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martes, 8 de marzo de 2011

EXUBERANCIA IRRACIONAL por Louis Uchitelle


En “Espíritus Animales. De cómo la psicología humana dirige la economía y su importancia para el capitalismo global” escrito por George A. Akerlof y Robert J. Shiller para la Princeton University Press, los autores nos piden que miremos a nuestro alrededor. La segunda llegada de La Gran Depresión es, igual que la original, la consecuencia directa de los espíritus animales. Si solo hubiésemos considerados esas turbulentas emociones para la teoría económica, tal vez no estaríamos repitiendo la tragedia.

Akerlof, Premio Nobel, y Shiller, un seguro candidato al premio, son prominentes economistas de las teorías económicas más aceptadas. No se desvían fácilmente de las teorías ortodoxas, con su alegato de que la gente es, esencialmente, racional, bien informada y no es emocional en las numerosas transacciones que le dan forma a la economía. Pero en “Espíritus Animales” se han desviado-y lo han hecho en el momento que la teoría comúnmente aceptada se autodestruye.

No hubo nada racional, bien informado, ni falto de emoción, en el comportamiento que casi hace colapsar la economía. Eso deja a la mayoría de los economistas de Norteamérica fuera de un marco creíble para explicar cómo nos metimos en este desastre. Akerlof y Shiller son los primeros en intentar retrabajar la teoría económica de nuestros tiempos. Ese esfuerzo hace de este libro una pieza fundamental.

Keynes prestó un servicio similar en los años 1930-principalmente observando que las economías de mercado podrían sufrir largos períodos de desempleo y baja producción, a menos que el gobierno supliera la demanda necesaria. El programa de estímulo de $ 787 billones de Barack Obama refleja esta perspicacia.

Pero otro aspecto del pensamiento de Keynes no le fue tan bien. El introdujo al mundo los “espíritus animales”, inventando esa frase para describir un gama de emociones, impulsos humanos, entusiasmos y percepciones que mueven las economías-y, por último, las descarrilan. Los economistas que interpretaron a Keynes “lo vaciaron de casi todos los espíritus animales-los motivos no económicos y el comportamiento irracional-que estaban en el corazón de su explicación sobre la Gran Depresión”, declaran Akerlof y Shiller.

Acercándose equivocadamente a esto, los autores intentan reinsertar los espíritus animales a la teoría económica. Hacen esto alimentándose del gran conocimiento que hay ahora sobre la psicología humana, y para lo que Akerlof y Shiller, entre otros economistas, han incorporado al relativamente nuevo campo de la economía del comportamiento.

Hasta ahora, la economía del comportamiento se ha centrado sobre una variedad de atributos dispares que le corroen la noción de la racionalidad a la teoría comúnmente aceptada. Una persona joven, por ejemplo, no se une a un plan 401 (k) (un plan de ahorro para el retiro), incluso uno subsidiado por su empleador, pero si fuera racional y estuviera bien informado, ciertamente lo haría.

Lo que Akerlof y Shiller hacen es subrayar este tipo de hallazgo, envolviéndolo con otros numerosos conocimientos psicológicos existentes, en media docena de máximas, que permanentemente alteran el concepto de comportamiento racional. Y su libro presenta el caso, no solo para los economistas, sino para el lector común. Es corto (176 páginas) y suficientemente sencillo para que lo entienda cualquiera (la mayor parte del tiempo).

Sobre todo, retan a la ideología del mercado libre reinante de los últimos 30 años, desde la llegada de Margaret Thacher y Ronald Reagan, hasta la abrupta crisis actual que llegó a finales del año pasado. Esa ideología sostuvo que los mercados debían operar libres del gobierno porque eran racionales. Pero si el espíritu animal influye el comportamiento, entonces el gobierno debe jugar un papel amplio y disciplinario, y hacerlo permanentemente.

Akerlof y Shiller se tardaron cinco años escribiendo Animal Spirits” y afilando esta convicción. Están preocupados que una vez que entremos en el “revival” crecerá inevitablemente la presión -tal como fue al final de los 70, más de una generación después de la Gran Depresión-para darle al mercado rienda suelta de nuevo. Akerlof y Shiller quieren que su libro sea un obstáculo, para que eso no vuelva a suceder.

