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sábado, 13 de julio de 2013

Economía. RECORDANDO A FREDERIC BASTIAT Y EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS

Conviene que los ciudadanos informados lean a Frederic Bastiat y despierten del letargo socialista de que otros les sacarán de la pobreza...¿será posible?
En los últimos días, las noticias respecto de Julio Pereira, un recaudador de impuestos, han salido a la palestra con motivo de la condonación de multas e intereses que otorgó a una gran empresa con la cual tiene relaciones comerciales. Así, este personaje ha sido conminado a renunciar al cargo de director del Servicio de Impuestos Internos, pero se ha permitido pronunciar algunas frases, en su despedida, que quedarán en la historia por su rareza:

"...Acepté el cargo de director con el propósito de servir a mi país…nunca me he arrepentido de esa decisión y he liderado varias reformas y proyectos sustanciales…

…En este periodo hemos alcanzado, quiero decirlo con mucha fuerza, una recaudación record en la historia del Servicio de Impuestos Internos…durante toda mi gestión he actuado apegado a las más estrictas normas legales y éticas, lo que estoy seguro ratificará el sumario, aún en curso de la Contraloría General...

…Considerando la profunda necesidad de cuidar este servicio para que sea percibido siempre como lo que es, una institución de excelencia, ajena a las luchas políticas partidistas y al servicio de Chile y de todos sus ciudadanos, he decidido poner mi cargo a disposición de su excelencia el Presidente de la República, agradeciendo la profunda confianza depositada en mi persona…”

¿Puede servir a un país un recaudador de impuestos?,

¿Existe algún ciudadano que esté de acuerdo con la afirmación de que el SII “es una institución de excelencia…y al servicio de Chile y de todos sus ciudadanos…”?.

¿De qué nos estará hablando Julio Pereira cuando afirma que un gran logro de su gestión es haber alcanzado “una recaudación record en la historia”...?

LA CUESTIÓN DE LOS IMPUESTOS.

Una opinión dura consiste en afirmar que los impuestos son un robo legal que realiza el Estado a sus ciudadanos. Sin embargo, una forma más suave de ver el tema consiste en preguntarse:

¿Es el Estado, con su maraña burocrática estatal, la mejor opción para administrar nuestro dinero?…

¿Cuál es el argumento que defiende la opción de seguir pagando impuestos?...

Las personas suelen afirmar que con los impuestos es posible financiar una serie de servicios y algunos se llenan la boca con palabras como “generosidad” cuando pagar impuestos no tiene nada de generoso. En los hechos, pagar un impuesto significa entregar parte de la riqueza que hemos generado con nuestro esfuerzo y aceptar que los políticos son nuestros legítimos amos y los únicos que están preparados para determinar los usos del dinero que se nos ha obligado a dar. Es decir, los políticos han creado la percepción de que nosotros, los ciudadanos que pagamos los impuestos, somos unos incapaces para decidir el destino de los recursos que nos extraen por la fuerza, bajo la coacción del monopolio de la violencia que posee el estado, ¿pagaría alguien los impuestos si no se hiciera por la fuerza?.

Dado el reconocimiento del derecho a la propiedad privada, el único intercambio válido es aquel en que ambas partes dan su libre consentimiento. Si uno va al mercado y las condiciones o precios no le parecen satisfactorios simplemente negocia o se abstiene de realizar la compraventa. Pero este no es el caso de los impuestos. A nadie se le ofrece la posibilidad de negociar, no digamos de abstenerse. Quitarle a un ciudadano normal y corriente más de un tercio de lo que produce sin que tenga posibilidad ni de negociarlo ni de negarse, como sucede en la actualidad, es un robo legal, y muy desastroso para la sociedad en su conjunto.

Los ciudadanos producen con esfuerzo y trabajo duro; el Estado muchas veces le pone trabas para hacerlo, y aun así, les extraen parte de sus riquezas con las “más nobles y bellas intenciones”. Y detrás de todo ello están los intereses de los políticos que toman sus decisiones considerando sus propios y particulares puntos de vista, olvidando que el dinero ha sido extraído de los contribuyentes por la fuerza. Al final, el Estado siempre gasta los impuestos en cosas que nosotros no queremos que invierta…sin un correlato directo en términos de servicios recibidos. Por ejemplo, aumentan los gastos en salud y educación, pero la salud y la educación están peor, mientras la corrupción crece a tasas exponenciales…¿Cómo entender, entonces, que algunos candidatos se manifiesten a favor de una reforma tributaria –que significa pagar más impuestos- para seguir gastando en esos hoyos negros?.

