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miércoles, 13 de junio de 2012

POLÍTICA La excusa perfecta para una izquierda antidemocrática.


La excusa perfecta de la izquierda antidemocrática es que violaron sus derechos humanos. Y no trepidan en violar derechos humanos de otros para mostrar su odio y resentimiento...

Debido a la presentación de un video recordatorio del gobierno de Augusto Pinochet en el Teatro Caupolicán, la izquierda antidemocrática mostró su rostro real, lleno de odio y resentimiento, con el fin de impedir que se realizara dicho acto. En otras palabras, deseaban impedir que otras minorías pudieran expresarse según sus propios criterios.

Esta actividad de los partidarios de Pinochet ha permitido mostrar en forma directa,  cómo se comportan estos adalides de la “democracia” con los que no piensan como ellos. Resulta claro que un amplio sector de la izquierda hunde sus raíces y bebe del licor de la intolerancia y el odio cuando los que se están expresando son contrarios a ellos. Se atreven a hablar de que este pequeño grupo de pinochetistas hacía una “apología de la violencia”, mientras ellos insultaban, escupían y golpeaban a personas de la tercera edad; causaban los clásicos destrozos en el entorno; lanzaban piedras y agredían a la fuerza pública que intentaba restaurar el orden. Toda una paradoja: acusan a los otros de ser los responsables de que ellos usen la violencia.

Luego, en los días posteriores, los orgullosos líderes de esta izquierda antidemocrática indicaban que “estaban sorprendidos de ver tanta persona joven”, y se congratulaban por los resultados de esta manifestación. Es lo mismo de siempre: así actúa la izquierda antidemocrática.

Sin embargo, la perla de esta situación fueron las sabrosas expresiones de un político socialista de derecha, Andrés Chadwick, quien manifestó un “profundo arrepentimiento” por haber sido parte de ese gobierno, indicando que “hay una situación de la que me arrepiento, que es la violación brutal a los derechos humanos y tengo un profundo arrepentimiento de haber sido parte de un gobierno donde esos hechos sucedían”.

Lamentablemente, el pasado ya está escrito, y este socialista de derecha, si es verdad lo que dice, sufrirá en su conciencia su falta de carácter. Por supuesto, Camilo Escalona, un rancio socialista de verdad, indicó que “es una afirmación fuerte, categórica, que no admite dudas, en el ámbito que resulta esencial en la política democrática, que es el respeto a la vida y a la dignidad de las personas”.

CABEZAS DE PIEDRA Y TERMOCÉFALOS.

Un amigo me comentaba que en los ’70, a los izquierdistas se les denominada “cabezas de piedra” por su ciego empecinamiento y reiterado lenguaje cargado con palabras demagógicas como “pueblo”, “revolución”, “proletario”, “lucha de clases”, etc. A lo anterior, me decía debemos agregar ahora la de “termocéfalo”, porque son cabezas calientes, rápidas para insultar y escupir. Por eso, la izquierda es por definición, antidemocrática, enemiga de la libertad y violenta. Adoctrinados, desde la más tierna infancia, cargan sus discos duros con un software basado en el uso de la fuerza para aprovechar los espacios democráticos e imponer sus letanías absurdas.

En realidad, cuando Chadwick declaró “sentirse arrepentido” de haber apoyado al gobierno militar de Augusto Pinochet, le entregó a los cabezas de piedra y termocéfalos la excusa perfecta para arremeter en contra del Estado de Derecho. Y, después, ponen los “ojitos en blanco” y declaran ser unas blancas palomas.

LOS RECUERDOS DE UN AMIGO…

El amigo de quién hablo vivió la violencia política de los años ’70 en carne propia; se olía en el ambiente como la izquierda antidemocrática de Carlos Altamirano intentaba penetrar las fuerzas armadas con su ideología; ya no había paz en las calles, todo era desorden; había que hacer cola para comprar pollo, azúcar, y cigarrillos. Y la mayoría observaba como los que tenían el poder lo usaban para su beneficio (¿algo diferente?)…Las marchas y la violencia eran permanente; paros y huelgas a largo de Chile; el congreso condenando al régimen de Allende.