“El sistema de salvaguardas, desarrollado por la experiencia de la Gran Depresión, está erosionado” escriben. “Por lo tanto es necesario que renovemos nuestra comprensión de cómo funcionan realmente las economías capitalistas, donde la gente no solo tiene motivos económicos racionales, pero también todo tipo de espíritus animales.”

Ambos hombres tienen muchos años insistiéndoles a sus colegas economistas que reconozcan las excepciones a las teorías comúnmente aceptadas. Akerlof, un profesor de la Universidad de California en Berkeley, compartió un Premio Nobel de 2001 por su trabajo sobre “información asimétrica”, que quiere decir que algunas partes de una transacción saben más sobre el negocio que otros, como el que vende carros usados que sabe más de los defectos del vehículo que trata de vender que el cliente que lo quiere comprar. Las leyes que protegen a los consumidores surgieron de estos hallazgos.

Akerlof siempre ha creído que en la mayoría de las situaciones mercantiles el papel del gobierno puede mejorar el resultado. “Animal Spirits” pone en ebullición esta opinión.

Shiller, un profesor de Yale, originó la frase “exuberancia irracional” antes que Alan Greenspan la hiciera famosa y en su investigación ha documentado el auge y caída de los precios inmobiliarios de las últimas décadas, para demostrar que la última escalada fue la más grande en la historia de los Estados Unidos. La burbuja explotará con resultados muy desagradables, advirtió Shiller mucho antes de que ocurriera.

¿Cuáles son los espíritus animales que mueven la economía norteamericana? La confianza es uno. Lejos de pesar y analizar todas las opciones desapasionadamente, la gente actúa en base a la confianza, o a demasiada confianza, en que el inmueble que están a punto de comprar valdrá más dentro de un año. La confianza llevó al alza de las acciones en los años 1920 y de nuevo esta década, mucho más que el balance corporativo y la razón pura puedan justificar, y ahora la falta de confianza, avanzando como una enfermedad contagiosa, está exacerbando la caída.
La equidad también aparece como un espíritu animal, influyendo miles de decisiones en formas que difieren de la teoría standard. Por un sentido de equidad, por ejemplo, los jefes frecuentemente le pagan a sus empleados sueldos mayores a las que el mercado demanda. “Las consideraciones de equidad son un gran motivador de muchas decisiones económicas,” escriben Akerlof Shiller, “y están relacionadas a nuestro sentido de confianza y nuestra habilidad de trabajar juntos efectivamente.”

La corrupción también es un espíritu animal. Esto incluye la propensión a producir no solo lo que la gente realmente necesita, pero lo que creen que necesita, como los seguros respaldados por las hipotecas “una versión moderna del aceite de culebra,” declaran los autores.

En su lista de espíritus animales los dos economistas le prestan especial atención a la tendencia de la gente a pensar en términos narrativos o de historias. “Mucha confianza tiende a estar asociada a historias inspiradoras, historias sobre nuevas iniciativas de negocios, cuentos de como otros se enriquecieron,” escriben los autores. Por otra parte, las historias sobre la Gran Depresión moldean nuestra narrativa de lo que ocurre ahora, y nuestro comportamiento.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Los espíritus animales son emociones humanas; no las podemos apagar. Si no las mantenemos a raya, llevan a la economía hacia booms mal concebidos y bancarrotas desastrosas. Temperados por el gobierno, por otra parte, son una excelente fuente de energía empresarial, canalizada de forma segura hacia un capitalismo sano. Keynes llegó a esa conclusión, y Akerlof y Shiller, en “Espíritus Animales” empujan hacia esa dirección con fuerza—animando a sus colegas a seguir su liderazgo para rediseñar la teoría económica que trata con el sistema de mercado que irracionalmente falló en gobernarse a sí mismo.

Louis Uchitelle escribe sobre economía para The Times.

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