Ha llegado la hora de la resistencia fiscal como la acción que todo contribuyente debería considerar cada vez que cualquier gobierno, sea del color que sea, emplee dinero de forma que a él no le gusta. Así, no nos agradan las palabras altisonantes de un Julio Pereira, funcionario recaudador de impuestos. Y con tal fin conviene recordar a Frederick Bastiat.

RECORDANDO A FREDERICK BASTIAT: EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS

(JBH), Juan BuenHombre, empresario
(JP), Julio Pereira, Recaudador

Julio Pereira: ¿Usted ha vendido $20.000.000 este mes?

Juan BuenHombre: Sí, a fuerza de muchos cuidados y de sudor.

JP: Tenga la bondad de entregarme $6.000.000.

JBH: ¡$6.000.000! ¡Bondad del cielo! Usted me quiere arruinar. Y, por favor, ¿a qué los destinará?

JP: El primer millón será entregado a los acreedores del Estado. Cuando se tienen deudas, es bueno al menos pagar los intereses.

JBH: ¿Y dónde ha puesto el capital que le han prestado a nuestro querido Estado?

JP: Esto sería muy largo de contar. Una parte fue puesta antaño en unas minas de cobre que están produciendo los más bellos cátodos de cobre del mundo; otra, en financiar el crecimiento y la infraestructura de universidades públicas; otra, se pagó en renovar puertos y carreteras; otra, construyeron hermosos edificios públicos…

JBH: ¿Y qué gano yo con todo ello?

JP: La satisfacción de decir: ¡Que estoy orgulloso de ser chileno cuando miro el edificio del congreso en Valparaíso o el Palacio de La Moneda en Santiago!...Y evita la humillación de dejar a mis herederos una tierra gravada con una renta perpetua. En fin, es necesario pagar lo que se debe, cualquiera que sea el loco uso que se le haya dado. Venga $1.000.000, pero ¿y los otros cinco?...

Es necesario otro $1.000.000 para pagar los servicios públicos, a los profesores del magisterio, a los jueces que restituyen la justicia igual para todos, a los diputados y senadores, a los policías que atrapan a los ladrones mientras usted duerme, a los obreros que mantienen el camino que lleva a su pueblo, al cura que bautiza a sus niños, al instructor que los educa y a su servidor que no trabaja para nada…

Enhorabuena, servicio por servicio. No hay nada que decir.  Yo desearía tanto arreglarme directamente con mi cura y mi maestro de escuela; pero no insisto en eso; venga el segundo  millón.  Aún estamos lejos de los seis. ¿Cree usted que sean mucho $2.000.000 como su contribución a los gastos del ejército, la aviación y la marina?

JBH: ¡Ay! Es poca cosa, considerando lo que me cuestan ya, porque ellos me han arrebatado dos hijos que amé tiernamente.

JP: Es muy necesario mantener el equilibrio de las fuerzas considerando nuestros litigios con los países vecinos.

JBH: ¡Ah, Dios mío! El equilibrio será el mismo si se reduce en todas partes las fuerzas en la mitad o en tres cuartos.  Conservaríamos nuestros niños y nuestras rentas. No sería necesario más que entenderse.

JP: Sí, pero no nos entendemos.

JBH: Es lo que me asombra. Pues, en fin, cada uno sufre.

JP: Tú lo has querido, Juan BuenHombre.

JBH: Usted bromea, señor recaudador; ¿es que tengo voz y voto en el asunto?

JP: ¿A quién ha votado para diputado?

JBH: Para diputado a un actor de televisión…

JP: ¿Y de qué vive tan espléndido diputado?

JBH: De mi $1.000.000, por lo que imagino.

JP: Dada la situación con nuestros países vecinos, ¿qué sucedería si su diputado votara por reducir las fuerzas armadas por medio de menos impuestos?