Mi amigo recuerda como acompañaba a su esposa a comprar pollo, y debía bajar la mirada cuando aparecían los “compañeros” que, sin causa alguna, sacaban a alguien de la cola y no le permitían la compra; recuerda el famoso “chancho chino” y el “pan negro”…Muchos recuerdos se le vienen a la mente, y el más llamativo fue cuando Allende llamó a los militares al poder.

Aún recuerda a su concuñado, comunista y autoridad del régimen de Allende: simpático, tranquilo y dicharachero. Además, disponía de bienes impensados en esos años. Cuando invitaba a fiestas en su casa siempre surgían artículos que costaba mucho conseguir en los mercados formales, pero él los tenía.

Después del golpe de Estado, su concuñado se esfumó y desapareció para siempre. Contaba que su cuñada siempre tenía la esperanza de verlo aparecer en cualquier momento…Hasta que supo que había estado en un campo de concentración y la tierra (¿o el mar?) se lo habían tragado para siempre.

A pesar de todo esto, mi amigo estuvo de acuerdo con el golpe de Estado…”Necesitábamos tranquilidad…no podemos vivir en violencia permanente…”. Como prueba de todo esto, para el plebiscito de 1988 me dice que votó “si”, y aún recuerdo una conversación que sostuvimos en una escalera cuando se supieron los resultados…”Hemos perdido una tremenda oportunidad de haber consolidado el sistema político…hemos pasado por tantas cosas y ahora vuelven los mismos de siempre…Nos hemos farreado la oportunidad de haber dado un paso gigantesco, sin ataduras políticas ni políticos…”.

Y me dijo algo que me llamó la atención: “en la familia aceptamos la pérdida del concuñado en forma natural…pero esta situación de los derechos humanos es un lastre que este gobierno y los que lo integraron les costará años superar…¿Por qué lo hicieron?, ¿había necesidad?, ¿Por qué Pinochet se burla del dolor?...Ya vendrán los cabezas de piedra para pasarles la cuenta…”.

Siempre recuerdo esas palabras de mi amigo. “Ya vendrán los cabezas de piedra…”. Y vinieron.

Y estuvieron por 20 años pegados a los vidrios de La Moneda para que los gobiernos concertacionistas les abrieran las puertas y permitieran que los parientes de los desaparecidos se hayan llenado los bolsillos con el dinero de los contribuyentes, mientras continúan con la campaña de odio…

Por supuesto, el tema para ellos es muy rentable; les interesa mantener la herida abierta y ojalá nunca se cierre, porque de esa manera obtienen réditos políticos y económicos. Muchos de estos dirigentes viven cómodamente, algunos jamás han trabajado (¿el dolor les impide trabajar?. Llamativo) y, públicamente, siguen recordando a sus parientes como si recién hubieran fallecido…Al parecer, el tiempo no ha pasado o se han quedado anclados en el pasado o no han madurado o están aprovechando la situación.

Una persona normal, como mi amigo, reconoce que el paso del tiempo cura las heridas y obliga a resignarse por la tragedia de perder a un ser querido. Pero, cuando por las venas circula odio y resentimiento, la intención, públicamente, no es sanar, sino seguir mostrando heridas abiertas. No nos engañemos: son los mismos interesados de siempre que sacan provecho de una situación triste para promover sus letanías y sus doctrinas pasadas de moda.

LA EXCUSA PERFECTA DE LA IZQUIERDA

El régimen militar sepultó los sueños de una izquierda enfermiza que pensaba que podía llegar y mantenerse en el poder por 50 o 100 años como en el régimen soviético o en Cuba. En septiembre de 1973, esas ilusiones se vinieron de golpe al suelo, y los dirigentes más encumbrados pudieron alzar el vuelo y cobijarse en otros regímenes violadores de los derechos humanos, sin contradicción alguna.

En el fondo, los izquierdistas antidemocráticos ven en los partidarios de Pinochet a aquellos que le dieron un gran PLR, y no lo pueden soportar. Y buscan la excusa perfecta: los derechos humanos.

No nos dejamos engañar, sabemos quiénes son, sabemos que quieren, sabemos cómo lucran con el dolor. No los olvidamos.

PANORAMA Liberal
Miércoles 13 Junio 2012

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