La desigualdad es propia de la especie humana y es imposible pensar en un futuro de la especie humana sin desigualdades. Así, el desarrollo inclusivo y sostenible comenzará cuando se respeten las diferencias y la diversidad humana, en un ambiente libre y con el mínimo de restricciones. Además, el racionalismo utilitario socialista es iluso al creer que una reforma política y el alza de impuestos va  a terminar promoviendo el crecimiento “equitativo”: solo acarrearán más pobreza. Y la razón de ello es que al reducir los espacios de libertad, las personas de más talento no podrán expresar sus capacidades especiales y deberán conformarse por posiciones menos apropiadas;  sus reales posiciones son ocupadas por personas sin capacidades para ejercerlas. Así se empobrecen las sociedades, así la desigualdad persiste.

PANORAMA Liberal

Lunes 15 Septiembre 2014 

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