JBH: En lugar de optar a la reelección, nadie lo querría ver ni en pintura…

JP: Comprende ahora que ha sido usted mismo...

JBH: Pasemos al quinto millón, le pido.

JP: Ese va para Haití.

JBH: ¡Para Haití…! ¿Qué servicios me brindan ellos a cambio de lo que me ha costado tanto trabajo?

JP: Ninguno; su quinto millón van destinado a financiar la estadía del personal militar en la isla caribeña.

JBH: ¿Y qué van a hacer allí que pueda serme útil?

JP: Realizar matanzas, matar y ser muertos, adquirir enfermedades y regresar a ser tratados, abrir puertos, abrir rutas, construir pueblos y poblarlos de haitianos que puedan comprar los productos que usted vende…De esta manera, usted vende más, y podré venir a pedirle más millones todavía.

JBH: ¡Misericordia! Yo le niego rotundamente mi millón. ¡Qué locura es esa de enviar a militares para hacer tales locuras?.  Abrir rutas en Haití, ¡por Dios! ¡Cuando no puedo salir de mi casa porque una leve llovizna en la capital hace que se inunden las calles! ¡Abrir puertos en Haití cuando San Antonio está inservible todos los días! ¡Arrebatarme a los niños que amo para ir a atormentarlos!  ¡Me hacen pagar las mansiones, semillas y caballos que se entregan a los haitianos cuando hay tantos pobres alrededor de nosotros!

JP: ¡Los pobres! Justamente, al mandar a los conscriptos que proviene de las zonas más pobres, el país se deshace de este sobrante. ¡Mil gracias! Haciéndoles perseguir en Haití el capital que les haría vivir aquí. Y además ustedes ponen las bases de un gran imperio, Ustedes llevan la civilización a Haití y condecoran a su patria con una gloria inmortal.

JBH: Usted es poeta, señor recaudador, pero yo soy pequeño empresario y me niego.

JP: Considere que, dentro de unos mil años, usted recuperará sus anticipos centuplicados.  Es lo que dicen aquellos que dirigen la empresa, nuestros políticos.

JBH: Mientras tanto, ellos me piden primero para adornar los gastos, solo $1.000.000, después $2.000.000, después $3.000.000, después $4.000.000, y luego, $5.000.000…¡y heme aquí gravado por $5.000.000! Persisto en mi rechazo.

JP: Es demasiado tarde. Su diputado ha estipulado que usted debe pagar $5.000.000.

JBH: Es muy cierto. ¡Maldita debilidad! Me parece que dándole mi poder he cometido una imprudencia, porque ¿qué hay de común entre un diputado y un empresario?

JP: Usted ve bien que hay alguna cosa en común entre ustedes, que no es más que el producto que usted fabrica y que el diputado disfruta con enorme placer en su nombre.

JBH: Búrlese de mí, lo merezco, señor recaudador. Pero sea razonable…¡vamos!...déjeme al menos el sexto millón. He aquí el interés de las deudas pagado, los sueldos de los funcionarios al día, los servicios públicos asegurados, el cuidado de Haití perpetuado. ¿Qué más quiere?

JP: No regatee conmigo. Solo falta decirle las intenciones del señor diputado respecto del sexto millón...

JBH: ¡Maldito comunista cabeza de piedra! Pero, en fin, ¿qué quiere hacer con este $1.000.000?...

JP: Hará bien al negocio de todas las señoras Juanita… las que hacen empanadas.

JBH: ¿Las señoras Juanita…las que hacen empanadas? ¿Qué quiere usted decir?

JP: Que todas ellas sacarán buen partido…

JBH: ¿Cómo? ¿Qué pasa? ¡Diablos, si le comprendo!

JP: ¿No sabe usted que las señoras Juanita han creado muchas y soberbias microempresas, muy útiles al país, pero que dejan cada año una pérdida considerable?

JBH: Las compadezco de todo corazón. ¿Pero qué puedo yo hacer?

JP: El honorable congreso ha comprendido que, si esto continuara así, las señoras Juanita tendrían dos alternativas: operar mejor o cerrar sus negocios de empanadas...

JBH: ¿Pero qué relación hay entre las torpes señoras Juanita y mi sexto millón?

