En un artículo en Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet tacha de “doctrinario convulsivo”, “casi fanático”, “agitador” y “obsesivo” a Mario Vargas Llosa, actual ganador del Premio Nobel de LIteraratura del 2010. Y no debe llamar la atención: la iglesia izquierdista y sus devotos, cuando no dispone de argumentos sólidos, intenta descalificar al no-creyente.
Lo dijo Schumpeter hace ya algunos años, refiriéndose al marxismo como si fuera una religión, pero que podemos extender a los que hoy se denominan como socialistas: “el carácter religioso del socialismo explica también una actitud peculiar del socialista ortodoxo frente a sus adversarios. Para él, lo mismo que para cualquier creyente en una fe, el adversario no está simplemente en un error, sino en pecado. La disidencia es condenada no solo intelectualmente, sino también moralmente. No puede haber ninguna excusa para ella (la disidencia) desde el momento en que el mensaje ha sido revelado“.
En estricto rigor, el socialismo es un fósil ideológico del pasado que algunos ilusos continúan defendiendo y dándole más importancia de la que tiene. A fines de los ’80 la ideología izquierdista perdió el sustento real y el mundo comenzó a girar en un sentido contrario para sus fines. Y estos huérfanos ideológicos, educados en las letanías aprendidas y repetidas, se dedican a esperar la caída del capitalismo mientras el peso del tiempo y de la historia los sumerge en el olvido. Y, de repente, sacan sus voces repitiendo las mismas doctrinas de siempre.
Por eso, podemos indicar que la iglesia socialista presenta algunas características relevantes. En primer lugar, los devotos socialistas se autodenominan ‘demócratas’ o ‘socialdemócratas’, siempre y cuando las elecciones siempre las ganen ellos, porque cuando las ganan otros, salen a las calles a promover el desorden y la violencia. No debemos olvidar que el liderazgo socialista profesa todos los tipos de violencia con el sistema vigente y en todos los frentes. Siempre son los que lideran huelgas, paros y violencia verbal y física. Los socialistas son los profesionales de la violencia. Y, en sociedades con instituciones más débiles, siempre están proponiendo y pensando en ‘asambleas constituyentes’ o entelequias semejantes que les permita eliminar las libertades individuales y perpetuarse en el poder para imponer sus letanías.
En segundo lugar, el socialismo, para perdurar, necesita crear y formar cuadros y organismos muy centralizados, jerárquicos y dramáticamente disciplinados, en los cuáles el disenso es imposible. En caso contrario, se produce el desmadre y la proliferación de grupos. Para perdurar, el socialismo debe impedir el disenso: en la religión socialista, el que disiente, es un hereje. Por eso, en estos tiempos, se continúan necesitando sacristanes en los altares mediáticos izquierdistas que continúen esparciendo las creencias en su feligresía
En tercer lugar, el socialismo necesita una masa crítica de ignorantes y desinformados, fáciles de manipular y ‘educar’ por los medios de prensa adecuados y con la jerga habitual. Una persona informada y culta no puede adherir al socialismo en forma consciente, a no ser que haya sido ‘educado’ o tenga otros intereses. En otras palabras, los socialistas no creen que los pueblos puedan organizarse por sí mismos y como deseen (recordemos: la masa crítica de ignorantes y desinformados), y por eso, consideran que ‘la conciencia revolucionaria’ debe ser insuflada a la masa crítica desde afuera por toda una amplia gama de sacristanes y feligreses, tipo “hombres nuevos”, como Ignacio Ramonet.
En cuarto lugar, los discursos socialistas se basan, permanentemente, en mantener vigente la lucha de clases (ellos, los ricos son muy malos; nosotros, los pobres somos muy buenos) y toda una cultura del resentimiento explotada y machacada políticamente en las mentes de su feligresía.
En quinto lugar, el socialismo se cree poseedor de una verdad iluminada y un conocimiento perfecto. Esta pretensión arrogante le permite postular que pueden crear “mundos nuevos y buenos” por medio del control y del miedo.
Es correcto hacer arqueología ideológica para no olvidar que algunos fósiles continúan estando en los altares mediáticos en vez de los museos. Causa risa escuchar a algunos socialistas que se declaran “socialistas libertarios”, lo que equivale a decir que un gato ladra como perro. Y más risa causan cuando tratan a otros de “doctrinarios convulsivos’, ¿no será mucho, Ignacio Ramonet?
En realidad, todos somos doctrinarios. Pero, los liberales somos doctrinarios porque creemos en el humanismo, defendiendo las capacidades y talentos del ser humano para modelar su propio destino sin injerencias de terceros; mientras que los socialistas son doctrinarios porque creen que se debe privilegiar al grupo por sobre el individuo aunque eso signifique aplastarlo y destruirlo. Los Archipiélago Gulag son el paraíso socialista para los no-creyentes.
Los socialistas e izquierdistas, por naturaleza, son totalitarios y antidemocráticos, siempre en la búsqueda de reducir las libertades y los espacios individuales. Por eso, las sociedades modernas deben profundizar sus democracias para ampliar los espacios de libertades para que “por las alamedas circulen los hombres libres”. Los verdaderos hombres libres.
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