JP: El congreso ha pensado que si usted entregara a las señoras Juanita, un millón de sus beneficios, para financiar los equipos, harina, huevos, carne, cebolla y los salarios de los obreros, sus pérdidas se cambiarían en beneficios.

JBH: ¡Quééé...! ¿Las señoras Juanita cubrirán sus pérdidas con mis beneficios y mi trabajo?

JP: Es lo que se llama un subsidio al emprendimiento…¡Pero usted está totalmente asombrado! ¿No ve usted el gran servicio que brinda a la patria?

JBH: ¿Quiere decir usted a las señoras Juanita…?

JP: No, a la patria…Las señoras Juanita aseguran que su industria prospera gracias a este arreglo y así el país se enriquece. Es lo que las señoras Juanita repitieron estos días en la Cámara de la que forman parte.

JBH: ¡Es una superchería insigne! ¡Qué! ¡Un grupo de patanes hacen una tonta empresa, disipan sus capitales y, luego, me arrebatan mis beneficios para reparar sus pérdidas, viéndose esto como una ganancia general!

JP: Su diputado lo ha juzgado así; a usted no le resta más que entregarme los $6.000.000 y usar lo mejor posible los $14.000.000 que le dejo para que el próximo año generen el doble…A final, todos ganamos…usted y yo…

JBH: Pero, es mi trabajo…

JP: Es que, verá usted, sería bien enojoso que usted no vendiese todos sus productos a un buen precio…

JBH: Le avisaré cómo me fue…

JP: Porque hay muchas cosas a las que sus ingresos deben hacer frente.

JBH: Lo sé, señor, lo sé.

JP: Primero, si usted decide renovar sus máquinas, una nueva ley ha decidido que usted debe pagar dos veces lo que vale.

JBH: ¡Pero eso es salvaje…!.

JP: Después, si usted tiene necesidad de aceite, de carne, de tela, de petróleo, de lana, de azúcar, cada uno, por ley, le costará el doble de su valor…

JBH: ¡Pero es horrible, horroroso, abominable!

JP: ¿Y por qué se queja…? Si usted mismo, por su diputado...

JBH: Déjeme en paz con mi diputado…Lo he entregado extrañamente. Pero no lo tomará más y me haré representar por un buen y franco empleado...

JP: ¡Bah! Volverá a votar por el mismo diputado…

JBH: ¿Yo? ¿Volver a votar por el mismo diputado para que distribuya mis beneficios a los africanos y a los fabricantes de zapatos o cualquier otro?

JP: Usted volverá a votar por él, le dije.

JBH: Esto es un poco excesivo. No volveré a votar por él si no lo quiero…

JP: Pero usted querrá y volverá a votar por él….

JBH: Que él venga a desafiarme…Encontrará con quién hablar…

JP: Lo veremos. Adiós. Me llevo sus seis millones y voy a hacer la repartición como el diputado ha decidido.

UNA CONCLUSIÓN…

Lo anterior es una adaptación libre de un capítulo del libro Sofismas Económicos, X, 1848, de Frédéric Bastiat (1801-1850) que permite ejemplificar el grave impacto que ejercen los impuestos en el accionar de las economías modernas. Insistimos: los impuestos son un robo legal que realizan los gobiernos, apropiándose de la riqueza ajena porque alguien les ha otorgado la confianza de usar los recursos como les parezca.

Los Julio Pereira y los funcionarios de su estirpe, de condición socialista, no son capaces de darse cuenta del grave daño que le infligen al aparato productivo cuando intervienen en el. Y este tipo de personas no sirven a los países, se sirven de las personas para implementar reformas y proyectos estériles.

Lo más gracioso es que estos socialistas nunca se arrepienten de intervenir y se enorgullecen de lograr recaudaciones record en la historia del Servicio de Impuestos Internos pese a que eso significan extraer riqueza que no les pertenece. Es más. Desean cuidar este servicio para que sea percibido siempre como lo que es; una institución que responde a políticas socialistas para apropiarse de la riqueza de Chile y de todos sus ciudadanos, sin mover un músculo.

Hasta pronto, Julio Pereira, y ojalá pagues en tu vida hasta el último peso en los impuestos que antes defendiste.

PANORAMA Liberal

Sábado 13 Julio 2013

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